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El síndrome de Ottinger, el poder del engaño

Jorge Alvarado
19 de abril, 2018

En la comunicación tradicional pero sobre todo en la comunicación política, no podemos concebir la imagen sin identidad y esto tiene una explicación técnica que es necesaria. Para empezar a hacer estrategias de comunicación para una Imagen Publica en cualquiera de sus dos vertientes: la institucional y la personal, es necesario remontarse a dos aspectos fundamentales que son: La Deontología y la metafísica.  La primera trata de la incorporación de la ética sustentada en principios morales de forma correcta, o mejor dicho del “deber ser”, la segunda es el estudio de la realidad y se divide en la ontología y la teleología. La ontología es el estudio del “ser” y la teleología es el estudio de la “realidad”.

Uno de los casos de estudio por excelencia en la política estadounidense es el “Síndrome de Ottinger”, pues cuenta el relato que Richard Ottinger a mediados de los años 70 se encontraba en la contienda por una curul en el senado por el estado de Nueva York, siendo uno de los candidatos más jóvenes e inexpertos. Sin embargo, contaba con un grupo de asesores expertos que construyeron su Imagen Publica dándole un matiz fresco, agresivo y una muy buena imagen que dominaba las necesidades sentidas de la población. Su imagen se proyectaba con mucha fuerza y energía.

A pesar, de que su campaña había sido aparentemente un éxito, el problema cúspide llegó cuando fue puesto a prueba en un debate televisado el joven candidato fue cuestionado con preguntas contundentes y fue en ese momento en el que su respuesta fue un rotundo silencio porque se quedó paralizado al desconocer los argumentos para encarar las preguntas. Fue allí, cuando toda aquella campaña exitosa se desmoronó y se vino abajo porque todo había sido en base a crear una Imagen Publica que en realidad no era real. ¿Qué es el Síndrome de Ottinger? Explícitamente, es el fenómeno de inadecuación de la imagen pública de un candidato y su personalidad real. Dicho en otras palabras la Imagen Pública de Ottinger se construyó para construir buenas percepciones y expectativas sobre su imagen, pero carecía de lo más importante, que es la identidad. Por ende, el mejor argumento desde entonces es que no existe la imagen sin la identidad, pues la identidad proyectada es el reflejo de su imagen.

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Así las cosas, podemos decir que el poder del engaño en las campañas políticas de muchos países siempre existe un alto porcentaje de políticos de pacotilla que aprovechan sus recursos económicos, sus influencias para causar una Imagen Pública que en realidad nada tiene que ver con sus objetivos de incursionar en la política ni mucho menos con su personalidad real. Sobre esto, es importante hacer la anotación que debemos buscar que los candidatos a puestos de elección popular e incluso los designados proyecten una Imagen Pública acorde a la realidad del país, pero, sobre todo, que posean identidad y que en verdad sean quienes dicen ser.

La Imagen Pública de un aspirante a político debe ser el resultado de una planificación real de lo que es y de lo que quiere hacer, debe demostrar liderazgo sobre todo el conocimiento de aquellos problemas que hay que solucionar, es en este punto donde entra la Deontología entre los asesores y consultores, pues para que la Imagen Personal de un política sea concebida y consagrada como debe ser solamente debe estar diseñada y bien fundamentada en principios incluso intangibles como lo es una identidad real, así es como nace el “Naming” y se le da nombre y significado a lo que esa Imagen Pública, así como de los valores a los que representa, se asocia, y que después se convertirán en los mensajes que se deberán posicionar en su audiencia pero con la verdad.

Jamás debemos trabajar el “ser” es decir la imagen de un individuo que no encaje en la “realidad” porque lo único que se generara es una disociación entre lo que se aparenta y en lo que en realidad es.

A veces en tiempos electorales solamente vemos lo que queremos ver sin siquiera profundizar en la identidad de un candidato como lo es su personalidad, sus valores, sus creencias, su formación, su misión, sus objetivos, es decir si no tenemos todo esto claro la comunicación política está en riesgo. El arte de comunicar al electorado la calidad y oportunidad de que un individuo llegue a hacer algo bueno por el país quedara a la deriva.

En definitiva, la identidad de una Imagen pública siempre será reveladora, aunque compleja de analizar, porque la imagen es lo que está de la corteza hacia afuera. Es solamente un reflejo, pero la identidad es lo que está de la corteza hacia adentro, pues ni más ni menos que la esencia, lo es todo.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

El síndrome de Ottinger, el poder del engaño

Jorge Alvarado
19 de abril, 2018

En la comunicación tradicional pero sobre todo en la comunicación política, no podemos concebir la imagen sin identidad y esto tiene una explicación técnica que es necesaria. Para empezar a hacer estrategias de comunicación para una Imagen Publica en cualquiera de sus dos vertientes: la institucional y la personal, es necesario remontarse a dos aspectos fundamentales que son: La Deontología y la metafísica.  La primera trata de la incorporación de la ética sustentada en principios morales de forma correcta, o mejor dicho del “deber ser”, la segunda es el estudio de la realidad y se divide en la ontología y la teleología. La ontología es el estudio del “ser” y la teleología es el estudio de la “realidad”.

Uno de los casos de estudio por excelencia en la política estadounidense es el “Síndrome de Ottinger”, pues cuenta el relato que Richard Ottinger a mediados de los años 70 se encontraba en la contienda por una curul en el senado por el estado de Nueva York, siendo uno de los candidatos más jóvenes e inexpertos. Sin embargo, contaba con un grupo de asesores expertos que construyeron su Imagen Publica dándole un matiz fresco, agresivo y una muy buena imagen que dominaba las necesidades sentidas de la población. Su imagen se proyectaba con mucha fuerza y energía.

A pesar, de que su campaña había sido aparentemente un éxito, el problema cúspide llegó cuando fue puesto a prueba en un debate televisado el joven candidato fue cuestionado con preguntas contundentes y fue en ese momento en el que su respuesta fue un rotundo silencio porque se quedó paralizado al desconocer los argumentos para encarar las preguntas. Fue allí, cuando toda aquella campaña exitosa se desmoronó y se vino abajo porque todo había sido en base a crear una Imagen Publica que en realidad no era real. ¿Qué es el Síndrome de Ottinger? Explícitamente, es el fenómeno de inadecuación de la imagen pública de un candidato y su personalidad real. Dicho en otras palabras la Imagen Pública de Ottinger se construyó para construir buenas percepciones y expectativas sobre su imagen, pero carecía de lo más importante, que es la identidad. Por ende, el mejor argumento desde entonces es que no existe la imagen sin la identidad, pues la identidad proyectada es el reflejo de su imagen.

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Así las cosas, podemos decir que el poder del engaño en las campañas políticas de muchos países siempre existe un alto porcentaje de políticos de pacotilla que aprovechan sus recursos económicos, sus influencias para causar una Imagen Pública que en realidad nada tiene que ver con sus objetivos de incursionar en la política ni mucho menos con su personalidad real. Sobre esto, es importante hacer la anotación que debemos buscar que los candidatos a puestos de elección popular e incluso los designados proyecten una Imagen Pública acorde a la realidad del país, pero, sobre todo, que posean identidad y que en verdad sean quienes dicen ser.

La Imagen Pública de un aspirante a político debe ser el resultado de una planificación real de lo que es y de lo que quiere hacer, debe demostrar liderazgo sobre todo el conocimiento de aquellos problemas que hay que solucionar, es en este punto donde entra la Deontología entre los asesores y consultores, pues para que la Imagen Personal de un política sea concebida y consagrada como debe ser solamente debe estar diseñada y bien fundamentada en principios incluso intangibles como lo es una identidad real, así es como nace el “Naming” y se le da nombre y significado a lo que esa Imagen Pública, así como de los valores a los que representa, se asocia, y que después se convertirán en los mensajes que se deberán posicionar en su audiencia pero con la verdad.

Jamás debemos trabajar el “ser” es decir la imagen de un individuo que no encaje en la “realidad” porque lo único que se generara es una disociación entre lo que se aparenta y en lo que en realidad es.

A veces en tiempos electorales solamente vemos lo que queremos ver sin siquiera profundizar en la identidad de un candidato como lo es su personalidad, sus valores, sus creencias, su formación, su misión, sus objetivos, es decir si no tenemos todo esto claro la comunicación política está en riesgo. El arte de comunicar al electorado la calidad y oportunidad de que un individuo llegue a hacer algo bueno por el país quedara a la deriva.

En definitiva, la identidad de una Imagen pública siempre será reveladora, aunque compleja de analizar, porque la imagen es lo que está de la corteza hacia afuera. Es solamente un reflejo, pero la identidad es lo que está de la corteza hacia adentro, pues ni más ni menos que la esencia, lo es todo.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo