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La lección de Cayalá, cuarta parte

Warren Orbaugh
02 de mayo, 2018

Vimos en mi artículo anterior que el buen diseño urbano busca, además de la funcionalidad, la “belleza” del esquema cuyaexperiencia, de la totalidad que es más importante que las partes singulares, como artefacto urbano en su conjunto, desde el sistema de calles, plazas y topografía urbana hasta las cosas que se perciben paseando por las calles, constituyen la experiencia de la urbe como obra de arte.

La arquitectura clásica  contribuye a esta experiencia al elevar la edificación y el cobijo al ámbito del símbolo, por encima de las contingencias de la edificación conmemorando esas mismas contingencias de las que parte. Lo que distingue un galpón o cobertizo de un templo es el poder mito-poético que posee el templo. Es éste el poder de transgredir los límites de la realidad contingente y elevar la edificación y el cobijo al ámbito del símbolo. Como arte eicónico, produce una imagen bella con sentido, siendo el sentido una alegoría que es una ficción o mito, una reconstrucción selectiva de la realidad de acuerdo a una visión ontológicamente heroica, usando la construcción tectónica como medio de expresión. El clasicismo convierte los principios derivados de la experiencia vernácula en mitos: la demarcación del principio y del final– principio ontológico de que todo cuanto existe tiene bordes y parte media– lo conmemora como base, fuste y capitel. La experiencia de sostener una carga se hace perceptible imitando la contracción de los músculos del antebrazo cuando sostiene un peso, mediante éntasis del fuste. La trabe perimetral que une las columnas imponiéndoles una carga se convierte en el arquitrabe. La acentuación de las vigas transversales que se apoyan en el arquitrabe se hace visibles en los triglifos y metopas del friso. Los cabios que se proyectan de la cubierta, apoyados en el friso, aparecen en la forma de cornisa. Y el ensamblaje tectónico de columna, arquitrabe, friso y cornisa se vuelve el objeto último de la contemplación clásica en la idea de Orden.

El Orden establece la forma por encima de las necesidades de cobijo. Establece el mito de lo tectónico por encima de las contingencias de la construcción. El poder de la ficción mítica preside tal acto constructivo que constituye el sujeto estético primario del pensamiento clásico. El artificio de construir este mundo ficticio se percibe como análogo al artificio de construir el mundo humano. El edificio clásico presenta entonces, un microcosmos donde existe un orden lógico –sin contradicción entre la relación de elementos, su identidad, proporción y decoro(relación de importancia jerárquica en la ciudad); orden tectónico –orden constructivo que indica la dirección de esfuerzos; epistemológico –cada elemento es conceptualmente identificable (estilóbato, basa, fuste, capitel, arquitrabe, friso, cornisa) y se interrelaciona con los demás jerárquica y contextualmente; y humanístico –transcribiendo nuestra intencionalidad deliberativa, estado anímico y respuesta muscular a los esfuerzos a elementos arquitectónicos. Enfatiza por medio de relaciones formales los conceptos de identidad, independencia, equivalencia, sub-alternación, simetría, correlación, totalidad, continuidad, de cómo trabaja nuestra mente y cómo nos relacionamos en sociedad. Por medio de un proceso de traer a primer plano lo ideal y alejarse de lo ordinario, presenta un microcosmos que es un mundo, no como es, sino que como debe ser. Nos habla, no sólo de verdad y epistemología, sino que de lo bueno y de lo moral. Es en este sentido que el clasicismo no es un estilo.

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Como ejemplo de la arquitectura pública en Cayalá veamos el salón cívico Azaria, diseñado por Richard Economakis. Su tipología esencial corresponde a la combinación de regia y taberna o pórtico hacia una plaza enfrente y hacia un jardín, en este caso público, a un costado. Su tipología analógica hace referencia a la tradición española-indígena que son las culturas que se mezclaron en Hispanoamérica, que también vemos en el lenguaje y en el arte culinario –pepián, subanik, tamal, pescado a la vizcaína, paella, etcétera.

La tipología esencial requiere que la regia tenga su salón principal en el piano nobile o segundo piso. Éste está montado sobre un piso de servicios comerciales, con una arcada de arcos apainelados –típicos de la arquitectura de Santiago de los Caballeros– sobre columnas de dos módulos de alto, (tipología analógica). Como todo pórtico tiene dos ejes, uno perpendicular que remata en las tiendas y uno transversal que remata en una fuente y plazoleta, y en la entrada a servicios, transcribiéndonos en términos de arquitectura, invistiéndola con la intencionalidad, movimiento y estado anímico al establecer que si la arquitectura nos dirige la atención en determinado eje, encontremos algo que ver. Esto es la humanización de la arquitectura clásica. Es la proyección de la imagen de nuestras funciones en formas concretas. La tendencia de reconocer, en las formas concretas, la imagen de aquellas funciones es la verdadera base del humanismo en arquitectura. Si los espacios arquitectónicos se arreglan de manera que despierten en nosotros una expectativa y luego falsea esta expectativa, tenemos una contradicción –vea en esta dirección que habrá algo interesante que ver… oh, no hay nada. La ofensa miente contra nuestro sentido de movimiento intencionado cuando, al llegar el punto donde nos dirige, nos muestra que el movimiento fue sin sentido. El Orden clásico de Azaria se encarga de que esto no suceda.

Al piano nobile se accede por una escalinata que evoca las formas de los templos mayas y que encontramos como antecedente en Santo Tomás de Chichicastenango, que combina una pirámide precolombina con una iglesia española, (tipología analógica). Éstas llegan a un pórtico canónico con columnas de Orden Guatemalteco. Como dije antes, el clasicismo no es un estilo. Los estilos clásicos son los distintos Órdenes, que dentro del canon hacen referencia a condiciones locales. Así tenemos un Orden Dórico –de la Doria, un Jónico –de la Jonia, un Orden Corintio –de Corinto, un Orden Toscano –de la Toscana, un Orden Compuesto –de Roma, un Orden Gótico –de los godos, un Orden Francés, un Orden Alemán, un Orden Norteamericano, y ahora un Orden Guatemalteco. El Orden Guatemalteco incorpora capiteles con motivos de maíz, una característica importante dela iconografía guatemalteca que en los ornamentos incluye motivos florales y vegetales denotando la riqueza de la tierra, carácter comercial de su sociedad y de la iconografía maya, que sostiene que los hombres son de maíz.

Al gran salón se entra por una puerta que mediante la proporción–como cuando en la escultura se presenta al hombre, que en la realidad tiene siete cabezas y media de alto, con nueve cabezas de alto – , alineación y mitificación que transforma el dintel vernáculo en un entablamento –arquitrabe, friso y cornisa, crea el símbolo de una entrada heroica. Las ventanas esquineras, también elevadas a símbolo mítico, se derivan de la costumbre local del ventanaje para demarcar los límites del bloque urbano. Y las ventanas octagonales del ala este conmemoran las ventanas de linterna de la fachada norte de la vieja Universidad de San Carlos Borroméo en Santiago de los Caballeros. La fachada del ala oeste, protegida con un pórtico de madera de dos pisos de alto, ofrece una espectacular vista de la urbe de la Asunción de Guatemala, del paisaje con los imponentes volcanes y del parque con el que linda. Y la torre octagonal con que remata está coronada por una linterna que evoca las de Santiago de los Caballeros.

El parque que limita con edificios comerciales al final de su eje largo y con Azaria con su plaza y el sendero para trotar en el borde del barranco y el Canopy en su eje corto, consta de un área de juegos para niños y un jardín. El jardín tiene a la vez dos remates al final de su eje largo: la estatua Amanecer: El Gigante de Cayalá, de mármol beige, 18 metros de largo y tres de altura, en un extremo y Curiosidad: Fuente de las Virtudes, un conjunto escultórico de tres niños fundidos en bronce, en el otro, del escultor Walter Peter Brenner. Ambas son romántico-realistas ynos hablan de virtudes, del hombre heroico y la alegoría de la búsqueda de la felicidad. Aquí los habitantes de Cayalá pueden relajarse, pasear, jugar con los niños y sus mascotas, y reflexionar sobre lo que significa ser un buen humano.

Cayalá está dividida en distritos: Paseo Cayalá –el área comercial central del barrio; Distrito Moda –el área comercial de modas y área hotelera; Cayalá Empresarial –el área de oficinas; Durián Cayalá –área de apartamentos de 150 a 270 metros cuadrados de construcción; Granada Cayalá –área de apartamentos de 175 a 320 metros cuadrados de construcción; Las Ramblas de Cayalá–el área residencial de viviendas unifamiliares; y Cardales –el área deportiva y de eventos.

La entrada a Cardales recibe al visitante con la estatua, de Walter Peter Brenner, Propósito: El Arquero, una figura humana heroica  de bronce y 4.50 metros de alto sobre una basa de mármol beige de 1.70 metros de alto, apuntando con su arco a un blanco de vidrio reflectivo de 3.25 metros de diámetro. Es una alegoría al propósito de perfeccionarse uno mismos. Para ello encontramos en  Cardales a Futeca, áreas de tenis, academias de danza, karate, yoga, el gimnasio World Gym, el Club Ecuestre Cayalá, el Driving Range Cayalá, creado por Pete Dye, el mejor diseñador de campos de golf del mundo, y la Explanada Cardales donde se llevan a cabo eventos importantes de Guatemala, comocongresos, festivales, exposiciones, lanzamientos y conciertos.

Por último, lo que termina de hacer a Ciudad Cayalá un lugar extraordinario, son los detalles: el pavimento, el mobiliario urbano, las bancas, las fuentes, las macetas, las plantas, la iluminación artificial de baja intensidad –incandescente de menos de 50 Watts – que hace de la noche un momento mágico, glamoroso y apacible con una atmósfera de serenidad, seguridad y calidad que permite el contraste espectacular con monumentos, fuentes y árboles bañados en luz de mayor intensidad, y que permite aun la apreciación del cielo estrellado. Por algo decía Mies van der Rohe: “Dios está en los detalles”.

La lección de Ciudad Cayalá consiste entonces en que para tener una urbe exitosa se debe concebir como un barrio de más o menos quinientos metros de diámetro, con mezcla de actividades, compacta con orden armónico mediante tipologías esenciales y analógicas, cuadras poli-céntricas y buena dosificación de lo vernáculo y lo clásico, enfatizando la permanencia del locus, el carácter local único, en lugar de lo efímero del Zeitgeist, y buenos detalles urbanos.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

La lección de Cayalá, cuarta parte

Warren Orbaugh
02 de mayo, 2018

Vimos en mi artículo anterior que el buen diseño urbano busca, además de la funcionalidad, la “belleza” del esquema cuyaexperiencia, de la totalidad que es más importante que las partes singulares, como artefacto urbano en su conjunto, desde el sistema de calles, plazas y topografía urbana hasta las cosas que se perciben paseando por las calles, constituyen la experiencia de la urbe como obra de arte.

La arquitectura clásica  contribuye a esta experiencia al elevar la edificación y el cobijo al ámbito del símbolo, por encima de las contingencias de la edificación conmemorando esas mismas contingencias de las que parte. Lo que distingue un galpón o cobertizo de un templo es el poder mito-poético que posee el templo. Es éste el poder de transgredir los límites de la realidad contingente y elevar la edificación y el cobijo al ámbito del símbolo. Como arte eicónico, produce una imagen bella con sentido, siendo el sentido una alegoría que es una ficción o mito, una reconstrucción selectiva de la realidad de acuerdo a una visión ontológicamente heroica, usando la construcción tectónica como medio de expresión. El clasicismo convierte los principios derivados de la experiencia vernácula en mitos: la demarcación del principio y del final– principio ontológico de que todo cuanto existe tiene bordes y parte media– lo conmemora como base, fuste y capitel. La experiencia de sostener una carga se hace perceptible imitando la contracción de los músculos del antebrazo cuando sostiene un peso, mediante éntasis del fuste. La trabe perimetral que une las columnas imponiéndoles una carga se convierte en el arquitrabe. La acentuación de las vigas transversales que se apoyan en el arquitrabe se hace visibles en los triglifos y metopas del friso. Los cabios que se proyectan de la cubierta, apoyados en el friso, aparecen en la forma de cornisa. Y el ensamblaje tectónico de columna, arquitrabe, friso y cornisa se vuelve el objeto último de la contemplación clásica en la idea de Orden.

