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Fiambre, aún, libre

María Dolores Arias
30 de octubre, 2018

Hace un año escribía acerca de las tradiciones de esta época, de la celebración del día de muertos y de cómo se mantenía la esencia de recordar a los seres queridos que ya fallecieron y en algunos casos la celebración de esa convivencia imaginaria entre vivos y muertos por unos días.

En aquella ocasión escribí lo siguiente: “¿alguna vez se ha preguntado cuánta gente participó en la elaboración del delicioso fiambre de la casa? ¿Qué tuvo que suceder para que usted pueda disfrutarlo? ¿Es acaso un reflejo de la defensa de la vida, libertad y propiedad, lo que lo hace posible?

En cada casa hay una receta diferente, sin embargo, varios de los ingredientes son comunes como las verduras, los embutidos, el pollo, queso y otros.  Para que estas verduras pudieran estar en el super o en el mercado, intervinieron cientos, sino es que miles, de personas desde el agricultor hasta quien le vendió la verdura, pasando por quienes cargaron el camión, quién lo transportó y llevó hasta el centro de acopio o la bodega, quien los distribuyó en la ciudad e incluso quien lo acomodó en los anaqueles.

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Eso sin tomar en cuenta a todos aquellos proveedores que trabajaron con el agricultor, transportistas o minorista, por ejemplo los refinadores de petróleo que produjeron la gasolina o los generadores de energía eléctrica.  Mi punto es que no sería posible disfrutar un plato de fiambre si no existiera la división del trabajo.

Un “fiambre libre” sólo es posible en un ambiente de libertad ¿no me cree? Imagine entonces, ¿cómo sería el fiambre si existiera una Ley de Alimentación Escolar, en este caso, Familiar? Existiría una lista de alimentos sanos y permitidos por las autoridades para que usted pueda hacer su fiambre.

Los vendedores de los mercados sólo podrían vender los productos de esa lista y en las cantidades que el ministerio encargado determinará es el “correcto para su salud”. Si su receta tiene un ingrediente que no se considera sano, entonces tendrá que quitarlo o arriesgarse en el mercado negro a conseguirlo más caro y con el peligro de ser castigado.

Además, los precios estarían regulados por los burócratas con la consecuente escasez de algunos productos. La intervención en los precios haría que la calidad y variedad de los ingredientes bajará sustancialmente con lo que el fiambre clásico con la receta de la abuela, sería una vianda clandestina.

Los burócratas y políticos asegurarían que esta intervención en nuestra vida privada y en nuestra mesa, es por nuestro bien y, lo más importante, es por nuestra salud. Después cuando sea imposible conseguir los ingredientes porque no están incluidos en la Ley de Alimentación Culturalmente Pertinente, entonces el gobierno seguirá insistiendo que es por nuestra salud, ya no sólo física sino mental. Y por último cuando esté por desaparecer la tradición, el gobierno creará un fondo de rescate cultural para acomodar a sus allegados y gastarse los impuestos en la “defensa” del legado cultural.

Suena a historia de terror, propia de estas fechas, pero no está tan alejada de la realidad si continuamos permitiendo que el gobierno se entrometa en nuestras vidas, como la recién aprobada Ley de Alimentación Escolar o las iniciativas que gravan las bebidas azucaradas, imponen la lectura de la biblia, por solo mencionar algunas.

Así que cuando esté reunido con sus seres queridos para disfrutar de la receta del fiambre de la abuela, recuerde que esto es posible porque aún vivimos en un país con libertad. ¡Que viva el “fiambre libre”!”

@Md30

Facebook.com/Mda30

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Fiambre, aún, libre

María Dolores Arias
30 de octubre, 2018

Hace un año escribía acerca de las tradiciones de esta época, de la celebración del día de muertos y de cómo se mantenía la esencia de recordar a los seres queridos que ya fallecieron y en algunos casos la celebración de esa convivencia imaginaria entre vivos y muertos por unos días.

En aquella ocasión escribí lo siguiente: “¿alguna vez se ha preguntado cuánta gente participó en la elaboración del delicioso fiambre de la casa? ¿Qué tuvo que suceder para que usted pueda disfrutarlo? ¿Es acaso un reflejo de la defensa de la vida, libertad y propiedad, lo que lo hace posible?

En cada casa hay una receta diferente, sin embargo, varios de los ingredientes son comunes como las verduras, los embutidos, el pollo, queso y otros.  Para que estas verduras pudieran estar en el super o en el mercado, intervinieron cientos, sino es que miles, de personas desde el agricultor hasta quien le vendió la verdura, pasando por quienes cargaron el camión, quién lo transportó y llevó hasta el centro de acopio o la bodega, quien los distribuyó en la ciudad e incluso quien lo acomodó en los anaqueles.

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Eso sin tomar en cuenta a todos aquellos proveedores que trabajaron con el agricultor, transportistas o minorista, por ejemplo los refinadores de petróleo que produjeron la gasolina o los generadores de energía eléctrica.  Mi punto es que no sería posible disfrutar un plato de fiambre si no existiera la división del trabajo.

Un “fiambre libre” sólo es posible en un ambiente de libertad ¿no me cree? Imagine entonces, ¿cómo sería el fiambre si existiera una Ley de Alimentación Escolar, en este caso, Familiar? Existiría una lista de alimentos sanos y permitidos por las autoridades para que usted pueda hacer su fiambre.

Los vendedores de los mercados sólo podrían vender los productos de esa lista y en las cantidades que el ministerio encargado determinará es el “correcto para su salud”. Si su receta tiene un ingrediente que no se considera sano, entonces tendrá que quitarlo o arriesgarse en el mercado negro a conseguirlo más caro y con el peligro de ser castigado.

Además, los precios estarían regulados por los burócratas con la consecuente escasez de algunos productos. La intervención en los precios haría que la calidad y variedad de los ingredientes bajará sustancialmente con lo que el fiambre clásico con la receta de la abuela, sería una vianda clandestina.

Los burócratas y políticos asegurarían que esta intervención en nuestra vida privada y en nuestra mesa, es por nuestro bien y, lo más importante, es por nuestra salud. Después cuando sea imposible conseguir los ingredientes porque no están incluidos en la Ley de Alimentación Culturalmente Pertinente, entonces el gobierno seguirá insistiendo que es por nuestra salud, ya no sólo física sino mental. Y por último cuando esté por desaparecer la tradición, el gobierno creará un fondo de rescate cultural para acomodar a sus allegados y gastarse los impuestos en la “defensa” del legado cultural.

Suena a historia de terror, propia de estas fechas, pero no está tan alejada de la realidad si continuamos permitiendo que el gobierno se entrometa en nuestras vidas, como la recién aprobada Ley de Alimentación Escolar o las iniciativas que gravan las bebidas azucaradas, imponen la lectura de la biblia, por solo mencionar algunas.

Así que cuando esté reunido con sus seres queridos para disfrutar de la receta del fiambre de la abuela, recuerde que esto es posible porque aún vivimos en un país con libertad. ¡Que viva el “fiambre libre”!”

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República es ajena a la opinión expresada en este artículo