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Los extras

Luis Gonzalez
15 de septiembre, 2018

los extras ESTE ES EL TEMA EN EL BLOG DE HISTORIAS URBANAS DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Ahora me dio por correr las maratones Netflix. Son el equivalente de las ocho horas diarias sentado frente a la computadora o parado ante el mostrador de la tienda. Empecé con las dos temporadas de Luke Cage, que retratan al barrio neoyorquino de Harlem desde el poder y las preocupaciones de su personaje central. Tras una semana de pausa, tampoco conviene saturarse, reanudé las pruebas con Punisher.

Aparte de los protagonistas, sus dramas y conflictos, me fijé en los extras. Aparecen por parejas, decenas e incluso centenas según lo demande la escena. Comen, beben, camina, toman el taxi y esperan a que el semáforo se ponga en rojo para atravesar la calle. A veces se rozan en los elevadores, se topan al doblar la esquina y tras mascullar alguna maldición siguen su camino, de vuelta a sus pensamientos y al camino que seguían.

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En ocasiones los vemos compartiendo una cerveza o un trago de whisky en bares pequeños, donde se puede conversar sin la molesta interrupción del equipo de sonido a todo volumen. También desayunan en esas largas cafeterías donde se sirven huevos revueltos con tocino, rociados con varias rondas de café. La cámara no los pierde de vista. Siempre los tiene en cuenta aunque se detenga en la estrella principal. Y se incorporan a la historia cuando una explosión, un tiroteo o una lucha cuerpo a cuerpo irrumpe, con todo y vidrios quebrados, dentro del cuadro.

Sin proponérselo, decenas de personas figuran cada día como extras en las fotografías los periódicos. Los vemos cerca de la cinta amarilla que resguarda la escena del crimen. También cuando ven pasar la manifestación que se dirige hacia el congreso o el palacio nacional, parados en una esquina, sin sumarse.

A veces pasan por ahí cerca, en su moto, o en su carro, y el día después más de algún conocido les dice “te vi en la prensa” o “saliste en el diario”. Corren a buscarlo y ahí están, se reconocen, notan la ropa que llevaban puesta, fijados para la posteridad en archivos digitales y la Hemeroteca Nacional.

La Historia, con letra inicial mayúscula, apenas se centra en los extras. Y debiera hacerlo. Le sobra espacio para los que dirigen batallas, planean golpes de Estado y pronuncian discursos grandilocuentes. Le falta para quienes pasaban por ahí, de pura casualidad, y quedaron atrapados en las explosiones, los tiroteos y las peleas de eso que llaman la vida real.

Los extras

Luis Gonzalez
15 de septiembre, 2018

los extras ESTE ES EL TEMA EN EL BLOG DE HISTORIAS URBANAS DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Ahora me dio por correr las maratones Netflix. Son el equivalente de las ocho horas diarias sentado frente a la computadora o parado ante el mostrador de la tienda. Empecé con las dos temporadas de Luke Cage, que retratan al barrio neoyorquino de Harlem desde el poder y las preocupaciones de su personaje central. Tras una semana de pausa, tampoco conviene saturarse, reanudé las pruebas con Punisher.

Aparte de los protagonistas, sus dramas y conflictos, me fijé en los extras. Aparecen por parejas, decenas e incluso centenas según lo demande la escena. Comen, beben, camina, toman el taxi y esperan a que el semáforo se ponga en rojo para atravesar la calle. A veces se rozan en los elevadores, se topan al doblar la esquina y tras mascullar alguna maldición siguen su camino, de vuelta a sus pensamientos y al camino que seguían.

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En ocasiones los vemos compartiendo una cerveza o un trago de whisky en bares pequeños, donde se puede conversar sin la molesta interrupción del equipo de sonido a todo volumen. También desayunan en esas largas cafeterías donde se sirven huevos revueltos con tocino, rociados con varias rondas de café. La cámara no los pierde de vista. Siempre los tiene en cuenta aunque se detenga en la estrella principal. Y se incorporan a la historia cuando una explosión, un tiroteo o una lucha cuerpo a cuerpo irrumpe, con todo y vidrios quebrados, dentro del cuadro.

Sin proponérselo, decenas de personas figuran cada día como extras en las fotografías los periódicos. Los vemos cerca de la cinta amarilla que resguarda la escena del crimen. También cuando ven pasar la manifestación que se dirige hacia el congreso o el palacio nacional, parados en una esquina, sin sumarse.

A veces pasan por ahí cerca, en su moto, o en su carro, y el día después más de algún conocido les dice “te vi en la prensa” o “saliste en el diario”. Corren a buscarlo y ahí están, se reconocen, notan la ropa que llevaban puesta, fijados para la posteridad en archivos digitales y la Hemeroteca Nacional.

La Historia, con letra inicial mayúscula, apenas se centra en los extras. Y debiera hacerlo. Le sobra espacio para los que dirigen batallas, planean golpes de Estado y pronuncian discursos grandilocuentes. Le falta para quienes pasaban por ahí, de pura casualidad, y quedaron atrapados en las explosiones, los tiroteos y las peleas de eso que llaman la vida real.