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¿Campesinos o guerrilleros?

Henry Pocasangre
31 de enero, 2020

La toma de la Embajada de España no fue casualidad, lo reconoce el exguerrillero Gustavo Porras, militante en aquella época del Ejército Guatemalteco de los Pobres (EGP).

Segunda parte

Para 1980 la guerra civil en Guatemala estaba recrudeciendo, principalmente en la región de Quiché, de donde llegaron pobladores campesinos a la capital.

Su único aliado en la ciudad para denunciar lo que ocurría en las comunidades fueron los estudiantes agrupados en el Frente Estudiantil Revolucionario Robin García (FERG).

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Este grupo era el brazo de acción del EGP en la Universidad de San Carlos. Lo comunitarios fueron una oportunidad para el Ejército Guerrillero de actuar para presionar al gobierno.

El exmilitante de la insurgencia resalta que en ese tiempo había tomado distancia del EGP, no por razones personales, sino porque habían cometido “errores”, pero conoció de cerca los planes, incursión que terminó cobrando la vida de 37 personas.

El Ejército Guerrillero quería “cambiar el sistema que imperaba en Guatemala”, lo dice Adolfo Molina Sierra, hijo del abogado Adolfo Molina Orantes, una de las víctimas ese 31 de enero.

“La toma de la embajada fue el hecho motivador de una tragedia, con fines propagandísticos por parte del grupo insurgente bajo los planes del EGP”, insiste Molina Orantes.

Asegura que el plan del EGP consistía en llevar al grupo de campesinos a la embajada para internacionalizar la protesta y conseguir apoyo externo contra el Gobierno de Romeo Lucas García.

Porras, quien se mantiene al margen de lo ocurrido e intenta separarse del EGP, dice que gente “conocedora e informada” le contó que fue una operación para obligar al gobierno guatemalteco a responder por las personas desaparecidas.

Sin embargo, el embajador Máximo Cajal no era ajeno a lo que ocurría en Quiché y los sucesos que movilizaron a las personas a denunciar en la capital. Su relación con el occidente del país fue por los sacerdotes españoles que allá estaban delegados y le habían solicitado apoyo por acciones militares que sufrían.

Molina Sierra asegura que se logró identificar que muchos de los religiosos eran miembros del Ejército Guerrillero de los Pobres.

“Se puede ver una vinculación directa entre ellos, la actitud del embajador y los insurgentes”, insiste Molina Sierra.

En la declaración judicial que Cajal realizó por videoconferencia ante un juzgado de Guatemala, narró lo ocurrido el día de la toma y dijo que se enteró que habían estudiantes de la Universidad de San Carlos.

Por su parte, el exguerrillero defiende que la gente vino -a la ciudad- para denunciar agresiones contra sus comunidades.

El Plan subida

Cuando el fuego que cobró la vida de 37 personas se apagó, la Policía Nacional revisó todo el edificio. En uno de los maletines de los ocupantes encontraron un documento con el nombre de “Plan Subida”.

Se trataba de la organización escrita en un papel donde se explicaban detalles, desde el punto de reunión hasta la forma en que ingresarían a la embajada y la explicación para dar.

También planificaban solicitar comida para unas 50 personas e identificar si había rehenes de “mejor garantía” para negociar. En el documento, los organizadores se refieren en todo momento a los ocupantes como compañeros, y no mencionan campesinos o estudiantes.

El congreso emitió un punto resolutivo en 1998 donde establecen en uno de los considerandos que “un grupo de campesinos hizo suyos los sufrimientos, necesidades y peticiones de la inmensa mayoría” al tomar la Embajada de España con el “único fin de que el mundo conociera su situación”.

Víctor Ferrigno, quien integraba las filas del FERG en los años ochenta, publicó recientemente una mensaje en el diario La Hora, donde recuerda lo ocurrido. “La matanza nos golpeó brutalmente, pero no nos desmovilizó, pues dos días más tarde rompimos el cerco militar y la policía y le dimos a los mártires la más digna sepultura”.

Surgen teorías que ponen en duda al embajador Máximo Cajal y su posible vinculación con el EGP, CUC y FERG para tomar su propia embajada, un plan que se habría salido de control con la reacción de la policía. ¿Cajal estaba coordinado con los ocupantes?.

“Si el enemigo nos quiere reprimir todos correrán la misma suerte”: Plan Subida.

Lee la tercera parte:

¿Estaba realmente el embajador Máximo Cajal coordinado con los que tomaron el edificio?

Lee la primera parte: ¿Qué pasó en Quiché para que los campesinos viajaran a la capital?

