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Deep Purple

Redacción República
29 de diciembre, 2018

Deep Purple, esta es la historia urbana de José Vicente Solórzano Aguilar. 

Arena Ciudad de México, 17 de noviembre de 2018

A la memoria de Nery Olivares Espinoza, primo de mi padre, quien me acercó a la Púrpura Profunda

1. Yo creo en Steve Morse

Por años milité en el bando que se negaba a aceptar la existencia de la banda británica Deep Purple sin su guitarrista fundador, Ritchie Blackmore. Y menos aún que sus reemplazos (Tommy Bolin, Joe Satriani) no fueran ingleses de nacimiento. ¿Acaso no hay buenos músicos en Londres, Manchester y Stratford-upon-Avon que puedan ocupar la plaza?, me preguntaba.

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En eso pensaba cuando se me ocurrió comprar el disco In Concert With The London Symphony Orchestra, grabado en la noche del 26 al 27 de septiembre de 1999 para conmemorar los 30 años del estreno del Concerto para grupo y orquesta compuesto por el tecladista Jon Lord.

Conocía las tensiones que rodearon al original: Blackmore no estaba muy convencido del experimento y más de un músico de la Royal Philarmonic Orchestra tuvo que ser traído del copete por el director sir Malcolm Arnold tras gritar que no tocaría con unos Beatles de segunda.

También me dio curiosidad por escuchar a Steve Morse, el tercer guitarrista estadunidense al servicio de la Púrpura.

El primer movimiento define el encuentro entre la música de cámara y el quinteto de rock. Hagan de cuenta que la sinfónica camina tranquila por el bosque hasta que el grupo irrumpe como amigos de infancia y juventud que se cuelan por la entrada del pub, a punto de cerrar a medianoche, para terminar con todas las pintas de cerveza que sigan disponibles. Entre ese alboroto se alzó, con autoridad, la guitarra de Steve Morse.

Resumo mi conversión y creencia en Steve Morse al apuntar que ningún guitarrista me impresionaba tanto desde que descubrí a Jimi Hendrix. Al escuchar su ejecución en «Sometimes I Feel Like Screaming» entendí por qué hablan de colores al definir ciertos pasajes musicales. Dejé de considerarlo como el intruso americano y empecé a buscar más datos sobre él.

Supe que nació el 28 de julio de 1954 en Hamilton, localidad absorbida por la aglomeración de Cincinatti, estado de Ohio. Salvo una estancia juvenil en Ypsilanti, Michigan, su crianza se reparte entre Tennessee, Florida y Georgia: el Sur confederado.

Estudió en la Escuela de Música de la Universidad de Miami. Practicaba ocho horas diarias con su guitarra. Fundó el grupo Dixie Dregs, donde fusionó la tradición rockera con el alto rigor académico.

En 1984 debutó al frente de su trío, la Steve Morse Band, y forjó asociación permanente con el bajista Dave LaRue. Ganó por cinco años seguidos el título de «mejor guitarrista» concedido por la revista Guitar Player, hasta que retiraron su camiseta para dejarle opción a otros músicos.

Con todo, no se sentía a gusto con el negocio. Apenas ganaba dinero y se planteó dedicarse al oficio de piloto de avión comercial. Hasta se cortó el pelo. Pero siguió grabando discos, labrándose reputación en el medio. Y así recibió la invitación para unirse a Deep Purple a mediados de 1994.

La Púrpura estuvo a punto de que la desconectaran por muerte cerebral. Venía de grabar un disco dinamitado por la renovada tensión entre Blackmore y el cantante Ian

Gillan, The Battle Rages On (1993). El público que pensaba celebrar el 25 aniversario del grupo disminuyó conforme se enteró que Blackmore se asomaba a medio concierto o abandonaba la sala antes de lo previsto.

El portazo final lo dio en Helsinki. Joe Satriani se incorporó de emergencia para cumplir los conciertos restantes en Europa y Japón. No aceptó la militancia permanente que le ofrecieron por compromisos con el sello Epic Records. La Púrpura armó lista de candidatos y los votos de Gillan, Lord, el bajista Roger Glover y el baterista Ian Paice coincidieron en elegir a Morse.

Tras dudar un poco –Morse sabía que su estilo contrastaba con el practicado por la banda desde que surgió en 1968, cesó operaciones en 1976 y las reanudó en 1984–, se dijo que nada se perdía con probar.

Su aporte resultó benéfico, como lo reconoce Roger Glover. Sabía que Blackmore no estaba contento con él porque apenas ensayaba lo suficiente para mantener su puesto.

«Cuando Steve llegó, le dije “no esperés que toque como los bajistas con los trabajaste. No soy de esa clase de músico”», recordó. En cierta ocasión Morse tocó una línea de bajo, Glover le comentó que no podía replicarla y Morse le dedicó los minutos necesarios hasta que pudo aprenderla.

«Fue una revelación: alguien con la paciencia para enseñarme algo. Nunca lo tuve antes. Mejoré cantidad con su ayuda», agradeció Glover.

Poco estimados por la crítica que vive de evocar glorias pasadas, discos como Purpendicular (1996) y Abandon (1998) demostraron que la Púrpura aún tenía cantidad de canciones por componer y defender en directo.

La camaradería volvió a reinar; el grupo entró con contacto con sus seguidores hispanoamericanos, de Santiago de Chile a San José de Costa Rica; en 2002 aceptó la partida de Jon Lord e incorporó a Don Airey en su lugar, y amplió su obra reciente con los álbumes Bananas (2003) y Rapture of the Deep (2005).

No pasa año sin que giren de tres a seis meses por medio planeta Tierra. Así fue como llegaron a la Arena Ciudad de México el 17 de noviembre de 2018. Pedí que me reservaran asiento en el sector púrpura de la pista, del lado derecho del escenario, para captar cuanto movimiento pudiera de los dedos y las manos de Steve Morse.

2. Vamos a terminar, pero todavía no

Me atrevo a suponer que Deep Purple es el primer grupo que encara en serio la mortalidad de sus músicos. Esa sensación está muy presente desde que Jon Lord sucumbió al cáncer de páncreas el 16 de julio de 2012.

El golpe lo acusó Ian Paice, casado con la hermana gemela de la esposa de Lord; Gillan comentó que lo lloró como si fuera su padre. Acaso la muerte de Lord fue el acicate que impulsó a sus colegas a grabar el disco Now What?! (2013), tras pasar varios años preguntándose si valía la pena volver a componer y registrar canciones.

El tiempo y el desgaste de la materia trajeron su cuota de visitas al médico. «Es el curso de la vida. Hace unos años, todo el mundo enfermó. Ian Paice enfermó. Yo enfermé. Steve enfermó. Roger enfermó. Y entonces alguien dijo “deberíamos parar”. Y todos dijeron “sí, hemos tocado por algún tiempo ya, entonces hagamos eso”.

Y ahora todos nos sentimos mucho mejor, así que mejor seguir un poco más», declaró Gillan al periodista chileno Claudio Vergara al recordar la etapa que dejó a Paice afectado por un accidente cerebrovascular que le adormeció el brazo y mano derechos la mañana del 14 de junio de 2016 en Estocolmo.

Al mismo tiempo, Morse lucha contra la artritis que le roe las articulaciones en tres de los huesos cercanos a la muñeca derecha. Varió su técnica para tocar la guitarra, utiliza muñequeras, se echa aerosol para aliviar el dolor y toma medicamentos para detener el avance del enemigo.

En el documental que acompañó la composición y arreglo de Infinite (2017), Morse declaró su voluntad de ser «el último guitarrista de Deep Purple». Gillan, consciente del agotamiento que aqueja a su garganta, comentó que la Púrpura es una banda instrumental con cantante.

Saben que algún día tendrán que parar –bautizaron su gira como «The Long Goodbye», en sintonía con los amagues de Scorpions, Judas Priest y Slayer–, pero lo alejan tanto como pueden.

«Deep Purple ha sido tal presencia en nuestras vidas por 50 años que ninguno de nosotros quiere que se acabe, pero la verdad es que tarde o temprano tendremos que parar. Me gustaría seguir y grabar otro disco. Emocionalmente no estamos listos para parar, así que podemos seguir adelante por otros cuatro o cinco años», comentó Glover a Andy Hughes, del portal musicradar.com.

A sus 73 años, la misma edad que Gillan, Glover no para de moverse de un lado a otro, intercambiando bromas con sus compañeros e interactuando con el público.

Paice, con 70 años recién cumplidos, continúa siendo la zurda más confiable llegada de Nottingham. Don Airey, con siete décadas a cuestas, honra el trabajo de Jon Lord y compartió toques de color local al insertar fragmentos de «La cucaracha», «El jarabe tapatío» y el himno nacional mexicano durante sus solos.

Gillan interviene lo justo, pero salvo «Perfect Strangers» canta todo el repertorio en su clave original. Así descarga de corrido «Highway Star», «Pictures of Home», «Bloodsucker» (que incluye mi primer verso favorito del rock inglés, «I got an English brain that gonna make me wise») y «Demon’s Eye», canción que figuraba en uno de los lados del disco de 45 rpm que me prestó mi tío Nery Olivares, primo paterno de mi padre, a cuya casa iba a recibir clases para reforzar mis debilidades en matemática. Y cierta urgencia se nota en la ejecución de Steve Morse: «Birds of Prey» demuestra su voluntad de continuar hasta el final.

La presentación del conjunto estuvo a cargo de Eddie Trunk, conocido por el público de estos lares por su trabajo como conductor del programa de televisión «That Metal Show».

El grupo sueco In Flames fue llamado a abrir cada escala de la gira mexicana que completó la mitad de las fechas previstas: Tijuana y Chihuahua se cancelaron «por motivos ajenos a la organización»; Mérida y Cancún quedaron fuera debido a «situaciones complejas en el desarrollo, diseño y avanzada en los equipos de producción y logística».

Vi a una pareja de señores grandes entre el público de primeras filas, él con chumpa y pantalón formal, ella con falda hasta la rodilla y zapatos bajos. Me pregunto cómo pudieron resistir al death metal melódico librado por los invitados.

Pero ahí estaban y dos horas después recordaron los días de medio siglo atrás, cuando el sencillo «Hush» se abrió paso en emisoras americanas dedicadas a los ritmos de juventud y reveló la existencia de un nuevo grupo inglés.

Nos tocó asistir al crepúsculo de los héroes; agradezco que sigan ahí, en persona o en grabación. Si no se llegó al lleno total fue porque ese mismo día era la primera fecha del Corona Capital Festival, encabezado por Robbie Williams, Lorde y The Chemical Brothers; la fanaticada del black metal tuvo su ceremonia presidida por Dimmu Borgir.

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A la memoria de Nery Olivares Espinoza, primo de mi padre, quien me acercó a la Púrpura Profunda

1. Yo creo en Steve Morse

Por años milité en el bando que se negaba a aceptar la existencia de la banda británica Deep Purple sin su guitarrista fundador, Ritchie Blackmore. Y menos aún que sus reemplazos (Tommy Bolin, Joe Satriani) no fueran ingleses de nacimiento. ¿Acaso no hay buenos músicos en Londres, Manchester y Stratford-upon-Avon que puedan ocupar la plaza?, me preguntaba.

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En eso pensaba cuando se me ocurrió comprar el disco In Concert With The London Symphony Orchestra, grabado en la noche del 26 al 27 de septiembre de 1999 para conmemorar los 30 años del estreno del Concerto para grupo y orquesta compuesto por el tecladista Jon Lord.

Conocía las tensiones que rodearon al original: Blackmore no estaba muy convencido del experimento y más de un músico de la Royal Philarmonic Orchestra tuvo que ser traído del copete por el director sir Malcolm Arnold tras gritar que no tocaría con unos Beatles de segunda.

También me dio curiosidad por escuchar a Steve Morse, el tercer guitarrista estadunidense al servicio de la Púrpura.

El primer movimiento define el encuentro entre la música de cámara y el quinteto de rock. Hagan de cuenta que la sinfónica camina tranquila por el bosque hasta que el grupo irrumpe como amigos de infancia y juventud que se cuelan por la entrada del pub, a punto de cerrar a medianoche, para terminar con todas las pintas de cerveza que sigan disponibles. Entre ese alboroto se alzó, con autoridad, la guitarra de Steve Morse.

Resumo mi conversión y creencia en Steve Morse al apuntar que ningún guitarrista me impresionaba tanto desde que descubrí a Jimi Hendrix. Al escuchar su ejecución en «Sometimes I Feel Like Screaming» entendí por qué hablan de colores al definir ciertos pasajes musicales. Dejé de considerarlo como el intruso americano y empecé a buscar más datos sobre él.

