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¿Qué onda con las políticas migratorias?

Redacción
23 de junio, 2018
Estos últimos días han sido de aquellos en los que uno no sabe si reír o llorar. Llorar, seguramente, es lo políticamente correcto, pero varias risotadas se me han salido cuando leo comentarios de medios de comunicación, personalidades y simples mortales (como yo) al comentar sobre la situación actual de los migrantes. Si no creyera tan fuerte en la libertad de expresión, seguramente abogaría por una ley que nos obligara a todos a informarnos antes de comentar.
Pero como es precisamente la libertad de expresión lo que nos acerca al conocimiento y a las discusiones razonadas, este es mi aporte, esta vez un poco más allá del límite políticamente correcto, sobre las políticas migratorias, la situación de los migrantes y el gobierno que tenemos.
En primer lugar, resalta la lluvia de comentarios negativos que ha recibido el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, por el trato hacia los migrantes y las deportaciones de aquellos que permanecen de forma ilegal. Incluso la revista Time publicó una portada donde se encuentra el presidente y una niña migrante que llora (y que, oh sorpresa, resultó no haber sido separada de sus padres, que era lo que Time “denunciaba”).
En ese tenor, es importante fijarnos en las políticas migratorias de los Estados Unidos y en dos datos apabullantes: lo que se vive ahora ha sido siempre así, desde la “immigratio bill” de Bill Clinton (sí, de izquierda). Y empeoró con Barack Obama (sí, de izquierda), estadísticamente el presidente cuyo gobierno ha deportado más migrantes en la historia de los Estados Unidos.
En la otra esquina, nos encontramos a Donald Trump, que no ha hecho el más mínimo esfuerzo por cambiar -para bien-  una política migratoria nefasta que él no creó.
De esto resulta una conclusión devastadora: si la política migratoria no ha cambiado, es porque Estados Unidos no ha querido.
¿Será la movilización civil liderada por celebridades la ocasión propicia para demostrar lo contrario? Esperemos que sí.
En todo caso, hemos de aceptar una realidad ineludible: no podemos exigir de un país ajeno al nuestro el acogimiento de personas que nosotros mismos no fuimos capaces de hacer florecer. Es cuestión nuestra permitir las condiciones de desarrollo que impidan que alguien tenga que irse por extrema necesidad y sufra el calvario que las condiciones jurídico-políticas de hoy imponen. Y la hiperregulación, corrupción, clientelismo político y economía mercantilista son las cuestiones primordiales que evitan la creación de empleo y el desarrollo de los ciudadanos.
Así pues, no está Trump, a quien señalamos con el dedo, la solución más importante. Claro que el Gobierno debe ser capaz de negociar un trato más humano para nuestros connacionales (hey, Estados Unidos, ¿ya olvidaron el favorcito de la Embajada de Jerusalén?), pero está sobre todo en el dedo con el que lo señalamos.
¿Vos sos también parte del cambio positivo o te quedás en la discordia antitrumpista?
República es ajena a la opinión expresada en este artículo

¿Qué onda con las políticas migratorias?

Redacción
23 de junio, 2018
Estos últimos días han sido de aquellos en los que uno no sabe si reír o llorar. Llorar, seguramente, es lo políticamente correcto, pero varias risotadas se me han salido cuando leo comentarios de medios de comunicación, personalidades y simples mortales (como yo) al comentar sobre la situación actual de los migrantes. Si no creyera tan fuerte en la libertad de expresión, seguramente abogaría por una ley que nos obligara a todos a informarnos antes de comentar.
Pero como es precisamente la libertad de expresión lo que nos acerca al conocimiento y a las discusiones razonadas, este es mi aporte, esta vez un poco más allá del límite políticamente correcto, sobre las políticas migratorias, la situación de los migrantes y el gobierno que tenemos.
En primer lugar, resalta la lluvia de comentarios negativos que ha recibido el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, por el trato hacia los migrantes y las deportaciones de aquellos que permanecen de forma ilegal. Incluso la revista Time publicó una portada donde se encuentra el presidente y una niña migrante que llora (y que, oh sorpresa, resultó no haber sido separada de sus padres, que era lo que Time “denunciaba”).
En ese tenor, es importante fijarnos en las políticas migratorias de los Estados Unidos y en dos datos apabullantes: lo que se vive ahora ha sido siempre así, desde la “immigratio bill” de Bill Clinton (sí, de izquierda). Y empeoró con Barack Obama (sí, de izquierda), estadísticamente el presidente cuyo gobierno ha deportado más migrantes en la historia de los Estados Unidos.
En la otra esquina, nos encontramos a Donald Trump, que no ha hecho el más mínimo esfuerzo por cambiar -para bien-  una política migratoria nefasta que él no creó.
De esto resulta una conclusión devastadora: si la política migratoria no ha cambiado, es porque Estados Unidos no ha querido.
¿Será la movilización civil liderada por celebridades la ocasión propicia para demostrar lo contrario? Esperemos que sí.
En todo caso, hemos de aceptar una realidad ineludible: no podemos exigir de un país ajeno al nuestro el acogimiento de personas que nosotros mismos no fuimos capaces de hacer florecer. Es cuestión nuestra permitir las condiciones de desarrollo que impidan que alguien tenga que irse por extrema necesidad y sufra el calvario que las condiciones jurídico-políticas de hoy imponen. Y la hiperregulación, corrupción, clientelismo político y economía mercantilista son las cuestiones primordiales que evitan la creación de empleo y el desarrollo de los ciudadanos.
Así pues, no está Trump, a quien señalamos con el dedo, la solución más importante. Claro que el Gobierno debe ser capaz de negociar un trato más humano para nuestros connacionales (hey, Estados Unidos, ¿ya olvidaron el favorcito de la Embajada de Jerusalén?), pero está sobre todo en el dedo con el que lo señalamos.
¿Vos sos también parte del cambio positivo o te quedás en la discordia antitrumpista?
República es ajena a la opinión expresada en este artículo