¿Campesinos o guerrilleros?

Henry Pocasangre
31 de enero, 2020

La toma de la Embajada de España no fue casualidad, lo reconoce el exguerrillero Gustavo Porras, militante en aquella época del Ejército Guatemalteco de los Pobres (EGP).

Segunda parte

Para 1980 la guerra civil en Guatemala estaba recrudeciendo, principalmente en la región de Quiché, de donde llegaron pobladores campesinos a la capital.

Su único aliado en la ciudad para denunciar lo que ocurría en las comunidades fueron los estudiantes agrupados en el Frente Estudiantil Revolucionario Robin García (FERG).

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Este grupo era el brazo de acción del EGP en la Universidad de San Carlos. Lo comunitarios fueron una oportunidad para el Ejército Guerrillero de actuar para presionar al gobierno.

El exmilitante de la insurgencia resalta que en ese tiempo había tomado distancia del EGP, no por razones personales, sino porque habían cometido “errores”, pero conoció de cerca los planes, incursión que terminó cobrando la vida de 37 personas.

El Ejército Guerrillero quería “cambiar el sistema que imperaba en Guatemala”, lo dice Adolfo Molina Sierra, hijo del abogado Adolfo Molina Orantes, una de las víctimas ese 31 de enero.

“La toma de la embajada fue el hecho motivador de una tragedia, con fines propagandísticos por parte del grupo insurgente bajo los planes del EGP”, insiste Molina Orantes.

Asegura que el plan del EGP consistía en llevar al grupo de campesinos a la embajada para internacionalizar la protesta y conseguir apoyo externo contra el Gobierno de Romeo Lucas García.

Porras, quien se mantiene al margen de lo ocurrido e intenta separarse del EGP, dice que gente “conocedora e informada” le contó que fue una operación para obligar al gobierno guatemalteco a responder por las personas desaparecidas.

Sin embargo, el embajador Máximo Cajal no era ajeno a lo que ocurría en Quiché y los sucesos que movilizaron a las personas a denunciar en la capital. Su relación con el occidente del país fue por los sacerdotes españoles que allá estaban delegados y le habían solicitado apoyo por acciones militares que sufrían.

Molina Sierra asegura que se logró identificar que muchos de los religiosos eran miembros del Ejército Guerrillero de los Pobres.

“Se puede ver una vinculación directa entre ellos, la actitud del embajador y los insurgentes”, insiste Molina Sierra.

En la declaración judicial que Cajal realizó por videoconferencia ante un juzgado de Guatemala, narró lo ocurrido el día de la toma y dijo que se enteró que habían estudiantes de la Universidad de San Carlos.

Por su parte, el exguerrillero defiende que la gente vino -a la ciudad- para denunciar agresiones contra sus comunidades.

El Plan subida

Cuando el fuego que cobró la vida de 37 personas se apagó, la Policía Nacional revisó todo el edificio. En uno de los maletines de los ocupantes encontraron un documento con el nombre de “Plan Subida”.

Se trataba de la organización escrita en un papel donde se explicaban detalles, desde el punto de reunión hasta la forma en que ingresarían a la embajada y la explicación para dar.

También planificaban solicitar comida para unas 50 personas e identificar si había rehenes de “mejor garantía” para negociar. En el documento, los organizadores se refieren en todo momento a los ocupantes como compañeros, y no mencionan campesinos o estudiantes.

El congreso emitió un punto resolutivo en 1998 donde establecen en uno de los considerandos que “un grupo de campesinos hizo suyos los sufrimientos, necesidades y peticiones de la inmensa mayoría” al tomar la Embajada de España con el “único fin de que el mundo conociera su situación”.

Víctor Ferrigno, quien integraba las filas del FERG en los años ochenta, publicó recientemente una mensaje en el diario La Hora, donde recuerda lo ocurrido. “La matanza nos golpeó brutalmente, pero no nos desmovilizó, pues dos días más tarde rompimos el cerco militar y la policía y le dimos a los mártires la más digna sepultura”.

Surgen teorías que ponen en duda al embajador Máximo Cajal y su posible vinculación con el EGP, CUC y FERG para tomar su propia embajada, un plan que se habría salido de control con la reacción de la policía. ¿Cajal estaba coordinado con los ocupantes?.

“Si el enemigo nos quiere reprimir todos correrán la misma suerte”: Plan Subida.

Lee la tercera parte:

¿Estaba realmente el embajador Máximo Cajal coordinado con los que tomaron el edificio?

Lee la primera parte: ¿Qué pasó en Quiché para que los campesinos viajaran a la capital?