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¿Estaba realmente el embajador Máximo Cajal coordinado con los que tomaron el edificio?

Henry Pocasangre
31 de enero, 2020

Mary Wilken de Barillas era secretaria en la embajada española en 1980, una mujer alta y rubia, con ascendencia alemana. Tenía 40 años en la diplomacia, conoció a muchos embajadores. Máximo Cajal la incomodaba.

Tercera parte

Cajal había hecho una gira por Quiché antes de la toma de la Embajada de España, la versión oficial es que visitaba a los religiosos de Acción Católica asediados por el Ejército en la región Ixil. Registros informan que ya había ocurrido el secuestro de varios devotos.

El 30 de enero, un día antes de la ocupación, testimonios ubican a Cajal todavía en esa región del país de donde llegaron los campesinos que tomaron la sede diplomática.

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Mary Wilker sabía que en la embajada habría algún movimiento porque Cajal estaba misterioso y viajó al interior del país constantemente.

Ella le contó las sospechas a su hijo, Rodolfo Barillas Wilken, quien había regresado a Guatemala cuatro meses antes de la toma, luego de una larga estadía en España y Alemania, donde se especializó en medicina.

El hijo de Mary recuerda que Cajal tenía antecedentes de comunista antes de acreditarse en Guatemala, y eso lo sabía la gente.

“Le gustaba eso de la guerrilla, la lucha. Mi madre me había dicho que viajaba al interior, Quiché, Chichicastenango, donde quizá hizo el acuerdo para que llegaran los señores -que tomaron la embajada-”.

Izquierda desde la raíz

Cajal era un personaje muy conocido en España, comenzó su carrera diplomática con el dictador Mauricio Franco. Para 1979 el canciller español, de tendencia conservadora, Marcelino Oreja, lo envió a Guatemala.

“Máximo era de izquierda”, reconoce de manera tajante el periodista Manuel Aguilera, quien produjo un documental para el canal español LaSexta y conoció de cerca al embajador.

Aguilera destaca que en esa época no era extraño que un gobierno de centro derecha en España mantuviera a un diplomático de izquierda. Tampoco Guatemala era un país con relaciones prioritarias.

“Siempre ejerció la diplomacia de una manera muy política, y siempre con posiciones de izquierda, más a la izquierda de lo que fue su partido. Su tendencia hizo que tuviera problemas en distintos momentos con el Partido Socialista Obrero Español”, recuerda Aguilera.

El exguerrillero Gustavo Porras asegura que “de fuentes muy cercanas” sabe que no fue así -que el embajador supiera lo que ocurriría en la embajada-.

El antiguo miembro de la insurgencia sustenta su defensa a Cajal: “Dudo mucho que un embajador español se metiera a semejante boleto”.

Insiste en su posición con el argumento de que la izquierda española no tiene de radical “absolutamente nada”,  y que el Partido Socialista Obrero Español ha sido de gobierno y no de involucrarse en acciones violentas.

Pero Barillas Wilken, quien perdió a su madre aquel día, sostiene su postura en que la toma y quema de la embajada fue algo a nivel de Cajal y “la gente guerrillera o no guerrilla, indígenas o no indígenas”.

“Motivos políticos, definitivamente”, insiste el hijo de Mary Wilken.

¿Comunista?

Adolfo Molina Sierra escribió el libro Historia verdadera de la quema de la embajada española, estuvo afuera de la sede el 31 de enero, esperaba que estuviera a salvo su padre, Adolfo Molina Orantes, quien tenía cita con el embajador junto a dos abogados más.

Recuerda que el diplomático Carlos Manzanares, a quien sustituyó Cajal, lo había señalado de ideología comunista. No obstante todo fueron rumores en ese momento, dice.

El embajador español había confesado su interés por conocer de primera línea los pormenores del Conflicto Armado Interno y los actos del Ejército en Quiché para combatir la insurgencia.

En España, la versión de Cajal sobre la quema de la embajada fue recogida por toda la prensa y tuvo el respaldo del gobierno. Dijo que no sabía nada y los tomaron por sorpresa.

El periodista Manuel Aguilera recuerda que Cajal era muy consciente de que un sector de la sociedad guatemalteca -el embajador decía que la oligarquía-, ponía en duda su versión, pero sabía que era mucho más que la oligarquía.

Hay mucha gente en Guatemala que pone en duda que él no tuviera conocimiento o estuviera en conveniencia con los campesinos y los estudiantes que entraron en la embajada”.

En el programa de televisión que dirigió Aguilera, Cajal dijo en un momento: “Si yo hubiera organizado eso -la toma- no habría salido tan mal”.

