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Warren Orbaugh
28 de junio, 2019


De todos las artes marciales el Aikido es mi favorito. Y vaya que hay muchas. Entre las principales artes marciales –sistemas codificados de combate– con armas están: el kydo (arquería), yariyutsu (pelea con lanza), kenjutsu (esgrima), jobajutsu (combate a caballo), bojutsu (combate con bastón), tantojutsu (combate con cuchillo), kali (combate con porras), shurikenjutsu (lanzamiento de dardos y cuchillos), y ninjutsu. Y entre las principales artes marciales sin armas encontramos: el sumo, jujutsu, karate, kempo, kung fu (boxeo shaolin), wing chun, wushu, muay thai, silat, tae kwon do, savate, boxeo, lucha grecorromana, y aikijutsu. 

Esas artes en Japón, que eran métodos de defensa y ataque, como el jujutsu y servían a los samuráis para  superar y eliminar a sus enemigos, evolucionaron influenciadas por conceptos Budistas de mera colección de técnicas a “modos” filosóficos, a disciplinas de coordinación, de fortalecimiento de mente y cuerpo. Esto queda indicado en la terminación “do” que quiere decir “camino o modo”, indicando un camino especial de refinamiento físico y espiritual, un modo o forma de vida.  Así, del kenjutsu se deriva el kendo; del jujutsu el judo; y del aikijutsu el aikido. Su dimensión creció hasta superar el simple objetivo de matar al enemigo hasta abarcar muchos elementos de la vida diaria. En otras palabras, cambiaron de formas de matar a formas de vivir. Con la desaparición de la clase samurái, el “arte” marcial se convirtió en el “camino o modo” marcial, enfatizándolo como medio para generar la fuerza moral necesaria para construir una sociedad sana.

A la edad de diez me inicié en la lucha grecorromana y el boxeo bajo la dirección de Roy Walters. Posteriormente ingresé al dojo de Karate-Do Shito-Ryu del maestro Jorge Sosa, que quedaba en el sótano del Edificio Italia, diseñado por el arquitecto Pelayo Llarena Murua, en la sexta avenida de la zona cuatro. Allí tuve el honor de recibir unos seminarios con el maestro Ken Ei Mabuni, 10º Dan en aquel entonces, primogénito de Ken Wa Mabuni, el fundador de la Escuela Shito-Ryu. Fue allí que aprendí que la finalidad del Karate-Do es el temple del cuerpo y mente. Aprendí que la diferencia entre el hombre y la bestia radica en la cortesía: “Karate-Do rei ni hachi mari,  rei no o wa ru” (Karate-Do comienza con cortesía y termina con cortesía). Un arte marcial sin cortesía ya no es un arte marcial sino meramente abominable violencia física, típica de las bestias e indigna del hombre. “Rei” se entiende como “respeto al prójimo” y también como “tenerse estima a sí mismo”.

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Luego, buscando un estilo más fluido, me uní al dojo de Estuardo y Erik Schumann, donde practiqué  kempo. Después estudie Jeet Kune Do, el sistema ideado por Bruce Lee. Hoy practico Aikido.

El Aikido es relativamente un arte marcial nuevo que data desde 1920 cuando su fundador, Morihei Uyeshiba (O-Sensei [Gran Maestro]), empezó a desarrollar lo que eventualmente llamó Aikido, “el modo de armonizar las energías”). 

Se basa en la tradición japonesa del guerrero samurái e incorpora conceptos de sus casi veinte años de estudio del Daito-ryu jujutsu, que suavizó y transformó a partir de su adhesión a la religión Omoto-kyo –que incorpora elementos sincréticos del Sintoísmo, Budismo, Confucianismo y Taoísmo–  que celebra la vida, la creación, y la protección a los otros.

El Aikido incorporó técnicas del kyudo, yarijutsu, bojutsu, kogutsu, bujutsu, jujutsu y aikijutsu, pero  reemplazó la matanza, mutilación y destrucción de las artes marciales de combate clásicas con el control y la compasión. Su propósito es controlar y dominar una situación, protegiendo tanto al atacante como al atacado. Idealmente el aikidoca no golpea ni patea para herir o lastimar sin necesidad, no bloquea ni resiste el ataque sino que se integra, se mezcla, armoniza con éste, desvía  y transforma la energía del atacante, manteniendo el flujo del movimiento. El resultado es una suavidad devastadora, una técnica invisible y un arte que no le hace sentido a la mayoría de observadores acostumbrados a la fuerza contra la fuerza. Como dice el sensei Pablo Buenafe –4º Dan– hay que darle al cliente lo que quiere, si quiere ir en una dirección determinada hay que ayudarlo a ir en esa dirección en lugar de pararlo. La estrategia característica y peculiar de este arte es su énfasis en la circularidad o “esfericidad” en la aplicación de sus movimientos, desplazamientos y técnicas. Es un método único de defensa personal igualmente adaptable y efectivo contra un atacante o varios.

Si quieres conocer más sobre este arte marcial, ven al Zanshin Dojo Aikido Guatemala, 18 Calle (Boulevard Los Próceres) 24-24 zona 10 Centro Comercial “Plaza las Cañas”, cualquier lunes, jueves o viernes de 7:15 a 9:00 pm, o sábados de 10:30 am a 12:00 horas. 


