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Parábola del mundo imperfecto

Luis Enrique Pérez
23 de septiembre, 2020

http://www.opinionpi.com/detalle_articulo.php?id=1362

En el amanecer de un fragante día invernal, en una angosta vereda de un bosque de eucaliptos, repentinamente me encontré con un ente que reclamaba ser el Supremo Creador. Tenía la apariencia de una cambiante nube iridiscente, que flotaba serena sobre el húmedo suelo del bosque, entre rosas, mariposas, ruiseñores, abejas, libélulas y pálidos rayos de luz solar.

La nube se reflejaba vibrátil en el agua regocijada de los riachuelos o de los manantiales. Brotaba de ella una voz majestuosa y clara, semejante a un canto coral en un vasto templo de cristal. Era una voz que la floresta escuchaba extasiada, y el cielo propagaba estupefacto.

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“En este bosque sentiste mi presencia con tal intensidad, que me invitaste a manifestarme. No importa la forma de la manifestación. Solo importa que soy yo, el Supremo Creador”, dijo el presunto ente divino. “¿Cómo sé que lo eres?”, díjele. Y él me respondió así: “No necesitas saberlo. Es suficiente que me presientas.”.

Y yo díjele: “Y es así. Te presiento. Eres el Supremo Creador. Muchas gracias por tu fantástica manifestación. ¿Puedo plantearte una pregunta?” Entonces él me dijo: “Plantea tu pregunta; pero no podré responderla si es sobre profundos misterios de la creación, que en esta terrestre residencia el ser humano jamás podría comprender. Escúchote, intrépido pero amado mortal.” Esta fue mi pregunta: “¿Por qué creaste un mundo imperfecto?” El Supremo Creador calló, no perturbado, sino preocupado por encontrar una respuesta que yo pudiera comprender.

Aproveché su silencio para suministrarle algunos ejemplos de imperfección, y díjele así: “Hay vida, amor, placer, felicidad, salud, bondad, inteligencia, justicia, esperanza, lealtad, paz y juventud; pero también hay muerte, odio, dolor, infelicidad, enfermedad, maldad, estupidez, injusticia, frustración, traición, guerra y vejez.”

“Es difícil obtener aquello que más queremos; pero es fácil obtener aquello que menos queremos. Las mejores cosas tienden a ser escasas, y las peores tienden a ser abundantes. Casi nunca encontramos lo que tanto añoramos; pero casi siempre encontramos lo que tanto detestamos. Perseguimos el acierto y no lo alcanzamos; pero nos persigue el error y nos alcanza. El éxito nunca es seguro, y el fracaso nos acecha impaciente.”

El bosque súbitamente calló, y el Supremo Creador me respondió así: “Mi mundo, el Reino de los Cielos, es perfecto. Crear un mundo más perfecto era imposible. ¡El Reino de los Cielos era la suma perfección! Crear uno igualmente perfecto era innecesario. ¿Por qué duplicar la suma perfección? Entonces, solo podía crear un mundo imperfecto. Y decidí crearlo. No era mi propósito que fuera un mundo para el ser humano que sufre una necesaria imperfección, y se lamenta de ella, y puede culparla de todos los males que le acaecen.”

“Fue mi propósito crear ese mundo, el Reino de la Tierra, para el ser humano que reconoce esa imperfección, y en ella discierne entre el defecto que puede ser corregido, y actúa para corregirlo, y el defecto que no puede ser corregido, y lo presupone como algo que no es motivo de lamentación sino que exige acción con coraje. Fui creador, pues, de un mundo imperfecto, que puede ser menos imperfecto. ¡Y benditos sean aquellos que reducen esa imperfección!”

“Y dichosos sean aquellos que bendicen su advenimiento a este mundo, porque así bendicen la más maravillosa oportunidad que yo podía darles: la vida; pero no solo la mera vida, sino la más grandiosa, porque es vida del espíritu, que se erige glorioso sobre luminosas estrellas y vastas galaxias, tan solo porque ellas no saben de ellas mismas, pero él sabe de ellas y también de él mismo. Y su racionalidad puede buscar la más elusiva verdad, y su sentir puede ser origen de heroica bondad, y su voluntad puede someterse a una intransigente moralidad. Es decisión de cada quien aprovechar o no aprovechar la oportunidad que he brindado.”

 “Y aquellos que han convertido en arte el quejarse de la imperfección del mundo, y que quizá hasta me acusan de ser un ineficiente Supremo Creador, y tienen la arrogancia de creer que podrían haberme dado instrucciones para crear un mejor mundo terrenal, pero nunca han intentado ser mejores ellos mismos, y pretenden que la obra de su negligencia sea obra mía, han de saber que agregan al mundo imperfecciones peores que aquellas que son inherentes al mundo del que fui creador. ¡Y hasta ignoran que, en un mundo perfecto, jamás hubieran existido!”

Post scriptum. La multiforme nube iridiscente dispersóse súbitamente. El apresurado caminar de algunas cercanas perdices me despertó. El bosque parecía flotar entre la bruma; y la luz solar se filtraba entre los brumosos ramajes de los aromáticos eucaliptos

Parábola del mundo imperfecto

Luis Enrique Pérez
23 de septiembre, 2020

http://www.opinionpi.com/detalle_articulo.php?id=1362

En el amanecer de un fragante día invernal, en una angosta vereda de un bosque de eucaliptos, repentinamente me encontré con un ente que reclamaba ser el Supremo Creador. Tenía la apariencia de una cambiante nube iridiscente, que flotaba serena sobre el húmedo suelo del bosque, entre rosas, mariposas, ruiseñores, abejas, libélulas y pálidos rayos de luz solar.

La nube se reflejaba vibrátil en el agua regocijada de los riachuelos o de los manantiales. Brotaba de ella una voz majestuosa y clara, semejante a un canto coral en un vasto templo de cristal. Era una voz que la floresta escuchaba extasiada, y el cielo propagaba estupefacto.

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“En este bosque sentiste mi presencia con tal intensidad, que me invitaste a manifestarme. No importa la forma de la manifestación. Solo importa que soy yo, el Supremo Creador”, dijo el presunto ente divino. “¿Cómo sé que lo eres?”, díjele. Y él me respondió así: “No necesitas saberlo. Es suficiente que me presientas.”.

Y yo díjele: “Y es así. Te presiento. Eres el Supremo Creador. Muchas gracias por tu fantástica manifestación. ¿Puedo plantearte una pregunta?” Entonces él me dijo: “Plantea tu pregunta; pero no podré responderla si es sobre profundos misterios de la creación, que en esta terrestre residencia el ser humano jamás podría comprender. Escúchote, intrépido pero amado mortal.” Esta fue mi pregunta: “¿Por qué creaste un mundo imperfecto?” El Supremo Creador calló, no perturbado, sino preocupado por encontrar una respuesta que yo pudiera comprender.

Aproveché su silencio para suministrarle algunos ejemplos de imperfección, y díjele así: “Hay vida, amor, placer, felicidad, salud, bondad, inteligencia, justicia, esperanza, lealtad, paz y juventud; pero también hay muerte, odio, dolor, infelicidad, enfermedad, maldad, estupidez, injusticia, frustración, traición, guerra y vejez.”

“Es difícil obtener aquello que más queremos; pero es fácil obtener aquello que menos queremos. Las mejores cosas tienden a ser escasas, y las peores tienden a ser abundantes. Casi nunca encontramos lo que tanto añoramos; pero casi siempre encontramos lo que tanto detestamos. Perseguimos el acierto y no lo alcanzamos; pero nos persigue el error y nos alcanza. El éxito nunca es seguro, y el fracaso nos acecha impaciente.”

El bosque súbitamente calló, y el Supremo Creador me respondió así: “Mi mundo, el Reino de los Cielos, es perfecto. Crear un mundo más perfecto era imposible. ¡El Reino de los Cielos era la suma perfección! Crear uno igualmente perfecto era innecesario. ¿Por qué duplicar la suma perfección? Entonces, solo podía crear un mundo imperfecto. Y decidí crearlo. No era mi propósito que fuera un mundo para el ser humano que sufre una necesaria imperfección, y se lamenta de ella, y puede culparla de todos los males que le acaecen.”

“Fue mi propósito crear ese mundo, el Reino de la Tierra, para el ser humano que reconoce esa imperfección, y en ella discierne entre el defecto que puede ser corregido, y actúa para corregirlo, y el defecto que no puede ser corregido, y lo presupone como algo que no es motivo de lamentación sino que exige acción con coraje. Fui creador, pues, de un mundo imperfecto, que puede ser menos imperfecto. ¡Y benditos sean aquellos que reducen esa imperfección!”

“Y dichosos sean aquellos que bendicen su advenimiento a este mundo, porque así bendicen la más maravillosa oportunidad que yo podía darles: la vida; pero no solo la mera vida, sino la más grandiosa, porque es vida del espíritu, que se erige glorioso sobre luminosas estrellas y vastas galaxias, tan solo porque ellas no saben de ellas mismas, pero él sabe de ellas y también de él mismo. Y su racionalidad puede buscar la más elusiva verdad, y su sentir puede ser origen de heroica bondad, y su voluntad puede someterse a una intransigente moralidad. Es decisión de cada quien aprovechar o no aprovechar la oportunidad que he brindado.”

 “Y aquellos que han convertido en arte el quejarse de la imperfección del mundo, y que quizá hasta me acusan de ser un ineficiente Supremo Creador, y tienen la arrogancia de creer que podrían haberme dado instrucciones para crear un mejor mundo terrenal, pero nunca han intentado ser mejores ellos mismos, y pretenden que la obra de su negligencia sea obra mía, han de saber que agregan al mundo imperfecciones peores que aquellas que son inherentes al mundo del que fui creador. ¡Y hasta ignoran que, en un mundo perfecto, jamás hubieran existido!”

Post scriptum. La multiforme nube iridiscente dispersóse súbitamente. El apresurado caminar de algunas cercanas perdices me despertó. El bosque parecía flotar entre la bruma; y la luz solar se filtraba entre los brumosos ramajes de los aromáticos eucaliptos