Supe que nació el 28 de julio de 1954 en Hamilton, localidad absorbida por la aglomeración de Cincinatti, estado de Ohio. Salvo una estancia juvenil en Ypsilanti, Michigan, su crianza se reparte entre Tennessee, Florida y Georgia: el Sur confederado.

Estudió en la Escuela de Música de la Universidad de Miami. Practicaba ocho horas diarias con su guitarra. Fundó el grupo Dixie Dregs, donde fusionó la tradición rockera con el alto rigor académico.

En 1984 debutó al frente de su trío, la Steve Morse Band, y forjó asociación permanente con el bajista Dave LaRue. Ganó por cinco años seguidos el título de «mejor guitarrista» concedido por la revista Guitar Player, hasta que retiraron su camiseta para dejarle opción a otros músicos.

Con todo, no se sentía a gusto con el negocio. Apenas ganaba dinero y se planteó dedicarse al oficio de piloto de avión comercial. Hasta se cortó el pelo. Pero siguió grabando discos, labrándose reputación en el medio. Y así recibió la invitación para unirse a Deep Purple a mediados de 1994.

La Púrpura estuvo a punto de que la desconectaran por muerte cerebral. Venía de grabar un disco dinamitado por la renovada tensión entre Blackmore y el cantante Ian

Gillan, The Battle Rages On (1993). El público que pensaba celebrar el 25 aniversario del grupo disminuyó conforme se enteró que Blackmore se asomaba a medio concierto o abandonaba la sala antes de lo previsto.

El portazo final lo dio en Helsinki. Joe Satriani se incorporó de emergencia para cumplir los conciertos restantes en Europa y Japón. No aceptó la militancia permanente que le ofrecieron por compromisos con el sello Epic Records. La Púrpura armó lista de candidatos y los votos de Gillan, Lord, el bajista Roger Glover y el baterista Ian Paice coincidieron en elegir a Morse.

Tras dudar un poco –Morse sabía que su estilo contrastaba con el practicado por la banda desde que surgió en 1968, cesó operaciones en 1976 y las reanudó en 1984–, se dijo que nada se perdía con probar.

Su aporte resultó benéfico, como lo reconoce Roger Glover. Sabía que Blackmore no estaba contento con él porque apenas ensayaba lo suficiente para mantener su puesto.

«Cuando Steve llegó, le dije “no esperés que toque como los bajistas con los trabajaste. No soy de esa clase de músico”», recordó. En cierta ocasión Morse tocó una línea de bajo, Glover le comentó que no podía replicarla y Morse le dedicó los minutos necesarios hasta que pudo aprenderla.

«Fue una revelación: alguien con la paciencia para enseñarme algo. Nunca lo tuve antes. Mejoré cantidad con su ayuda», agradeció Glover.

Poco estimados por la crítica que vive de evocar glorias pasadas, discos como Purpendicular (1996) y Abandon (1998) demostraron que la Púrpura aún tenía cantidad de canciones por componer y defender en directo.

La camaradería volvió a reinar; el grupo entró con contacto con sus seguidores hispanoamericanos, de Santiago de Chile a San José de Costa Rica; en 2002 aceptó la partida de Jon Lord e incorporó a Don Airey en su lugar, y amplió su obra reciente con los álbumes Bananas (2003) y Rapture of the Deep (2005).

No pasa año sin que giren de tres a seis meses por medio planeta Tierra. Así fue como llegaron a la Arena Ciudad de México el 17 de noviembre de 2018. Pedí que me reservaran asiento en el sector púrpura de la pista, del lado derecho del escenario, para captar cuanto movimiento pudiera de los dedos y las manos de Steve Morse.

2. Vamos a terminar, pero todavía no

Me atrevo a suponer que Deep Purple es el primer grupo que encara en serio la mortalidad de sus músicos. Esa sensación está muy presente desde que Jon Lord sucumbió al cáncer de páncreas el 16 de julio de 2012.

El golpe lo acusó Ian Paice, casado con la hermana gemela de la esposa de Lord; Gillan comentó que lo lloró como si fuera su padre. Acaso la muerte de Lord fue el acicate que impulsó a sus colegas a grabar el disco Now What?! (2013), tras pasar varios años preguntándose si valía la pena volver a componer y registrar canciones.

El tiempo y el desgaste de la materia trajeron su cuota de visitas al médico. «Es el curso de la vida. Hace unos años, todo el mundo enfermó. Ian Paice enfermó. Yo enfermé. Steve enfermó. Roger enfermó. Y entonces alguien dijo “deberíamos parar”. Y todos dijeron “sí, hemos tocado por algún tiempo ya, entonces hagamos eso”.

Y ahora todos nos sentimos mucho mejor, así que mejor seguir un poco más», declaró Gillan al periodista chileno Claudio Vergara al recordar la etapa que dejó a Paice afectado por un accidente cerebrovascular que le adormeció el brazo y mano derechos la mañana del 14 de junio de 2016 en Estocolmo.

Al mismo tiempo, Morse lucha contra la artritis que le roe las articulaciones en tres de los huesos cercanos a la muñeca derecha. Varió su técnica para tocar la guitarra, utiliza muñequeras, se echa aerosol para aliviar el dolor y toma medicamentos para detener el avance del enemigo.

En el documental que acompañó la composición y arreglo de Infinite (2017), Morse declaró su voluntad de ser «el último guitarrista de Deep Purple». Gillan, consciente del agotamiento que aqueja a su garganta, comentó que la Púrpura es una banda instrumental con cantante.

Saben que algún día tendrán que parar –bautizaron su gira como «The Long Goodbye», en sintonía con los amagues de Scorpions, Judas Priest y Slayer–, pero lo alejan tanto como pueden.

«Deep Purple ha sido tal presencia en nuestras vidas por 50 años que ninguno de nosotros quiere que se acabe, pero la verdad es que tarde o temprano tendremos que parar. Me gustaría seguir y grabar otro disco. Emocionalmente no estamos listos para parar, así que podemos seguir adelante por otros cuatro o cinco años», comentó Glover a Andy Hughes, del portal musicradar.com.

A sus 73 años, la misma edad que Gillan, Glover no para de moverse de un lado a otro, intercambiando bromas con sus compañeros e interactuando con el público.

Paice, con 70 años recién cumplidos, continúa siendo la zurda más confiable llegada de Nottingham. Don Airey, con siete décadas a cuestas, honra el trabajo de Jon Lord y compartió toques de color local al insertar fragmentos de «La cucaracha», «El jarabe tapatío» y el himno nacional mexicano durante sus solos.

Gillan interviene lo justo, pero salvo «Perfect Strangers» canta todo el repertorio en su clave original. Así descarga de corrido «Highway Star», «Pictures of Home», «Bloodsucker» (que incluye mi primer verso favorito del rock inglés, «I got an English brain that gonna make me wise») y «Demon’s Eye», canción que figuraba en uno de los lados del disco de 45 rpm que me prestó mi tío Nery Olivares, primo paterno de mi padre, a cuya casa iba a recibir clases para reforzar mis debilidades en matemática. Y cierta urgencia se nota en la ejecución de Steve Morse: «Birds of Prey» demuestra su voluntad de continuar hasta el final.

La presentación del conjunto estuvo a cargo de Eddie Trunk, conocido por el público de estos lares por su trabajo como conductor del programa de televisión «That Metal Show».

El grupo sueco In Flames fue llamado a abrir cada escala de la gira mexicana que completó la mitad de las fechas previstas: Tijuana y Chihuahua se cancelaron «por motivos ajenos a la organización»; Mérida y Cancún quedaron fuera debido a «situaciones complejas en el desarrollo, diseño y avanzada en los equipos de producción y logística».

Vi a una pareja de señores grandes entre el público de primeras filas, él con chumpa y pantalón formal, ella con falda hasta la rodilla y zapatos bajos. Me pregunto cómo pudieron resistir al death metal melódico librado por los invitados.

Pero ahí estaban y dos horas después recordaron los días de medio siglo atrás, cuando el sencillo «Hush» se abrió paso en emisoras americanas dedicadas a los ritmos de juventud y reveló la existencia de un nuevo grupo inglés.

Nos tocó asistir al crepúsculo de los héroes; agradezco que sigan ahí, en persona o en grabación. Si no se llegó al lleno total fue porque ese mismo día era la primera fecha del Corona Capital Festival, encabezado por Robbie Williams, Lorde y The Chemical Brothers; la fanaticada del black metal tuvo su ceremonia presidida por Dimmu Borgir.

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