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Una reflexión sobre la Constitución en sus 35 años

Redacción República
31 de mayo, 2020

La Constitución Política de la República de Guatemala… ¿Una ley más? ¿Un documento con mucho valor?

En realidad para todos los guatemaltecos es la norma de las normas, nuestra ley suprema, el documento que contiene las reglas que nos rigen.

Sin embargo, para mí como estudiante de primer año de Derecho fue mi pesadilla.

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Recuerdo el primer día de Universidad cuando me dijeron que esta dichosa “ley” tenía que llevarla todos los días por el resto de mi carrera, o incluso, tenerla en mi bolsa por el resto de mi vida.

Mi primer pensamiento fue que los catedráticos suelen exagerar.

Así que decidí dejarme sorprender a lo largo de la carrera; de forma que hoy, después de cuatro años y medio, puedo confirmar que la reconocida “ley” está descargada en mi celular.

Luego de estudiarla, analizarla y aplicarla, logré entender la importancia de la Constitución.

No es otra ley más ni un documento histórico con mucho valor, es el parámetro máximo que regula la vida de todos los guatemaltecos, sus gobernadores, establece nuestros derechos y obligaciones, limita el poder, establece nuestra forma de gobierno y nos brinda garantías para hacer valer nuestros derechos.

En el primer año de universidad no solo empecé el estudio de nuestra Constitución, sino que también del Código Civil.

Recuerdo que siempre me cuestionaba cómo era posible que la Constitución con doscientos ochenta y un artículos podía ser más importante que el Código Civil que tenía dos mil ciento ochenta artículos.

Con el tiempo comprendí que es gracias a nuestra ley máxima que podemos tener no solo el Código Civil, sino el resto de las leyes que nos rigen. En ella se contempla el proceso necesario para crear leyes e incluso para derogarlas; de forma que entendí su denominación “ley de leyes”.

Pareciera imposible que un solo documento contenga todo lo que mencioné anteriormente; sin embargo, la Constitución se encuentra organizada de forma que se puede dividir en tres grandes partes.

La parte dogmática que contiene los derechos individuales y sociales; la parte orgánica que establece la Organización de Guatemala y la división de poderes del Estado; y la parte práctica o pragmática donde se detallan las garantías para poder hacer valer los derechos de la primera parte.

Igualmente suena imposible que una Constitución que fue creada hace tantos años siga teniendo tal valor actualmente; sin embargo, es gracias a la abstracción de sus normas que se puede hacer una interpretación acorde a la realidad social de cada época y así es posible que sea un documento destinado a permanecer a lo largo de los años y no uno histórico.

Hoy, conmemorando sus treinta y cinco años de vigencia, es un buen momento para que reflexionemos el valor de nuestra Constitución y comprendamos que es mucho más que un “documento” u otra “ley”.

Yo, aprovecho a recapacitar y afirmar que lo que fue mi pesadilla, se convirtió en mi arma más grande para defender mis derechos y mi primer recurso a consultar antes de brindar cualquier solución.

Artículo escrito por María Fernanda Mayorga, estudiante de quinto año de Derecho de la Universidad Francisco Marroquín (UFM), y presidenta de la Asociación de Estudiantes

Una reflexión sobre la Constitución en sus 35 años

Redacción República
31 de mayo, 2020

La Constitución Política de la República de Guatemala… ¿Una ley más? ¿Un documento con mucho valor?

En realidad para todos los guatemaltecos es la norma de las normas, nuestra ley suprema, el documento que contiene las reglas que nos rigen.

Sin embargo, para mí como estudiante de primer año de Derecho fue mi pesadilla.

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Recuerdo el primer día de Universidad cuando me dijeron que esta dichosa “ley” tenía que llevarla todos los días por el resto de mi carrera, o incluso, tenerla en mi bolsa por el resto de mi vida.

Mi primer pensamiento fue que los catedráticos suelen exagerar.

Así que decidí dejarme sorprender a lo largo de la carrera; de forma que hoy, después de cuatro años y medio, puedo confirmar que la reconocida “ley” está descargada en mi celular.

Luego de estudiarla, analizarla y aplicarla, logré entender la importancia de la Constitución.

No es otra ley más ni un documento histórico con mucho valor, es el parámetro máximo que regula la vida de todos los guatemaltecos, sus gobernadores, establece nuestros derechos y obligaciones, limita el poder, establece nuestra forma de gobierno y nos brinda garantías para hacer valer nuestros derechos.

En el primer año de universidad no solo empecé el estudio de nuestra Constitución, sino que también del Código Civil.

Recuerdo que siempre me cuestionaba cómo era posible que la Constitución con doscientos ochenta y un artículos podía ser más importante que el Código Civil que tenía dos mil ciento ochenta artículos.

Con el tiempo comprendí que es gracias a nuestra ley máxima que podemos tener no solo el Código Civil, sino el resto de las leyes que nos rigen. En ella se contempla el proceso necesario para crear leyes e incluso para derogarlas; de forma que entendí su denominación “ley de leyes”.

Pareciera imposible que un solo documento contenga todo lo que mencioné anteriormente; sin embargo, la Constitución se encuentra organizada de forma que se puede dividir en tres grandes partes.

La parte dogmática que contiene los derechos individuales y sociales; la parte orgánica que establece la Organización de Guatemala y la división de poderes del Estado; y la parte práctica o pragmática donde se detallan las garantías para poder hacer valer los derechos de la primera parte.

Igualmente suena imposible que una Constitución que fue creada hace tantos años siga teniendo tal valor actualmente; sin embargo, es gracias a la abstracción de sus normas que se puede hacer una interpretación acorde a la realidad social de cada época y así es posible que sea un documento destinado a permanecer a lo largo de los años y no uno histórico.

Hoy, conmemorando sus treinta y cinco años de vigencia, es un buen momento para que reflexionemos el valor de nuestra Constitución y comprendamos que es mucho más que un “documento” u otra “ley”.

Yo, aprovecho a recapacitar y afirmar que lo que fue mi pesadilla, se convirtió en mi arma más grande para defender mis derechos y mi primer recurso a consultar antes de brindar cualquier solución.

Artículo escrito por María Fernanda Mayorga, estudiante de quinto año de Derecho de la Universidad Francisco Marroquín (UFM), y presidenta de la Asociación de Estudiantes