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El pulso de poder y las batallas futuras

Redacción
17 de octubre, 2017

Escenarios de corto plazo y perspectivas.

Hace unas semanas publiqué un análisis sobre el escenario político nacional, en el cual recurrí al modelo esbozado por Alexis de Tocqueville en “El Antiguo Régimen y la Revolución” para explicar el devenir de las distintas fases del proceso de transformación que ha vivido Guatemala en los últimos dos años. La utilización abstracta de dicho modelo –vale decir– bien puede servir para analizar procesos tan diversos como la Revolución Guatemalteca de 1944-54, la Revolución Mexicana de 1910-1930, o eventos tan recientes como la Primavera Árabe.

Dicho modelo establece que toda sociedad que vive un proceso transformador atraviesa por cinco grandes fases: 1) El Estallido; 2) La depuración del ‘Antiguo Régimen’; 3) La fractura del movimiento transformador; 4) El pulso de poder; y 5) El termidor.

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La fase del pulso de poder es consecuencia de un proceso mediante el cual el movimiento transformador se fractura en tres facciones: 1) Los radicales, que quisieran cambiarlo todo y con mucha velocidad; 2) los moderados, que aspiran a realizar cambios puntuales y más pausados; y 3) los reaccionarios, que quisieran retornar al statu quo ante. Y también, es producto de la pérdida de unidad generalizada en cuanto a la conducción del proceso depurador.

Lo que Tocqueville no menciona en su estudio, pero que puede soslayarse del análisis de casos históricos es que la fase del pulso de poder tiende a ser la más prolongada, la más polarizante y la que tiene mayores efectos negativos sobre la estabilidad de una sociedad. Sin ir tan lejos, los países del norte de África han vivido (pues esto no ha concluido) un período de “pulso de poder” que viene desde el 2011 hasta la fecha. O peor aún, en la Revolución Mexicana el pulso de poder duró casi dieciséis años, período en el cual las facciones revolucionarias y reaccionarias pelearon –con uñas y dientes– el control del aparato político nacional.

Resulta que en la experiencia guatemalteca, es posible identificar varios rounds de esa fase del pulso de poder. La discusión de las Reformas Constitucionales al Sector Justicia, acaecida entre noviembre 2016 y mayo 2017 fue la primera probadita. Pero luego, en los últimos dos meses hemos visto una seguidilla de rounds: 1) la batalla por la declaratoria del non-grato; 2) el proceso de antejuicio contra el Presidente Morales; 3) el pacto de impunidad en el Congreso y la reacción social; 4) el antejuicio contra el alcalde Arzú y sus efectos políticos.

Sin embargo, como en el horizonte no se vislumbra aún la llegada del termidor, el período en el cual se gesta una alianza conciliadora que se encarga de reconstituir el sistema, todo parece indicar que viviremos más rounds de la batalla. Solo en el corto plazo, puedo identificar dos.

El primero, serán los efectos de más casos judiciales contra diputados al Congreso. Derivado de los eventos de septiembre pasado, el Congreso presenta los indicadores más bajos de confianza institucional, con siete por ciento de aprobación popular. A ello sumemos que los diputados se convirtieron en la nueva fuente de rechazo generalizado. De tal manera, la develación de investigaciones como el caso Odebrecht, casos contra partidos que han hecho gobierno, procesos de plazas fantasma, por mencionar algunas posibilidades. En todos ellos, la reacción popular seguramente se hará presente, lo que reactivará el escenario de tensión política.

Pero sin duda, la principal fuente futura de tensión será la elección del nuevo Fiscal General, proceso que dará inicio hacia finales de enero 2018 y deberá culminar a principios de mayo. Sin duda, esta será la madre de todas las batallas en la fase del “pulso de poder”, y de su resultado, podremos empezar a vislumbrar el resultado de termidor.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

El pulso de poder y las batallas futuras

Redacción
17 de octubre, 2017

Escenarios de corto plazo y perspectivas.

Hace unas semanas publiqué un análisis sobre el escenario político nacional, en el cual recurrí al modelo esbozado por Alexis de Tocqueville en “El Antiguo Régimen y la Revolución” para explicar el devenir de las distintas fases del proceso de transformación que ha vivido Guatemala en los últimos dos años. La utilización abstracta de dicho modelo –vale decir– bien puede servir para analizar procesos tan diversos como la Revolución Guatemalteca de 1944-54, la Revolución Mexicana de 1910-1930, o eventos tan recientes como la Primavera Árabe.

Dicho modelo establece que toda sociedad que vive un proceso transformador atraviesa por cinco grandes fases: 1) El Estallido; 2) La depuración del ‘Antiguo Régimen’; 3) La fractura del movimiento transformador; 4) El pulso de poder; y 5) El termidor.

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La fase del pulso de poder es consecuencia de un proceso mediante el cual el movimiento transformador se fractura en tres facciones: 1) Los radicales, que quisieran cambiarlo todo y con mucha velocidad; 2) los moderados, que aspiran a realizar cambios puntuales y más pausados; y 3) los reaccionarios, que quisieran retornar al statu quo ante. Y también, es producto de la pérdida de unidad generalizada en cuanto a la conducción del proceso depurador.

Lo que Tocqueville no menciona en su estudio, pero que puede soslayarse del análisis de casos históricos es que la fase del pulso de poder tiende a ser la más prolongada, la más polarizante y la que tiene mayores efectos negativos sobre la estabilidad de una sociedad. Sin ir tan lejos, los países del norte de África han vivido (pues esto no ha concluido) un período de “pulso de poder” que viene desde el 2011 hasta la fecha. O peor aún, en la Revolución Mexicana el pulso de poder duró casi dieciséis años, período en el cual las facciones revolucionarias y reaccionarias pelearon –con uñas y dientes– el control del aparato político nacional.

Resulta que en la experiencia guatemalteca, es posible identificar varios rounds de esa fase del pulso de poder. La discusión de las Reformas Constitucionales al Sector Justicia, acaecida entre noviembre 2016 y mayo 2017 fue la primera probadita. Pero luego, en los últimos dos meses hemos visto una seguidilla de rounds: 1) la batalla por la declaratoria del non-grato; 2) el proceso de antejuicio contra el Presidente Morales; 3) el pacto de impunidad en el Congreso y la reacción social; 4) el antejuicio contra el alcalde Arzú y sus efectos políticos.

Sin embargo, como en el horizonte no se vislumbra aún la llegada del termidor, el período en el cual se gesta una alianza conciliadora que se encarga de reconstituir el sistema, todo parece indicar que viviremos más rounds de la batalla. Solo en el corto plazo, puedo identificar dos.

El primero, serán los efectos de más casos judiciales contra diputados al Congreso. Derivado de los eventos de septiembre pasado, el Congreso presenta los indicadores más bajos de confianza institucional, con siete por ciento de aprobación popular. A ello sumemos que los diputados se convirtieron en la nueva fuente de rechazo generalizado. De tal manera, la develación de investigaciones como el caso Odebrecht, casos contra partidos que han hecho gobierno, procesos de plazas fantasma, por mencionar algunas posibilidades. En todos ellos, la reacción popular seguramente se hará presente, lo que reactivará el escenario de tensión política.

Pero sin duda, la principal fuente futura de tensión será la elección del nuevo Fiscal General, proceso que dará inicio hacia finales de enero 2018 y deberá culminar a principios de mayo. Sin duda, esta será la madre de todas las batallas en la fase del “pulso de poder”, y de su resultado, podremos empezar a vislumbrar el resultado de termidor.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo