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Contra toda Esperanza

Ramon Parellada
27 de octubre, 2017

¿Podrías creer que tu gobierno te encarcele porque te niegues a poner en tu escritorio un letrero en el que tú dices que eres comunista, sin serlo, y que apoyas al dictador a quién mantienes fuertes discrepancias? ¿Te puedes imaginar que por esa causa te condenan a 30 años una prisión de alta seguridad, bajo torturas de diferente tipo, aislado de visitas y del mundo exterior? No, no te lo puedes imaginar porque eso no pasa, no puede ser cierto ¿verdad?

Pues entonces eres una persona que vive en una sociedad en la que la libertad de decir cualquier cosa existe y se defiende y no te imaginas que hay otros lugares en el mundo donde sólo por pensar diferente al régimen dictatorial en que estés te meten preso. El encarcelamiento y torturas del que hablo le sucedió a Armando Valladares en Cuba y la causa es que se negó a poner sobre su escritorio un letrero que decía “Yo estoy con Fidel”. Y les sucedió a muchas otras personas por diferentes motivos que nos pueden parecer inverosímiles como el simple hecho de soñar que el dictador cubano, Fidel Castro, moría. La razón del encarcelamiento en estos casos era porque si lo sueñas es que tienes un sentimiento reprimido que se puede convertiré en realidad así que mejor prevenir.

Hoy quiero hablar de Armando Valladares, ese cubano heroico que pudiendo colocar un simple letrero que para otros sería insignificante, no lo hizo por principio, para él era inaceptable. Porque él estaba en contra de esta aberración inhumana, el comunismo, que ha cobrado más de 100 millones de vidas en el mundo entero en tan sólo 100 años. De haber cedido a lo que le pedían, no hubiera podido vivir coherentemente ni con la cabeza en alto ya que hubiera fallado a sus creencias y principios.

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Cuenta Carlos Alberto Montaner que Armando el 1960, “era un joven amable y con gran sentido del humor. Creo que me contó que era funcionario del Ministerio de Comunicaciones, nombrado tras la llegada del triunfo revolucionario. Antes había trabajado como oficinista en alguna dependencia administrativa de la policía alejada de las tareas represivas, lo que explica que el gobierno revolucionario le hubiera asignado un cargo público con mejor rango burocrático”.

A Valladares lo encarcelaron en 1960, cuando tenía 23 años de edad. Lo acusaron de llevar a cabo acciones terroristas con bombas. La realidad es que no aceptó declararse comunista. Muchos funcionarios del primer gobierno de Castro se oponían a él y fueron encarcelados por ello. La versión del gobierno era que se oponían a la Gloriosa Revolución y les inventaban crímenes de cualquier tipo para encarcelarlos.

Ya en prisión, asilado en la Isla de Pinos, Armando recibía constantemente visitas de los militares para que declarara que era comunista a cambio de dejarlo en libertad y terminar con sus torturas, que iban desde palizas, pasando por asilamientos, trabajos forzosos y castigos psicológicos, entre otros.

Durante su encarcelamiento, Armando se resistió estoicamente a ceder en sus principios. La visita de los militares era para que dijera que estaba de acuerdo con Castro, que se auto inculpara y que aceptara que su conducta era criminal. Pero, aunque le ofrecían la libertad, el no cedió, no dio su firma. Se negó a usar el uniforme de los presos comunes. Además de todas las torturas que le hicieron el seguía inquebrantable. Incluso hizo huelgas de hambre en contra de todas las violaciones a sus derechos que sufría continuamente. Su salud se deterioró en varias ocasiones llegando incluso a estar dos años en una silla de ruedas.

Durante sus 22 años en prisión estuvo ocho años en una celda pequeña sin luz natural, ni artificial, sin ropa y que no tenía más que un agujero por donde hacía sus necesidades. Y fueron 22 años porque en 1,979, por primera vez, Amnistía Internacional reconoció que había presos políticos en Cuba y él era uno de ellos. Era obvio que no lo iban a reconocer pues su Secretario General en ese entonces simpatizaba con el régimen dictatorial de Castro.

¿Cómo pudo aguantar tanto tiempo y tantas vejaciones? El miso cuenta que gracias a que él es un hombre de mucha fe y que tampoco hubiera podido vivir cediendo a sus principios pues eso rompería su espíritu y se sentía fuerte con Dios y su espíritu.

Pero otro factor que el reconoce que le mantuvo firme fue el de su esposa que en ese entonces se conocían y cuando a él le condenaron, le dijo a ella que hiciera su vida sin él, que no lo esperara, que eran muchos años. Ella le respondió que lo esperaría toda la vida y comenzó a hacer una campaña internacional cuando logró salir de Cuba para su liberación. Cuando logró que saliera Armando se casaron y siguen unidos después de muchos años de luchar porque los derechos humanos se respeten a cualquiera sin distinción de ideología.

Armando Valladares vino a Guatemala esta semana invitado por la Universidad Francisco Marroquín para recibir un doctorado Honoris Causa en Ciencias Sociales. Durante la conferencia que dio ayer por la tarde en el auditorio Milton Friedman de esta casa de estudios, La casa de la Libertad, un alumno le preguntó ¿qué le haría a los que le torturaron y condenaron injustamente? El respondió que no le haría lo mismo que le hicieron al pues él no acepta que a nadie, por más daño que haya causado, merece ser tratado inhumanamente. Se le debe aplicar la ley, someterlo a los tribunales de Justicia y cumplir con la condena que le corresponda, pero sin que sea tratado inhumanamente.

Cuenta Armando que le gustaba escribir versos y que eso lo mantenía activo. Pues bien, le quitaron el papel, pero siempre se las ingeniaba para lograr escribir. Hay uno en particular que es duro pues escribió con un pedazo de madera que untaba una tinta muy especial, su propia sangre.

Hay muchas más historias de Armando. Su temple, su fortaleza, su amor incondicional a su esposa y el de ella a él, sus poemas, su fe en Dios, su espíritu, su libertad interior son virtudes de las que debemos aprender. Jamás dejó de decir lo que pensaba y creía. Eso les condenó a muchos años de cárcel. Y siguió defendiéndolos “Contra Toda Esperanza” como tituló su libro en el que narra todos esos momentos difíciles que le tocó vivir.

Y nosotros, ¿seremos capaces de defender nuestros principios a toda cosa, en cualquier situación, incluso contra toda esperanza?

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Contra toda Esperanza

Ramon Parellada
27 de octubre, 2017

¿Podrías creer que tu gobierno te encarcele porque te niegues a poner en tu escritorio un letrero en el que tú dices que eres comunista, sin serlo, y que apoyas al dictador a quién mantienes fuertes discrepancias? ¿Te puedes imaginar que por esa causa te condenan a 30 años una prisión de alta seguridad, bajo torturas de diferente tipo, aislado de visitas y del mundo exterior? No, no te lo puedes imaginar porque eso no pasa, no puede ser cierto ¿verdad?

Pues entonces eres una persona que vive en una sociedad en la que la libertad de decir cualquier cosa existe y se defiende y no te imaginas que hay otros lugares en el mundo donde sólo por pensar diferente al régimen dictatorial en que estés te meten preso. El encarcelamiento y torturas del que hablo le sucedió a Armando Valladares en Cuba y la causa es que se negó a poner sobre su escritorio un letrero que decía “Yo estoy con Fidel”. Y les sucedió a muchas otras personas por diferentes motivos que nos pueden parecer inverosímiles como el simple hecho de soñar que el dictador cubano, Fidel Castro, moría. La razón del encarcelamiento en estos casos era porque si lo sueñas es que tienes un sentimiento reprimido que se puede convertiré en realidad así que mejor prevenir.

Hoy quiero hablar de Armando Valladares, ese cubano heroico que pudiendo colocar un simple letrero que para otros sería insignificante, no lo hizo por principio, para él era inaceptable. Porque él estaba en contra de esta aberración inhumana, el comunismo, que ha cobrado más de 100 millones de vidas en el mundo entero en tan sólo 100 años. De haber cedido a lo que le pedían, no hubiera podido vivir coherentemente ni con la cabeza en alto ya que hubiera fallado a sus creencias y principios.

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Cuenta Carlos Alberto Montaner que Armando el 1960, “era un joven amable y con gran sentido del humor. Creo que me contó que era funcionario del Ministerio de Comunicaciones, nombrado tras la llegada del triunfo revolucionario. Antes había trabajado como oficinista en alguna dependencia administrativa de la policía alejada de las tareas represivas, lo que explica que el gobierno revolucionario le hubiera asignado un cargo público con mejor rango burocrático”.

A Valladares lo encarcelaron en 1960, cuando tenía 23 años de edad. Lo acusaron de llevar a cabo acciones terroristas con bombas. La realidad es que no aceptó declararse comunista. Muchos funcionarios del primer gobierno de Castro se oponían a él y fueron encarcelados por ello. La versión del gobierno era que se oponían a la Gloriosa Revolución y les inventaban crímenes de cualquier tipo para encarcelarlos.

Ya en prisión, asilado en la Isla de Pinos, Armando recibía constantemente visitas de los militares para que declarara que era comunista a cambio de dejarlo en libertad y terminar con sus torturas, que iban desde palizas, pasando por asilamientos, trabajos forzosos y castigos psicológicos, entre otros.

Durante su encarcelamiento, Armando se resistió estoicamente a ceder en sus principios. La visita de los militares era para que dijera que estaba de acuerdo con Castro, que se auto inculpara y que aceptara que su conducta era criminal. Pero, aunque le ofrecían la libertad, el no cedió, no dio su firma. Se negó a usar el uniforme de los presos comunes. Además de todas las torturas que le hicieron el seguía inquebrantable. Incluso hizo huelgas de hambre en contra de todas las violaciones a sus derechos que sufría continuamente. Su salud se deterioró en varias ocasiones llegando incluso a estar dos años en una silla de ruedas.

Durante sus 22 años en prisión estuvo ocho años en una celda pequeña sin luz natural, ni artificial, sin ropa y que no tenía más que un agujero por donde hacía sus necesidades. Y fueron 22 años porque en 1,979, por primera vez, Amnistía Internacional reconoció que había presos políticos en Cuba y él era uno de ellos. Era obvio que no lo iban a reconocer pues su Secretario General en ese entonces simpatizaba con el régimen dictatorial de Castro.

¿Cómo pudo aguantar tanto tiempo y tantas vejaciones? El miso cuenta que gracias a que él es un hombre de mucha fe y que tampoco hubiera podido vivir cediendo a sus principios pues eso rompería su espíritu y se sentía fuerte con Dios y su espíritu.

Pero otro factor que el reconoce que le mantuvo firme fue el de su esposa que en ese entonces se conocían y cuando a él le condenaron, le dijo a ella que hiciera su vida sin él, que no lo esperara, que eran muchos años. Ella le respondió que lo esperaría toda la vida y comenzó a hacer una campaña internacional cuando logró salir de Cuba para su liberación. Cuando logró que saliera Armando se casaron y siguen unidos después de muchos años de luchar porque los derechos humanos se respeten a cualquiera sin distinción de ideología.

Armando Valladares vino a Guatemala esta semana invitado por la Universidad Francisco Marroquín para recibir un doctorado Honoris Causa en Ciencias Sociales. Durante la conferencia que dio ayer por la tarde en el auditorio Milton Friedman de esta casa de estudios, La casa de la Libertad, un alumno le preguntó ¿qué le haría a los que le torturaron y condenaron injustamente? El respondió que no le haría lo mismo que le hicieron al pues él no acepta que a nadie, por más daño que haya causado, merece ser tratado inhumanamente. Se le debe aplicar la ley, someterlo a los tribunales de Justicia y cumplir con la condena que le corresponda, pero sin que sea tratado inhumanamente.

Cuenta Armando que le gustaba escribir versos y que eso lo mantenía activo. Pues bien, le quitaron el papel, pero siempre se las ingeniaba para lograr escribir. Hay uno en particular que es duro pues escribió con un pedazo de madera que untaba una tinta muy especial, su propia sangre.

Hay muchas más historias de Armando. Su temple, su fortaleza, su amor incondicional a su esposa y el de ella a él, sus poemas, su fe en Dios, su espíritu, su libertad interior son virtudes de las que debemos aprender. Jamás dejó de decir lo que pensaba y creía. Eso les condenó a muchos años de cárcel. Y siguió defendiéndolos “Contra Toda Esperanza” como tituló su libro en el que narra todos esos momentos difíciles que le tocó vivir.

Y nosotros, ¿seremos capaces de defender nuestros principios a toda cosa, en cualquier situación, incluso contra toda esperanza?

República es ajena a la opinión expresada en este artículo