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Historias Urbanas | Mano a mano con el Arriero de San Juan

Redacción República
12 de julio, 2020

Mano a mano con el Arriero de San Juan, ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

1) Todo lo que sé del Arriero de San Juan, el luchador guatemalteco fallecido el 4 de julio de 2020, lo aprendí al leer los recuerdos que familiares, amigos y seguidores le dedicaron en redes sociales.

Se cuenta que nació en México, donde sus padres estaban de viaje. Acaso lo predestinó a su futura carrera en los cuadriláteros.

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México se apropió del wrestling estadunidense y lo renovó como la lucha libre, el deporte-espectáculo que ganó popularidad por medio de las películas del Santo y arraigó en la zona norte de Centroamérica.

Debutó hacia 1971, en un lugar que identifican como El Cerinal, y le pagaron cinco centavos por la función. Años después, el Arriero aseguró que mandó a enmarcar la moneda como recuerdo.

Al comienzo se presentó como el Verdugo hasta que José Azzari, la principal figura de la época, lo nombró como el Arriero de San Juan.

Cedió la máscara del Verdugo a su hermano y pronto ascendió a las funciones estelares gracias a su recio comportamiento sobre la lona.

Cuando le tomaron radiografías del cráneo tras sobrevivir a un accidente automovilístico, se reveló que poseía doble hueso frontal y lo convirtió en su recurso predilecto para acabar con sus rivales.

Se le prohibió utilizarlo al considerar que les podía causar una conmoción cerebral, de tan duro que resultaba el cabezazo asestado al enemigo. Solo se lo autorizaban en combates versión superlibre, sin árbitro y sin indulto, con todo permitido.

Entre semana se dedicaba a arreglar estufas y refrigeradoras en el taller que abrió en la colonia La Florida, zona 19.

Era popular y querido como técnico, pero sintió mayor libertad como rudo al lado del Verdugo y Texas Boy, con los que armó la tercia de los Hermanos Coraje y no cedieron cuartel ante Leonel Rivas, Silverman, Rayo Láser y Astro de Oro.

Llegó a plantarle cara a Fishman, el Perro Aguayo, Dorrel Dixon y Atlantis.

Fue el perenne campeón de las Américas, cinturón que arrebató al mexicano Ciclón Tapatío. Se retiró con la máscara puesta el 3 de octubre de 1996, en la arena Guatemala-México, y no recuerdo que mostrara su cara ante el público.

Un adiós con prisa para el Arriero de San Juan

Debieron enterrarlo de prisa, como lo establece el reglamento fijado por el Ministerio de Salud Pública para evitar los contagios del Covid-19, la enfermedad que se dispersó al resto del mundo desde la República Popular China.

No tuvo la posibilidad de que su familia lo velara y los aficionados, al enterarse, buscaran la dirección de la funeraria para rendirle tributo.

2) Pues sí, me costó aceptar que el Arriero de San Juan se pasara al bando de los rudos. Al pensar en un arriero, se me viene a la mente un hombre del campo, platicador, cuentero y medio, dispuesto a hacer el favor que esté a su alcance.

Tiene admisión inmediata en la casa para servirle un su vaso de agua y descanse a la sombra, después de pasarse el día entero lidiando con las carretas y las bestias de carga.

Antes de que se construyeran carreteras asfaltadas, antes de que los carros, motos y camionetas se desplazaran de un lado a otro, los arrieros se abrían paso entre el polvo, la hojarasca, los lodazales y las orillas de los barrancos.

Vadeaban los ríos crecidos durante el invierno, armaban caravanas, dormían a la intemperie con un ojo abierto por aquello de los ladrones y los coyotes.

Aparte de las mercancías, los muebles y las baratijas, también regresaban con las historias contadas en pueblos separados por cerros y montañas.

Forjaron la tradición oral con los cuentos que narraban sentados alrededor de la fogata que prendían para calentar y compartir sus alimentos.

Daban a conocer las novedades que circulaban entre las casas de Quetzaltenango, Cobán y Chiquimula. Todo eso me lo transmite la palabra «arriero».

Aparte, tenemos municipios, barrios, cantones, aldeas, caseríos, fincas y parajes que portan el nombre del Bautista y el Evangelista.

Pienso en San Juan Sacatepéquez, San Juan Comalapa, San Juan del Obispo, San Juan La Laguna y San Juan Ixcoy.

Cuando ideó el nombre del Arriero de San Juan, José Azzari acertó con un apelativo capaz de conectar al portador con los espectadores y lo posicionó en lo alto de la cartelera local.

«Sus triunfos relevantes lo convierten en un consentido del público y sus méritos son suficientes como para mantenerse inamovible en el pedestal que el pueblo erigió para sus ídolos», escribió el periodista Rafael Hernández Cabrera.

El Arriero de San Juan nos remite a los años en que existieron dos empresas luchísticas, Promociones Reyes Alonzo y Ring 2000, cada una con su programa de televisión, y circulaban tres revistas semanales: Lucha (la más longeva), Arena y Ring 2000.

La arena Internacional, el coliseo Nou Camp y el antiguo cine Moderno registraban llenos decentes; habían promotoras independientes en la zona 1 (arena Puerto Rico), la zona 6 (arena Jocotales) y la colonia El Rodeo (zona 7).

El gimnasio Teodoro Palacios Flores se alquilaba para las funciones que incluían a luchadores traídos de México, como el Pirata Morgan y Doctor Wagner Jr.

Los niños idolatraban a Astro de Oro, se impresionaban con el físico de Edgar Echeverría y admiraban la agilidad del Hombre Araña.

Tampoco faltaba el tío ocurrente y molestón que jugaba a las luchitas con sus sobrinos mientras les aseguraba con toda seriedad que era el Arriero de San Juan, campeón indiscutible de las Américas y poseedor del famoso doble hueso frontal, pero que no se lo fueran a contar a nadie porque su identidad era un secreto.

3) Al ponerse la máscara, amarrarse las botas y meterse dentro del personaje, el reparador de estufas y refrigeradoras que se presentaba como el Arriero de San Juan, era asunto serio aunque perteneciera a la esquina de los «buenos».

«Es un luchador de temperamento violento y con facilidad es sacado de sus casillas, de ahí que muchas veces es descalificado y los rudos saben muy bien que es su “lado flaco”. Tratan siempre de exasperarlo, precipitando el combate por descalificación», analizó Hernández Cabrera.

Cuando evaluó a sus oponentes, Astro de Oro consideró al Arriero como enemigo doblemente peligroso, dado su conocimiento de los estilos técnico y rudo.

«Además, lleva muchos años dentro de la lucha libre profesional, lo cual –unido a su doble hueso frontal– me pone constantemente en aprietos. Siempre recordaré la noche que me traicionó. Formábamos pareja, pero desde hacía varias semanas yo notaba algo “raro” en él. En verdad jamás pensé que llegara a tomar la determinación de desertar del bando técnico; sin embargo, llegado el momento, “enseñó el cobre”», comentó.

El último gran referente del pancracio nacional supo de cerca que el Arriero se le dejaba ir con todos los hierros puestos.

«Cada vez que nos enfrentamos trata no sólo de ganarme, sino de romperme la máscara, sangrarme y, si me dejo, hasta de lesionarme seriamente. Pienso, igualmente, que llegará el día en que no habrá más opción que enfrentarnos en un combate de máscara contra máscara».

Ese reto nunca se lanzó; Promociones Reyes Alonzo cuidaba de sus figuras estelares. Sólo permitió que expusieran su incógnita en muy contadas ocasiones, como la vez que Thunderson, el hijo del trueno, descubrió el rostro del Relámpago Asesino II y la derrota de los Pescadores de Palopó I y II ante el Doctor Misterio y el Temerario.

De ocurrir ese enfrentamiento entre Astro de Oro y Arriero de San Juan, el espacio disponible en el gimnasio Teodoro Palacios Flores no hubiera alcanzado para recibir a tanta gente ansiosa por conocer el desenlace.

Todavía se recordaría la retransmisión a través del programa «Lucha libre y algo más» por el nivel de audiencia que habría conseguido para Canal 13.

Es inevitable: al hacernos mayores debemos encarar la muerte de nuestros héroes de infancia. Somos materia perecedera, pero los recuerdos permanecen. El Arriero de San Juan supo dejarlos durante su estancia terrenal.

Bibliografía

HERNÁNDEZ CABRERA, Rafael, «El Arriero de San Juan, un ídolo en la plenitud de su carrera deportiva…», revista Lucha, año XVII, número 901, Ciudad de Guatemala, 16 de noviembre de 1988, «Astro de Oro habla de sus “admirados enemigos nacionales”», revista Lucha, año XIX, número 1,035, Ciudad de Guatemala, 19 de junio de 1991.

Historias Urbanas | Mano a mano con el Arriero de San Juan

Redacción República
12 de julio, 2020

Mano a mano con el Arriero de San Juan, ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

1) Todo lo que sé del Arriero de San Juan, el luchador guatemalteco fallecido el 4 de julio de 2020, lo aprendí al leer los recuerdos que familiares, amigos y seguidores le dedicaron en redes sociales.

Se cuenta que nació en México, donde sus padres estaban de viaje. Acaso lo predestinó a su futura carrera en los cuadriláteros.

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México se apropió del wrestling estadunidense y lo renovó como la lucha libre, el deporte-espectáculo que ganó popularidad por medio de las películas del Santo y arraigó en la zona norte de Centroamérica.

Debutó hacia 1971, en un lugar que identifican como El Cerinal, y le pagaron cinco centavos por la función. Años después, el Arriero aseguró que mandó a enmarcar la moneda como recuerdo.

Al comienzo se presentó como el Verdugo hasta que José Azzari, la principal figura de la época, lo nombró como el Arriero de San Juan.

Cedió la máscara del Verdugo a su hermano y pronto ascendió a las funciones estelares gracias a su recio comportamiento sobre la lona.

Cuando le tomaron radiografías del cráneo tras sobrevivir a un accidente automovilístico, se reveló que poseía doble hueso frontal y lo convirtió en su recurso predilecto para acabar con sus rivales.

Se le prohibió utilizarlo al considerar que les podía causar una conmoción cerebral, de tan duro que resultaba el cabezazo asestado al enemigo. Solo se lo autorizaban en combates versión superlibre, sin árbitro y sin indulto, con todo permitido.

Entre semana se dedicaba a arreglar estufas y refrigeradoras en el taller que abrió en la colonia La Florida, zona 19.

Era popular y querido como técnico, pero sintió mayor libertad como rudo al lado del Verdugo y Texas Boy, con los que armó la tercia de los Hermanos Coraje y no cedieron cuartel ante Leonel Rivas, Silverman, Rayo Láser y Astro de Oro.

Llegó a plantarle cara a Fishman, el Perro Aguayo, Dorrel Dixon y Atlantis.

Fue el perenne campeón de las Américas, cinturón que arrebató al mexicano Ciclón Tapatío. Se retiró con la máscara puesta el 3 de octubre de 1996, en la arena Guatemala-México, y no recuerdo que mostrara su cara ante el público.

Un adiós con prisa para el Arriero de San Juan

Debieron enterrarlo de prisa, como lo establece el reglamento fijado por el Ministerio de Salud Pública para evitar los contagios del Covid-19, la enfermedad que se dispersó al resto del mundo desde la República Popular China.

No tuvo la posibilidad de que su familia lo velara y los aficionados, al enterarse, buscaran la dirección de la funeraria para rendirle tributo.

2) Pues sí, me costó aceptar que el Arriero de San Juan se pasara al bando de los rudos. Al pensar en un arriero, se me viene a la mente un hombre del campo, platicador, cuentero y medio, dispuesto a hacer el favor que esté a su alcance.

Tiene admisión inmediata en la casa para servirle un su vaso de agua y descanse a la sombra, después de pasarse el día entero lidiando con las carretas y las bestias de carga.

Antes de que se construyeran carreteras asfaltadas, antes de que los carros, motos y camionetas se desplazaran de un lado a otro, los arrieros se abrían paso entre el polvo, la hojarasca, los lodazales y las orillas de los barrancos.

Vadeaban los ríos crecidos durante el invierno, armaban caravanas, dormían a la intemperie con un ojo abierto por aquello de los ladrones y los coyotes.

Aparte de las mercancías, los muebles y las baratijas, también regresaban con las historias contadas en pueblos separados por cerros y montañas.

Forjaron la tradición oral con los cuentos que narraban sentados alrededor de la fogata que prendían para calentar y compartir sus alimentos.

Daban a conocer las novedades que circulaban entre las casas de Quetzaltenango, Cobán y Chiquimula. Todo eso me lo transmite la palabra «arriero».

Aparte, tenemos municipios, barrios, cantones, aldeas, caseríos, fincas y parajes que portan el nombre del Bautista y el Evangelista.

Pienso en San Juan Sacatepéquez, San Juan Comalapa, San Juan del Obispo, San Juan La Laguna y San Juan Ixcoy.

Cuando ideó el nombre del Arriero de San Juan, José Azzari acertó con un apelativo capaz de conectar al portador con los espectadores y lo posicionó en lo alto de la cartelera local.

«Sus triunfos relevantes lo convierten en un consentido del público y sus méritos son suficientes como para mantenerse inamovible en el pedestal que el pueblo erigió para sus ídolos», escribió el periodista Rafael Hernández Cabrera.

El Arriero de San Juan nos remite a los años en que existieron dos empresas luchísticas, Promociones Reyes Alonzo y Ring 2000, cada una con su programa de televisión, y circulaban tres revistas semanales: Lucha (la más longeva), Arena y Ring 2000.

La arena Internacional, el coliseo Nou Camp y el antiguo cine Moderno registraban llenos decentes; habían promotoras independientes en la zona 1 (arena Puerto Rico), la zona 6 (arena Jocotales) y la colonia El Rodeo (zona 7).

El gimnasio Teodoro Palacios Flores se alquilaba para las funciones que incluían a luchadores traídos de México, como el Pirata Morgan y Doctor Wagner Jr.

Los niños idolatraban a Astro de Oro, se impresionaban con el físico de Edgar Echeverría y admiraban la agilidad del Hombre Araña.

Tampoco faltaba el tío ocurrente y molestón que jugaba a las luchitas con sus sobrinos mientras les aseguraba con toda seriedad que era el Arriero de San Juan, campeón indiscutible de las Américas y poseedor del famoso doble hueso frontal, pero que no se lo fueran a contar a nadie porque su identidad era un secreto.

3) Al ponerse la máscara, amarrarse las botas y meterse dentro del personaje, el reparador de estufas y refrigeradoras que se presentaba como el Arriero de San Juan, era asunto serio aunque perteneciera a la esquina de los «buenos».

«Es un luchador de temperamento violento y con facilidad es sacado de sus casillas, de ahí que muchas veces es descalificado y los rudos saben muy bien que es su “lado flaco”. Tratan siempre de exasperarlo, precipitando el combate por descalificación», analizó Hernández Cabrera.

Cuando evaluó a sus oponentes, Astro de Oro consideró al Arriero como enemigo doblemente peligroso, dado su conocimiento de los estilos técnico y rudo.

«Además, lleva muchos años dentro de la lucha libre profesional, lo cual –unido a su doble hueso frontal– me pone constantemente en aprietos. Siempre recordaré la noche que me traicionó. Formábamos pareja, pero desde hacía varias semanas yo notaba algo “raro” en él. En verdad jamás pensé que llegara a tomar la determinación de desertar del bando técnico; sin embargo, llegado el momento, “enseñó el cobre”», comentó.

El último gran referente del pancracio nacional supo de cerca que el Arriero se le dejaba ir con todos los hierros puestos.

«Cada vez que nos enfrentamos trata no sólo de ganarme, sino de romperme la máscara, sangrarme y, si me dejo, hasta de lesionarme seriamente. Pienso, igualmente, que llegará el día en que no habrá más opción que enfrentarnos en un combate de máscara contra máscara».

Ese reto nunca se lanzó; Promociones Reyes Alonzo cuidaba de sus figuras estelares. Sólo permitió que expusieran su incógnita en muy contadas ocasiones, como la vez que Thunderson, el hijo del trueno, descubrió el rostro del Relámpago Asesino II y la derrota de los Pescadores de Palopó I y II ante el Doctor Misterio y el Temerario.

De ocurrir ese enfrentamiento entre Astro de Oro y Arriero de San Juan, el espacio disponible en el gimnasio Teodoro Palacios Flores no hubiera alcanzado para recibir a tanta gente ansiosa por conocer el desenlace.

Todavía se recordaría la retransmisión a través del programa «Lucha libre y algo más» por el nivel de audiencia que habría conseguido para Canal 13.

Es inevitable: al hacernos mayores debemos encarar la muerte de nuestros héroes de infancia. Somos materia perecedera, pero los recuerdos permanecen. El Arriero de San Juan supo dejarlos durante su estancia terrenal.

Bibliografía

HERNÁNDEZ CABRERA, Rafael, «El Arriero de San Juan, un ídolo en la plenitud de su carrera deportiva…», revista Lucha, año XVII, número 901, Ciudad de Guatemala, 16 de noviembre de 1988, «Astro de Oro habla de sus “admirados enemigos nacionales”», revista Lucha, año XIX, número 1,035, Ciudad de Guatemala, 19 de junio de 1991.