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El efecto Bukele

María Dolores Arias
08 de febrero, 2019

Las más recientes elecciones presidenciales en El Salvador hablan mucho del electorado, de quienes fueron a votar y en especial, de aquéllos que decidieron abstenerse. El virtual ganador de las elecciones presidenciales es Nayib Bukele con más de 1.300 millones de votos válidos.

Es interesante e ilustrativo analizar las circunstancias de estas elecciones así como del triunfo de Bukele en contra de partidos fuertes tradicionales, y es precisamente el adjetivo tradicional el que supo, Bukele y su equipo de mercadeo, aprovechar muy bien.

El hastío de los electores con respecto a los partidos tradicionales, abrió una puerta para que Bukele supo aprovechar para llegar al poder. Bukele supo “venderse” como un candidato diferente, “un candidato del cambio”, evitó encuadrarse en alguna ideología y en lugar de ser un lastre esta ausencia de definición, le sirvió para desmarcarse de lo tradicional.

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Sin embargo, la historia de Bukele lo muestra como un candidato pragmático a quien no le importa el vehículo electoral para alcanzar su objetivo, ya que se inscribe de último momento con un partido contrario a las ideas del FMLN, al cual había pertenecido, y acusado de estar fundado por políticos señalados de corruptos.

El discurso pragmático de Bukele que, al igual que muchos candidatos, dice lo que su electorado quiere oír y promete lo que anhelan alcanzar. La principal diferencia es que él, sí supo cómo mercadearlo.

Bukele supo leer el hastío de los electores salvadoreños y se ofreció como un cambio. Tal y como sucedió en EEUU con Trump, en México con López Obrador y, en su momento, en Guatemala como Jimmy Morales.

Esto me lleva a pensar que nosotros ya pasamos por lo que vive ahora El Salvador en la búsqueda de un cambio de políticos tradicionales por alguien “nuevo o diferente” que haga un cambio en la forma de hacer política.

Sin embargo, al menos en Guatemala, hemos visto que no es suficiente un candidato que asegure  ser “ni corrupto ni ladrón” para lograr cambios significativos en el país. Espero que también hayamos aprendido que mientras no cambie el sistema benefactor-mercantilista cualquier cambio será temporal y superficial, que sólo se cambiara de políticos pero no la forma de hacer política.

La gran interrogante para estas próximas elecciones en Guatemala es quien se apropiará del espacio de “candidato diferente” y convencerá al electorado. Quién logrará ser populista en su campaña sin causar “anticuerpos”. 

Mientras tanto en El Salvador inician una etapa con un presidente, virtualmente electo, que sin haber propuesto un  plan de gobierno logró convencer a suficientes para llegar al poder, tal vez no votando por él sino en contra de los demás candidatos. ¿Se repetirá el efecto Bukele en Guatemala? ¿Algún candidato capitalizará más que el voto a  su favor, el voto en contra? Sólo el tiempo y los votantes lo dirán.

@Md30

Facebook.com/Mda30 

El efecto Bukele

María Dolores Arias
08 de febrero, 2019

Las más recientes elecciones presidenciales en El Salvador hablan mucho del electorado, de quienes fueron a votar y en especial, de aquéllos que decidieron abstenerse. El virtual ganador de las elecciones presidenciales es Nayib Bukele con más de 1.300 millones de votos válidos.

Es interesante e ilustrativo analizar las circunstancias de estas elecciones así como del triunfo de Bukele en contra de partidos fuertes tradicionales, y es precisamente el adjetivo tradicional el que supo, Bukele y su equipo de mercadeo, aprovechar muy bien.

El hastío de los electores con respecto a los partidos tradicionales, abrió una puerta para que Bukele supo aprovechar para llegar al poder. Bukele supo “venderse” como un candidato diferente, “un candidato del cambio”, evitó encuadrarse en alguna ideología y en lugar de ser un lastre esta ausencia de definición, le sirvió para desmarcarse de lo tradicional.

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Sin embargo, la historia de Bukele lo muestra como un candidato pragmático a quien no le importa el vehículo electoral para alcanzar su objetivo, ya que se inscribe de último momento con un partido contrario a las ideas del FMLN, al cual había pertenecido, y acusado de estar fundado por políticos señalados de corruptos.

El discurso pragmático de Bukele que, al igual que muchos candidatos, dice lo que su electorado quiere oír y promete lo que anhelan alcanzar. La principal diferencia es que él, sí supo cómo mercadearlo.

Bukele supo leer el hastío de los electores salvadoreños y se ofreció como un cambio. Tal y como sucedió en EEUU con Trump, en México con López Obrador y, en su momento, en Guatemala como Jimmy Morales.

Esto me lleva a pensar que nosotros ya pasamos por lo que vive ahora El Salvador en la búsqueda de un cambio de políticos tradicionales por alguien “nuevo o diferente” que haga un cambio en la forma de hacer política.

Sin embargo, al menos en Guatemala, hemos visto que no es suficiente un candidato que asegure  ser “ni corrupto ni ladrón” para lograr cambios significativos en el país. Espero que también hayamos aprendido que mientras no cambie el sistema benefactor-mercantilista cualquier cambio será temporal y superficial, que sólo se cambiara de políticos pero no la forma de hacer política.

La gran interrogante para estas próximas elecciones en Guatemala es quien se apropiará del espacio de “candidato diferente” y convencerá al electorado. Quién logrará ser populista en su campaña sin causar “anticuerpos”. 

Mientras tanto en El Salvador inician una etapa con un presidente, virtualmente electo, que sin haber propuesto un  plan de gobierno logró convencer a suficientes para llegar al poder, tal vez no votando por él sino en contra de los demás candidatos. ¿Se repetirá el efecto Bukele en Guatemala? ¿Algún candidato capitalizará más que el voto a  su favor, el voto en contra? Sólo el tiempo y los votantes lo dirán.

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