Warren Orbaugh
28 de junio, 2019


De todos las artes marciales el Aikido es mi favorito. Y vaya que hay muchas. Entre las principales artes marciales –sistemas codificados de combate– con armas están: el kydo (arquería), yariyutsu (pelea con lanza), kenjutsu (esgrima), jobajutsu (combate a caballo), bojutsu (combate con bastón), tantojutsu (combate con cuchillo), kali (combate con porras), shurikenjutsu (lanzamiento de dardos y cuchillos), y ninjutsu. Y entre las principales artes marciales sin armas encontramos: el sumo, jujutsu, karate, kempo, kung fu (boxeo shaolin), wing chun, wushu, muay thai, silat, tae kwon do, savate, boxeo, lucha grecorromana, y aikijutsu. 

Esas artes en Japón, que eran métodos de defensa y ataque, como el jujutsu y servían a los samuráis para  superar y eliminar a sus enemigos, evolucionaron influenciadas por conceptos Budistas de mera colección de técnicas a “modos” filosóficos, a disciplinas de coordinación, de fortalecimiento de mente y cuerpo. Esto queda indicado en la terminación “do” que quiere decir “camino o modo”, indicando un camino especial de refinamiento físico y espiritual, un modo o forma de vida.  Así, del kenjutsu se deriva el kendo; del jujutsu el judo; y del aikijutsu el aikido. Su dimensión creció hasta superar el simple objetivo de matar al enemigo hasta abarcar muchos elementos de la vida diaria. En otras palabras, cambiaron de formas de matar a formas de vivir. Con la desaparición de la clase samurái, el “arte” marcial se convirtió en el “camino o modo” marcial, enfatizándolo como medio para generar la fuerza moral necesaria para construir una sociedad sana.

A la edad de diez me inicié en la lucha grecorromana y el boxeo bajo la dirección de Roy Walters. Posteriormente ingresé al dojo de Karate-Do Shito-Ryu del maestro Jorge Sosa, que quedaba en el sótano del Edificio Italia, diseñado por el arquitecto Pelayo Llarena Murua, en la sexta avenida de la zona cuatro. Allí tuve el honor de recibir unos seminarios con el maestro Ken Ei Mabuni, 10º Dan en aquel entonces, primogénito de Ken Wa Mabuni, el fundador de la Escuela Shito-Ryu. Fue allí que aprendí que la finalidad del Karate-Do es el temple del cuerpo y mente. Aprendí que la diferencia entre el hombre y la bestia radica en la cortesía: “Karate-Do rei ni hachi mari,  rei no o wa ru” (Karate-Do comienza con cortesía y termina con cortesía). Un arte marcial sin cortesía ya no es un arte marcial sino meramente abominable violencia física, típica de las bestias e indigna del hombre. “Rei” se entiende como “respeto al prójimo” y también como “tenerse estima a sí mismo”.

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Luego, buscando un estilo más fluido, me uní al dojo de Estuardo y Erik Schumann, donde practiqué  kempo. Después estudie Jeet Kune Do, el sistema ideado por Bruce Lee. Hoy practico Aikido.

El Aikido es relativamente un arte marcial nuevo que data desde 1920 cuando su fundador, Morihei Uyeshiba (O-Sensei [Gran Maestro]), empezó a desarrollar lo que eventualmente llamó Aikido, “el modo de armonizar las energías”). 

Se basa en la tradición japonesa del guerrero samurái e incorpora conceptos de sus casi veinte años de estudio del Daito-ryu jujutsu, que suavizó y transformó a partir de su adhesión a la religión Omoto-kyo –que incorpora elementos sincréticos del Sintoísmo, Budismo, Confucianismo y Taoísmo–  que celebra la vida, la creación, y la protección a los otros.

El Aikido incorporó técnicas del kyudo, yarijutsu, bojutsu, kogutsu, bujutsu, jujutsu y aikijutsu, pero  reemplazó la matanza, mutilación y destrucción de las artes marciales de combate clásicas con el control y la compasión. Su propósito es controlar y dominar una situación, protegiendo tanto al atacante como al atacado. Idealmente el aikidoca no golpea ni patea para herir o lastimar sin necesidad, no bloquea ni resiste el ataque sino que se integra, se mezcla, armoniza con éste, desvía  y transforma la energía del atacante, manteniendo el flujo del movimiento. El resultado es una suavidad devastadora, una técnica invisible y un arte que no le hace sentido a la mayoría de observadores acostumbrados a la fuerza contra la fuerza. Como dice el sensei Pablo Buenafe –4º Dan– hay que darle al cliente lo que quiere, si quiere ir en una dirección determinada hay que ayudarlo a ir en esa dirección en lugar de pararlo. La estrategia característica y peculiar de este arte es su énfasis en la circularidad o “esfericidad” en la aplicación de sus movimientos, desplazamientos y técnicas. Es un método único de defensa personal igualmente adaptable y efectivo contra un atacante o varios.

Si quieres conocer más sobre este arte marcial, ven al Zanshin Dojo Aikido Guatemala, 18 Calle (Boulevard Los Próceres) 24-24 zona 10 Centro Comercial “Plaza las Cañas”, cualquier lunes, jueves o viernes de 7:15 a 9:00 pm, o sábados de 10:30 am a 12:00 horas.