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Vigilando la vida cotidiana

Redacción
25 de junio, 2018

La telemática y sus redes han invadido la vida social. Un acontecimiento antes aislado se convierte instantáneamente en viral recorriendo el planeta en fracción de segundos. Esto ha obligado a uniformar filogenéticamente el comportamiento humano. Guatemala, a finales del siglo XX, era heredera de una conmoción causada por el conflicto armado interno y sus tres primaveras democráticas que no fueron otra cosa que esos destellos de luz que en realidad es una experiencia moribunda.

Por múltiples razones, lo que antes era vida humana en Guatemala fue convertido unidimensionalmente en una respuesta mediática a mecanismos de control diseñados durante la guerra y que ahora convierten cada rincón de Guatemala en un nicho concentrado, vigilado cuya domesticación ha sido fundamentado en reglas y normas que las personas reconocen como una clara imposición de lo global en lo local.

Sin embargo, en Guatemala existe una minoría selecta que no necesita ser vigilada porque utilizando una falsa filantropía han disfrazado de civismo verdaderos crímenes de lesa humanidad que destruyen onto genéticamente cualquier posibilidad de reacción. Escondidos en el anonimato de su acción se esconden verdaderos “leiv motive” de poderes que surgen de la podredumbre de los hoyos de estiércol que dejó en el país los colaboradores eficaces de los destructores del Estado nación guatemalteca.

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Mintiendo una y otra vez han logrado que su demagogia surta efectos en lo cotidiano y destruya a las personas en cuya exasperación han sido marginados a tal punto de convertirlos en el lumpen de la vida social. Han aprendido a jugar el juego de dictador al aparecer como víctimas y no como victimarios de un distanciamiento social creado artificialmente por la enorme profusión de recursos telemáticos que destruyen inmediatamente la dignidad de la persona humana.

La enorme estafa que la vigilancia social ha contribuido a una sociedad honesta y menos permisiva a los actos deshonestos o que los mecanismos tales como tolerancia cero nos han humanizado surge a borbotones y daña a la fragilidad de la familia guatemalteca con un gobierno totalmente ciego a la injusticia y el oprobio.

El miedo que quienes dirigen tienen a que les quiten las jugosas prebendas de que gozan los ha convertido en lacayos de la mediocridad que se reflejan en conductas autodestructivas en una falsa lucha contra la impunidad. La función de policía suprema que lo global ha ejercido en lo local viene fundamentado en privilegiar a pocos para crear la zozobra de que el Leviatán está siendo domesticado.

Guatemala es un país, cuyo apelativo “de la eterna primavera” debe ser conservado. No apelativos de ser una aldea estratégica global o un ejemplo de tierra arrasada, utilizando la terminología que según Jung permanece en la vida cotidiana.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Vigilando la vida cotidiana

Redacción
25 de junio, 2018

La telemática y sus redes han invadido la vida social. Un acontecimiento antes aislado se convierte instantáneamente en viral recorriendo el planeta en fracción de segundos. Esto ha obligado a uniformar filogenéticamente el comportamiento humano. Guatemala, a finales del siglo XX, era heredera de una conmoción causada por el conflicto armado interno y sus tres primaveras democráticas que no fueron otra cosa que esos destellos de luz que en realidad es una experiencia moribunda.

Por múltiples razones, lo que antes era vida humana en Guatemala fue convertido unidimensionalmente en una respuesta mediática a mecanismos de control diseñados durante la guerra y que ahora convierten cada rincón de Guatemala en un nicho concentrado, vigilado cuya domesticación ha sido fundamentado en reglas y normas que las personas reconocen como una clara imposición de lo global en lo local.

Sin embargo, en Guatemala existe una minoría selecta que no necesita ser vigilada porque utilizando una falsa filantropía han disfrazado de civismo verdaderos crímenes de lesa humanidad que destruyen onto genéticamente cualquier posibilidad de reacción. Escondidos en el anonimato de su acción se esconden verdaderos “leiv motive” de poderes que surgen de la podredumbre de los hoyos de estiércol que dejó en el país los colaboradores eficaces de los destructores del Estado nación guatemalteca.

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Mintiendo una y otra vez han logrado que su demagogia surta efectos en lo cotidiano y destruya a las personas en cuya exasperación han sido marginados a tal punto de convertirlos en el lumpen de la vida social. Han aprendido a jugar el juego de dictador al aparecer como víctimas y no como victimarios de un distanciamiento social creado artificialmente por la enorme profusión de recursos telemáticos que destruyen inmediatamente la dignidad de la persona humana.

La enorme estafa que la vigilancia social ha contribuido a una sociedad honesta y menos permisiva a los actos deshonestos o que los mecanismos tales como tolerancia cero nos han humanizado surge a borbotones y daña a la fragilidad de la familia guatemalteca con un gobierno totalmente ciego a la injusticia y el oprobio.

El miedo que quienes dirigen tienen a que les quiten las jugosas prebendas de que gozan los ha convertido en lacayos de la mediocridad que se reflejan en conductas autodestructivas en una falsa lucha contra la impunidad. La función de policía suprema que lo global ha ejercido en lo local viene fundamentado en privilegiar a pocos para crear la zozobra de que el Leviatán está siendo domesticado.

Guatemala es un país, cuyo apelativo “de la eterna primavera” debe ser conservado. No apelativos de ser una aldea estratégica global o un ejemplo de tierra arrasada, utilizando la terminología que según Jung permanece en la vida cotidiana.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo