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El pastor, el lobo y la pandemia

Redacción
11 de agosto, 2020

Todos conocemos la fábula del pastorcito que bromea con que un lobo esta atacando su rebaño hasta que un día le dejan de poner atención y realmente llega un lobo que se come su rebaño. Algo parecido ha ocurrido desde que inició la pandemia en el país. Varios analistas y funcionarios clamaban que el famoso pico de la pandemia estaba sucediendo o llegaría pronto. Incontables comentarios y análisis decían que el pico sería en mayo, después que era a finales de junio, luego que a mediados de julio y así sucesivamente. Ahora estamos llegando a la curva final del año sin que lleguemos a ese pico del que tanto hablaban y las proyecciones continúan pronosticando que el pico llegará en algún momento futuro. Así como el cuento del pastor y el lobo, el estar pensando que estamos eternamente experimentando una situación caótica tiene sus consecuencias en las acciones tanto publicas como privadas. 

Por un lado, vivir eternamente en este estado caótico en el que “siempre estamos en el pico o siempre esta el pico pronto en llegar” termina justificando que el gobierno continúe medidas restrictivas que prolongan la posibilidad de una recuperación económica efectiva. Un ejemplo claro es el semáforo que esta utilizando el gobierno para regular la reapertura que depende de indicadores completamente arbitrarios que no se relacionan a la capacidad del gobierno de atender a enfermos y evitar fallecidos. Si bien se ha iniciado la reapertura incluso estando en “rojo”, los números que he podido analizar y mi intuición me dicen que difícilmente habrá municipios que salgan de rojo en lo que resta del año sino es que en más tiempo. Esto provoca también que el gobierno continúe buscando endeudarse para financiar programas sociales que debieron ser temporales pero que por ciertos incentivos puede que se perpetúen. Si mezclamos más endeudamiento con poca capacidad de recaudación por la crisis económica, tenemos una receta para el desastre. 

Por otro lado, la narrativa que estamos en crisis o que como país estamos mal en tema de contagios o fallecidos favorece a aquellos que buscan generar condiciones de inestabilidad para alcanzar sus fines políticos. A pesar de que es mentira que estamos mal en esos aspectos al compararnos con otros países de la región o el mundo, ciertas personas abogan por crear esa narrativa que la reactivación económica nos va a llevar a la muerte o que no hay condiciones actuales para abrir la economía. Ellos buscan crear un enemigo, ya sea el sector privado, el gobierno o ambos para generar malestar social y así profundizar no solo la crisis económica sino también la social y política. A veces hasta parece que desean que exista una crisis sanitaria con tal de poderle echar la culpa a algún actor particular. 

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Sin embargo, no creo que todo esto sea solamente negativo. Continuar con la expectativa y con la posibilidad de que la situación pueda empeorar drásticamente puede que este provocando que las personas se cuiden más y tomen las medidas sanitarias y de distanciamiento social para evitar contagiarse. Gran parte de evitar una tragedia radica en el comportamiento que las personas tengan y no solamente en lo que el gobierno pueda hacer para restringir las acciones de las personas o para preparar el sistema de salud para acoger los casos que necesiten ser tratados con hospitalización. 

Los pronósticos no han sido del todo certeros y han tenido que readaptarse constantemente. Así mismo, en las pocas semanas que hemos tenido de reapertura no se ha visto un repunte de casos como esperado y parece ser que la movilidad tampoco se ha incrementado lo suficiente para estar cerca de los niveles en los que estaba antes de la pandemia. El mundo está cambiando y las personas también están modificando sus patrones de conducta para prevenir una catástrofe. Es momento de empezar a pensar en una vida normal post COVID-19 en donde el gobierno pueda continuar fortaleciendo el sistema de salud y los ciudadanos puedan continuar con sus vidas reconociendo que el pico de la pandemia eventualmente llegará, o ya llegó y simplemente lo pasamos de largo. 

El pastor, el lobo y la pandemia

Redacción
11 de agosto, 2020

Todos conocemos la fábula del pastorcito que bromea con que un lobo esta atacando su rebaño hasta que un día le dejan de poner atención y realmente llega un lobo que se come su rebaño. Algo parecido ha ocurrido desde que inició la pandemia en el país. Varios analistas y funcionarios clamaban que el famoso pico de la pandemia estaba sucediendo o llegaría pronto. Incontables comentarios y análisis decían que el pico sería en mayo, después que era a finales de junio, luego que a mediados de julio y así sucesivamente. Ahora estamos llegando a la curva final del año sin que lleguemos a ese pico del que tanto hablaban y las proyecciones continúan pronosticando que el pico llegará en algún momento futuro. Así como el cuento del pastor y el lobo, el estar pensando que estamos eternamente experimentando una situación caótica tiene sus consecuencias en las acciones tanto publicas como privadas. 

Por un lado, vivir eternamente en este estado caótico en el que “siempre estamos en el pico o siempre esta el pico pronto en llegar” termina justificando que el gobierno continúe medidas restrictivas que prolongan la posibilidad de una recuperación económica efectiva. Un ejemplo claro es el semáforo que esta utilizando el gobierno para regular la reapertura que depende de indicadores completamente arbitrarios que no se relacionan a la capacidad del gobierno de atender a enfermos y evitar fallecidos. Si bien se ha iniciado la reapertura incluso estando en “rojo”, los números que he podido analizar y mi intuición me dicen que difícilmente habrá municipios que salgan de rojo en lo que resta del año sino es que en más tiempo. Esto provoca también que el gobierno continúe buscando endeudarse para financiar programas sociales que debieron ser temporales pero que por ciertos incentivos puede que se perpetúen. Si mezclamos más endeudamiento con poca capacidad de recaudación por la crisis económica, tenemos una receta para el desastre. 

Por otro lado, la narrativa que estamos en crisis o que como país estamos mal en tema de contagios o fallecidos favorece a aquellos que buscan generar condiciones de inestabilidad para alcanzar sus fines políticos. A pesar de que es mentira que estamos mal en esos aspectos al compararnos con otros países de la región o el mundo, ciertas personas abogan por crear esa narrativa que la reactivación económica nos va a llevar a la muerte o que no hay condiciones actuales para abrir la economía. Ellos buscan crear un enemigo, ya sea el sector privado, el gobierno o ambos para generar malestar social y así profundizar no solo la crisis económica sino también la social y política. A veces hasta parece que desean que exista una crisis sanitaria con tal de poderle echar la culpa a algún actor particular. 

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Sin embargo, no creo que todo esto sea solamente negativo. Continuar con la expectativa y con la posibilidad de que la situación pueda empeorar drásticamente puede que este provocando que las personas se cuiden más y tomen las medidas sanitarias y de distanciamiento social para evitar contagiarse. Gran parte de evitar una tragedia radica en el comportamiento que las personas tengan y no solamente en lo que el gobierno pueda hacer para restringir las acciones de las personas o para preparar el sistema de salud para acoger los casos que necesiten ser tratados con hospitalización. 

Los pronósticos no han sido del todo certeros y han tenido que readaptarse constantemente. Así mismo, en las pocas semanas que hemos tenido de reapertura no se ha visto un repunte de casos como esperado y parece ser que la movilidad tampoco se ha incrementado lo suficiente para estar cerca de los niveles en los que estaba antes de la pandemia. El mundo está cambiando y las personas también están modificando sus patrones de conducta para prevenir una catástrofe. Es momento de empezar a pensar en una vida normal post COVID-19 en donde el gobierno pueda continuar fortaleciendo el sistema de salud y los ciudadanos puedan continuar con sus vidas reconociendo que el pico de la pandemia eventualmente llegará, o ya llegó y simplemente lo pasamos de largo.