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Me gustaría ser como Ronnie James Dio

Luis Gonzalez
24 de junio, 2018

ME GUSTARÍA SER COMO Ronnie James Dio, ESTE ES EL TEMA DE HOY EN EL BLOG DE HISTORIAS URBANAS DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Aparte de su trabajo al frente de Rainbow, Black Sabbath y Heaven and Hell, el cantante Ronnie James Dio permanece en la memoria de sus seguidores por su cortesía y caballerosidad.

No se encerraba en su camerino o se ocultaba tras guardaespaldas del tamaño del monte Kilimanjaro: compartía el tiempo que fuera necesario con cada admirador. Compran los discos, van a los conciertos, esperan horas por un autógrafo o una fotografía con el músico al que veneran: es justo compensarles. Se cuenta que recordaba el nombre completo de cada persona, además del lugar donde se conocieron, así se vieran cinco o diez años después.

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En entrevista en el programa That Metal Show, dirigido por Eddie Trunk, Don Jamieson y Jim Florentine, explicó que su afabilidad nació al observar el comportamiento de Ritchie Blackmore, guitarrista fundador de Rainbow.

“Ritchie no es una persona amigable, pero está en su derecho de hacer lo que quiere: es un genio, tiene su carácter y no tengo problema con eso”, comentó.

“Pero yo me fijaba en la gente, que solo estaba ahí por él. Yo era el recién llegado y ni tenían la menor idea de quién soy, pero Ritchie era la estrella y podíamos ver lo que hacía. Todos iban detrás de él, pidiéndole su firma, sin que les hiciera caso. Yo no podía aceptar la decepción que sufrían estos muchachos porque venían a vernos y no había razón por la que no pudiéramos complacerlos”.

“Es importante que seás una persona normal”, prosiguió. “No me considero alguien especial. Quizá cante mejor que cierta gente, pero no nos hace nadie que podamos rechazar a los demás”. Su comportamiento lo demuestra la anécdota que días atrás me refrescó el historiador Mario Castañeda.

Dio se presentó en San José de Costa Rica el 22 de julio de 2006. Su única visita a territorio centroamericano atrajo a público de otros países del Istmo, incluidos a varios salvadoreños que sobrevivieron a un asalto a medio viaje.

Al no tener dinero, se quedaron a dormir en uno de los parques del centro de San José. Y al otro día, el corazón les latió apresurado, la boca se les secó y las piernas flaquearon: Dio paseaba en ese mismo parque, acompañado por otra persona que pudo ser alguno de sus músicos o de los organizadores del concierto.

No podían desaprovechar la ocasión y lo fueron a saludar. Dio los recibió cordial, se interesó por su aventura y se conmovió ante las penas que pasaron para verlo en concierto. Platicaron cerca de treinta minutos; me atrevo a suponer que los tuvo presentes al conversar con fans que sufrieron idéntica experiencia.

Me gustaría tener la memoria y el trato de Ronnie James Dio. No lo oculto: he pasado meses, incluso años, sin animarme a preguntar por el nombre del custodio, la secretaria o el compañero de trabajo que tengo al lado.

Ya pasé por el juego de adivinanzas donde me encuentro con personas de las que guardo un recuerdo muy vago y ellas, a su vez, saben cuándo me conocieron.

Mantener distancia de las personas es grave para quien se dedique a escribir y comunicar: se pierde el contacto con la parte vital de todo material literario y periodístico, el sentido de la observación se atrofia y se pueden emitir juicios precipitados, basados en meras apariencias en lugar de acercarse, platicar y darle su tiempo al interlocutor.

El tiempo que Dio nunca regateó a quien lo esperó a la salida del concierto.

Me gustaría ser como Ronnie James Dio

Luis Gonzalez
24 de junio, 2018

ME GUSTARÍA SER COMO Ronnie James Dio, ESTE ES EL TEMA DE HOY EN EL BLOG DE HISTORIAS URBANAS DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Aparte de su trabajo al frente de Rainbow, Black Sabbath y Heaven and Hell, el cantante Ronnie James Dio permanece en la memoria de sus seguidores por su cortesía y caballerosidad.

No se encerraba en su camerino o se ocultaba tras guardaespaldas del tamaño del monte Kilimanjaro: compartía el tiempo que fuera necesario con cada admirador. Compran los discos, van a los conciertos, esperan horas por un autógrafo o una fotografía con el músico al que veneran: es justo compensarles. Se cuenta que recordaba el nombre completo de cada persona, además del lugar donde se conocieron, así se vieran cinco o diez años después.

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En entrevista en el programa That Metal Show, dirigido por Eddie Trunk, Don Jamieson y Jim Florentine, explicó que su afabilidad nació al observar el comportamiento de Ritchie Blackmore, guitarrista fundador de Rainbow.

“Ritchie no es una persona amigable, pero está en su derecho de hacer lo que quiere: es un genio, tiene su carácter y no tengo problema con eso”, comentó.

“Pero yo me fijaba en la gente, que solo estaba ahí por él. Yo era el recién llegado y ni tenían la menor idea de quién soy, pero Ritchie era la estrella y podíamos ver lo que hacía. Todos iban detrás de él, pidiéndole su firma, sin que les hiciera caso. Yo no podía aceptar la decepción que sufrían estos muchachos porque venían a vernos y no había razón por la que no pudiéramos complacerlos”.

“Es importante que seás una persona normal”, prosiguió. “No me considero alguien especial. Quizá cante mejor que cierta gente, pero no nos hace nadie que podamos rechazar a los demás”. Su comportamiento lo demuestra la anécdota que días atrás me refrescó el historiador Mario Castañeda.

Dio se presentó en San José de Costa Rica el 22 de julio de 2006. Su única visita a territorio centroamericano atrajo a público de otros países del Istmo, incluidos a varios salvadoreños que sobrevivieron a un asalto a medio viaje.

Al no tener dinero, se quedaron a dormir en uno de los parques del centro de San José. Y al otro día, el corazón les latió apresurado, la boca se les secó y las piernas flaquearon: Dio paseaba en ese mismo parque, acompañado por otra persona que pudo ser alguno de sus músicos o de los organizadores del concierto.

No podían desaprovechar la ocasión y lo fueron a saludar. Dio los recibió cordial, se interesó por su aventura y se conmovió ante las penas que pasaron para verlo en concierto. Platicaron cerca de treinta minutos; me atrevo a suponer que los tuvo presentes al conversar con fans que sufrieron idéntica experiencia.

Me gustaría tener la memoria y el trato de Ronnie James Dio. No lo oculto: he pasado meses, incluso años, sin animarme a preguntar por el nombre del custodio, la secretaria o el compañero de trabajo que tengo al lado.

Ya pasé por el juego de adivinanzas donde me encuentro con personas de las que guardo un recuerdo muy vago y ellas, a su vez, saben cuándo me conocieron.

Mantener distancia de las personas es grave para quien se dedique a escribir y comunicar: se pierde el contacto con la parte vital de todo material literario y periodístico, el sentido de la observación se atrofia y se pueden emitir juicios precipitados, basados en meras apariencias en lugar de acercarse, platicar y darle su tiempo al interlocutor.

El tiempo que Dio nunca regateó a quien lo esperó a la salida del concierto.