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El método literario de Ayn Rand, 18a Parte

Warren Orbaugh
24 de octubre, 2018

En mi entrega anterior vimos a los villanos James Taggart y Lilian Rearden, ambos prototipos del ‘hombre esclavo’ de Nietzsche: humanos débiles, enfermizos, y resentidos, con un enconado odio a la vida generado por la sensación de impotencia ante una realidad amenazadora e irresistible; su resentimiento, traducido en envidia, los motiva a destruir a aquellos humanos superiores que no sufren como ellos; tratan de traer a todo aquel que es superior, a su nivel de mediocridad, mediante la moral del esclavo o moral del rebaño, moral de negación del ego humano.

La descripción de James previo a su encuentro con Lilian, después de ambos abandonaran la fiesta del señor Gonzales, retrata este afán de destruir:

“Notó un jarrón de vidrio veneciano –un pieza de museo, de varios siglos de antigüedad, con un intrincado sistema de arterias azules y doradas enredándose a lo largo del cuerpo transparente. Lo tomó y lanzó contra la pared; éste estalló en una lluvia de vidrios tan delgados cual bombilla hecha añicos.

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Había comprado ese jarrón por la satisfacción de pensar en todos aquellos conocedores que no podían pagarlo. Ahora experimentaba la satisfacción de una venganza sobre aquellos que durante siglos lo habían valorado –y la satisfacción de pensar que había millones de familias desesperadas, de las cuales cualquiera habría podido vivir por un año con lo pagado por ese jarrón.”

[Ayn Rand. Atlas Shrugged. Signet, New York, 821].

Al reunirse con Lilian, descubre que ella pretende que la ayude a evitar su divorcio de Hank para interrumpir su intento de destruirlo:

“« ¡No quiero que se divorcie de mí!» Fue un grito súbito. « ¡No quiero dejarlo ir! ¡No lo permitiré! ¡No dejaré que toda mi vida sea un fracaso total!» Paró abruptamente, como si hubiera admitido demasiado.”

[Ayn Rand. Atlas Shrugged. Signet, New York, 824].

Luego al comentar el propósito de la reunión con Rodrigo Gonzales, James descubre que ante Lilian está con su alma gemela:

“« ¿Bueno, sabes cuál era el propósito real de esa basura de cocktail orquestado por el Señor Gonzales esta noche? Fue para celebrar el acuerdo para nacionalizar d´Anconia Copper en más o menos un mes.»

Ella lo contempló por un momento, las comisuras de su labios subiendo lentamente en una sonrisa. « ¿Él [Antonio] era tu amigo, no es así?»

Su voz tenía un tono que él nunca se había ganado antes, el tono de una emoción que había conseguido de las personas sólo por medio del fraude, que ahora, por primera vez le era concedida con total conocimiento de la real y actual naturaleza de su hazaña: un tono de admiración.

Súbitamente, supo que este era el fin de sus incasables horas, este era el placer que quería encontrar con desesperación, este era la celebración que había querido.

«Tomemos un trago, Lil,» dijo.”

[Ayn Rand. Atlas Shrugged. Signet, New York, 826].

Ambos se sienten más unidos cuando hablan sobre Hank, revelando su verdadero odio a quien es superior por el mero hecho de serlo:

“«Me gustaría verlo derrotado,» dijo él, «Me gustaría oírlo gritar de dolor, sólo una vez.»

«No lo verás, Jimmy.»

« ¿Por qué piensa que es mejor que el resto de nosotros –él y esa hermana mía?»

Ella soltó una risita.

Él se levantó como si ella lo hubiese abofeteado. Fue al bar y se sirvió otro trago, sin ofrecer llenar su vaso de nuevo.

Ella hablaba al espacio, mirando fijamente más allá de él. «El no notó mi existencia –aun cuando yo no puedo colocar rieles para él y erigir puentes para la gloria de su Metal. Yo no puedo construir sus hornos –pero puedo destruirlos. No puedo producir su Metal –pero puedo quitárselo. No puedo hacer que los hombres caigan de rodillas en admiración –pero puedo hacer que caigan de rodillas.»”

