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Corrupción e ineficiencia

Carolina Castellanos
09 de febrero, 2018

La mal llamada lucha contra la corrupción nos está pasando la factura grande.  Y digo mal llamada pues considero que tener a un montón de gente en la cárcel no resuelve nada.  De hecho, no ha resuelto pues la corrupción sigue igual que siempre. Lo que sí resolvería es la reducción de tanto trámite que hay que hacer para cualquier gestión.  Esto va unido con la simplificación de procedimientos para hacer las gestiones. También el establecimiento de controles, principalmente en los procesos de compras y contrataciones. Al final, tendríamos un gobierno más pequeño que nos costaría menos a los tributarios.

La lucha contra la corrupción ha hecho que muchas empresas se pongan al día con el pago de los impuestos que les corresponden, más multas e intereses.  Cada quien, individual o empresarialmente, debemos cumplir con nuestra parte, que es pagar impuestos.  Es el costo de tener gobierno.

Sin embargo, todo lo anterior no garantiza eficiencia.  Los funcionarios de gobierno no cumplen con su parte (salvo muy pocas excepciones). Veamos…

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Una empresa que importa o exporta tiene que vivir con carreteras en pésimo estado, que dañan el vehículo y las llantas.  Tiene que sobrevivir a la corrupción e ineficiencia en las aduanas.  Tiene, además, que pagar un seguro contra robo, pagar un custodio armado, instalar GPS, etc.  ¿Y si el empresario es un agricultor que trasladará sus tomates de un Departamento al otro? De igual forma se le arruinan as llantas de su pickup, tardará más tiempo en llegar a su destino, pero no cuenta con los recursos económicos para pagar seguros, custodios, etc.

¿Será que el gobierno le pagará al empresario intereses y moras por todo esto? Debería, pues le pagamos impuestos para que haya carreteras decentes, no haya  asaltos y que las aduanas sean eficientes. No lo hará pero sí le tocará la puerta, lo sacará “enchachado” frente a las cámaras de televisión, rodeado de cincuenta efectivos de seguridad para que no se escape, y lo meterán a la cárcel.  O sea, se cumple una parte del trato solamente.

Una parte de nuestros impuestos sirve también para educación. Los pagamos puntualmente (los pocos que lo hacemos pues la base tributaria es muy pequeña) y, ¿qué obtenemos a cambio? Un sistema desastroso que es alimentado por un bono por servicios y no sé qué más, a los maestros que imparten una pésima calidad de educación.  En el mediano plazo, nuestros niños no tendrán la capacidad de ser productivos.  Están condenados a la pobreza. Esto, unido a la desnutrición que afecta a casi la mitad de los niños menores de 5 años.

Mejor ni hablamos del sistema de salud.  Largas colas para ser atendidos en un hospital nacional. Y peor aún en el IGSS.  Si tiene suerte, le aliviaron su padecimiento.  A cambio de los impuestos que pagamos, el sistema de salud está colapsado, es ineficiente, corrupto y está a merced de los más de cincuenta sindicatos que se llevan una buena tajada de esos impuestos.

Podemos seguir hablando de tanta cosa más: seguridad, justicia pronta y cumplida, por mencionar a los más importantes. Pero nunca podremos hacer que los funcionarios de gobierno cumplan con su trabajo a cabalidad, que se recuerden que son nuestros impuestos los que le pagan sus salarios y que merecemos recibir la mejor atención posible.  Si pudiéramos cobrarles intereses y moras por su mal servicio, seguramente tendríamos gobiernos más eficientes.

Finalizo con algo que mencioné al inicio: la llamada lucha contra la corrupción nos ha pasado la factura grande.  ¿Cuál es esa factura? La falta de inversión local y extranjera ocasionada por los shows mediáticos, la justicia lenta y selectiva, la falta de certeza en cuanto al futuro del país, los grandes abusos de cientos de sindicatos que nunca serán procesados judicialmente y solo sacan grandes cantidades de nuestro dinero en detrimento del crecimiento de empresas y generación de empleo. Debo resaltar la falta de visión de país.  Si no sabemos hacia dónde vamos, ¿a dónde llegaremos?

Después de ver todo esto, esperemos que no se les ocurra anunciar una “reforma tributaria”, que en lenguaje burócrata significa subir impuestos.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Corrupción e ineficiencia

Carolina Castellanos
09 de febrero, 2018

La mal llamada lucha contra la corrupción nos está pasando la factura grande.  Y digo mal llamada pues considero que tener a un montón de gente en la cárcel no resuelve nada.  De hecho, no ha resuelto pues la corrupción sigue igual que siempre. Lo que sí resolvería es la reducción de tanto trámite que hay que hacer para cualquier gestión.  Esto va unido con la simplificación de procedimientos para hacer las gestiones. También el establecimiento de controles, principalmente en los procesos de compras y contrataciones. Al final, tendríamos un gobierno más pequeño que nos costaría menos a los tributarios.

La lucha contra la corrupción ha hecho que muchas empresas se pongan al día con el pago de los impuestos que les corresponden, más multas e intereses.  Cada quien, individual o empresarialmente, debemos cumplir con nuestra parte, que es pagar impuestos.  Es el costo de tener gobierno.

Sin embargo, todo lo anterior no garantiza eficiencia.  Los funcionarios de gobierno no cumplen con su parte (salvo muy pocas excepciones). Veamos…

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Una empresa que importa o exporta tiene que vivir con carreteras en pésimo estado, que dañan el vehículo y las llantas.  Tiene que sobrevivir a la corrupción e ineficiencia en las aduanas.  Tiene, además, que pagar un seguro contra robo, pagar un custodio armado, instalar GPS, etc.  ¿Y si el empresario es un agricultor que trasladará sus tomates de un Departamento al otro? De igual forma se le arruinan as llantas de su pickup, tardará más tiempo en llegar a su destino, pero no cuenta con los recursos económicos para pagar seguros, custodios, etc.

¿Será que el gobierno le pagará al empresario intereses y moras por todo esto? Debería, pues le pagamos impuestos para que haya carreteras decentes, no haya  asaltos y que las aduanas sean eficientes. No lo hará pero sí le tocará la puerta, lo sacará “enchachado” frente a las cámaras de televisión, rodeado de cincuenta efectivos de seguridad para que no se escape, y lo meterán a la cárcel.  O sea, se cumple una parte del trato solamente.

Una parte de nuestros impuestos sirve también para educación. Los pagamos puntualmente (los pocos que lo hacemos pues la base tributaria es muy pequeña) y, ¿qué obtenemos a cambio? Un sistema desastroso que es alimentado por un bono por servicios y no sé qué más, a los maestros que imparten una pésima calidad de educación.  En el mediano plazo, nuestros niños no tendrán la capacidad de ser productivos.  Están condenados a la pobreza. Esto, unido a la desnutrición que afecta a casi la mitad de los niños menores de 5 años.

Mejor ni hablamos del sistema de salud.  Largas colas para ser atendidos en un hospital nacional. Y peor aún en el IGSS.  Si tiene suerte, le aliviaron su padecimiento.  A cambio de los impuestos que pagamos, el sistema de salud está colapsado, es ineficiente, corrupto y está a merced de los más de cincuenta sindicatos que se llevan una buena tajada de esos impuestos.

Podemos seguir hablando de tanta cosa más: seguridad, justicia pronta y cumplida, por mencionar a los más importantes. Pero nunca podremos hacer que los funcionarios de gobierno cumplan con su trabajo a cabalidad, que se recuerden que son nuestros impuestos los que le pagan sus salarios y que merecemos recibir la mejor atención posible.  Si pudiéramos cobrarles intereses y moras por su mal servicio, seguramente tendríamos gobiernos más eficientes.

Finalizo con algo que mencioné al inicio: la llamada lucha contra la corrupción nos ha pasado la factura grande.  ¿Cuál es esa factura? La falta de inversión local y extranjera ocasionada por los shows mediáticos, la justicia lenta y selectiva, la falta de certeza en cuanto al futuro del país, los grandes abusos de cientos de sindicatos que nunca serán procesados judicialmente y solo sacan grandes cantidades de nuestro dinero en detrimento del crecimiento de empresas y generación de empleo. Debo resaltar la falta de visión de país.  Si no sabemos hacia dónde vamos, ¿a dónde llegaremos?

Después de ver todo esto, esperemos que no se les ocurra anunciar una “reforma tributaria”, que en lenguaje burócrata significa subir impuestos.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo