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La desigualdad no se arregla con gasto público

María Dolores Arias
13 de noviembre, 2019

El tema de la desigualdad ha adquirido nuevamente relevancia en los medios, las redes y las conversaciones coloquiales a raíz de los disturbios en Chile, del resultado de las elecciones en Argentina y de lo que pareciera un resurgimiento de las ideas colectivistas fracasadas, ahora disfrazadas del bien común.

En Guatemala, también se ha utilizado el discurso de la desigualdad para hablar de temas variopintos, uno de ellos el presupuesto general para el 2020.  La excusa de la desigualdad se ha convertido en la favorita para justificar el aumento del gasto público con todo lo que esto conlleva: presupuesto deficitario, más deuda y aumento a futuro de los impuestos.

Muchos venden la idea que es a través de más gasto público como se combatirá la desigualdad, es decir, un gobierno con vastos recursos para gastarlo en funciones asistencialistas y con amplio poder discrecional para decidir en qué y cómo gastarlo.

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Sin embargo, el gasto público, en la mayoría de los casos, es deficiente. La mayor parte del presupuesto se destina a funcionamiento; es decir, Q60.3 millardos de los más de Q89.7 millardos, se gastarán en planillas, celulares, gasolinas, viáticos y demás gastos operativos.

Esto sin contar con las denuncias e investigaciones por el robo y mal manejo del dinero de los tributarios.  Los contratos colectivos firmados que exceden ampliamente la realidad en el mercado laboral, los cuales, al ser financiados con dinero de los tributarios, no tiene empacho alguno en firmarlos.

Los programas sociales, que supuestamente fueron diseñados e implementados para reducir la pobreza, de muy poco han servido.  Sólo basta revisar las cantidades que se han gastado en el gobierno y compararlo con los resultados obtenidos versus una fundación privada que tiene un mayor impacto con una significativamente menor cantidad de dinero.

Es importante que siempre recuerde que el gasto público se financia con su dinero a través de los impuestos. Es importante que recuerde que el dinero que paga en impuestos es dinero que usted dejó de utilizar para entregárselo al gobierno a cambio de servicios.  Por lo que cualquier aumento en lo que gasta el gobierno implica una disminución en lo que le queda, después del pago de impuesto, para uso personal.

“Mientras más gasta el gobierno, menos puede gastar el ciudadano. Las obras públicas no se hacen con el poder milagroso de una varita mágica. Son pagadas con los fondos arrancados a los ciudadanos” Ludwig von Mises.

Con los bajos índices de transparencia que caracterizan a nuestros países, la calidad del gasto es, en muchos casos, tan solo deseable pero difícilmente alcanzable. Los resultados en la prueba Pisa, que mide la comprensión de lectura y matemática en los estudiantes, uno se pregunta si ahora con los más de Q17 mil millones se obtendrán resultados más que satisfactorios.

La desigualdad material no se resuelve con mayor gasto público, la redistribución de riqueza por lo general sólo beneficia al que “reparte y se queda con la mayor parte”. Son los allegados al poder quienes resuelven su problema de “desigualdad”.

La forma más efectiva para mejorar la calidad de vida de los más pobres es dejar en libertad a los productores de crear riqueza, eliminar los privilegios y mercantilismos. Dejar en libertad a los individuos a actuar benevolentemente con los demás, no estorbar las iniciativas solidarias y el gobierno convertirse en garante de la igualdad ante la Ley.

@Md30

Facebook.com/Mda30

La desigualdad no se arregla con gasto público

María Dolores Arias
13 de noviembre, 2019

El tema de la desigualdad ha adquirido nuevamente relevancia en los medios, las redes y las conversaciones coloquiales a raíz de los disturbios en Chile, del resultado de las elecciones en Argentina y de lo que pareciera un resurgimiento de las ideas colectivistas fracasadas, ahora disfrazadas del bien común.

En Guatemala, también se ha utilizado el discurso de la desigualdad para hablar de temas variopintos, uno de ellos el presupuesto general para el 2020.  La excusa de la desigualdad se ha convertido en la favorita para justificar el aumento del gasto público con todo lo que esto conlleva: presupuesto deficitario, más deuda y aumento a futuro de los impuestos.

Muchos venden la idea que es a través de más gasto público como se combatirá la desigualdad, es decir, un gobierno con vastos recursos para gastarlo en funciones asistencialistas y con amplio poder discrecional para decidir en qué y cómo gastarlo.

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Sin embargo, el gasto público, en la mayoría de los casos, es deficiente. La mayor parte del presupuesto se destina a funcionamiento; es decir, Q60.3 millardos de los más de Q89.7 millardos, se gastarán en planillas, celulares, gasolinas, viáticos y demás gastos operativos.

Esto sin contar con las denuncias e investigaciones por el robo y mal manejo del dinero de los tributarios.  Los contratos colectivos firmados que exceden ampliamente la realidad en el mercado laboral, los cuales, al ser financiados con dinero de los tributarios, no tiene empacho alguno en firmarlos.

Los programas sociales, que supuestamente fueron diseñados e implementados para reducir la pobreza, de muy poco han servido.  Sólo basta revisar las cantidades que se han gastado en el gobierno y compararlo con los resultados obtenidos versus una fundación privada que tiene un mayor impacto con una significativamente menor cantidad de dinero.

Es importante que siempre recuerde que el gasto público se financia con su dinero a través de los impuestos. Es importante que recuerde que el dinero que paga en impuestos es dinero que usted dejó de utilizar para entregárselo al gobierno a cambio de servicios.  Por lo que cualquier aumento en lo que gasta el gobierno implica una disminución en lo que le queda, después del pago de impuesto, para uso personal.

“Mientras más gasta el gobierno, menos puede gastar el ciudadano. Las obras públicas no se hacen con el poder milagroso de una varita mágica. Son pagadas con los fondos arrancados a los ciudadanos” Ludwig von Mises.

Con los bajos índices de transparencia que caracterizan a nuestros países, la calidad del gasto es, en muchos casos, tan solo deseable pero difícilmente alcanzable. Los resultados en la prueba Pisa, que mide la comprensión de lectura y matemática en los estudiantes, uno se pregunta si ahora con los más de Q17 mil millones se obtendrán resultados más que satisfactorios.

La desigualdad material no se resuelve con mayor gasto público, la redistribución de riqueza por lo general sólo beneficia al que “reparte y se queda con la mayor parte”. Son los allegados al poder quienes resuelven su problema de “desigualdad”.

La forma más efectiva para mejorar la calidad de vida de los más pobres es dejar en libertad a los productores de crear riqueza, eliminar los privilegios y mercantilismos. Dejar en libertad a los individuos a actuar benevolentemente con los demás, no estorbar las iniciativas solidarias y el gobierno convertirse en garante de la igualdad ante la Ley.

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