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La desfachatez del mentiroso

Warren Orbaugh
21 de noviembre, 2017

Interrumpiré mis artículos desarrollando la  construcción de la república basados en los principios republicanos de libertad, igualdad y fraternidad, porque cayó en mis manos el artículo “La rebelión del sentido común” de Jaime Barrios y se me antojó comentar sobre éste.

Empieza afirmando el escritor que: “Ayn Rand se equivocó en todo,…”

¿De verdad? ¿En todo? ¡Vaya que ambiciosa presuposición!  ¡Indudablemente el prosista debe conocer a fondo la filosofía Objetivista! Así que Rand se equivocó en su teoría metafísica cuando afirmó que todo cuanto existe es lo que es, es algo específico, con atributos peculiares, con una identidad propia. Supongo que entonces también se equivocó al afirmar que el humano es un ser consciente y que su consciencia es la facultad de darse cuenta de lo que existe. Así mismo en que la facultad que posee el hombre para identificar la realidad a partir de la evidencia de sus sentidos es la razón.

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Presumo que Barrios también considera que Rand se equivocó en su teoría epistemológica y por tanto, el hombre, es decir, nosotros, no formamos nuestro conocimiento mediante la creación jerárquica de conceptos, a partir de la clasificación por similitudes y diferencias de sus singulares o referentes, como afirmó ella. Ni usamos un lenguaje para etiquetar dichos conceptos como aseguró ella. Ni los identificamos mediante definiciones que indican a que grupo pertenece el concepto y en qué se diferencia de otros conceptos del mismo grupo, como también aseveró.

Dada su proposición inicial, no entiendo entonces por qué él se molestó en escribir un artículo, porque si cree que es cierto que Rand se equivocó en sus teorías metafísica y epistemológica, lo contrario a lo que ella afirmó debe ser cierto y por tanto el escrito de Barrios no es lo que es, no dice lo que pone y nosotros no tenemos consciencia para advertir su existencia, ni capacidad para comprender sus conceptos. ¿O no? ¡A lo mejor piensa que ni siquiera existen sus lectores!

Luego asegura Barrios que: “La felicidad no es solo una cuestión egoísta y la moral está enraizada en lo social. Por lo tanto el egoísmo no puede ser ni racional ni moral.” Bueno, aquí, por tratar de deslegitimar a Rand, el escritor se lleva de tajo a la mayor parte de la moral clásica e ilustrada, con excepción de algunos pocos como Kant y Comte.

El egoísmo ético de la moral clásica y del Objetivismo es la tesis de que una persona debería actuar para promover su interés propio.

Fundamentalmente, la razón de la necesidad del egoísmo racional es la misma que la razón de ser moral. Se basa en el hecho de que si una persona no nutre su existencia, se muere. Los humanos sobreviven actuando en su propio beneficio. El egoísmo meramente es la normativa de vivir, de querer vivir y actuar para vivir, de tener el propósito de vivir y de perseguirlo deliberadamente. El egoísmo racional sostiene que cada quien es un fin en sí mismo; el altruismo de Comte sostiene que el individuo es un medio para los fines de otros. El egoísmo noble sostiene que el beneficiario de la acción moral debería ser el agente, la persona que actúa; el altruismo sostiene que el beneficiario de la acción moral debería ser otro distinto del que actúa.

El egoísmo racional como norma de conducta es igualmente necesario o imperativo, aún si una persona viviera aislada y sola en una isla desierta, porque la necesidad de ser egoísta no reside en la otra gente, sino que en la naturaleza propia. El egoísmo racional es la actitud recetada  para quien quiera vivir. El hecho de que es la vida la que hace necesario perseguir valores, significa que la persona si quiere vivir debe actuar moralmente para conseguir aquellos valores que lo mantendrán vivo. Esa es la base de la obligación moral. Como tal, la moral es totalmente egoísta.

La ética egoísta es lo mismo que la ética prudencial. La prudencia, nos indica Aristóteles en la Ética a Nicómaco, es la virtud de deliberar y juzgar correctamente sobre lo que es bueno y ventajoso para uno mismo, en lo que conduce a la buena vida. También nos cuenta que se llama prudente a quienes sólo buscan su provecho personal y que obrando así hacen bien. Por lo tanto es evidente, dice, que uno no puede ser prudente sin ser bueno en el verdadero sentido del término.

La connotación  negativa que le ha dado el altruista  a esta palabra impide identificar la conducta éticamente correcta que recomendaba  Aristóteles en su Ética a Nicómaco quien distingue entre egoísmo racional y egoísmo irracional:

“Por lo tanto el hombre bueno debe ser un amante de sí mismo (porque se beneficiará a sí mismo y a sus compañeros haciendo actos nobles), pero el hombre perverso no debería, porque se dañará a sí mismo y a sus vecinos, al seguir, como hace, sus malas pasiones. Porque lo que hace el hombre perverso riñe con lo que debería hacer, pero lo que el hombre bueno debe hacer, lo hace; porque la razón en cada uno de los que la tienen elige lo que es mejor para sí mismos, y el hombre bueno obedece a su razón. … He aquí por qué los actos que parecen ser los más personales y los más voluntarios son los que se realizan bajo la dirección de la razón. Es perfectamente claro que este principio soberano es el que constituye esencialmente al individuo y que el hombre de bien le ama con preferencia a todo. En este concepto podría decirse que el hombre de bien es el más egoísta de todos los hombres; pero este egoísmo es muy distinto de aquel a que se da a un hombre injurioso. Este egoísmo noble o racional supera en tanto al egoísmo vulgar, como vivir según la razón a vivir según la pasión…”

Supongo entonces que Barrios aconsejará a una madre que diga a sus hijas cuando salen de fiesta: «Deseo que sean morales, por tanto no sean prudentes, no sean egoístas racionales, no deliberen ni juzguen correctamente sobre lo que es bueno y ventajoso para ustedes mismas, ni lo busquen, sino que beban en exceso y entréguense altruistamente a cualquier extraño que desee usarlas y disfrutarlas, porque hay que amar a todos por igual, sin importar si son virtuosos o injuriosos. Luego manejen a toda velocidad sin cuidarse del cambio de luces en los semáforos. Pues al fin y al cabo, “el egoísmo no puede ser ni racional ni moral.”»

Y al contrario de lo que suponen muchos, es precisamente el egoísmo racional la virtud que da origen a la sociedad. Ya lo identificó Ludwig von Mises, quien dice en La Acción Humana: “El que cada quien viva y desee vivir primeramente para sí mismo  no disturba la vida social sino que la promueve, porque sólo en y por medio de  la sociedad es que es posible la más alta realización de la vida del individuo. Este es el verdadero significado de la doctrina de que el egoísmo es la ley básica de la sociedad.”

Prosigue Barrios a atacar al “neoliberalismo” que describe como enfermedad que: “se reconoce por las ronchas del mercado “auto regulado” y el fin del papel del Estado en la economía y los asuntos sociales, reduciéndolos a solo dos funciones: seguridad y justicia pero sin tomar en cuenta la justicia social.” Y como asegura que “Rand se equivocó en todo”, seguramente pretende que las contradicciones no describen errores lógicos –pues Rand describe el razonamiento lógico como el arte de la identificación no contradictoria de la realidad– y quiere que aceptemos la contradicción que implica identificar el término “justicia social”, que consiste en confiscar o despojar a unos de su producción para darla a otros que no la produjeron, como justicia cuando evidentemente es una injusticia.

Obviamente le molestan dos cosas del sistema de mercado: primero, que el Estado en lugar de violar los derechos de propiedad de los ciudadanos los proteja; y segundo, el que proteja el derecho de los ciudadanos, o sea el suyo estimado lector, a determinar su propio proyecto de vida, al no distorsionar en el proceso de mercado la información de oferta y demanda –establecida por el sistema de precios– porque de hacerlo, la comunicación entre los individuos los llevaría a tomar decisiones económicas equivocadas a partir la información falsa recibida, es decir, los conduciría a actuar distinto de cómo lo harían de acuerdo a su mejor juicio de conocer la realidad; ni al entrometerse limitando la libertad de acordar de  los negociantes que obtienen, cada uno, un valor del intercambio comercial que realizan.

El desvergonzado mentiroso intenta desprestigiar al sistema de libre mercado: “La teoría de la autorregulación del mercado como único mecanismo creador de bienestar, ha colapsado… En cuanto a políticas públicas, el neoliberalismo se aplicó plenamente durante tres décadas con las negativas consecuencias a la vista.” ¿Las consecuencias negativas a la vista? En todo aquel aspecto en que se han aplicado medidas liberales las consecuencias han sido el mejoramiento del nivel de vida de los ciudadanos: la liberación del mercado de la telefonía dio acceso a teléfono a millones de ciudadanos que antes, cuando era del Estado, carecían de estos y sus perspectivas de adquirir no se remontaba, cuando era posible, a años de espera; la competencia en energía eléctrica ha llevado ésta hasta lugares remotos y a mejores precios; la no impresión de papel moneda para financiar los proyectos del Estado ha mantenido una moneda estable.

Lo que Barrios pretende ocultar es la evidencia apabullante que muestra que los problemas económicos de Guatemala se deben a excesos de regulación y a las acciones de aquellos antisociales que con la excusa de manifestar su opinión coartan la libertad del ciudadano a ir donde desee, impidiéndole ejercer su libertad de producir aquellos bienes que contribuyen a su bienestar, impidiéndole recibir la atención médica que le urge, impidiéndole visitar al paciente moribundo, impidiéndole auxiliar al accidentado, impidiéndole adquirir el conocimiento necesario para tener un mejor futuro, en pocas palabras, impidiéndole vivir su vida como juzgue mejor. Se debe también a aquellos antisociales que con la excusa de manifestar su opinión secuestra al ciudadano, lo inmoviliza impidiéndole actuar de acuerdo a su mejor juicio para chantajear al Estado, solicitando privilegios a cambio de su liberación. Se debe también a aquellos antisociales que roban la electricidad a quien la produce, impidiéndole beneficiarse de su trabajo, arrebatándole sus horas, días, meses y años de vida pasada, despojándole del fruto de su esfuerzo, previsión, emprendimiento y resolución, impidiéndole usar su capital –que se ve mermado– según su mejor juicio. Se debe también a aquellos antisociales que extorsionan al ciudadano para apropiarse mediante la violencia y la intimidación de su renta, impidiéndole usar su dinero de acuerdo a su mejor juicio y convirtiendo sus esfuerzos en pérdidas en lugar de utilidad, violando su derecho a vivir su vida como juzgue mejor. Se debe también a aquellos antisociales que estafan al productor mediante el incumplimiento de contrato impidiéndole trabajar –como en las mineras– habiendo éste cumplido con las cláusulas del documento acordado, robándole así su inversión, su tiempo, su lucro, su vida. Se debe también a aquellos antisociales –amparados por grupos maliciosos– que invaden la hacienda del propietario, impidiéndole hacer uso de la misma según su mejor juicio, despojándolo de su facultad de disponer de lo que es suyo según se le antoje. Se debe también a aquellos antisociales –amparados por privilegios– que despojan legal pero injustamente al propietario de su facultad de disponer de su casa o edificio según quiera, bajo la excusa de que los ciudadanos del futuro tienen “derecho” a ver cómo eran las edificaciones del pasado. Pero como he dicho en otras ocasiones, no existe tal cosa como el “derecho” a violar el “derecho” de otro –es una contradicción en términos.

¿Y qué decir del panorama internacional? Donde se han implementado más políticas liberales, desde la segunda guerra mundial a la fecha, léase Alemania y Hong Kong, el bienestar es mayor. Y donde más se han rechazado, léase Cuba y Venezuela, la miseria es mayor. De hecho el Estado Venezolano con sus intervenciones destruyó a Venezuela en una década. ¡Vaya logro del estatismo que Barrios quiere para nosotros! Hasta los chinos aprendieron la lección y ahora están implementando más políticas liberales.

¡Qué descaro para mentir el de Barrios ante la evidencia que lo contradice, quien en efecto se rebela contra el sentido común!

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

La desfachatez del mentiroso

Warren Orbaugh
21 de noviembre, 2017

Interrumpiré mis artículos desarrollando la  construcción de la república basados en los principios republicanos de libertad, igualdad y fraternidad, porque cayó en mis manos el artículo “La rebelión del sentido común” de Jaime Barrios y se me antojó comentar sobre éste.

Empieza afirmando el escritor que: “Ayn Rand se equivocó en todo,…”

¿De verdad? ¿En todo? ¡Vaya que ambiciosa presuposición!  ¡Indudablemente el prosista debe conocer a fondo la filosofía Objetivista! Así que Rand se equivocó en su teoría metafísica cuando afirmó que todo cuanto existe es lo que es, es algo específico, con atributos peculiares, con una identidad propia. Supongo que entonces también se equivocó al afirmar que el humano es un ser consciente y que su consciencia es la facultad de darse cuenta de lo que existe. Así mismo en que la facultad que posee el hombre para identificar la realidad a partir de la evidencia de sus sentidos es la razón.

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Presumo que Barrios también considera que Rand se equivocó en su teoría epistemológica y por tanto, el hombre, es decir, nosotros, no formamos nuestro conocimiento mediante la creación jerárquica de conceptos, a partir de la clasificación por similitudes y diferencias de sus singulares o referentes, como afirmó ella. Ni usamos un lenguaje para etiquetar dichos conceptos como aseguró ella. Ni los identificamos mediante definiciones que indican a que grupo pertenece el concepto y en qué se diferencia de otros conceptos del mismo grupo, como también aseveró.

Dada su proposición inicial, no entiendo entonces por qué él se molestó en escribir un artículo, porque si cree que es cierto que Rand se equivocó en sus teorías metafísica y epistemológica, lo contrario a lo que ella afirmó debe ser cierto y por tanto el escrito de Barrios no es lo que es, no dice lo que pone y nosotros no tenemos consciencia para advertir su existencia, ni capacidad para comprender sus conceptos. ¿O no? ¡A lo mejor piensa que ni siquiera existen sus lectores!

Luego asegura Barrios que: “La felicidad no es solo una cuestión egoísta y la moral está enraizada en lo social. Por lo tanto el egoísmo no puede ser ni racional ni moral.” Bueno, aquí, por tratar de deslegitimar a Rand, el escritor se lleva de tajo a la mayor parte de la moral clásica e ilustrada, con excepción de algunos pocos como Kant y Comte.

El egoísmo ético de la moral clásica y del Objetivismo es la tesis de que una persona debería actuar para promover su interés propio.

Fundamentalmente, la razón de la necesidad del egoísmo racional es la misma que la razón de ser moral. Se basa en el hecho de que si una persona no nutre su existencia, se muere. Los humanos sobreviven actuando en su propio beneficio. El egoísmo meramente es la normativa de vivir, de querer vivir y actuar para vivir, de tener el propósito de vivir y de perseguirlo deliberadamente. El egoísmo racional sostiene que cada quien es un fin en sí mismo; el altruismo de Comte sostiene que el individuo es un medio para los fines de otros. El egoísmo noble sostiene que el beneficiario de la acción moral debería ser el agente, la persona que actúa; el altruismo sostiene que el beneficiario de la acción moral debería ser otro distinto del que actúa.

El egoísmo racional como norma de conducta es igualmente necesario o imperativo, aún si una persona viviera aislada y sola en una isla desierta, porque la necesidad de ser egoísta no reside en la otra gente, sino que en la naturaleza propia. El egoísmo racional es la actitud recetada  para quien quiera vivir. El hecho de que es la vida la que hace necesario perseguir valores, significa que la persona si quiere vivir debe actuar moralmente para conseguir aquellos valores que lo mantendrán vivo. Esa es la base de la obligación moral. Como tal, la moral es totalmente egoísta.

La ética egoísta es lo mismo que la ética prudencial. La prudencia, nos indica Aristóteles en la Ética a Nicómaco, es la virtud de deliberar y juzgar correctamente sobre lo que es bueno y ventajoso para uno mismo, en lo que conduce a la buena vida. También nos cuenta que se llama prudente a quienes sólo buscan su provecho personal y que obrando así hacen bien. Por lo tanto es evidente, dice, que uno no puede ser prudente sin ser bueno en el verdadero sentido del término.

La connotación  negativa que le ha dado el altruista  a esta palabra impide identificar la conducta éticamente correcta que recomendaba  Aristóteles en su Ética a Nicómaco quien distingue entre egoísmo racional y egoísmo irracional:

“Por lo tanto el hombre bueno debe ser un amante de sí mismo (porque se beneficiará a sí mismo y a sus compañeros haciendo actos nobles), pero el hombre perverso no debería, porque se dañará a sí mismo y a sus vecinos, al seguir, como hace, sus malas pasiones. Porque lo que hace el hombre perverso riñe con lo que debería hacer, pero lo que el hombre bueno debe hacer, lo hace; porque la razón en cada uno de los que la tienen elige lo que es mejor para sí mismos, y el hombre bueno obedece a su razón. … He aquí por qué los actos que parecen ser los más personales y los más voluntarios son los que se realizan bajo la dirección de la razón. Es perfectamente claro que este principio soberano es el que constituye esencialmente al individuo y que el hombre de bien le ama con preferencia a todo. En este concepto podría decirse que el hombre de bien es el más egoísta de todos los hombres; pero este egoísmo es muy distinto de aquel a que se da a un hombre injurioso. Este egoísmo noble o racional supera en tanto al egoísmo vulgar, como vivir según la razón a vivir según la pasión…”

Supongo entonces que Barrios aconsejará a una madre que diga a sus hijas cuando salen de fiesta: «Deseo que sean morales, por tanto no sean prudentes, no sean egoístas racionales, no deliberen ni juzguen correctamente sobre lo que es bueno y ventajoso para ustedes mismas, ni lo busquen, sino que beban en exceso y entréguense altruistamente a cualquier extraño que desee usarlas y disfrutarlas, porque hay que amar a todos por igual, sin importar si son virtuosos o injuriosos. Luego manejen a toda velocidad sin cuidarse del cambio de luces en los semáforos. Pues al fin y al cabo, “el egoísmo no puede ser ni racional ni moral.”»

Y al contrario de lo que suponen muchos, es precisamente el egoísmo racional la virtud que da origen a la sociedad. Ya lo identificó Ludwig von Mises, quien dice en La Acción Humana: “El que cada quien viva y desee vivir primeramente para sí mismo  no disturba la vida social sino que la promueve, porque sólo en y por medio de  la sociedad es que es posible la más alta realización de la vida del individuo. Este es el verdadero significado de la doctrina de que el egoísmo es la ley básica de la sociedad.”

Prosigue Barrios a atacar al “neoliberalismo” que describe como enfermedad que: “se reconoce por las ronchas del mercado “auto regulado” y el fin del papel del Estado en la economía y los asuntos sociales, reduciéndolos a solo dos funciones: seguridad y justicia pero sin tomar en cuenta la justicia social.” Y como asegura que “Rand se equivocó en todo”, seguramente pretende que las contradicciones no describen errores lógicos –pues Rand describe el razonamiento lógico como el arte de la identificación no contradictoria de la realidad– y quiere que aceptemos la contradicción que implica identificar el término “justicia social”, que consiste en confiscar o despojar a unos de su producción para darla a otros que no la produjeron, como justicia cuando evidentemente es una injusticia.

Obviamente le molestan dos cosas del sistema de mercado: primero, que el Estado en lugar de violar los derechos de propiedad de los ciudadanos los proteja; y segundo, el que proteja el derecho de los ciudadanos, o sea el suyo estimado lector, a determinar su propio proyecto de vida, al no distorsionar en el proceso de mercado la información de oferta y demanda –establecida por el sistema de precios– porque de hacerlo, la comunicación entre los individuos los llevaría a tomar decisiones económicas equivocadas a partir la información falsa recibida, es decir, los conduciría a actuar distinto de cómo lo harían de acuerdo a su mejor juicio de conocer la realidad; ni al entrometerse limitando la libertad de acordar de  los negociantes que obtienen, cada uno, un valor del intercambio comercial que realizan.

El desvergonzado mentiroso intenta desprestigiar al sistema de libre mercado: “La teoría de la autorregulación del mercado como único mecanismo creador de bienestar, ha colapsado… En cuanto a políticas públicas, el neoliberalismo se aplicó plenamente durante tres décadas con las negativas consecuencias a la vista.” ¿Las consecuencias negativas a la vista? En todo aquel aspecto en que se han aplicado medidas liberales las consecuencias han sido el mejoramiento del nivel de vida de los ciudadanos: la liberación del mercado de la telefonía dio acceso a teléfono a millones de ciudadanos que antes, cuando era del Estado, carecían de estos y sus perspectivas de adquirir no se remontaba, cuando era posible, a años de espera; la competencia en energía eléctrica ha llevado ésta hasta lugares remotos y a mejores precios; la no impresión de papel moneda para financiar los proyectos del Estado ha mantenido una moneda estable.

Lo que Barrios pretende ocultar es la evidencia apabullante que muestra que los problemas económicos de Guatemala se deben a excesos de regulación y a las acciones de aquellos antisociales que con la excusa de manifestar su opinión coartan la libertad del ciudadano a ir donde desee, impidiéndole ejercer su libertad de producir aquellos bienes que contribuyen a su bienestar, impidiéndole recibir la atención médica que le urge, impidiéndole visitar al paciente moribundo, impidiéndole auxiliar al accidentado, impidiéndole adquirir el conocimiento necesario para tener un mejor futuro, en pocas palabras, impidiéndole vivir su vida como juzgue mejor. Se debe también a aquellos antisociales que con la excusa de manifestar su opinión secuestra al ciudadano, lo inmoviliza impidiéndole actuar de acuerdo a su mejor juicio para chantajear al Estado, solicitando privilegios a cambio de su liberación. Se debe también a aquellos antisociales que roban la electricidad a quien la produce, impidiéndole beneficiarse de su trabajo, arrebatándole sus horas, días, meses y años de vida pasada, despojándole del fruto de su esfuerzo, previsión, emprendimiento y resolución, impidiéndole usar su capital –que se ve mermado– según su mejor juicio. Se debe también a aquellos antisociales que extorsionan al ciudadano para apropiarse mediante la violencia y la intimidación de su renta, impidiéndole usar su dinero de acuerdo a su mejor juicio y convirtiendo sus esfuerzos en pérdidas en lugar de utilidad, violando su derecho a vivir su vida como juzgue mejor. Se debe también a aquellos antisociales que estafan al productor mediante el incumplimiento de contrato impidiéndole trabajar –como en las mineras– habiendo éste cumplido con las cláusulas del documento acordado, robándole así su inversión, su tiempo, su lucro, su vida. Se debe también a aquellos antisociales –amparados por grupos maliciosos– que invaden la hacienda del propietario, impidiéndole hacer uso de la misma según su mejor juicio, despojándolo de su facultad de disponer de lo que es suyo según se le antoje. Se debe también a aquellos antisociales –amparados por privilegios– que despojan legal pero injustamente al propietario de su facultad de disponer de su casa o edificio según quiera, bajo la excusa de que los ciudadanos del futuro tienen “derecho” a ver cómo eran las edificaciones del pasado. Pero como he dicho en otras ocasiones, no existe tal cosa como el “derecho” a violar el “derecho” de otro –es una contradicción en términos.

¿Y qué decir del panorama internacional? Donde se han implementado más políticas liberales, desde la segunda guerra mundial a la fecha, léase Alemania y Hong Kong, el bienestar es mayor. Y donde más se han rechazado, léase Cuba y Venezuela, la miseria es mayor. De hecho el Estado Venezolano con sus intervenciones destruyó a Venezuela en una década. ¡Vaya logro del estatismo que Barrios quiere para nosotros! Hasta los chinos aprendieron la lección y ahora están implementando más políticas liberales.

¡Qué descaro para mentir el de Barrios ante la evidencia que lo contradice, quien en efecto se rebela contra el sentido común!

República es ajena a la opinión expresada en este artículo