La incredulidad hacia Cajal aumentó cuando fue cuestionado sobre las razones de los ocupantes. “Él tenía muy claras las motivaciones, lo dijo de un tirón, lo que estarían buscando, una llamada de atención al gobierno, a la comunidad internacional”, recuerda Aguilera.

El periodista destaca que hay muchos agujeros negros y dudas sobre Cajal después de ese viaje a Quiché, del que nunca llegó a informar a las autoridades españolas, pudo tener contactos con guerrilleros o campesinos, y hasta haber pactado una actuación que acabó de una manera fatal.

A finales de abril del 2014 Máximo Cajal declaró por videoconferencia ante el juez guatemalteco José Eduardo Cojulum.

El embajador confirmó que regresó a Guatemala el miércoles 30 de enero, un día antes de la toma. Su secretaria le informó de la llegada de invitados el siguiente día a las 11 horas, para hablar de un evento de derecho procesal.

Esas personas eran Eduardo Cáceres Lehnhoff, ex vicepresidente de Guatemala; el excanciller Adolfo Molina Orantes, y el profesor universitario, Mario Aguirre Godoy

A la cita también debía acudir el entonces presidente del Colegio de Abogados, Carlos Rosales, quien supuestamente llegó tarde y no pudo entrar a la embajada. La otra persona era Alberto Herrarte, quien se ausentó porque salió del país.

Cajal recibiría por aparte al abogado Luis Beltranena,  también a las 11 horas, pero canceló su asistencia a último momento. La periodista española Soledad Cano era otra convocada al mismo momento. No pudo entrar.

El presidente de la Cruz Roja, Augusto Bauer Arzú y su prima Odette Arzú de Canivell, estaban estacionados frente a la embajada 30 minutos antes de la ocupación.

Aguirre Godoy logró salir de la sede antes del incendio, Máximo Cajal apareció entre la confusión a los segundos de comenzado el siniestro.

“Hechos que todos van sumando la historia de complot que se diseñó para lograr el resultado de tener una ocupación con una seguridad garantizada por los rehenes que iban a capturar, con la intención de ponerle el obstáculo necesario al gobierno”, opina Molina Sierra.

Testigos externos afirman que no vieron disparar a la policía, el embajador Cajal declaró que solo escuchó detonaciones, sin ver de dónde llegaron y después ocurrió la explosión. ¿Quién disparó?.

Lee la cuarta parte:

¿Quién disparó primero, la Policía o los asaltantes?

Lee la segunda parte: ¿Campesinos o guerrilleros?

¿Estaba realmente el embajador Máximo Cajal coordinado con los que tomaron el edificio?

Henry Pocasangre
31 de enero, 2020

Mary Wilken de Barillas era secretaria en la embajada española en 1980, una mujer alta y rubia, con ascendencia alemana. Tenía 40 años en la diplomacia, conoció a muchos embajadores. Máximo Cajal la incomodaba.

Tercera parte

Cajal había hecho una gira por Quiché antes de la toma de la Embajada de España, la versión oficial es que visitaba a los religiosos de Acción Católica asediados por el Ejército en la región Ixil. Registros informan que ya había ocurrido el secuestro de varios devotos.

El 30 de enero, un día antes de la ocupación, testimonios ubican a Cajal todavía en esa región del país de donde llegaron los campesinos que tomaron la sede diplomática.

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Mary Wilker sabía que en la embajada habría algún movimiento porque Cajal estaba misterioso y viajó al interior del país constantemente.

Ella le contó las sospechas a su hijo, Rodolfo Barillas Wilken, quien había regresado a Guatemala cuatro meses antes de la toma, luego de una larga estadía en España y Alemania, donde se especializó en medicina.

El hijo de Mary recuerda que Cajal tenía antecedentes de comunista antes de acreditarse en Guatemala, y eso lo sabía la gente.

“Le gustaba eso de la guerrilla, la lucha. Mi madre me había dicho que viajaba al interior, Quiché, Chichicastenango, donde quizá hizo el acuerdo para que llegaran los señores -que tomaron la embajada-”.

Izquierda desde la raíz

Cajal era un personaje muy conocido en España, comenzó su carrera diplomática con el dictador Mauricio Franco. Para 1979 el canciller español, de tendencia conservadora, Marcelino Oreja, lo envió a Guatemala.

“Máximo era de izquierda”, reconoce de manera tajante el periodista Manuel Aguilera, quien produjo un documental para el canal español LaSexta y conoció de cerca al embajador.

Aguilera destaca que en esa época no era extraño que un gobierno de centro derecha en España mantuviera a un diplomático de izquierda. Tampoco Guatemala era un país con relaciones prioritarias.

“Siempre ejerció la diplomacia de una manera muy política, y siempre con posiciones de izquierda, más a la izquierda de lo que fue su partido. Su tendencia hizo que tuviera problemas en distintos momentos con el Partido Socialista Obrero Español”, recuerda Aguilera.

