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A más leyes, menos competencia

María Dolores Arias
06 de marzo, 2018

Cuando escuchamos que la iniciativa de Ley de Competencia es realmente de anti-competencia y más que promover la libre competencia, la obstruye, parecería una contradicción y sin sentido. Sin embargo, no es así y permítame explicarle porqué.

En primer lugar existe la absurda idea que para promover la libertad de comerciar y por ende la libertad de competencia se debe sobre regular y se debe crear más burocracia que controle y vigile las miles de decisiones de intercambio que toman en libertad miles de personas.

En lugar de dejar que las personas comercien entre sí libremente, se ponen múltiples reglas que nada tienen que ver con la competencia en libertad. Por ejemplo: eliminan el derecho a la propiedad privada, al sancionar la “negativa injustificada” a vender, comercializar a personas determinadas, bienes o servicios disponibles y normalmente ofrecidos a terceros.

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Lo que nos lleva a la segunda razón por la cual esta Ley no promueve la libre competencia. ¿Quién cree que va a determinar, qué es injustificado? ¿Quién decidirá si es incorrecto, el actuar de un vendedor? Uno pensaría que son aquellos afectados por el mal servicio y que por tanto deciden no comprarle, avisarle a sus conocidos y hasta boicotearlos con el resto de los potenciales compradores. Que es precisamente en estos casos donde surgen las oportunidades para competidores.

Sin embargo no es así, en lugar de permitir que entrar a competir sea fácil para el resto, la Ley crea una Supertintendencia de Competencia para que estos burócratas decidan por los compradores y los vendedores. Y “sancionen” a quienes se “portan mal”. ¿Acaso no sería más eficiente la amenaza constante de nuevos competidores para brindar un mejor servicio que más burocracia?

Honestamente ¿cree que por falta de una Superintendencia de Competencia, el país ha dejado de ser competitivo? La falta de competitividad es precisamente porque existe una sobre regulación. Las reglas cambian a cada momento, en cada ventanilla y lo peor, es que incluso, en cada resolución de las Cortes.

El libre mercado y por consiguiente la libre competencia se promueven con menos reglas. Las reglas deben ser pocas, claras, generales y aplicables a todos, con esto se garantiza la certeza jurídica tan necesaria para atraer a cada vez más inversionistas y competidores.

Nunca olvide que los únicos monopolios o cárteles que se mantienen en el tiempo son aquellos que crea y protege el gobierno con regulaciones. El mismo gobierno, de acuerdo a las leyes, tendrá el poder de otorgar o no privilegios a los mercantilistas.

Muchos le dirán que “el mercado se equivoca”, sin embargo “el mercado” no es más que el resultado de miles de intercambios libres entre los individuos, por consiguiente no hay tal “mercado” que actúe unilateralmente.

Al final prefiero, por mucho, la libertad de cada individuo tomando decisiones en un mercado libre con reglas claras y libertad de competencia que la “omnisciencia” burócrata controlando lo que considera como bueno o malo en los intercambios de los ciudadanos.

Insisto, no se trague el “lenguaje atolitario” que con más poder el gobierno solucionará un problema que ellos mismos han creado.

@Md30
Facebook.com/Mda30

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

A más leyes, menos competencia

María Dolores Arias
06 de marzo, 2018

Cuando escuchamos que la iniciativa de Ley de Competencia es realmente de anti-competencia y más que promover la libre competencia, la obstruye, parecería una contradicción y sin sentido. Sin embargo, no es así y permítame explicarle porqué.

En primer lugar existe la absurda idea que para promover la libertad de comerciar y por ende la libertad de competencia se debe sobre regular y se debe crear más burocracia que controle y vigile las miles de decisiones de intercambio que toman en libertad miles de personas.

En lugar de dejar que las personas comercien entre sí libremente, se ponen múltiples reglas que nada tienen que ver con la competencia en libertad. Por ejemplo: eliminan el derecho a la propiedad privada, al sancionar la “negativa injustificada” a vender, comercializar a personas determinadas, bienes o servicios disponibles y normalmente ofrecidos a terceros.

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Lo que nos lleva a la segunda razón por la cual esta Ley no promueve la libre competencia. ¿Quién cree que va a determinar, qué es injustificado? ¿Quién decidirá si es incorrecto, el actuar de un vendedor? Uno pensaría que son aquellos afectados por el mal servicio y que por tanto deciden no comprarle, avisarle a sus conocidos y hasta boicotearlos con el resto de los potenciales compradores. Que es precisamente en estos casos donde surgen las oportunidades para competidores.

Sin embargo no es así, en lugar de permitir que entrar a competir sea fácil para el resto, la Ley crea una Supertintendencia de Competencia para que estos burócratas decidan por los compradores y los vendedores. Y “sancionen” a quienes se “portan mal”. ¿Acaso no sería más eficiente la amenaza constante de nuevos competidores para brindar un mejor servicio que más burocracia?

Honestamente ¿cree que por falta de una Superintendencia de Competencia, el país ha dejado de ser competitivo? La falta de competitividad es precisamente porque existe una sobre regulación. Las reglas cambian a cada momento, en cada ventanilla y lo peor, es que incluso, en cada resolución de las Cortes.

El libre mercado y por consiguiente la libre competencia se promueven con menos reglas. Las reglas deben ser pocas, claras, generales y aplicables a todos, con esto se garantiza la certeza jurídica tan necesaria para atraer a cada vez más inversionistas y competidores.

Nunca olvide que los únicos monopolios o cárteles que se mantienen en el tiempo son aquellos que crea y protege el gobierno con regulaciones. El mismo gobierno, de acuerdo a las leyes, tendrá el poder de otorgar o no privilegios a los mercantilistas.

Muchos le dirán que “el mercado se equivoca”, sin embargo “el mercado” no es más que el resultado de miles de intercambios libres entre los individuos, por consiguiente no hay tal “mercado” que actúe unilateralmente.

Al final prefiero, por mucho, la libertad de cada individuo tomando decisiones en un mercado libre con reglas claras y libertad de competencia que la “omnisciencia” burócrata controlando lo que considera como bueno o malo en los intercambios de los ciudadanos.

Insisto, no se trague el “lenguaje atolitario” que con más poder el gobierno solucionará un problema que ellos mismos han creado.

@Md30
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República es ajena a la opinión expresada en este artículo