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A propósito del concierto de Nervosa

Luis Gonzalez
05 de noviembre, 2018

A propósito del concierto de Nervosa ofrecido el 27 de octubre de 2018 en Rock’ol Vuh, esta es la historia urbana  de josé vicente solórzano aguilar

Faltaba poco tiempo para que la gente asistiera a las urnas, aprobara si se pedía el arbitraje de la Corte Internacional de La Haya y resolver, de una vez por todas, la cuestión fronteriza con Belice. Encendido en patrio ardimiento, el diputado Estuardo Galdámez se puso de pie, tomó su micrófono y anunció al pleno del legislativo:

–Yo voy a asistir a la consulta y voy a votar por el sí como una esperanza para que Guatemala recupere Brasil, ¡perdón!, Belice…

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El error geográfico de Galdámez, aparte de las sátiras que mereció en redes sociales, fue señal del puesto que ocupa Brasil en el imaginario del guatemalteco término medio: el futbol, el carnaval, la samba; Roberto Carlos, Nelson Ned, Xuxa; Xica da Silva, Doña Beija, Dancin’Days.

Por esa fecha, 12 de abril, el expresidente brasileño Luiz Inázio Lula da Silva tenía cinco días de estar preso en la cárcel de la Policía Federal de Curitiba, estado de Paraná, tras resistir hasta el último segundo la pena a 12 años de cárcel impuesta por el juez Sergio Moro por supuestas sobornos recibidos de parte de la petrolera estatal Petrobras.

También empezaba el repunte en encuestas de Jair Bolsonaro, presidente electo para alegría de sus partidarios y desesperación de los intelectuales que no se explican cómo alguien así –racista, misógino, nostálgico del poder militar y siga acumulando cargos, el hombre los acepta con mucho gusto– recibió el respaldo de millones de votantes para hacerse cargo del “país del futuro”, como lo nombró el escritor austríaco Stefan Zweig.

Mis contemporáneos saben que la ciudad brasileña de Belo Horizonte es la patria chica de Sepultura, primera banda sudamericana en conquistar plaza dentro de la escena metalera dominada por grupos estadounidenses, ingleses y alemanes.

Su alineación clásica reflejó la diversidad humana del país: el bajista Paulo Jr., con ese nombre tan propio de jugador contratado por el Corinthians o el Palmeiras, aportaba el color local entre la ascendencia italiana de los hermanos Max (guitarra rítmica, voz) e Igor Cavalera (batería) y el origen germano-esloveno del guitarrista Andreas Kisser.

Entre 1985 y 1996 hicieron su aprendizaje bajo la tutela de Motörhead, Venom y Celtic Frost (Bestial Devastation y Morbid Visions), se insertaron en el intercambio postal que unió a seguidores desde Estados Unidos a Singapur (Schizophrenia), obtuvieron su licenciatura y maestría con honores (Beneath The Remains y Arise), revelaron la opresión sufrida en países del Tercer Mundo (Chaos A.D.) y bucearon hondo en las raíces indígenas y el legado africano llevado por la esclavitud a Brasil (Roots).

Queda para eterna especulación el rumbo que hubieran tomado de no precipitarse la ruptura con Max Cavalera, agobiado por la muerte de su hijastro Dana Wells y el rechazo de sus compañeros a su esposa y mánager, Gloria Bujnowski.

Otros exponentes del metal pesado brasileño, surgido en los últimos años de la dictadura que controló al país entre 1964 y 1985, fueron Dorsal Atlântica (Río de Janeiro), Vulcano (Santos) y Chakal (Belo Horizonte), quienes suplieron con rudeza y actitud las carencias sufridas en equipo, instrumentos y estudios de grabación.

Incluso tuvo su historia a lo Metallica-parió-a-Megadeth: Wagner Lamounier, cantante original de Sepultura, armó una banda aún más extrema tras su despido o marcha por voluntad propia –las versiones difieren según la facción que las cuente– a la cual bautizó Sarcófago: resultó inspiradora del maquillaje y atuendos portados por los músicos de black metal.

El tirón internacional de Sepultura favoreció que sellos disqueros de Estados Unidos y Europa se fijaran en sus compatriotas: Krisiun, Angra, Nervochaos, en ese desorden, se dieron a conocer fuera de Brasil y así llego a Nervosa.

Fundada en 2011 por la guitarrista Prika Amaral en São Paulo, Nervosa fue concebida como banda formada por mujeres. La bajista y cantante Fernanda Lira se incorporó a los dos años; firman contrato con Napalm Records, empresa asentada en Austria; graban los discos Victim of Yourself (2014) y Agony (2016) con la baterista Pitcha Ferraz, quien poco después deja la banda y su puesto es cubierto por Luana Dametto.

El nuevo fichaje aporta su pegada a Downfall of Mankind (2018), cuya gira de presentación las trajo por primera vez a Ciudad de Guatemala tras dos toques ofrecidos en 2014 y 2017 en Quetzaltenango.

Teniendo las referencias de mis amigos Benjamín Calderón, Ovidio Reyes y Pavel Reyes (sin parentesco, que el uno es guatemalteco residente en Los Ángeles y el otro es cubano nacido en Bayamo), me animé a comprar mi entrada para ver a Nervosa y crucé los dedos por que no ocurrieran prohibiciones de entrar al país, o cancelaciones dictadas por funcionarios con ganas de mostrar el poder temporal que recibieron.

La venta de boletos estuvo regular, tirando a aceptable: ese mismo día fue la segunda edición de la Santa Invocación, festival de death y black metal que ofreció como grupo estelar a los franceses Manzer, y buena parte del público partió a San Salvador para no perderse el concierto de Helloween como parte de su gira Pumpkins United. Por esta vez abundaron las ofertas y cada quien estuvo donde quiso estar.

Nervosa basa sus canciones en el thrash metal, con algunos toques death cimentados en las ráfagas lanzadas a través de la batería conocidas como blast beats, y se permite experimentar con el blues y las voces limpias en las canciones destinadas a bonus tracks.

Trabajan fuerte, ciñéndose a calendarios de giras que las llevan a lugares poco frecuentes como Sarajevo y la isla de Malta. Hacen gala de la condición políglota de Andreas Kisser: Fernanda Lira y Prika Amaral se defienden con soltura en español y saben el inglés necesario para comunicarse con el resto del mundo.

Tratan de llevarse tantas impresiones como puedan de las ciudades que recorren, más allá de los hoteles y las terminales aéreas.

Su tercera visita al país ocurrió el día antes de la segunda vuelta que impuso a Jair Bolsonaro sobre Fernando Haddad, el candidato escogido para sustituir a Lula al frente del Partido de los Trabajadores (de nuevo el caudillo no pudo transferir sus poderes, menos aún su carisma y popularidad, al designado para reemplazarlo).

Fernanda Lira aludió al crepúsculo que se avecinaba sobre su país y prometió que resistirían; resistencia es lo que transmiten las letras escritas y cantadas en Downfall of Mankind, como “Never forget, never repeat”:

Enough of genocides

Enough of bloodshed

Break this perpetration

of history’s dark past

Never forget!

Never repeat!

Y los temores a la quema de la selva del Amazonas perpetrada por ganaderos, con tal de obtener pastizales más amplios para sus toros, vacas y bueyes, se ven reflejados en “Enslave”:

Why do we extinct?

Why do we exploit?

Why do we experiment

in the name of welfare?

We keep the slaughter

we keep the abuse

we keep the torture

in the name of welfare

Ante la influencia que tendrán las demasiadas iglesias neopentecostales que abundan en ciudades, campos y favelas, el gatillo fácil que acechará a la población acorralada por la pobreza, junto con el seguro retroceso que sufrirán los derechos civiles debidos a las mujeres y la población negra, Nervosa cuestiona en “…And justice for whom?”:

Should your gender become a cage?

Should your race determine your rights?

Should religion determine your will?

Should your roots determine your wealth?

Pese a todo, nos recuerdan que “history is shaped by those who take a stand/ and fight for change/ let them know they can’t bring us down” y alzarán sus puños contra los poderes que vengan. Sea Bolsonaro, con todos los apoyos que tiene, o sea Galdámez con su propuesta-de-ley-tendida-cual-sábana-para-ocultar-desmanes que pena con tres años de cárcel a todo aquel que critique a los congresistas.

Los grupos Pentandra (al mando del baterista Salvador “Chava” Rivera, recordado por su paso en Rotting Corpse y Arpía) y Metal Requiem (que preparan nuevo disco, titulado Forgotten Society, con el sello Primera Generación Records) representaron a la escena guatemalteca.

El público salió de su pasividad luego de que Javier Trapero, vocalista de la banda mexicana Tulkas, los incitó a girar en el circle pit y a colisionar cual guerreros a la carga en el wall of death. Tres mujeres se midieron de igual a igual con los hombres, dando y recibiendo empellones.

Nervosa se encontró con un público más observador y Fernanda Lira se extrañó del silencio que acompañó el final de varias canciones.

El personal masculino se portó respetuoso: nadie les gritó “mamita rica”, aunque no faltaron las declaraciones de amor a Fernanda y los coros “Nervosa, hermosa”. Al final hubo oportunidad para pedirles autógrafos y fotografías; eso sí, el trío permaneció rodeado por custodios del porte de King Kong por aquello de las manos tentonas.

A propósito del concierto de Nervosa

Luis Gonzalez
05 de noviembre, 2018

A propósito del concierto de Nervosa ofrecido el 27 de octubre de 2018 en Rock’ol Vuh, esta es la historia urbana  de josé vicente solórzano aguilar

Faltaba poco tiempo para que la gente asistiera a las urnas, aprobara si se pedía el arbitraje de la Corte Internacional de La Haya y resolver, de una vez por todas, la cuestión fronteriza con Belice. Encendido en patrio ardimiento, el diputado Estuardo Galdámez se puso de pie, tomó su micrófono y anunció al pleno del legislativo:

–Yo voy a asistir a la consulta y voy a votar por el sí como una esperanza para que Guatemala recupere Brasil, ¡perdón!, Belice…

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El error geográfico de Galdámez, aparte de las sátiras que mereció en redes sociales, fue señal del puesto que ocupa Brasil en el imaginario del guatemalteco término medio: el futbol, el carnaval, la samba; Roberto Carlos, Nelson Ned, Xuxa; Xica da Silva, Doña Beija, Dancin’Days.

Por esa fecha, 12 de abril, el expresidente brasileño Luiz Inázio Lula da Silva tenía cinco días de estar preso en la cárcel de la Policía Federal de Curitiba, estado de Paraná, tras resistir hasta el último segundo la pena a 12 años de cárcel impuesta por el juez Sergio Moro por supuestas sobornos recibidos de parte de la petrolera estatal Petrobras.

También empezaba el repunte en encuestas de Jair Bolsonaro, presidente electo para alegría de sus partidarios y desesperación de los intelectuales que no se explican cómo alguien así –racista, misógino, nostálgico del poder militar y siga acumulando cargos, el hombre los acepta con mucho gusto– recibió el respaldo de millones de votantes para hacerse cargo del “país del futuro”, como lo nombró el escritor austríaco Stefan Zweig.

Mis contemporáneos saben que la ciudad brasileña de Belo Horizonte es la patria chica de Sepultura, primera banda sudamericana en conquistar plaza dentro de la escena metalera dominada por grupos estadounidenses, ingleses y alemanes.

Su alineación clásica reflejó la diversidad humana del país: el bajista Paulo Jr., con ese nombre tan propio de jugador contratado por el Corinthians o el Palmeiras, aportaba el color local entre la ascendencia italiana de los hermanos Max (guitarra rítmica, voz) e Igor Cavalera (batería) y el origen germano-esloveno del guitarrista Andreas Kisser.

Entre 1985 y 1996 hicieron su aprendizaje bajo la tutela de Motörhead, Venom y Celtic Frost (Bestial Devastation y Morbid Visions), se insertaron en el intercambio postal que unió a seguidores desde Estados Unidos a Singapur (Schizophrenia), obtuvieron su licenciatura y maestría con honores (Beneath The Remains y Arise), revelaron la opresión sufrida en países del Tercer Mundo (Chaos A.D.) y bucearon hondo en las raíces indígenas y el legado africano llevado por la esclavitud a Brasil (Roots).

Queda para eterna especulación el rumbo que hubieran tomado de no precipitarse la ruptura con Max Cavalera, agobiado por la muerte de su hijastro Dana Wells y el rechazo de sus compañeros a su esposa y mánager, Gloria Bujnowski.

Otros exponentes del metal pesado brasileño, surgido en los últimos años de la dictadura que controló al país entre 1964 y 1985, fueron Dorsal Atlântica (Río de Janeiro), Vulcano (Santos) y Chakal (Belo Horizonte), quienes suplieron con rudeza y actitud las carencias sufridas en equipo, instrumentos y estudios de grabación.

Incluso tuvo su historia a lo Metallica-parió-a-Megadeth: Wagner Lamounier, cantante original de Sepultura, armó una banda aún más extrema tras su despido o marcha por voluntad propia –las versiones difieren según la facción que las cuente– a la cual bautizó Sarcófago: resultó inspiradora del maquillaje y atuendos portados por los músicos de black metal.

El tirón internacional de Sepultura favoreció que sellos disqueros de Estados Unidos y Europa se fijaran en sus compatriotas: Krisiun, Angra, Nervochaos, en ese desorden, se dieron a conocer fuera de Brasil y así llego a Nervosa.

Fundada en 2011 por la guitarrista Prika Amaral en São Paulo, Nervosa fue concebida como banda formada por mujeres. La bajista y cantante Fernanda Lira se incorporó a los dos años; firman contrato con Napalm Records, empresa asentada en Austria; graban los discos Victim of Yourself (2014) y Agony (2016) con la baterista Pitcha Ferraz, quien poco después deja la banda y su puesto es cubierto por Luana Dametto.

El nuevo fichaje aporta su pegada a Downfall of Mankind (2018), cuya gira de presentación las trajo por primera vez a Ciudad de Guatemala tras dos toques ofrecidos en 2014 y 2017 en Quetzaltenango.

Teniendo las referencias de mis amigos Benjamín Calderón, Ovidio Reyes y Pavel Reyes (sin parentesco, que el uno es guatemalteco residente en Los Ángeles y el otro es cubano nacido en Bayamo), me animé a comprar mi entrada para ver a Nervosa y crucé los dedos por que no ocurrieran prohibiciones de entrar al país, o cancelaciones dictadas por funcionarios con ganas de mostrar el poder temporal que recibieron.

La venta de boletos estuvo regular, tirando a aceptable: ese mismo día fue la segunda edición de la Santa Invocación, festival de death y black metal que ofreció como grupo estelar a los franceses Manzer, y buena parte del público partió a San Salvador para no perderse el concierto de Helloween como parte de su gira Pumpkins United. Por esta vez abundaron las ofertas y cada quien estuvo donde quiso estar.

Nervosa basa sus canciones en el thrash metal, con algunos toques death cimentados en las ráfagas lanzadas a través de la batería conocidas como blast beats, y se permite experimentar con el blues y las voces limpias en las canciones destinadas a bonus tracks.

Trabajan fuerte, ciñéndose a calendarios de giras que las llevan a lugares poco frecuentes como Sarajevo y la isla de Malta. Hacen gala de la condición políglota de Andreas Kisser: Fernanda Lira y Prika Amaral se defienden con soltura en español y saben el inglés necesario para comunicarse con el resto del mundo.

Tratan de llevarse tantas impresiones como puedan de las ciudades que recorren, más allá de los hoteles y las terminales aéreas.

Su tercera visita al país ocurrió el día antes de la segunda vuelta que impuso a Jair Bolsonaro sobre Fernando Haddad, el candidato escogido para sustituir a Lula al frente del Partido de los Trabajadores (de nuevo el caudillo no pudo transferir sus poderes, menos aún su carisma y popularidad, al designado para reemplazarlo).

Fernanda Lira aludió al crepúsculo que se avecinaba sobre su país y prometió que resistirían; resistencia es lo que transmiten las letras escritas y cantadas en Downfall of Mankind, como “Never forget, never repeat”:

Enough of genocides

Enough of bloodshed

Break this perpetration

of history’s dark past

Never forget!

Never repeat!

Y los temores a la quema de la selva del Amazonas perpetrada por ganaderos, con tal de obtener pastizales más amplios para sus toros, vacas y bueyes, se ven reflejados en “Enslave”:

Why do we extinct?

Why do we exploit?

Why do we experiment

in the name of welfare?

We keep the slaughter

we keep the abuse

we keep the torture

in the name of welfare

Ante la influencia que tendrán las demasiadas iglesias neopentecostales que abundan en ciudades, campos y favelas, el gatillo fácil que acechará a la población acorralada por la pobreza, junto con el seguro retroceso que sufrirán los derechos civiles debidos a las mujeres y la población negra, Nervosa cuestiona en “…And justice for whom?”:

Should your gender become a cage?

Should your race determine your rights?

Should religion determine your will?

Should your roots determine your wealth?

Pese a todo, nos recuerdan que “history is shaped by those who take a stand/ and fight for change/ let them know they can’t bring us down” y alzarán sus puños contra los poderes que vengan. Sea Bolsonaro, con todos los apoyos que tiene, o sea Galdámez con su propuesta-de-ley-tendida-cual-sábana-para-ocultar-desmanes que pena con tres años de cárcel a todo aquel que critique a los congresistas.

Los grupos Pentandra (al mando del baterista Salvador “Chava” Rivera, recordado por su paso en Rotting Corpse y Arpía) y Metal Requiem (que preparan nuevo disco, titulado Forgotten Society, con el sello Primera Generación Records) representaron a la escena guatemalteca.

El público salió de su pasividad luego de que Javier Trapero, vocalista de la banda mexicana Tulkas, los incitó a girar en el circle pit y a colisionar cual guerreros a la carga en el wall of death. Tres mujeres se midieron de igual a igual con los hombres, dando y recibiendo empellones.

Nervosa se encontró con un público más observador y Fernanda Lira se extrañó del silencio que acompañó el final de varias canciones.

El personal masculino se portó respetuoso: nadie les gritó “mamita rica”, aunque no faltaron las declaraciones de amor a Fernanda y los coros “Nervosa, hermosa”. Al final hubo oportunidad para pedirles autógrafos y fotografías; eso sí, el trío permaneció rodeado por custodios del porte de King Kong por aquello de las manos tentonas.