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La independencia y la criminalización de las pajillas

Carolina Castellanos
14 de septiembre, 2018

Estamos celebrando 197 años de vida independiente.  Claro está, eso de independencia es relativo pues ningún país es totalmente independiente de muchos otros.  Dependemos en cuanto a nuestras relaciones comerciales, diplomáticas, monetarias y muchas más.  Sí nos emancipamos de la Corona Española hace 197 años y hemos sido soberanos desde entonces.  En estos últimos tres años hemos tenido a un extranjero queriendo dictar las reglas, especialmente en materia judicial.  El gobierno central, en defensa de esta soberanía que ahora celebramos, puso fin a esta injerencia.

Es alegre ver que los vendedores en las calles, principalmente en los semáforos, dejan los juguetes, los globos y cuanta cosa ofrecen, y prácticamente todos venden ahora banderas de Guatemala.  Las vemos en los carros, en edificios, principalmente los públicos, en casas y hasta en pañuelos para perros.  El nacionalismo se despierta en todos y queremos mostrarlo luciendo nuestra bandera.

También disfrutaremos de los desfiles del 15 de septiembre en la gran mayoría de cabeceras departamentales y en otros municipios.  También están las marchas con las antorchas que, a mi criterio, no las disfrutamos para nada pues ocasionan un caos vial inmanejable, además de poner en riesgo la seguridad de los niños.

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¿Qué tienen que ver las pajillas en todo esto? Ahora resulta que las pajillas son grandes contaminantes del ambiente.  De un día para el otro, se volvieron la causa más terrible de muerte de especies marinas y de contaminación de los mares, ríos, lagos, etc.  Les ha “entrado” a muchos (a mí no), la conciencia ambiental y deciden no usar pajillas.  Algunos restaurantes se han unido a esta criminalización de las pobres pajillas y las han prohibido en sus establecimientos.  Peor aún, varios municipios han prohibido el uso de pajillas y otros productos plásticos violando la libertad de comercialización garantizada en la Constitución.

Parece que todo esto es un nacionalismo puro, pues cada vez que se rechaza el uso de las pajillas, quienes lo hacen creen estar contribuyendo a una Guatemala menos contaminada.  Nada más lejos de la realidad.

¿Qué realmente es nacionalismo? Empieza por defender al país de intromisiones extranjeras, de fallos ilegales emitidos por la Corte de Constitucionalidad, de decisiones nefastas como la de Minera San Rafael, de abusos de los jueces, del desastre de sistema de salud que deja a millones de guatemaltecos sin acceso a aliviar el más mínimo padecimiento.  También incluye cumplir con lo que nos corresponde, como pagar impuestos, respetar las leyes, incluyendo las de tránsito, como no bloquear las intersecciones ni parar a la orilla de cualquier calle, sin importar la interrupción del tráfico, porque tenemos un “nuestro mandado” que hacer.

También nos corresponde denunciar todo lo que veamos incorrecto, como cobros ilegales para que agilicen un trámite, no contribuir a la corrupción pagando mordidas, no estar buscando favores para ganarse un contrato, etc.  La marcha por la vida es un gran ejemplo, pues nos opusimos rotundamente a una nefasta ley que legalizaba el aborto e introducía la ideología de género. Esta masiva oposición es nacionalismo puro, en defensa de nuestros valores morales.

Y por supuesto, nos corresponde también reciclar la basura, empezando por el plástico.  En vez de tirarlo a la basura, a la calle, a los ríos, lagos, mares, laderas, etc., lo damos a empresas que lo reciclan.  Los mismos restaurantes que ahora prohíben el uso de pajillas, podrían implementar un sistema para depositarlas en recipientes específicos y luego entregarlas a alguna recicladora.  En vez de criminalizarlas y coartarnos la libertad de usarlas, contribuyen a la solución definitiva del problema.