[Ayn Rand. Atlas Shrugged. Signet, New York, 827].

La historia del otro infame importante en la novela, el doctor Robert Stadler, cuyo nombre significa famoso por su brillantez, y cuyo apellido hace alusión a su visión estatista que lo convierte en villano, es una magistral descripción de las consecuencias de corromperse por rendirse ante la tentación. Cuando aparece por primera vez, es un científico de mente brillante, que ha comprometido sus valores con el Estado a cambio de dinero para continuar sus investigaciones. Este primer pecado lo conduce inexorablemente a una serie de dilemas éticos, y cada fracaso en rescatar sus valores, lo hunde más y más profundamente en el pantano.

Su primera crisis se da cuando en nombre del Instituto Estatal de Ciencia, Ferris ataca el Metal Rearden mediante un informe falso, y a pesar de que Stadler lo sabe, no lo contradice por miedo a ver reducido el fondo destinado al Instituto. La segunda, cuando Floyd Ferris ataca, en forma explícita, a la ciencia y la razón usando el nombre de Stadler. En esta ocasión si protesta, pero no públicamente. Luego Ferris, usando los descubrimientos de Stadler, crea el Proyecto X –un arma terrorífica. Bajo el decreto 10-289, cuyas consecuencias por rebelión son más serias, Stadler encara la vergüenza y la amenaza de que lo empujen a morir de hambre. Bajo compulsión se ve obligado a alabar a sus torturadores y elogiarlos por la perversión del conocimiento por él creado. Ya en el final de la novela, Stadler ha sucumbido totalmente a la corrupción, y su última acción en la vida es una indigna refriega con un criminal borracho –Cuffy Meigs– por tener el arma asesina que antes había despreciado.

El resto de personajes que conforman la galería de villanos de la “Rebelión de Atlas”, aunque descritos con pocas pinceladas, son usados para enfatizar algún punto importante. Sus nombres apropiadamente bellos en su descripción de cada personaje muestran el ingenio de Rand: Wesley Mouch –onomatopeya para ‘ouch’, sonido que uno emite al ser golpeado– es un fracasado en el sector privado y un éxito en Washington. Es contratado por Rearden como cabildero, y lo traiciona a cambio de un puesto mejor con la Oficina de Planeación Económica y de Recursos Naturales –ouch.

Cuffy Meigs, cuyo nombre hace alusión a abofetear y cuyo apellido al síndrome de Meigs –un tumor en los ovarios– es el Director de Unificación bajo el Plan de Unificación de los Trenes. Es un matón supersticioso y anti-intelectual. Cuando colapsa la economía, toma el control del arma del gobierno, ‘Proyecto X’, para establecerse como dictador local. Muere ebrio abofeteando al doctor Stadler.

Tinky Holloway –‘jugador de camino vacío’ – es un influyente burócrata de Washington aliado de Orren Boyle y Wesley Mouch.

El quejoso Lee Hunsaker –‘huno saqueador’– expresidente de Amalgamated Service Corporation es quien tuvo éxito en saquear a Midas Mulligan mediante una demanda por no concederle un préstamo.

La colectivista obesa, sucia y mística Ivy Starnes –‘hiedra de las estrellas’– quien fuera Directora de Distribución de la Twentieth Century Motor Company, le echa la culpa de su fracaso a la naturaleza humana y busca solaz en los cultos místicos de Oriente que desprecian este mundo físico y prometen la felicidad en mundos ultraterrenos.

El “Jefe de Estado” Mr. Thompson, un gánster pragmático que cree que todos tienen un precio, y que trata, sin éxito, de contratar a Galt para que sea el “dictador económico”, tiene como apellido el nombre de la ametralladora que los matones de Chicago hicieran famosa. Y así muchos otros. Sin embargo no hay que pensar que Rand sostiene la idea del determinismo moral, pues otro de sus villanos, el “Wet Nurse”, demuestra que es posible cambiar y abandonar el mal camino.

Continuará.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

El método literario de Ayn Rand, 18a Parte

Warren Orbaugh
24 de octubre, 2018

En mi entrega anterior vimos a los villanos James Taggart y Lilian Rearden, ambos prototipos del ‘hombre esclavo’ de Nietzsche: humanos débiles, enfermizos, y resentidos, con un enconado odio a la vida generado por la sensación de impotencia ante una realidad amenazadora e irresistible; su resentimiento, traducido en envidia, los motiva a destruir a aquellos humanos superiores que no sufren como ellos; tratan de traer a todo aquel que es superior, a su nivel de mediocridad, mediante la moral del esclavo o moral del rebaño, moral de negación del ego humano.

La descripción de James previo a su encuentro con Lilian, después de ambos abandonaran la fiesta del señor Gonzales, retrata este afán de destruir:

“Notó un jarrón de vidrio veneciano –un pieza de museo, de varios siglos de antigüedad, con un intrincado sistema de arterias azules y doradas enredándose a lo largo del cuerpo transparente. Lo tomó y lanzó contra la pared; éste estalló en una lluvia de vidrios tan delgados cual bombilla hecha añicos.

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Había comprado ese jarrón por la satisfacción de pensar en todos aquellos conocedores que no podían pagarlo. Ahora experimentaba la satisfacción de una venganza sobre aquellos que durante siglos lo habían valorado –y la satisfacción de pensar que había millones de familias desesperadas, de las cuales cualquiera habría podido vivir por un año con lo pagado por ese jarrón.”

[Ayn Rand. Atlas Shrugged. Signet, New York, 821].

Al reunirse con Lilian, descubre que ella pretende que la ayude a evitar su divorcio de Hank para interrumpir su intento de destruirlo:

“« ¡No quiero que se divorcie de mí!» Fue un grito súbito. « ¡No quiero dejarlo ir! ¡No lo permitiré! ¡No dejaré que toda mi vida sea un fracaso total!» Paró abruptamente, como si hubiera admitido demasiado.”

[Ayn Rand. Atlas Shrugged. Signet, New York, 824].

Luego al comentar el propósito de la reunión con Rodrigo Gonzales, James descubre que ante Lilian está con su alma gemela:

“« ¿Bueno, sabes cuál era el propósito real de esa basura de cocktail orquestado por el Señor Gonzales esta noche? Fue para celebrar el acuerdo para nacionalizar d´Anconia Copper en más o menos un mes.»

Ella lo contempló por un momento, las comisuras de su labios subiendo lentamente en una sonrisa. « ¿Él [Antonio] era tu amigo, no es así?»

Su voz tenía un tono que él nunca se había ganado antes, el tono de una emoción que había conseguido de las personas sólo por medio del fraude, que ahora, por primera vez le era concedida con total conocimiento de la real y actual naturaleza de su hazaña: un tono de admiración.

Súbitamente, supo que este era el fin de sus incasables horas, este era el placer que quería encontrar con desesperación, este era la celebración que había querido.

«Tomemos un trago, Lil,» dijo.”

[Ayn Rand. Atlas Shrugged. Signet, New York, 826].

Ambos se sienten más unidos cuando hablan sobre Hank, revelando su verdadero odio a quien es superior por el mero hecho de serlo:

“«Me gustaría verlo derrotado,» dijo él, «Me gustaría oírlo gritar de dolor, sólo una vez.»

«No lo verás, Jimmy.»

« ¿Por qué piensa que es mejor que el resto de nosotros –él y esa hermana mía?»

Ella soltó una risita.

Él se levantó como si ella lo hubiese abofeteado. Fue al bar y se sirvió otro trago, sin ofrecer llenar su vaso de nuevo.

Ella hablaba al espacio, mirando fijamente más allá de él. «El no notó mi existencia –aun cuando yo no puedo colocar rieles para él y erigir puentes para la gloria de su Metal. Yo no puedo construir sus hornos –pero puedo destruirlos. No puedo producir su Metal –pero puedo quitárselo. No puedo hacer que los hombres caigan de rodillas en admiración –pero puedo hacer que caigan de rodillas.»”

[Ayn Rand. Atlas Shrugged. Signet, New York, 827].

La historia del otro infame importante en la novela, el doctor Robert Stadler, cuyo nombre significa famoso por su brillantez, y cuyo apellido hace alusión a su visión estatista que lo convierte en villano, es una magistral descripción de las consecuencias de corromperse por rendirse ante la tentación. Cuando aparece por primera vez, es un científico de mente brillante, que ha comprometido sus valores con el Estado a cambio de dinero para continuar sus investigaciones. Este primer pecado lo conduce inexorablemente a una serie de dilemas éticos, y cada fracaso en rescatar sus valores, lo hunde más y más profundamente en el pantano.

Su primera crisis se da cuando en nombre del Instituto Estatal de Ciencia, Ferris ataca el Metal Rearden mediante un informe falso, y a pesar de que Stadler lo sabe, no lo contradice por miedo a ver reducido el fondo destinado al Instituto. La segunda, cuando Floyd Ferris ataca, en forma explícita, a la ciencia y la razón usando el nombre de Stadler. En esta ocasión si protesta, pero no públicamente. Luego Ferris, usando los descubrimientos de Stadler, crea el Proyecto X –un arma terrorífica. Bajo el decreto 10-289, cuyas consecuencias por rebelión son más serias, Stadler encara la vergüenza y la amenaza de que lo empujen a morir de hambre. Bajo compulsión se ve obligado a alabar a sus torturadores y elogiarlos por la perversión del conocimiento por él creado. Ya en el final de la novela, Stadler ha sucumbido totalmente a la corrupción, y su última acción en la vida es una indigna refriega con un criminal borracho –Cuffy Meigs– por tener el arma asesina que antes había despreciado.

El resto de personajes que conforman la galería de villanos de la “Rebelión de Atlas”, aunque descritos con pocas pinceladas, son usados para enfatizar algún punto importante. Sus nombres apropiadamente bellos en su descripción de cada personaje muestran el ingenio de Rand: Wesley Mouch –onomatopeya para ‘ouch’, sonido que uno emite al ser golpeado– es un fracasado en el sector privado y un éxito en Washington. Es contratado por Rearden como cabildero, y lo traiciona a cambio de un puesto mejor con la Oficina de Planeación Económica y de Recursos Naturales –ouch.

Cuffy Meigs, cuyo nombre hace alusión a abofetear y cuyo apellido al síndrome de Meigs –un tumor en los ovarios– es el Director de Unificación bajo el Plan de Unificación de los Trenes. Es un matón supersticioso y anti-intelectual. Cuando colapsa la economía, toma el control del arma del gobierno, ‘Proyecto X’, para establecerse como dictador local. Muere ebrio abofeteando al doctor Stadler.

Tinky Holloway –‘jugador de camino vacío’ – es un influyente burócrata de Washington aliado de Orren Boyle y Wesley Mouch.

El quejoso Lee Hunsaker –‘huno saqueador’– expresidente de Amalgamated Service Corporation es quien tuvo éxito en saquear a Midas Mulligan mediante una demanda por no concederle un préstamo.

La colectivista obesa, sucia y mística Ivy Starnes –‘hiedra de las estrellas’– quien fuera Directora de Distribución de la Twentieth Century Motor Company, le echa la culpa de su fracaso a la naturaleza humana y busca solaz en los cultos místicos de Oriente que desprecian este mundo físico y prometen la felicidad en mundos ultraterrenos.

El “Jefe de Estado” Mr. Thompson, un gánster pragmático que cree que todos tienen un precio, y que trata, sin éxito, de contratar a Galt para que sea el “dictador económico”, tiene como apellido el nombre de la ametralladora que los matones de Chicago hicieran famosa. Y así muchos otros. Sin embargo no hay que pensar que Rand sostiene la idea del determinismo moral, pues otro de sus villanos, el “Wet Nurse”, demuestra que es posible cambiar y abandonar el mal camino.

Continuará.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo