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Prosperidad y libertad

Carolina Castellanos
24 de mayo, 2018

“Hubo un tiempo en que honrábamos a los que creaban la prosperidad y la libertad que disfrutamos.  Hoy, honramos a los que se quejan y demandamos a los creadores.  Tal vez eso sea inevitable en una época en la que ya no contamos nuestras bendiciones, sino que contamos todos nuestros deseos no cumplidos”.  Thomas Sowell

Cuando leí esta frase no pude más que pensar en ese montón de vividores que compran gente para que manifieste a favor de “sus demandas”, que distan mucho de satisfacer las necesidades de quienes están manifestando.  Éstos, que son una micro minoría, hacen tanto ruido que parecieran muchos.  Hemos llegado a creer que “miles” de guatemaltecos son los que salen a manifestar, sea en grandes bloqueos o en pequeños disturbios en algún lugar.

Esto sería un problema “menor” si quienes dirigen los destinos de nuestro país dejaran de estar haciéndoles caso y se enfocaran en crear las condiciones para que, quienes de verdad producimos, trabajamos y nos esforzamos, pudiéramos hacerlo en libertad, con reglas claras y sin favoritismos de ninguna clase.

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El mejor ejemplo de esto es el dirigente sindical JovielAcevedo.  Cada cierto tiempo presenta un nuevo pacto colectivo, imposible de cumplir por parte del gobierno pero,aun así, el presidente de turno accede y lo firma.  Como no se puede cumplir, un tiempo después empiezan las manifestaciones de maestros “exigiendo sus derechos”.  Mientras tanto, cientos de miles de estudiantes dejan de recibir clases, terminan el año con conocimientos incompletos y mediocres y después se integrarán a la fuerza laboral sin éxito, pues no cumplen con el mínimo de requerimientos de ninguna empresa.

Otro ejemplo, los dirigentes del CUC, CONIC, CODECA, CNOC, CALAS, Madre Selva y todas las demás combinaciones de las letras del alfabeto que, como mencioné al inicio, compran por Q100 o menos, a un grupo de personas que vive en la miseria, y los traen a la ciudad a bloquear, o se quedan haciéndolo en alguna ruta importante para el comercio del país.  Las autoridades se vuelven a sentar con los dirigentes y, en este caso, no llegan a acuerdos, o alcanzan solo algunos pocos e irrelevantes (a cambio de dinero), pues son imposibles.  Mientras tanto, muchas empresas como mineras, hidroeléctricas, plantaciones de palma africana, de azúcar, y cualquier otro proyecto de inversión, está cerrado (como el caso de Mina San Rafael), o está bloqueado el acceso, o queman las plantaciones, invaden las fincas, y un largo etcétera de ilícitos, que incluye secuestro.

Las autoridades, principalmente la corte de constitucionalidad y la de justicia (en minúsculas, a propósito) se unen a la “defensa” de los pobres, de los marginados, de quienes tienen agua supuestamente contaminada, etc.  Los protegen y destruyen cualquier intento de llevar prosperidad y desarrollo a tantas comunidades lejanas que no tienen acceso a nada.

Por supuesto, no puede faltar la “comunidad internacional”, que protege a quienes destruyen y condena a quienes producen, como bien dijo Thomas Sowell.

Ahora son los empresarios quienes deben ser destruidos.  Me refiero a los comerciantes, a los pequeños productores, a quienes tienen su cafetería en algún municipio, o a quienes producen a mayor escala y proveen de productos imprescindibles para la vida diaria.  No me refiero a aquellos mercantilistas que compran sus privilegios a los gobernantes de turno.  Nuevamente, éstos últimos son una minoría.  Los otros, la gran mayoría, es la condenada a no crecer o hasta cerrar su pequeño o mediano emprendimiento porque no hay un gobierno que los defienda, que les pague en tiempo si es que le venden algo, que les facilite los trámites, que les provea seguridad, carreteras decentes y que no les cobre “mordida” por obtener un permiso u otro.

Vivimos en un sistema en el que los favorecidos son los que bloquean, los que obtienen resarcimientos ilegales, obtenidos con falsedades, los que se victimizan por no tener esto o aquello en vez de trabajar decentemente para obtenerlo.  Nuestro sistema favorece a los manipuladores, a los que compran a los funcionarios de turno, a los que mantienen a las poblaciones lejanas en la pobreza para tener una excusa para obtener fondos internacionales, en defensa de los desposeídos, marginados y pobres.

¿Y la gran mayoría, que somos el resto, quién nos protege? ¿Quién nos motiva a emprender, a trabajar, a vivir en paz, con seguridad, justicia y libertad?

¿Aun así se pregunta usted por qué hay corrupción? ¿Cree usted que se ha reducido un ápice? Los valores están al revés.  Hasta que esto no cambie, nuestra Guatemala no podrá pasar “de zope a gavilán”.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Prosperidad y libertad

Carolina Castellanos
24 de mayo, 2018

“Hubo un tiempo en que honrábamos a los que creaban la prosperidad y la libertad que disfrutamos.  Hoy, honramos a los que se quejan y demandamos a los creadores.  Tal vez eso sea inevitable en una época en la que ya no contamos nuestras bendiciones, sino que contamos todos nuestros deseos no cumplidos”.  Thomas Sowell

Cuando leí esta frase no pude más que pensar en ese montón de vividores que compran gente para que manifieste a favor de “sus demandas”, que distan mucho de satisfacer las necesidades de quienes están manifestando.  Éstos, que son una micro minoría, hacen tanto ruido que parecieran muchos.  Hemos llegado a creer que “miles” de guatemaltecos son los que salen a manifestar, sea en grandes bloqueos o en pequeños disturbios en algún lugar.

Esto sería un problema “menor” si quienes dirigen los destinos de nuestro país dejaran de estar haciéndoles caso y se enfocaran en crear las condiciones para que, quienes de verdad producimos, trabajamos y nos esforzamos, pudiéramos hacerlo en libertad, con reglas claras y sin favoritismos de ninguna clase.

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El mejor ejemplo de esto es el dirigente sindical JovielAcevedo.  Cada cierto tiempo presenta un nuevo pacto colectivo, imposible de cumplir por parte del gobierno pero,aun así, el presidente de turno accede y lo firma.  Como no se puede cumplir, un tiempo después empiezan las manifestaciones de maestros “exigiendo sus derechos”.  Mientras tanto, cientos de miles de estudiantes dejan de recibir clases, terminan el año con conocimientos incompletos y mediocres y después se integrarán a la fuerza laboral sin éxito, pues no cumplen con el mínimo de requerimientos de ninguna empresa.

Otro ejemplo, los dirigentes del CUC, CONIC, CODECA, CNOC, CALAS, Madre Selva y todas las demás combinaciones de las letras del alfabeto que, como mencioné al inicio, compran por Q100 o menos, a un grupo de personas que vive en la miseria, y los traen a la ciudad a bloquear, o se quedan haciéndolo en alguna ruta importante para el comercio del país.  Las autoridades se vuelven a sentar con los dirigentes y, en este caso, no llegan a acuerdos, o alcanzan solo algunos pocos e irrelevantes (a cambio de dinero), pues son imposibles.  Mientras tanto, muchas empresas como mineras, hidroeléctricas, plantaciones de palma africana, de azúcar, y cualquier otro proyecto de inversión, está cerrado (como el caso de Mina San Rafael), o está bloqueado el acceso, o queman las plantaciones, invaden las fincas, y un largo etcétera de ilícitos, que incluye secuestro.

Las autoridades, principalmente la corte de constitucionalidad y la de justicia (en minúsculas, a propósito) se unen a la “defensa” de los pobres, de los marginados, de quienes tienen agua supuestamente contaminada, etc.  Los protegen y destruyen cualquier intento de llevar prosperidad y desarrollo a tantas comunidades lejanas que no tienen acceso a nada.

Por supuesto, no puede faltar la “comunidad internacional”, que protege a quienes destruyen y condena a quienes producen, como bien dijo Thomas Sowell.

Ahora son los empresarios quienes deben ser destruidos.  Me refiero a los comerciantes, a los pequeños productores, a quienes tienen su cafetería en algún municipio, o a quienes producen a mayor escala y proveen de productos imprescindibles para la vida diaria.  No me refiero a aquellos mercantilistas que compran sus privilegios a los gobernantes de turno.  Nuevamente, éstos últimos son una minoría.  Los otros, la gran mayoría, es la condenada a no crecer o hasta cerrar su pequeño o mediano emprendimiento porque no hay un gobierno que los defienda, que les pague en tiempo si es que le venden algo, que les facilite los trámites, que les provea seguridad, carreteras decentes y que no les cobre “mordida” por obtener un permiso u otro.

Vivimos en un sistema en el que los favorecidos son los que bloquean, los que obtienen resarcimientos ilegales, obtenidos con falsedades, los que se victimizan por no tener esto o aquello en vez de trabajar decentemente para obtenerlo.  Nuestro sistema favorece a los manipuladores, a los que compran a los funcionarios de turno, a los que mantienen a las poblaciones lejanas en la pobreza para tener una excusa para obtener fondos internacionales, en defensa de los desposeídos, marginados y pobres.

¿Y la gran mayoría, que somos el resto, quién nos protege? ¿Quién nos motiva a emprender, a trabajar, a vivir en paz, con seguridad, justicia y libertad?

¿Aun así se pregunta usted por qué hay corrupción? ¿Cree usted que se ha reducido un ápice? Los valores están al revés.  Hasta que esto no cambie, nuestra Guatemala no podrá pasar “de zope a gavilán”.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo