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Esa vez que pateé a un ladrón

Gabriel Arana Fuentes
19 de noviembre, 2017

Buscando entre la carpeta de crónicas he historias que vale la pena releer, encontré esta. Uno que se dedica a eso de la comunicación siempre tiene un alijo de hechos insólitos para uno que no es precisamente un aventurero.

Esta es una que me ocurrió allá por mayo de 2008. Si podés, amable lector, recordá cómo era tu vida en ese mayo de hace casi diez años. Mientras ese mes cursaba, esto me ocurrió:

Asalto fallido en la ruta 83 a Santa Fe

Ese día había perdido mi celular. En realidad estaba ensimismado en mis pensamientos, abstraído. Un materialista como yo no pierde las cosas. Por tanto, por esa condición de no soltar nada, estaba absorto.

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En fin, me resigné a que lo había perdido, y aunque muy barato el teléfono de Q100 tenía mi agenda telefónica, y en esa época Facebook no era la nueva agenda telefónica.

Entonces sucedió.

Volteé a ver a la entrada de la camioneta 83, y aparece un tipo de digamos 1.75m. con una camisola de fútbol, quizás del betis, no lo sé; de deportes no se nada. Viéndonos a todos, gritó

“¡Bueno, hijos de la gran puta, esto es un asalto, vivos los quiero me dan todas sus mierdas!”.

Lo primero que hice, fue pensar en el teléfono de la empresa (Perder dos celulares el mismo día, muy mal). Luego vi hacía atrás del bus, pero no había un supuesto secuaz, el asaltante estaba solo.

Al ver mejor las cosas, él no tenía ningún arma en las manos, empezó ha zangolotear a una anciana y para ese momento el chofer gritó:

“¡Ese cerote anda solo muchá, agárrenlo!”

para esto, él asaltante caminaba por el pasillo de la camioneta. Pasó a la par de mi asiento y se detuvo. Un joven de 1.60m a lo más, con dejos de ir al gimnasio, se le dejó ir. Empezó a forcejar con él.

Para ese momento yo, parado en el asiento me sostenía del pasamanos. Me columpié y acerté una patada. Hice el movimiento y en ese momento, se alejó del chavo de 1.60 y el ladrón me dio la espalda.

La patada acertó en la espina dorsal.

“¡Aaaaaaaay!” gritó el asaltante (hago hincapié en que el grito sonó delicado). Luego su cuerpo chocó contra la ventana del asiento y se desplomó.

En eso reaccioné y me dí cuenta de lo que había hecho. Actué sin pensar, no lo justifica, pero así fue.

Para ese momento cuatro sujetos más, dos de cada lado cayeron sobre él.

Nasty, ver eso fue nasty, nasty.

Golpes por todos lados, el ladrón solo se cubría la cabeza y gritaba.

Uno de los vapuleadores con sus llaves entre sus dedos le abrió la cabeza de un puñetazo. Un quinto sujeto apareció de la nada y dijo,

“¡saquémoslo muchá, saquémoslo de la camioneta!”.

El ladrón con las manos en la espada, fue expulsado del bus.

La camioneta empezó a avanzar. De pronto, el ladrón, llorando gritaba, “¡mi bolsón!, ¡Mi bolsón se quedó en la camioneta!”y comenzó a perseguir el bus. No logró subirse.

Al pasar cerca de la ventana donde yo estaba, aún alcancé a escupirlo, pero no acerté. Reconozco que en esa época no había encontrado la paz interior.

EL ladrón quedó atrás y todos regresaron a sus asientos, en silencio continuamos nuestro recorrido.

Una señora, la mujer mangoneada por el ladrón recogió la mochila del ladrón. Cuando la 83 dejó la 6a. avenida y cruzó en la 11 calle, la que viene de la plazuela España, me bajé de la camioneta, justo frente a ese restaurante chino, Lai Lai.

El talón del pie con el que di la patada con mis botas caterpillar me dolía. El tobillo de la otra pierna sangraba, al pararme sobre el asiento el sillón este se hundió y mi tobillo fue a dar con el marco del asiento. Supongo que eso fue lo que pasó.

Karma.

Aunque me dolía un poco seguí caminando, iba a celebrar dos años de relación con mi novia de entonces. Llegué molesto.

Ahora que leo de nuevo esta historia, a casi diez años de cuando ocurrió, solo se me ocurre pensar cuan violentos vamos en la ciudad. Como si fuera un polvorín que, con una chispa explota.

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Gabriel Arana Fuentes
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Esta es una que me ocurrió allá por mayo de 2008. Si podés, amable lector, recordá cómo era tu vida en ese mayo de hace casi diez años. Mientras ese mes cursaba, esto me ocurrió:

Asalto fallido en la ruta 83 a Santa Fe

Ese día había perdido mi celular. En realidad estaba ensimismado en mis pensamientos, abstraído. Un materialista como yo no pierde las cosas. Por tanto, por esa condición de no soltar nada, estaba absorto.

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En fin, me resigné a que lo había perdido, y aunque muy barato el teléfono de Q100 tenía mi agenda telefónica, y en esa época Facebook no era la nueva agenda telefónica.

Entonces sucedió.

Volteé a ver a la entrada de la camioneta 83, y aparece un tipo de digamos 1.75m. con una camisola de fútbol, quizás del betis, no lo sé; de deportes no se nada. Viéndonos a todos, gritó

“¡Bueno, hijos de la gran puta, esto es un asalto, vivos los quiero me dan todas sus mierdas!”.

Lo primero que hice, fue pensar en el teléfono de la empresa (Perder dos celulares el mismo día, muy mal). Luego vi hacía atrás del bus, pero no había un supuesto secuaz, el asaltante estaba solo.

Al ver mejor las cosas, él no tenía ningún arma en las manos, empezó ha zangolotear a una anciana y para ese momento el chofer gritó:

“¡Ese cerote anda solo muchá, agárrenlo!”

para esto, él asaltante caminaba por el pasillo de la camioneta. Pasó a la par de mi asiento y se detuvo. Un joven de 1.60m a lo más, con dejos de ir al gimnasio, se le dejó ir. Empezó a forcejar con él.

Para ese momento yo, parado en el asiento me sostenía del pasamanos. Me columpié y acerté una patada. Hice el movimiento y en ese momento, se alejó del chavo de 1.60 y el ladrón me dio la espalda.

La patada acertó en la espina dorsal.

“¡Aaaaaaaay!” gritó el asaltante (hago hincapié en que el grito sonó delicado). Luego su cuerpo chocó contra la ventana del asiento y se desplomó.

En eso reaccioné y me dí cuenta de lo que había hecho. Actué sin pensar, no lo justifica, pero así fue.

Para ese momento cuatro sujetos más, dos de cada lado cayeron sobre él.

Nasty, ver eso fue nasty, nasty.

Golpes por todos lados, el ladrón solo se cubría la cabeza y gritaba.

Uno de los vapuleadores con sus llaves entre sus dedos le abrió la cabeza de un puñetazo. Un quinto sujeto apareció de la nada y dijo,

“¡saquémoslo muchá, saquémoslo de la camioneta!”.

El ladrón con las manos en la espada, fue expulsado del bus.

La camioneta empezó a avanzar. De pronto, el ladrón, llorando gritaba, “¡mi bolsón!, ¡Mi bolsón se quedó en la camioneta!”y comenzó a perseguir el bus. No logró subirse.

Al pasar cerca de la ventana donde yo estaba, aún alcancé a escupirlo, pero no acerté. Reconozco que en esa época no había encontrado la paz interior.

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Una señora, la mujer mangoneada por el ladrón recogió la mochila del ladrón. Cuando la 83 dejó la 6a. avenida y cruzó en la 11 calle, la que viene de la plazuela España, me bajé de la camioneta, justo frente a ese restaurante chino, Lai Lai.

El talón del pie con el que di la patada con mis botas caterpillar me dolía. El tobillo de la otra pierna sangraba, al pararme sobre el asiento el sillón este se hundió y mi tobillo fue a dar con el marco del asiento. Supongo que eso fue lo que pasó.

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Aunque me dolía un poco seguí caminando, iba a celebrar dos años de relación con mi novia de entonces. Llegué molesto.

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