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Redacción
08 de noviembre, 2019

He tenido la oportunidad de leer las dos más nuevas historias sobre uno de los personajes más controversiales de nuestro país. 

La primera, una biografía de Juan Jacobo Árbenz hecha por el Doctor Carlos Sabino y la segunda una novela sobre los “Tiempos Recios” vividos durante esos años que si bien no es específicamente sobre Árbenz si es sometida su figura a una serie de aseveraciones interesantes y polémicas. 

Sin indagar sobre las apreciaciones que cada uno de los autores tiene sobre este personaje y sobre el contexto nacional e internacional que influyó en los movimientos políticos y sociales de esa época quisiera compartir tres polémicas que he podido identificar no solo en los libros sino en la propia narrativa hegemónica que impera en la sociedad.

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¿Era Árbenz comunista? Suele ser una pregunta que muchos autores se hacen. Creo que se puede llegar a la conclusión que no lo era sin importar a quién lea uno. Sin embargo, quisiera indagar sobre una cuestión más importante que es: ¿verdaderamente importaba si lo era? Yo creo que tampoco. 

Es bien sabido para aquellos que hemos estudiado las revoluciones que muchas veces al inicio de ellas se carece de una base ideológica definida y de una agenda programática establecida que sea compartida por los revolucionarios y que sea clara para todos aquellos que defienden el movimiento. 

Es bien sabido también, que las revoluciones al encontrarse con dificultades para mantener la cohesión social y política del movimiento recurren a ideologías ajenas al propio movimiento con tal de darle un fondo ideológico y un sustento a las acciones políticas. 

Este es el caso de la propia Revolución Cubana, por ejemplo. En un contexto en el cuál había una narrativa anti imperialista, una Unión Soviética con miras a la exportación de su modelo político y económico y una cúpula ideológica cercana a Árbenz con ideas comunistas no era difícil pensar que el desenlace podría haber sido algo parecido al comunismo.

 Por eso mismo tampoco importaba que la mayoría de la gente no fuera comunista o que ni siquiera los comunistas guatemaltecos tuvieran claro lo que es dicha ideología, muchos países se han encaminado hacia esas ideologías totalitarias por decisiones de una pequeña minoría con mucho poder y con miras a mantenerlo o aumentarlo.

¿Era la reforma agraria capitalista? Esta es otra de las inquietudes que resuena en cada discusión o evento público que hace referencia a Árbenz. 

No puedo más que recordar constantemente que Corea del Norte y Corea del Sur tuvieron sus propias reformas agrarias en un lapso de un año de diferencia mas o menos y ya sabemos el desenlace de ambos países. 

En uno se vive en un totalitarismo comunista y el otro tiene un PIB mayor que el de Rusia con un territorio exageradamente menor. ¿Qué determinó el desenlace de ambos? La forma y el fondo. 

Es decir, las reglas por las cuáles se llevó a cabo la reforma y las ideas o razones por las cuáles se hizo. En un inicio las reformas agrarias tenían como objetivo la defensa del territorio de un Estado. 

Al darle propiedad a los campesinos se esperaba que defendieran sus tierras a toda costa y evitaran posibles invasiones, esta fue una de las razones de la reforma en Corea del Sur. 

Posteriormente la reforma agraria tomó una connotación liberal. Darles propiedad privada a las personas los hace libres. Sin embargo, la reforma agraria también tomó otro concepto totalmente contrario en el cuál el Estado era el verdadero propietario y a través de la tierra podría controlar a la población.

 Por otro lado, las reglas por las cuales si hizo la reforma en Corea del Sur contaban con tres características clave: propiedad, certeza y justicia. Ninguna de estas características era cumplida por la reforma agraria guatemalteca.

 El resultado en Corea del Sur fue la creación de una clase media amplia que pudo mandar a una generación completa a educarse y la readecuación de los recursos económicas con miras a una mayor productividad y a una industrialización bajo parámetros capitalistas.

 Si bien Árbenz podía tener la idea de hacer una reforma agraria capitalista como firma uno de los autores, la forma por la cuál lo iba a hacer distaba mucho de los casos de éxito de una reforma de este tipo.

¿Fue una verdadera revolución? Esta es una duda que he tenido desde que lo discutíamos con compañeros en la clase de estudios con uno de los mejores profesores que he tenido: Glenn David Cox. 

Tuve la oportunidad de preguntarle a uno de los autores si valdría la pena hacer una revisión histórica de la propia revolución para desmitificarla y darle su justa medida, pero no me llevó muy lejos al contestarme que dependía de la definición de revolución. 

Yo no estoy satisfecho con dicha respuesta por los siguientes motivos: hubo cierta continuidad de principios reflejados en políticas públicas desde Ubico, pasando por los revolucionarios y terminando con la contrarrevolución. 

En una revolución de verdad los cambios suelen ser más profundos y suelen haber cambios más radicales. El apoyo popular para la revolución y la contrarrevolución fue escaso. Pocas personas defendieron la revolución en sus momentos más críticos y pocos fueron también los que lideraron la contrarrevolución. 

No hablemos siquiera de lo que se vivía en el interior del país que, excluyendo el caos y la incertidumbre de la reforma agraria, probablemente poco había cambiado sus vidas con la revolución.

En algún momento el profesor llegó a catalogar la revolución como una insurrección citadina, definición que si bien no estoy totalmente de acuerdo si le pega relativamente al clavo que la revolución no fue un movimiento masivo, intenso y profundo. 

A pesar de todo esto no podemos descartar el carácter democrático que si representaba una transformación política y social de fondo pero que también respondía ante la demanda liberal del mundo post guerra. De este punto sigo teniendo la duda e invito a que se haga una reflexión con argumentos sobre si lo fue o no, se presta a un debate constructivo. 

Podría continuar con más polémicas que rodean a un personaje tan adorado y criticado por la sociedad guatemalteca, pero creo que con estas tres se pueden tener discusiones lo suficientemente largas y desgastantes. 

No por eso debemos dejar de cuestionar las narrativas imperantes que enseñan en unas casas de estudio u otras y que convierten a los jóvenes en fanáticos irracionales de paradigmas e ídolos que deben ser venerados y alabados. 

Por último, los invito a leer las dos maravillosas obras de tan aclamados escritores que han sabido plasmar, cada uno con su forma de ver las cosas, uno de los momentos más discutidos y cuestionados de la historia de Guatemala. 

Redacción
08 de noviembre, 2019

He tenido la oportunidad de leer las dos más nuevas historias sobre uno de los personajes más controversiales de nuestro país. 

La primera, una biografía de Juan Jacobo Árbenz hecha por el Doctor Carlos Sabino y la segunda una novela sobre los “Tiempos Recios” vividos durante esos años que si bien no es específicamente sobre Árbenz si es sometida su figura a una serie de aseveraciones interesantes y polémicas. 

Sin indagar sobre las apreciaciones que cada uno de los autores tiene sobre este personaje y sobre el contexto nacional e internacional que influyó en los movimientos políticos y sociales de esa época quisiera compartir tres polémicas que he podido identificar no solo en los libros sino en la propia narrativa hegemónica que impera en la sociedad.

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¿Era Árbenz comunista? Suele ser una pregunta que muchos autores se hacen. Creo que se puede llegar a la conclusión que no lo era sin importar a quién lea uno. Sin embargo, quisiera indagar sobre una cuestión más importante que es: ¿verdaderamente importaba si lo era? Yo creo que tampoco. 

Es bien sabido para aquellos que hemos estudiado las revoluciones que muchas veces al inicio de ellas se carece de una base ideológica definida y de una agenda programática establecida que sea compartida por los revolucionarios y que sea clara para todos aquellos que defienden el movimiento. 

Es bien sabido también, que las revoluciones al encontrarse con dificultades para mantener la cohesión social y política del movimiento recurren a ideologías ajenas al propio movimiento con tal de darle un fondo ideológico y un sustento a las acciones políticas. 

Este es el caso de la propia Revolución Cubana, por ejemplo. En un contexto en el cuál había una narrativa anti imperialista, una Unión Soviética con miras a la exportación de su modelo político y económico y una cúpula ideológica cercana a Árbenz con ideas comunistas no era difícil pensar que el desenlace podría haber sido algo parecido al comunismo.

 Por eso mismo tampoco importaba que la mayoría de la gente no fuera comunista o que ni siquiera los comunistas guatemaltecos tuvieran claro lo que es dicha ideología, muchos países se han encaminado hacia esas ideologías totalitarias por decisiones de una pequeña minoría con mucho poder y con miras a mantenerlo o aumentarlo.

¿Era la reforma agraria capitalista? Esta es otra de las inquietudes que resuena en cada discusión o evento público que hace referencia a Árbenz. 

No puedo más que recordar constantemente que Corea del Norte y Corea del Sur tuvieron sus propias reformas agrarias en un lapso de un año de diferencia mas o menos y ya sabemos el desenlace de ambos países. 

En uno se vive en un totalitarismo comunista y el otro tiene un PIB mayor que el de Rusia con un territorio exageradamente menor. ¿Qué determinó el desenlace de ambos? La forma y el fondo. 

Es decir, las reglas por las cuáles se llevó a cabo la reforma y las ideas o razones por las cuáles se hizo. En un inicio las reformas agrarias tenían como objetivo la defensa del territorio de un Estado. 

Al darle propiedad a los campesinos se esperaba que defendieran sus tierras a toda costa y evitaran posibles invasiones, esta fue una de las razones de la reforma en Corea del Sur. 

Posteriormente la reforma agraria tomó una connotación liberal. Darles propiedad privada a las personas los hace libres. Sin embargo, la reforma agraria también tomó otro concepto totalmente contrario en el cuál el Estado era el verdadero propietario y a través de la tierra podría controlar a la población.

 Por otro lado, las reglas por las cuales si hizo la reforma en Corea del Sur contaban con tres características clave: propiedad, certeza y justicia. Ninguna de estas características era cumplida por la reforma agraria guatemalteca.

 El resultado en Corea del Sur fue la creación de una clase media amplia que pudo mandar a una generación completa a educarse y la readecuación de los recursos económicas con miras a una mayor productividad y a una industrialización bajo parámetros capitalistas.

 Si bien Árbenz podía tener la idea de hacer una reforma agraria capitalista como firma uno de los autores, la forma por la cuál lo iba a hacer distaba mucho de los casos de éxito de una reforma de este tipo.

¿Fue una verdadera revolución? Esta es una duda que he tenido desde que lo discutíamos con compañeros en la clase de estudios con uno de los mejores profesores que he tenido: Glenn David Cox. 

Tuve la oportunidad de preguntarle a uno de los autores si valdría la pena hacer una revisión histórica de la propia revolución para desmitificarla y darle su justa medida, pero no me llevó muy lejos al contestarme que dependía de la definición de revolución. 

Yo no estoy satisfecho con dicha respuesta por los siguientes motivos: hubo cierta continuidad de principios reflejados en políticas públicas desde Ubico, pasando por los revolucionarios y terminando con la contrarrevolución. 

En una revolución de verdad los cambios suelen ser más profundos y suelen haber cambios más radicales. El apoyo popular para la revolución y la contrarrevolución fue escaso. Pocas personas defendieron la revolución en sus momentos más críticos y pocos fueron también los que lideraron la contrarrevolución. 

No hablemos siquiera de lo que se vivía en el interior del país que, excluyendo el caos y la incertidumbre de la reforma agraria, probablemente poco había cambiado sus vidas con la revolución.

En algún momento el profesor llegó a catalogar la revolución como una insurrección citadina, definición que si bien no estoy totalmente de acuerdo si le pega relativamente al clavo que la revolución no fue un movimiento masivo, intenso y profundo. 

A pesar de todo esto no podemos descartar el carácter democrático que si representaba una transformación política y social de fondo pero que también respondía ante la demanda liberal del mundo post guerra. De este punto sigo teniendo la duda e invito a que se haga una reflexión con argumentos sobre si lo fue o no, se presta a un debate constructivo. 

Podría continuar con más polémicas que rodean a un personaje tan adorado y criticado por la sociedad guatemalteca, pero creo que con estas tres se pueden tener discusiones lo suficientemente largas y desgastantes. 

No por eso debemos dejar de cuestionar las narrativas imperantes que enseñan en unas casas de estudio u otras y que convierten a los jóvenes en fanáticos irracionales de paradigmas e ídolos que deben ser venerados y alabados. 

Por último, los invito a leer las dos maravillosas obras de tan aclamados escritores que han sabido plasmar, cada uno con su forma de ver las cosas, uno de los momentos más discutidos y cuestionados de la historia de Guatemala.