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Nayib Bukele cumple un año entre populismo y aires de dictador

Ana González
17 de junio, 2020

El 1 de junio Nayib Bukele cumplió un año de ser el presidente de El Salvador. Su gestión ha transcurrido entre la búsqueda de apoyo popular y fuertes críticas por acciones que atentan contra las instituciones y organismos del Estado.

Su victoria sorprendió a muchos, ya que rompió con casi tres décadas de bipartidismo entre Alianza Republicana Nacionalista (Arena) y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Sin embargo, el partido GANA, que lo llevó al poder, no pudo trasladar esa victoria a la Asamblea Legislativa. Solo logró 10 de 84 curules.

Es conocido como el presidente millenial, por ser muy activo y dar a conocer sus decisiones en Twitter. Es popular. Ese reconocimiento se debe a dos hechos puntuales: la reducción en la tasa de homicidios y el manejo de la crisis por el Covid-19, aunque estos puntos son cuestionados.

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La última encuesta lo califica con el 92 por ciento de aprobación. Hacía mucho que un mandatario no obtenía tanto apoyo ciudadano, según expertos.

El analista político salvadoreño, Eduardo Escobar, recuerda que solo Mauricio Funes en su primer año de gestión, logró un porcentaje similar.

“Funes en los primeros meses hizo que sus ministros llevaran un paquete de denuncias de corrupción sobre la gestión de Arena. Eso lo vio bien la ciudadanía. Se hizo el SITRAMSS, un sistema de transporte parecido al transmetro de Guatemala. Esas acciones le valieron el apoyo”, recuerda Escobar.

Popular, pero con aires de autoritario

Al analista no le sorprende el apoyo popular. La ciudadanía no suele prestar atención a otras acciones que confirman que Bukele, de 38 años, es un riesgo para la institucionalidad.

Ejemplo de ello fue la toma del Congreso. La Asamblea Legislativa fue militarizada por el mandatario. “Llevó al ejército. Se sentó en la curul del presidente de la asamblea y rezó. Eso es una muestra evidente de lo que puede hacer contra la institucionalidad”, resalta Escobar.

Bukele no solo irrumpió al Congreso. Ordenó el inicio de la sesión. Ese fue su mecanismo de presión para que los diputados aprobaran un préstamo millonario.

El congresista oficialista Francis Zablah de la GANA dijo en declaraciones a Telemundo que no estaba de acuerdo con esa militarización.

“No era necesario. Esto es un mensaje que ahuyenta la inversión”, dijo en esa ocasión Zablah.

Está claro que Bukele no le gusta acatar resoluciones de entidades que buscan fiscalizarlo.

El informe de la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (FUSADES), fue claro en el análisis de su primer año de gestión: Uno de los retos del gobernante es obtener gobernabilidad con los parámetros que dicta la democracia.

El reto de reconstruir la gobernabilidad democrática para el señor presidente es, quizá, el mayor desafío. En términos políticos, esa gobernabilidad democrática al término del primer año de Gobierno es deficitaria, no tiene vínculos de construcción de coaliciones en la Asamblea Legislativa, su estilo con los grupos parlamentarios ha sido confrontativo, ha utilizado la antipolítica para degradar el valor de las fuerzas políticas y de las instituciones del Estado”, dijo durante la presentación del informe, Luis Mario Rodríguez.

Bukele y el sector privado

El manejo de la pandemia terminó por desquebrajar una relación que tal vez nunca tuvo una luna de miel. El mandatario llegó al punto de desconocer al presidente de la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP), Javier Simán.

Bukele adujo que Simán solo buscaba sabotear el trabajo del Gobierno. “Es evidente que el nuevo liderazgo de ANEP solo busca sabotear el trabajo del Gobierno. Lo peor, en medio de una pandemia”, escribó en su Twitter.

Simán expresó, también por medio de redes sociales, que la renuncia del representante de la gremial al comité fiscalizador de los fondos de la emergencia por covid-19 “conlleva el respaldo total de todas las gremiales que conforman ANEP. No podemos acompañar decisiones del Gobierno que sean arbitrarias y sin rendición de cuentas”.

El informe de FUSADES no pasó por alto este capítulo. “Lejos de facilitar la construcción de soluciones integrales a los retos del país, dificultaron la implementación de los acuerdos establecidos con los empresarios y minaron la confianza de este sector en el Ejecutivo”.

La relación entre Bukele y el sector privado es tensa, que la ANEP prefirió no emitir comentarios para este reportaje.

Los jesuitas lo califican de “populista y agresivo”

Además de la tirante relación con la oposición y el sector privado, la academia también califica mal la gestión de Bukele. Consideran que la población vio “frustradas” sus expectativas de cambio con un Presidente “populista y agresivo”.

La Universidad Centroamericana (UCA), dirigida por los católicos jesuitas, señalan que lo prometido por el mandatario se quedó en eso, en promesas: el Plan Nacional de Salud y el Plan de Reactivación Económica.

La pandemia solo vino a complicar más al gobierno de Bukele. Para el combate del Covid-19 las autoridades operan “sin un plan definido, improvisando y cometiendo graves errores”, anotó esta universidad.

La UCA considera que el Gobierno cuenta con recursos, pero lo maneja a su antojo, sin intención de rendir cuentas. Ataca a todos los sectores que se oponen a sus desiciones y no teme enfrentar a las propias instituciones del Estado, como lo demostró el 9 de febrero.

“El asalto a la Asamblea Legislativa el 9 de febrero fue el acto más claro de violación al orden constitucional y la señal de hasta dónde es capaz de llegar Bukele en sus ansias de tener el poder total”, añade la Universidad.

“La novedad es un presidente en extremo populista y agresivo, que juega a calentar emocionalmente al país y polarizarlo aún más en beneficio propio”, concluye la UCA. 

Bukele aún tiene cuatro años para demostrar que sus arrebatos contra la institucionalidad no responden a una estrategia, o el tiempo corroborará que es un nuevo populismo en donde el mayor protagonista será su ego personal.

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Su victoria sorprendió a muchos, ya que rompió con casi tres décadas de bipartidismo entre Alianza Republicana Nacionalista (Arena) y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Sin embargo, el partido GANA, que lo llevó al poder, no pudo trasladar esa victoria a la Asamblea Legislativa. Solo logró 10 de 84 curules.

Es conocido como el presidente millenial, por ser muy activo y dar a conocer sus decisiones en Twitter. Es popular. Ese reconocimiento se debe a dos hechos puntuales: la reducción en la tasa de homicidios y el manejo de la crisis por el Covid-19, aunque estos puntos son cuestionados.

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La última encuesta lo califica con el 92 por ciento de aprobación. Hacía mucho que un mandatario no obtenía tanto apoyo ciudadano, según expertos.

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“Funes en los primeros meses hizo que sus ministros llevaran un paquete de denuncias de corrupción sobre la gestión de Arena. Eso lo vio bien la ciudadanía. Se hizo el SITRAMSS, un sistema de transporte parecido al transmetro de Guatemala. Esas acciones le valieron el apoyo”, recuerda Escobar.

Popular, pero con aires de autoritario

Al analista no le sorprende el apoyo popular. La ciudadanía no suele prestar atención a otras acciones que confirman que Bukele, de 38 años, es un riesgo para la institucionalidad.

Ejemplo de ello fue la toma del Congreso. La Asamblea Legislativa fue militarizada por el mandatario. “Llevó al ejército. Se sentó en la curul del presidente de la asamblea y rezó. Eso es una muestra evidente de lo que puede hacer contra la institucionalidad”, resalta Escobar.

Bukele no solo irrumpió al Congreso. Ordenó el inicio de la sesión. Ese fue su mecanismo de presión para que los diputados aprobaran un préstamo millonario.

El congresista oficialista Francis Zablah de la GANA dijo en declaraciones a Telemundo que no estaba de acuerdo con esa militarización.

“No era necesario. Esto es un mensaje que ahuyenta la inversión”, dijo en esa ocasión Zablah.

Está claro que Bukele no le gusta acatar resoluciones de entidades que buscan fiscalizarlo.

El informe de la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (FUSADES), fue claro en el análisis de su primer año de gestión: Uno de los retos del gobernante es obtener gobernabilidad con los parámetros que dicta la democracia.

El reto de reconstruir la gobernabilidad democrática para el señor presidente es, quizá, el mayor desafío. En términos políticos, esa gobernabilidad democrática al término del primer año de Gobierno es deficitaria, no tiene vínculos de construcción de coaliciones en la Asamblea Legislativa, su estilo con los grupos parlamentarios ha sido confrontativo, ha utilizado la antipolítica para degradar el valor de las fuerzas políticas y de las instituciones del Estado”, dijo durante la presentación del informe, Luis Mario Rodríguez.

Bukele y el sector privado

El manejo de la pandemia terminó por desquebrajar una relación que tal vez nunca tuvo una luna de miel. El mandatario llegó al punto de desconocer al presidente de la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP), Javier Simán.

Bukele adujo que Simán solo buscaba sabotear el trabajo del Gobierno. “Es evidente que el nuevo liderazgo de ANEP solo busca sabotear el trabajo del Gobierno. Lo peor, en medio de una pandemia”, escribó en su Twitter.

Simán expresó, también por medio de redes sociales, que la renuncia del representante de la gremial al comité fiscalizador de los fondos de la emergencia por covid-19 “conlleva el respaldo total de todas las gremiales que conforman ANEP. No podemos acompañar decisiones del Gobierno que sean arbitrarias y sin rendición de cuentas”.

El informe de FUSADES no pasó por alto este capítulo. “Lejos de facilitar la construcción de soluciones integrales a los retos del país, dificultaron la implementación de los acuerdos establecidos con los empresarios y minaron la confianza de este sector en el Ejecutivo”.

La relación entre Bukele y el sector privado es tensa, que la ANEP prefirió no emitir comentarios para este reportaje.

Los jesuitas lo califican de “populista y agresivo”

Además de la tirante relación con la oposición y el sector privado, la academia también califica mal la gestión de Bukele. Consideran que la población vio “frustradas” sus expectativas de cambio con un Presidente “populista y agresivo”.

La Universidad Centroamericana (UCA), dirigida por los católicos jesuitas, señalan que lo prometido por el mandatario se quedó en eso, en promesas: el Plan Nacional de Salud y el Plan de Reactivación Económica.

La pandemia solo vino a complicar más al gobierno de Bukele. Para el combate del Covid-19 las autoridades operan “sin un plan definido, improvisando y cometiendo graves errores”, anotó esta universidad.

La UCA considera que el Gobierno cuenta con recursos, pero lo maneja a su antojo, sin intención de rendir cuentas. Ataca a todos los sectores que se oponen a sus desiciones y no teme enfrentar a las propias instituciones del Estado, como lo demostró el 9 de febrero.

“El asalto a la Asamblea Legislativa el 9 de febrero fue el acto más claro de violación al orden constitucional y la señal de hasta dónde es capaz de llegar Bukele en sus ansias de tener el poder total”, añade la Universidad.

“La novedad es un presidente en extremo populista y agresivo, que juega a calentar emocionalmente al país y polarizarlo aún más en beneficio propio”, concluye la UCA. 

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