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Formalizarse ¿para qué?

María Dolores Arias
02 de abril, 2018

Según la Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos, ENEI, de 2017 casi el 70% de la Población Económicamente Activa, PEA, trabaja en la informalidad; es decir, no tienen un sueldo fijo ni prestaciones. Muchos de éstos trabajan por su cuenta o son contratados, la mayoría, temporalmente de manera informal.

Esta información podemos subdividirla en dos aspectos, el primero es respecto a quienes son contratados de manera informal en muchos casos por comerciantes o emprendedores  informales, o mejor dicho, no legalizados.

El otro aspecto es precisamente estos emprendedores informales que no dan el paso hacia la legalización de sus actividades comerciales o productivas. Ambos aspectos están muy relacionados y son la consecuencia del sistema complejo que ahoga la inversión y aniquila el crecimiento.

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En cuanto a los emprendedores “informales” o extralegales, considero que el dilema no es formalizarse o no, sino que el análisis va más en el sentido de ¿para qué? Es decir, calcular los costos versus los beneficios de estar “formalizado”. ¿Qué beneficios obtendrán al registrarse en el “inventario” de tributarios, mercantil y demás? ¿Qué servicios les brindará el gobierno al pagar más impuestos, como el impuesto al éxito o mejor conocido como impuesto sobre la renta? ¿Podrán crecer sin el riesgo a ser extorsionados por criminales o burócratas corruptos?

Si bien es cierto que los “informales” no pagan impuesto sobre la renta, es una falacia decir que no pagan impuestos en absoluto, ya que el IVA y el del combustible lo pagamos todos, formales o no. Además, a través de sus negocios han logrado mantener a su familia y emplear a familiares, sin embargo, parecieran estar condenados al estancamiento o a un muy lento crecimiento debido a las condiciones económicas del entorno, siendo las excepciones quienes logran crecer y pasar a la formalidad.

Mientras el gobierno haga poco atractivo ser formal, muchos, aunque quieran formalizarse, preferirán seguir como están ante el complicado sistema de permisos, licencias sanitarias, estudios de impacto ambiental y demás regulaciones complejas que solo facilitan la extorsión legalizada. Ya no digamos el cambio en las reglas fiscales que en muchos casos se presta al terrorismo fiscal.

Los más recientes cambios en el Código de Comercio facilitan la creación y registro de las empresas. Es un buen inicio pero aún falta mucho por hacer para simplificar los trámites y limitar el poder a los burócratas.

No podemos pretender crear empleos y menos aún mejorar salarios, si no garantizamos el respeto a los derechos individuales y la certeza jurídica. Es muy difícil, sino es que imposible, crear un círculo virtuoso de riqueza en lugares donde las leyes permiten la expoliación, donde el respeto a la vida, libertad y propiedad son opcionales.

Mientras el gobierno no se enfoque en su función principal: seguridad y justicia; formalizarse o no, deja de ser un dilema si no hay razones válidas, sostenibles en el tiempo de sus beneficios. Al fin cualquiera con un poco de sentido común se preguntaría lo mismo ¿Formalizarme, para qué?

@Md30

Facebook.com/Mda30

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Formalizarse ¿para qué?

María Dolores Arias
02 de abril, 2018

Según la Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos, ENEI, de 2017 casi el 70% de la Población Económicamente Activa, PEA, trabaja en la informalidad; es decir, no tienen un sueldo fijo ni prestaciones. Muchos de éstos trabajan por su cuenta o son contratados, la mayoría, temporalmente de manera informal.

Esta información podemos subdividirla en dos aspectos, el primero es respecto a quienes son contratados de manera informal en muchos casos por comerciantes o emprendedores  informales, o mejor dicho, no legalizados.

El otro aspecto es precisamente estos emprendedores informales que no dan el paso hacia la legalización de sus actividades comerciales o productivas. Ambos aspectos están muy relacionados y son la consecuencia del sistema complejo que ahoga la inversión y aniquila el crecimiento.

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Si bien es cierto que los “informales” no pagan impuesto sobre la renta, es una falacia decir que no pagan impuestos en absoluto, ya que el IVA y el del combustible lo pagamos todos, formales o no. Además, a través de sus negocios han logrado mantener a su familia y emplear a familiares, sin embargo, parecieran estar condenados al estancamiento o a un muy lento crecimiento debido a las condiciones económicas del entorno, siendo las excepciones quienes logran crecer y pasar a la formalidad.

Mientras el gobierno haga poco atractivo ser formal, muchos, aunque quieran formalizarse, preferirán seguir como están ante el complicado sistema de permisos, licencias sanitarias, estudios de impacto ambiental y demás regulaciones complejas que solo facilitan la extorsión legalizada. Ya no digamos el cambio en las reglas fiscales que en muchos casos se presta al terrorismo fiscal.

Los más recientes cambios en el Código de Comercio facilitan la creación y registro de las empresas. Es un buen inicio pero aún falta mucho por hacer para simplificar los trámites y limitar el poder a los burócratas.

No podemos pretender crear empleos y menos aún mejorar salarios, si no garantizamos el respeto a los derechos individuales y la certeza jurídica. Es muy difícil, sino es que imposible, crear un círculo virtuoso de riqueza en lugares donde las leyes permiten la expoliación, donde el respeto a la vida, libertad y propiedad son opcionales.

Mientras el gobierno no se enfoque en su función principal: seguridad y justicia; formalizarse o no, deja de ser un dilema si no hay razones válidas, sostenibles en el tiempo de sus beneficios. Al fin cualquiera con un poco de sentido común se preguntaría lo mismo ¿Formalizarme, para qué?

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República es ajena a la opinión expresada en este artículo