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Giovanni Fratti
24 de febrero, 2018

Siempre me encantó ver el trueno y el relámpago en el horizonte del mar, en un aguacero de noche en la costa.

Este mundo de Dios, este hogar que Nuestro Señor nos permitió tener al nacer, está justo en medio de los trópicos. Ruge el mar, ruge la tierra, tiembla, y la selva extraordinaria y la montaña alpina abrazan a una humanidad que lucha y vive en este paraíso trepidante.

Parece un vendaval constante, pero en febrero, marzo y abril, cuando el leve frío se disipa, cuando el matilisguate, el roble y la jacaranda florean, cuando el palo de trueno se viste de carmín fuego, allí nos encuentra un nazareno de talla maestra, muchas veces de autor anónimo, y toda la pompa y circunstancia del cortejo.

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Ya viene esa semana mágica, ya vienen las procesiones más grandes e impresionantes ¡del mundo!

¡Ya ruge otra vez esta tierra nuestra!

Fuimos colonia. ¡¡¡El tiempo verbal hoy es más importante que nunca!!! ¡Fuimos! No somos ya.

Parece que algunos demonios de ojos azules aún no lo entienden así y se pasean y se regodean entre nosotros ufanos, insolentes y coloniales, añoran el servilismo y la pompa del virrey español, añoran al súbdito y desprecian al nuevo global y moderno ciudadano. ¡Especialmente si es republicano y creyente!

¡Su soberbia los domina! Cometen errores a cada paso, su altanería y el desastre diario de sus experimentos fallidos ofenden a cualquier estudiante de derecho, ya no digamos a los juristas del foro.

Y aún así nos hacen un grueso favor: Nos levantan, nos unen, nos dan un enemigo común, una amenaza creíble y tangible, una razón moral ¡para luchar!

Y así como el aeroplano moderno, determinado y valiente como su piloto, atraviesa el huracán indemne, así vamos a la batalla de frente, al grito: ¡Que viva la República! ¡Que viva la Constitución! Un pueblo entero los espera, virreyes desnudos, ¡vamos a la arena!

“Morituri te saluta”

“Delenda est Carthago”

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Giovanni Fratti
24 de febrero, 2018

Siempre me encantó ver el trueno y el relámpago en el horizonte del mar, en un aguacero de noche en la costa.

Este mundo de Dios, este hogar que Nuestro Señor nos permitió tener al nacer, está justo en medio de los trópicos. Ruge el mar, ruge la tierra, tiembla, y la selva extraordinaria y la montaña alpina abrazan a una humanidad que lucha y vive en este paraíso trepidante.

Parece un vendaval constante, pero en febrero, marzo y abril, cuando el leve frío se disipa, cuando el matilisguate, el roble y la jacaranda florean, cuando el palo de trueno se viste de carmín fuego, allí nos encuentra un nazareno de talla maestra, muchas veces de autor anónimo, y toda la pompa y circunstancia del cortejo.

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¡Ya ruge otra vez esta tierra nuestra!

Fuimos colonia. ¡¡¡El tiempo verbal hoy es más importante que nunca!!! ¡Fuimos! No somos ya.

Parece que algunos demonios de ojos azules aún no lo entienden así y se pasean y se regodean entre nosotros ufanos, insolentes y coloniales, añoran el servilismo y la pompa del virrey español, añoran al súbdito y desprecian al nuevo global y moderno ciudadano. ¡Especialmente si es republicano y creyente!

¡Su soberbia los domina! Cometen errores a cada paso, su altanería y el desastre diario de sus experimentos fallidos ofenden a cualquier estudiante de derecho, ya no digamos a los juristas del foro.

Y aún así nos hacen un grueso favor: Nos levantan, nos unen, nos dan un enemigo común, una amenaza creíble y tangible, una razón moral ¡para luchar!

Y así como el aeroplano moderno, determinado y valiente como su piloto, atraviesa el huracán indemne, así vamos a la batalla de frente, al grito: ¡Que viva la República! ¡Que viva la Constitución! Un pueblo entero los espera, virreyes desnudos, ¡vamos a la arena!

“Morituri te saluta”

“Delenda est Carthago”

República es ajena a la opinión expresada en este artículo