No usar pajillas es una forma de “limpiar la conciencia”.  Igual lo es decorar el carro o la casa con una bandera, salir a marchar y cualquier otra actividad de corto plazo.  Esto está bien, no lo rechazo ni lo “criminalizo”.  Simplemente son actos que no contribuyen a la construcción de un país más  ordenado, menos violento y donde se respete la vida, la propiedad y la libertad de todos.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

La independencia y la criminalización de las pajillas

Carolina Castellanos
14 de septiembre, 2018

Estamos celebrando 197 años de vida independiente.  Claro está, eso de independencia es relativo pues ningún país es totalmente independiente de muchos otros.  Dependemos en cuanto a nuestras relaciones comerciales, diplomáticas, monetarias y muchas más.  Sí nos emancipamos de la Corona Española hace 197 años y hemos sido soberanos desde entonces.  En estos últimos tres años hemos tenido a un extranjero queriendo dictar las reglas, especialmente en materia judicial.  El gobierno central, en defensa de esta soberanía que ahora celebramos, puso fin a esta injerencia.

Es alegre ver que los vendedores en las calles, principalmente en los semáforos, dejan los juguetes, los globos y cuanta cosa ofrecen, y prácticamente todos venden ahora banderas de Guatemala.  Las vemos en los carros, en edificios, principalmente los públicos, en casas y hasta en pañuelos para perros.  El nacionalismo se despierta en todos y queremos mostrarlo luciendo nuestra bandera.

También disfrutaremos de los desfiles del 15 de septiembre en la gran mayoría de cabeceras departamentales y en otros municipios.  También están las marchas con las antorchas que, a mi criterio, no las disfrutamos para nada pues ocasionan un caos vial inmanejable, además de poner en riesgo la seguridad de los niños.

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¿Qué tienen que ver las pajillas en todo esto? Ahora resulta que las pajillas son grandes contaminantes del ambiente.  De un día para el otro, se volvieron la causa más terrible de muerte de especies marinas y de contaminación de los mares, ríos, lagos, etc.  Les ha “entrado” a muchos (a mí no), la conciencia ambiental y deciden no usar pajillas.  Algunos restaurantes se han unido a esta criminalización de las pobres pajillas y las han prohibido en sus establecimientos.  Peor aún, varios municipios han prohibido el uso de pajillas y otros productos plásticos violando la libertad de comercialización garantizada en la Constitución.

Parece que todo esto es un nacionalismo puro, pues cada vez que se rechaza el uso de las pajillas, quienes lo hacen creen estar contribuyendo a una Guatemala menos contaminada.  Nada más lejos de la realidad.

¿Qué realmente es nacionalismo? Empieza por defender al país de intromisiones extranjeras, de fallos ilegales emitidos por la Corte de Constitucionalidad, de decisiones nefastas como la de Minera San Rafael, de abusos de los jueces, del desastre de sistema de salud que deja a millones de guatemaltecos sin acceso a aliviar el más mínimo padecimiento.  También incluye cumplir con lo que nos corresponde, como pagar impuestos, respetar las leyes, incluyendo las de tránsito, como no bloquear las intersecciones ni parar a la orilla de cualquier calle, sin importar la interrupción del tráfico, porque tenemos un “nuestro mandado” que hacer.

También nos corresponde denunciar todo lo que veamos incorrecto, como cobros ilegales para que agilicen un trámite, no contribuir a la corrupción pagando mordidas, no estar buscando favores para ganarse un contrato, etc.  La marcha por la vida es un gran ejemplo, pues nos opusimos rotundamente a una nefasta ley que legalizaba el aborto e introducía la ideología de género. Esta masiva oposición es nacionalismo puro, en defensa de nuestros valores morales.

Y por supuesto, nos corresponde también reciclar la basura, empezando por el plástico.  En vez de tirarlo a la basura, a la calle, a los ríos, lagos, mares, laderas, etc., lo damos a empresas que lo reciclan.  Los mismos restaurantes que ahora prohíben el uso de pajillas, podrían implementar un sistema para depositarlas en recipientes específicos y luego entregarlas a alguna recicladora.  En vez de criminalizarlas y coartarnos la libertad de usarlas, contribuyen a la solución definitiva del problema.

No usar pajillas es una forma de “limpiar la conciencia”.  Igual lo es decorar el carro o la casa con una bandera, salir a marchar y cualquier otra actividad de corto plazo.  Esto está bien, no lo rechazo ni lo “criminalizo”.  Simplemente son actos que no contribuyen a la construcción de un país más  ordenado, menos violento y donde se respete la vida, la propiedad y la libertad de todos.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo