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¿Por qué las naciones son ricas o pobres?

Redacción República
20 de octubre, 2017

Vivimos en un mundo desigualmente próspero. El ciudadano promedio en Estados Unidos es diez veces más rico que sus contrapartes en América Central, y cuarenta veces más que los residentes en los países más pobres de África. ¿A qué se debe esto?

Cuando estudié economía internacional en los 1960s las explicaciones ofrecidas se movían por temas de geografía, clima, fertilidad de los suelos, recursos disponibles, cultura, religión, ética del trabajo, ignorancia de principios de economía, y más. Sin embargo, esas hipótesis no explican satisfactoriamente los patrones de pobreza y prosperidad en el mundo de hoy.

En su trabajo “¿Por qué fracasan las naciones?”, Daron Acemoglu y James A. Robinson muestran convincentemente que los problemas económicos de una nación son causados fundamentalmente por falta de derechos políticos inclusivos. Los países pobres son pobres porque son dirigidos por reducidas élites que organizan la sociedad para su propio beneficio a expensas de la ciudadanía.

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Las instituciones políticas y económicas moldean los incentivos en la sociedad. Y mientras las instituciones económicas dan forma a los incentivos económicos, son las instituciones políticas las que determinan bajo qué instituciones económicas trabajarán las personas. Es decir, el proceso político determina qué instituciones económicas tendrá un país. El nuevo paradigma para el éxito o fracaso de las naciones se centra en el nivel de inclusión de sus instituciones políticas y económicas.

Instituciones económicas inclusivas son las que permiten y estimulan la participación de todos en las actividades económicas. Se distinguen por asegurar derechos de propiedad privada, el imperio de la ley, la entrada de nuevos negocios, y un marco de negocios donde las personas pueden intercambiar y contratar libremente.

Las instituciones económicas inclusivas son necesarias para la prosperidad económica de una nación, pero son sus instituciones políticas quienes determinan las instituciones económicas. En países totalitarios como Corea del Norte y Cuba las instituciones políticas son más excluyentes que inclusivas. Esta condición de instituciones excluyentes caracteriza, en diferentes grados, a la mayoría de los países pobres hoy.

Las instituciones políticas excluyentes concentran el poder en manos de élites con pocas restricciones para ejercitar ese poder, y crean instituciones económicas diseñadas para enriquecer a las elites a expensas de la sociedad. Las herramientas de las instituciones económicas excluyentes incluyen la abolición o severos límites a la propiedad privada, fomento de empresas estatales, excesivas regulaciones e imposiciones fiscales, y más.

Por otra parte, las instituciones políticas inclusivas son las que distribuyen ampliamente el poder en la sociedad y son reguladas por la ciudadanía. Las instituciones políticas inclusivas no toleran diseños económicos excluyentes que beneficien solamente a unos pocos.

La prosperidad económica emerge de instituciones inclusivas. Las instituciones excluyentes típicamente conducen al estancamiento y pobreza. Así, que un país se vuelva rico o pobre es en gran medida una función de sus instituciones.

Acemoglu y Robinson reconocen que, bajo ciertas condiciones, puede haber crecimiento bajo instituciones políticas excluyentes, como en el caso de China. Pero argumentan que el crecimiento generado bajo instituciones excluyentes es insostenible a menos que la nación cambie a instituciones inclusivas. Lamentablemente, instituciones políticas y económicas excluyentes conforman un sólido circuito cerrado de apoyo mutuo y tienden a persistir en un círculo vicioso.

Las naciones ricas son ricas hoy en gran parte porque se ocuparon de desarrollar instituciones inclusivas en algún momento durante los últimos trescientos años. Eso contradice los reclamos de las teorías estudiadas en los 1960s. Y refuta el enfoque prevaleciente en la política exterior de EEUU que considera que el crecimiento económico, aun bajo regímenes autoritarios, conducirá a la democracia o instituciones políticas inclusivas.

Hoy sabemos que el crecimiento económico sin el fortalecimiento político tiende a instaurar élites políticas represivas. Sin cambios en las instituciones políticas hay pocas posibilidades de que el crecimiento económico sea inclusivo o que conduzca a política inclusivas.

El crecimiento económico sostenido depende de instituciones políticas inclusivas que apoyen instituciones económicas inclusivas. La política exterior de EEUU debe fomentar sistemas políticos abiertos que respondan a las aspiraciones de la sociedad. La ruta hacia la prosperidad no es el apoyo a tiranías, sino la articulación política de la ciudadanía.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

¿Por qué las naciones son ricas o pobres?

Redacción República
20 de octubre, 2017

Vivimos en un mundo desigualmente próspero. El ciudadano promedio en Estados Unidos es diez veces más rico que sus contrapartes en América Central, y cuarenta veces más que los residentes en los países más pobres de África. ¿A qué se debe esto?

Cuando estudié economía internacional en los 1960s las explicaciones ofrecidas se movían por temas de geografía, clima, fertilidad de los suelos, recursos disponibles, cultura, religión, ética del trabajo, ignorancia de principios de economía, y más. Sin embargo, esas hipótesis no explican satisfactoriamente los patrones de pobreza y prosperidad en el mundo de hoy.

En su trabajo “¿Por qué fracasan las naciones?”, Daron Acemoglu y James A. Robinson muestran convincentemente que los problemas económicos de una nación son causados fundamentalmente por falta de derechos políticos inclusivos. Los países pobres son pobres porque son dirigidos por reducidas élites que organizan la sociedad para su propio beneficio a expensas de la ciudadanía.

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Las instituciones políticas y económicas moldean los incentivos en la sociedad. Y mientras las instituciones económicas dan forma a los incentivos económicos, son las instituciones políticas las que determinan bajo qué instituciones económicas trabajarán las personas. Es decir, el proceso político determina qué instituciones económicas tendrá un país. El nuevo paradigma para el éxito o fracaso de las naciones se centra en el nivel de inclusión de sus instituciones políticas y económicas.

Instituciones económicas inclusivas son las que permiten y estimulan la participación de todos en las actividades económicas. Se distinguen por asegurar derechos de propiedad privada, el imperio de la ley, la entrada de nuevos negocios, y un marco de negocios donde las personas pueden intercambiar y contratar libremente.

Las instituciones económicas inclusivas son necesarias para la prosperidad económica de una nación, pero son sus instituciones políticas quienes determinan las instituciones económicas. En países totalitarios como Corea del Norte y Cuba las instituciones políticas son más excluyentes que inclusivas. Esta condición de instituciones excluyentes caracteriza, en diferentes grados, a la mayoría de los países pobres hoy.

Las instituciones políticas excluyentes concentran el poder en manos de élites con pocas restricciones para ejercitar ese poder, y crean instituciones económicas diseñadas para enriquecer a las elites a expensas de la sociedad. Las herramientas de las instituciones económicas excluyentes incluyen la abolición o severos límites a la propiedad privada, fomento de empresas estatales, excesivas regulaciones e imposiciones fiscales, y más.

Por otra parte, las instituciones políticas inclusivas son las que distribuyen ampliamente el poder en la sociedad y son reguladas por la ciudadanía. Las instituciones políticas inclusivas no toleran diseños económicos excluyentes que beneficien solamente a unos pocos.

La prosperidad económica emerge de instituciones inclusivas. Las instituciones excluyentes típicamente conducen al estancamiento y pobreza. Así, que un país se vuelva rico o pobre es en gran medida una función de sus instituciones.

Acemoglu y Robinson reconocen que, bajo ciertas condiciones, puede haber crecimiento bajo instituciones políticas excluyentes, como en el caso de China. Pero argumentan que el crecimiento generado bajo instituciones excluyentes es insostenible a menos que la nación cambie a instituciones inclusivas. Lamentablemente, instituciones políticas y económicas excluyentes conforman un sólido circuito cerrado de apoyo mutuo y tienden a persistir en un círculo vicioso.

Las naciones ricas son ricas hoy en gran parte porque se ocuparon de desarrollar instituciones inclusivas en algún momento durante los últimos trescientos años. Eso contradice los reclamos de las teorías estudiadas en los 1960s. Y refuta el enfoque prevaleciente en la política exterior de EEUU que considera que el crecimiento económico, aun bajo regímenes autoritarios, conducirá a la democracia o instituciones políticas inclusivas.

Hoy sabemos que el crecimiento económico sin el fortalecimiento político tiende a instaurar élites políticas represivas. Sin cambios en las instituciones políticas hay pocas posibilidades de que el crecimiento económico sea inclusivo o que conduzca a política inclusivas.

El crecimiento económico sostenido depende de instituciones políticas inclusivas que apoyen instituciones económicas inclusivas. La política exterior de EEUU debe fomentar sistemas políticos abiertos que respondan a las aspiraciones de la sociedad. La ruta hacia la prosperidad no es el apoyo a tiranías, sino la articulación política de la ciudadanía.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo