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El futuro de los partidos políticos

Redacción
13 de junio, 2018

Trascendencia de los movimientos ciudadanos, o la circulación interna de liderazgos.

En una columna anterior abordé la crisis de los partidos políticos guatemaltecos y cómo se manifiesta con causales estructurales como la fragmentación del sistema, la volatilidad electoral y el modelo de “partidos franquicias”. Mientras que algunas dinámicas coyunturales, como la cancelación de las dos fuerzas más grandes del último decenio (Lider y PP), las fracturas internas en partidos intermedios (UNE, FCN, TODOS), la depuración judicial de liderazgos políticos y caciques, y la incapacidad de las fuerzas minoritarias de adaptarse a los vientos de cambio social y política, han venido a acelerar la crisis del sistema.

Esta crisis nos lleva a plantearnos ciertas interrogantes sobre el futuro de la política partidista. ¿Qué demanda la ciudadanía que tomó la plaza en el 2015 de los partidos políticos? ¿Cómo deben los partidos políticos adaptarse a la “nueva política”? ¿Qué características debe tomar el sistema de partidos luego de los eventos del 2015-2018? Sobre tales preguntas, es posible plantear dos escenarios sobre modelos de reconversión del sistema de partidos políticos.

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El primer modelo se inspira en el caso español, donde el tradicional “bipartidismo imperfecto” ha dado paso al multipartidismo, gracias al surgimiento de Podemos y Ciudadanos. El caso de Podemos es el paradigma de un movimiento social (los Indignados) que trasciende de la manifestación popular, para convertirse en una agrupación política articulada, bajo el liderazgo de una elite intelectual de centro-izquierda. Mientras que Ciudadanos evidencia la forma en que un partido localista trasciende de su ámbito territorial al nacional. El modelo de Podemosinspira a aquellos que aspiran a convertir las consignas de la plaza en un partido político; es decir, que la transformación generada desde la movilización ciudadana reconfigure el sistema de partidos. Mientras que Ciudadanos sirve de ejemplo para quienes aspiran al desarrollo de los partidos regionales como alternativa a las agrupaciones nacionales.

El segundo modelo es el caso de ARENA. Derivado de la derrota en la primera vuelta de la elección presidencial 2014, la histórica agrupación salvadoreña inició un proceso de recambio de liderazgos. La idea era que manteniendo la estructura institucional, el partido debía promover la circulación de sus elites: despedirse de líderes tradicionales como Bobby Murray o Freddy Cristiani, para dar paso a una camada de figuras modernizantes –profesionales, empresarios y representantes sectoriales– que asumieran la dirección de la agrupación. Con sus diferencias, este proceso mantiene cierta similitud con la discusión interna en la UNE, en la cual liderazgos emergentes aspiran a desplazar a los caudillos tradicionales de la agrupación, con el objetivo de modernizar al partido desde adentro, y adaptarse a los cambios políticos.

Los casos español y salvadoreño presentan dos alternativas de transformación partidaria. El primero muestra que es posible que un movimiento social desarticulado, evolucione y trasciende a un partido político con estructura jerárquica y cohesionada. El segundo muestra la posibilidad que desde el mismo interior de un partido, se reconozca la necesidad del cambio con fines de adaptación, y que debe iniciar por una circulación interna de liderazgos.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

El futuro de los partidos políticos

Redacción
13 de junio, 2018

Trascendencia de los movimientos ciudadanos, o la circulación interna de liderazgos.

En una columna anterior abordé la crisis de los partidos políticos guatemaltecos y cómo se manifiesta con causales estructurales como la fragmentación del sistema, la volatilidad electoral y el modelo de “partidos franquicias”. Mientras que algunas dinámicas coyunturales, como la cancelación de las dos fuerzas más grandes del último decenio (Lider y PP), las fracturas internas en partidos intermedios (UNE, FCN, TODOS), la depuración judicial de liderazgos políticos y caciques, y la incapacidad de las fuerzas minoritarias de adaptarse a los vientos de cambio social y política, han venido a acelerar la crisis del sistema.

Esta crisis nos lleva a plantearnos ciertas interrogantes sobre el futuro de la política partidista. ¿Qué demanda la ciudadanía que tomó la plaza en el 2015 de los partidos políticos? ¿Cómo deben los partidos políticos adaptarse a la “nueva política”? ¿Qué características debe tomar el sistema de partidos luego de los eventos del 2015-2018? Sobre tales preguntas, es posible plantear dos escenarios sobre modelos de reconversión del sistema de partidos políticos.

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El primer modelo se inspira en el caso español, donde el tradicional “bipartidismo imperfecto” ha dado paso al multipartidismo, gracias al surgimiento de Podemos y Ciudadanos. El caso de Podemos es el paradigma de un movimiento social (los Indignados) que trasciende de la manifestación popular, para convertirse en una agrupación política articulada, bajo el liderazgo de una elite intelectual de centro-izquierda. Mientras que Ciudadanos evidencia la forma en que un partido localista trasciende de su ámbito territorial al nacional. El modelo de Podemosinspira a aquellos que aspiran a convertir las consignas de la plaza en un partido político; es decir, que la transformación generada desde la movilización ciudadana reconfigure el sistema de partidos. Mientras que Ciudadanos sirve de ejemplo para quienes aspiran al desarrollo de los partidos regionales como alternativa a las agrupaciones nacionales.

El segundo modelo es el caso de ARENA. Derivado de la derrota en la primera vuelta de la elección presidencial 2014, la histórica agrupación salvadoreña inició un proceso de recambio de liderazgos. La idea era que manteniendo la estructura institucional, el partido debía promover la circulación de sus elites: despedirse de líderes tradicionales como Bobby Murray o Freddy Cristiani, para dar paso a una camada de figuras modernizantes –profesionales, empresarios y representantes sectoriales– que asumieran la dirección de la agrupación. Con sus diferencias, este proceso mantiene cierta similitud con la discusión interna en la UNE, en la cual liderazgos emergentes aspiran a desplazar a los caudillos tradicionales de la agrupación, con el objetivo de modernizar al partido desde adentro, y adaptarse a los cambios políticos.

Los casos español y salvadoreño presentan dos alternativas de transformación partidaria. El primero muestra que es posible que un movimiento social desarticulado, evolucione y trasciende a un partido político con estructura jerárquica y cohesionada. El segundo muestra la posibilidad que desde el mismo interior de un partido, se reconozca la necesidad del cambio con fines de adaptación, y que debe iniciar por una circulación interna de liderazgos.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo