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Sin poder escoger diputados, ¿para qué?

José Carlos Ortega
25 de noviembre, 2017

Sin poder escoger diputados, ¿para qué?

Cualquier reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos que no incluya la elección nominal de diputados, no la queremos.

La democracia tiene dos componentes básicos, la participación y la representación. Hoy en día, aunque hay una apariencia de una mayor participación de multitud de personas de diversos sectores de la población, siempre se pide que exista más, que la ciudadanía se comprometa en participar activamente en procesos de vigilancia, de propuesta, auditoría social, etc. En momentos de convulsión política, de crisis, como el tiempo que nos toca vivir, la participación de los ciudadanos se incrementa. La participación activa, permanente y en mayores proporciones disminuye cuando no hay preocupación por lo que está sucediendo, es decir, la coyuntura no está en crisis. Disminuye también cuando los sistemas de justicia y republicanos funcionan eficaz y eficientemente, y también por el alto coste de la participación. Una mayoría de la población no se va a interesar en los temas ciudadanos, no por falta de interés, sino porque las preocupaciones cotidianas le absorben imprescindiblemente.

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Claro, se diserta sobre la participación de forma organizada, con objetivos claros y se procura la existencia de esta organización. Se multiplican las organizaciones y los intereses se exponencializan. Entonces, las organizaciones, que muchas veces no pasan de minorías activistas, realizan todo tipo de declaraciones, ruido y gritería demandando tipo de intereses, que llamándose colectivos, no pasan de ser la sumatoria de individualidades.

La participación se ha incrementado en nuestro país como consecuencia de la necesidad de arreglar temas que no resuelve el sistema, o que no lo debate, y las necesidades básicas de la población quedan pendientes.

Esa participación ciudadana, con visión sobre los problemas, no sobre las causas de ellos, genera inquietantes propuestas de solución que, sin medir, ni las raíces, ni las próximas consecuencias, pueden y terminan en mayores problemas que los anteriores, en chapín, sale peor el remedio que la enfermedad. Propuestas de este tipo se ven plasmadas en nuestra Constitución Política, como las llamadas Comisiones de Postulación, las que en menos de 30 años derivan en prácticas grotescas, a partir de “diseños” novedosos, etéreos y místicos.

Porque una de las mayores falencias de nuestro sistema republicano y democrático es la otra variable esencial de la democracia: la representatividad. Aunque algunos pocos puestos de elección popular y democrática parecieran ser representativos, como las alcaldías, y la presidencia y vicepresidencia, para los otros puestos de elección, como diputados al Congreso de la República, concejales y síndicos en las municipalidades, jueces y muchos otros, que bajo el pretexto de ser competencia de los órganos ejecutores, no se eligen de forma directa, como gobernadores, alcaldes auxiliares (aunque en el interior del país se ha retomado una propuesta ciudadana, que con atisbos de participación obvia una verdadera democratización), encargados de educación, de salud y aún fiscales.

Aunque la elección de la presidencia y vicepresidencia, así como las alcaldías, es de forma directa, la falta de representatividad radica en la forma en que se designa a lo interno de los partidos políticos –  y el espacio de participación dentro de los mismos. Aun así, la diversidad de opciones permite una cierta representatividad.

Verdaderamente perverso es la elección de diputados al Congreso de la República. Los listados cerrados, con designación por el método de representación de minorías, con el famoso, pero poco conocido Método D’Hondt. En esos listados se esconden los más perversos intereses y son designados bajo los peores incentivos. Su forma, más otras perversiones del sistema, en la que los diputados tienen acceso – antes al Mapa Geográfico de Obras y ahora a través de los Consejos de Desarrollo -, permite que no tengamos ninguna posibilidad de votar y elegir a personas con las capacidad, las cualidades, las competencias adecuadas para esos cargos, privilegiando a las personas idóneas y apartadas de los negocios. Listados que privilegian a los financistas o sus testaferros, a las personas que por culpa de ese arrastre del candidato a presidente y vicepresidente, aseguran su elección y la curul, sin saber quién es, sin la mínima cuentadancia hacia la población.

La población más consciente que muchas veces, exige poder votar por diputados de forma nominal. Se desea votar por personas, e igualmente, al término del período, poderlas “revocar” democráticamente, no volviéndolas a elegir. El Tribuna Suprema Electoral recomienda y propone varias iniciativas, algunas únicamente para resolver la desastrosa reforma, en buena parte propuesta por ellos, aprobada el año pasado. Otras que responden únicamente al interés funcional del propio Tribunal, pero otras, completamente alejadas a la población. Cualquier reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos que no incluya la elección nominal de diputados, ya sea por listados abiertos y pequeños, o uninominales, no la queremos.

Sígame y coménteme en Twitter: @josekrlos

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Sin poder escoger diputados, ¿para qué?

José Carlos Ortega
25 de noviembre, 2017

Sin poder escoger diputados, ¿para qué?

Cualquier reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos que no incluya la elección nominal de diputados, no la queremos.

La democracia tiene dos componentes básicos, la participación y la representación. Hoy en día, aunque hay una apariencia de una mayor participación de multitud de personas de diversos sectores de la población, siempre se pide que exista más, que la ciudadanía se comprometa en participar activamente en procesos de vigilancia, de propuesta, auditoría social, etc. En momentos de convulsión política, de crisis, como el tiempo que nos toca vivir, la participación de los ciudadanos se incrementa. La participación activa, permanente y en mayores proporciones disminuye cuando no hay preocupación por lo que está sucediendo, es decir, la coyuntura no está en crisis. Disminuye también cuando los sistemas de justicia y republicanos funcionan eficaz y eficientemente, y también por el alto coste de la participación. Una mayoría de la población no se va a interesar en los temas ciudadanos, no por falta de interés, sino porque las preocupaciones cotidianas le absorben imprescindiblemente.

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Claro, se diserta sobre la participación de forma organizada, con objetivos claros y se procura la existencia de esta organización. Se multiplican las organizaciones y los intereses se exponencializan. Entonces, las organizaciones, que muchas veces no pasan de minorías activistas, realizan todo tipo de declaraciones, ruido y gritería demandando tipo de intereses, que llamándose colectivos, no pasan de ser la sumatoria de individualidades.

La participación se ha incrementado en nuestro país como consecuencia de la necesidad de arreglar temas que no resuelve el sistema, o que no lo debate, y las necesidades básicas de la población quedan pendientes.

Esa participación ciudadana, con visión sobre los problemas, no sobre las causas de ellos, genera inquietantes propuestas de solución que, sin medir, ni las raíces, ni las próximas consecuencias, pueden y terminan en mayores problemas que los anteriores, en chapín, sale peor el remedio que la enfermedad. Propuestas de este tipo se ven plasmadas en nuestra Constitución Política, como las llamadas Comisiones de Postulación, las que en menos de 30 años derivan en prácticas grotescas, a partir de “diseños” novedosos, etéreos y místicos.

Porque una de las mayores falencias de nuestro sistema republicano y democrático es la otra variable esencial de la democracia: la representatividad. Aunque algunos pocos puestos de elección popular y democrática parecieran ser representativos, como las alcaldías, y la presidencia y vicepresidencia, para los otros puestos de elección, como diputados al Congreso de la República, concejales y síndicos en las municipalidades, jueces y muchos otros, que bajo el pretexto de ser competencia de los órganos ejecutores, no se eligen de forma directa, como gobernadores, alcaldes auxiliares (aunque en el interior del país se ha retomado una propuesta ciudadana, que con atisbos de participación obvia una verdadera democratización), encargados de educación, de salud y aún fiscales.

Aunque la elección de la presidencia y vicepresidencia, así como las alcaldías, es de forma directa, la falta de representatividad radica en la forma en que se designa a lo interno de los partidos políticos –  y el espacio de participación dentro de los mismos. Aun así, la diversidad de opciones permite una cierta representatividad.

Verdaderamente perverso es la elección de diputados al Congreso de la República. Los listados cerrados, con designación por el método de representación de minorías, con el famoso, pero poco conocido Método D’Hondt. En esos listados se esconden los más perversos intereses y son designados bajo los peores incentivos. Su forma, más otras perversiones del sistema, en la que los diputados tienen acceso – antes al Mapa Geográfico de Obras y ahora a través de los Consejos de Desarrollo -, permite que no tengamos ninguna posibilidad de votar y elegir a personas con las capacidad, las cualidades, las competencias adecuadas para esos cargos, privilegiando a las personas idóneas y apartadas de los negocios. Listados que privilegian a los financistas o sus testaferros, a las personas que por culpa de ese arrastre del candidato a presidente y vicepresidente, aseguran su elección y la curul, sin saber quién es, sin la mínima cuentadancia hacia la población.

La población más consciente que muchas veces, exige poder votar por diputados de forma nominal. Se desea votar por personas, e igualmente, al término del período, poderlas “revocar” democráticamente, no volviéndolas a elegir. El Tribuna Suprema Electoral recomienda y propone varias iniciativas, algunas únicamente para resolver la desastrosa reforma, en buena parte propuesta por ellos, aprobada el año pasado. Otras que responden únicamente al interés funcional del propio Tribunal, pero otras, completamente alejadas a la población. Cualquier reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos que no incluya la elección nominal de diputados, ya sea por listados abiertos y pequeños, o uninominales, no la queremos.

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República es ajena a la opinión expresada en este artículo