El exguerrillero Gustavo Porras asegura que “de fuentes muy cercanas” sabe que no fue así -que el embajador supiera lo que ocurriría en la embajada-.

El antiguo miembro de la insurgencia sustenta su defensa a Cajal: “Dudo mucho que un embajador español se metiera a semejante boleto”.

Insiste en su posición con el argumento de que la izquierda española no tiene de radical “absolutamente nada”,  y que el Partido Socialista Obrero Español ha sido de gobierno y no de involucrarse en acciones violentas.

Pero Barillas Wilken, quien perdió a su madre aquel día, sostiene su postura en que la toma y quema de la embajada fue algo a nivel de Cajal y “la gente guerrillera o no guerrilla, indígenas o no indígenas”.

“Motivos políticos, definitivamente”, insiste el hijo de Mary Wilken.

¿Comunista?

Adolfo Molina Sierra escribió el libro Historia verdadera de la quema de la embajada española, estuvo afuera de la sede el 31 de enero, esperaba que estuviera a salvo su padre, Adolfo Molina Orantes, quien tenía cita con el embajador junto a dos abogados más.

Recuerda que el diplomático Carlos Manzanares, a quien sustituyó Cajal, lo había señalado de ideología comunista. No obstante todo fueron rumores en ese momento, dice.

El embajador español había confesado su interés por conocer de primera línea los pormenores del Conflicto Armado Interno y los actos del Ejército en Quiché para combatir la insurgencia.

En España, la versión de Cajal sobre la quema de la embajada fue recogida por toda la prensa y tuvo el respaldo del gobierno. Dijo que no sabía nada y los tomaron por sorpresa.

El periodista Manuel Aguilera recuerda que Cajal era muy consciente de que un sector de la sociedad guatemalteca -el embajador decía que la oligarquía-, ponía en duda su versión, pero sabía que era mucho más que la oligarquía.

Hay mucha gente en Guatemala que pone en duda que él no tuviera conocimiento o estuviera en conveniencia con los campesinos y los estudiantes que entraron en la embajada”.

En el programa de televisión que dirigió Aguilera, Cajal dijo en un momento: “Si yo hubiera organizado eso -la toma- no habría salido tan mal”.

La incredulidad hacia Cajal aumentó cuando fue cuestionado sobre las razones de los ocupantes. “Él tenía muy claras las motivaciones, lo dijo de un tirón, lo que estarían buscando, una llamada de atención al gobierno, a la comunidad internacional”, recuerda Aguilera.

El periodista destaca que hay muchos agujeros negros y dudas sobre Cajal después de ese viaje a Quiché, del que nunca llegó a informar a las autoridades españolas, pudo tener contactos con guerrilleros o campesinos, y hasta haber pactado una actuación que acabó de una manera fatal.

A finales de abril del 2014 Máximo Cajal declaró por videoconferencia ante el juez guatemalteco José Eduardo Cojulum.

El embajador confirmó que regresó a Guatemala el miércoles 30 de enero, un día antes de la toma. Su secretaria le informó de la llegada de invitados el siguiente día a las 11 horas, para hablar de un evento de derecho procesal.

Esas personas eran Eduardo Cáceres Lehnhoff, ex vicepresidente de Guatemala; el excanciller Adolfo Molina Orantes, y el profesor universitario, Mario Aguirre Godoy

A la cita también debía acudir el entonces presidente del Colegio de Abogados, Carlos Rosales, quien supuestamente llegó tarde y no pudo entrar a la embajada. La otra persona era Alberto Herrarte, quien se ausentó porque salió del país.

Cajal recibiría por aparte al abogado Luis Beltranena,  también a las 11 horas, pero canceló su asistencia a último momento. La periodista española Soledad Cano era otra convocada al mismo momento. No pudo entrar.

El presidente de la Cruz Roja, Augusto Bauer Arzú y su prima Odette Arzú de Canivell, estaban estacionados frente a la embajada 30 minutos antes de la ocupación.

Aguirre Godoy logró salir de la sede antes del incendio, Máximo Cajal apareció entre la confusión a los segundos de comenzado el siniestro.

“Hechos que todos van sumando la historia de complot que se diseñó para lograr el resultado de tener una ocupación con una seguridad garantizada por los rehenes que iban a capturar, con la intención de ponerle el obstáculo necesario al gobierno”, opina Molina Sierra.

Testigos externos afirman que no vieron disparar a la policía, el embajador Cajal declaró que solo escuchó detonaciones, sin ver de dónde llegaron y después ocurrió la explosión. ¿Quién disparó?.

Lee la cuarta parte:

¿Quién disparó primero, la Policía o los asaltantes?

Lee la segunda parte: ¿Campesinos o guerrilleros?