El Orden establece la forma por encima de las necesidades de cobijo. Establece el mito de lo tectónico por encima de las contingencias de la construcción. El poder de la ficción mítica preside tal acto constructivo que constituye el sujeto estético primario del pensamiento clásico. El artificio de construir este mundo ficticio se percibe como análogo al artificio de construir el mundo humano. El edificio clásico presenta entonces, un microcosmos donde existe un orden lógico –sin contradicción entre la relación de elementos, su identidad, proporción y decoro(relación de importancia jerárquica en la ciudad); orden tectónico –orden constructivo que indica la dirección de esfuerzos; epistemológico –cada elemento es conceptualmente identificable (estilóbato, basa, fuste, capitel, arquitrabe, friso, cornisa) y se interrelaciona con los demás jerárquica y contextualmente; y humanístico –transcribiendo nuestra intencionalidad deliberativa, estado anímico y respuesta muscular a los esfuerzos a elementos arquitectónicos. Enfatiza por medio de relaciones formales los conceptos de identidad, independencia, equivalencia, sub-alternación, simetría, correlación, totalidad, continuidad, de cómo trabaja nuestra mente y cómo nos relacionamos en sociedad. Por medio de un proceso de traer a primer plano lo ideal y alejarse de lo ordinario, presenta un microcosmos que es un mundo, no como es, sino que como debe ser. Nos habla, no sólo de verdad y epistemología, sino que de lo bueno y de lo moral. Es en este sentido que el clasicismo no es un estilo.

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Como ejemplo de la arquitectura pública en Cayalá veamos el salón cívico Azaria, diseñado por Richard Economakis. Su tipología esencial corresponde a la combinación de regia y taberna o pórtico hacia una plaza enfrente y hacia un jardín, en este caso público, a un costado. Su tipología analógica hace referencia a la tradición española-indígena que son las culturas que se mezclaron en Hispanoamérica, que también vemos en el lenguaje y en el arte culinario –pepián, subanik, tamal, pescado a la vizcaína, paella, etcétera.

La tipología esencial requiere que la regia tenga su salón principal en el piano nobile o segundo piso. Éste está montado sobre un piso de servicios comerciales, con una arcada de arcos apainelados –típicos de la arquitectura de Santiago de los Caballeros– sobre columnas de dos módulos de alto, (tipología analógica). Como todo pórtico tiene dos ejes, uno perpendicular que remata en las tiendas y uno transversal que remata en una fuente y plazoleta, y en la entrada a servicios, transcribiéndonos en términos de arquitectura, invistiéndola con la intencionalidad, movimiento y estado anímico al establecer que si la arquitectura nos dirige la atención en determinado eje, encontremos algo que ver. Esto es la humanización de la arquitectura clásica. Es la proyección de la imagen de nuestras funciones en formas concretas. La tendencia de reconocer, en las formas concretas, la imagen de aquellas funciones es la verdadera base del humanismo en arquitectura. Si los espacios arquitectónicos se arreglan de manera que despierten en nosotros una expectativa y luego falsea esta expectativa, tenemos una contradicción –vea en esta dirección que habrá algo interesante que ver… oh, no hay nada. La ofensa miente contra nuestro sentido de movimiento intencionado cuando, al llegar el punto donde nos dirige, nos muestra que el movimiento fue sin sentido. El Orden clásico de Azaria se encarga de que esto no suceda.

Al piano nobile se accede por una escalinata que evoca las formas de los templos mayas y que encontramos como antecedente en Santo Tomás de Chichicastenango, que combina una pirámide precolombina con una iglesia española, (tipología analógica). Éstas llegan a un pórtico canónico con columnas de Orden Guatemalteco. Como dije antes, el clasicismo no es un estilo. Los estilos clásicos son los distintos Órdenes, que dentro del canon hacen referencia a condiciones locales. Así tenemos un Orden Dórico –de la Doria, un Jónico –de la Jonia, un Orden Corintio –de Corinto, un Orden Toscano –de la Toscana, un Orden Compuesto –de Roma, un Orden Gótico –de los godos, un Orden Francés, un Orden Alemán, un Orden Norteamericano, y ahora un Orden Guatemalteco. El Orden Guatemalteco incorpora capiteles con motivos de maíz, una característica importante dela iconografía guatemalteca que en los ornamentos incluye motivos florales y vegetales denotando la riqueza de la tierra, carácter comercial de su sociedad y de la iconografía maya, que sostiene que los hombres son de maíz.

Al gran salón se entra por una puerta que mediante la proporción–como cuando en la escultura se presenta al hombre, que en la realidad tiene siete cabezas y media de alto, con nueve cabezas de alto – , alineación y mitificación que transforma el dintel vernáculo en un entablamento –arquitrabe, friso y cornisa, crea el símbolo de una entrada heroica. Las ventanas esquineras, también elevadas a símbolo mítico, se derivan de la costumbre local del ventanaje para demarcar los límites del bloque urbano. Y las ventanas octagonales del ala este conmemoran las ventanas de linterna de la fachada norte de la vieja Universidad de San Carlos Borroméo en Santiago de los Caballeros. La fachada del ala oeste, protegida con un pórtico de madera de dos pisos de alto, ofrece una espectacular vista de la urbe de la Asunción de Guatemala, del paisaje con los imponentes volcanes y del parque con el que linda. Y la torre octagonal con que remata está coronada por una linterna que evoca las de Santiago de los Caballeros.

El parque que limita con edificios comerciales al final de su eje largo y con Azaria con su plaza y el sendero para trotar en el borde del barranco y el Canopy en su eje corto, consta de un área de juegos para niños y un jardín. El jardín tiene a la vez dos remates al final de su eje largo: la estatua Amanecer: El Gigante de Cayalá, de mármol beige, 18 metros de largo y tres de altura, en un extremo y Curiosidad: Fuente de las Virtudes, un conjunto escultórico de tres niños fundidos en bronce, en el otro, del escultor Walter Peter Brenner. Ambas son romántico-realistas ynos hablan de virtudes, del hombre heroico y la alegoría de la búsqueda de la felicidad. Aquí los habitantes de Cayalá pueden relajarse, pasear, jugar con los niños y sus mascotas, y reflexionar sobre lo que significa ser un buen humano.

Cayalá está dividida en distritos: Paseo Cayalá –el área comercial central del barrio; Distrito Moda –el área comercial de modas y área hotelera; Cayalá Empresarial –el área de oficinas; Durián Cayalá –área de apartamentos de 150 a 270 metros cuadrados de construcción; Granada Cayalá –área de apartamentos de 175 a 320 metros cuadrados de construcción; Las Ramblas de Cayalá–el área residencial de viviendas unifamiliares; y Cardales –el área deportiva y de eventos.

La entrada a Cardales recibe al visitante con la estatua, de Walter Peter Brenner, Propósito: El Arquero, una figura humana heroica  de bronce y 4.50 metros de alto sobre una basa de mármol beige de 1.70 metros de alto, apuntando con su arco a un blanco de vidrio reflectivo de 3.25 metros de diámetro. Es una alegoría al propósito de perfeccionarse uno mismos. Para ello encontramos en  Cardales a Futeca, áreas de tenis, academias de danza, karate, yoga, el gimnasio World Gym, el Club Ecuestre Cayalá, el Driving Range Cayalá, creado por Pete Dye, el mejor diseñador de campos de golf del mundo, y la Explanada Cardales donde se llevan a cabo eventos importantes de Guatemala, comocongresos, festivales, exposiciones, lanzamientos y conciertos.

Por último, lo que termina de hacer a Ciudad Cayalá un lugar extraordinario, son los detalles: el pavimento, el mobiliario urbano, las bancas, las fuentes, las macetas, las plantas, la iluminación artificial de baja intensidad –incandescente de menos de 50 Watts – que hace de la noche un momento mágico, glamoroso y apacible con una atmósfera de serenidad, seguridad y calidad que permite el contraste espectacular con monumentos, fuentes y árboles bañados en luz de mayor intensidad, y que permite aun la apreciación del cielo estrellado. Por algo decía Mies van der Rohe: “Dios está en los detalles”.

La lección de Ciudad Cayalá consiste entonces en que para tener una urbe exitosa se debe concebir como un barrio de más o menos quinientos metros de diámetro, con mezcla de actividades, compacta con orden armónico mediante tipologías esenciales y analógicas, cuadras poli-céntricas y buena dosificación de lo vernáculo y lo clásico, enfatizando la permanencia del locus, el carácter local único, en lugar de lo efímero del Zeitgeist, y buenos detalles urbanos.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo