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Caminando por la Ciudad | El rentachistes del Barrio El Gallito

Redacción República
04 de octubre, 2020

El rentachistes del Barrio El Gallito. Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

“Uno de Kalimán, Memín y Samurái”, es el repertorio que esta noche pedirán el Canche, el Maycol y la Chilis. Ellos todas las semanas llegan por su cambio de a cinco centavos y dos novelas románticas para la mamá.

Todas las noches se coloca don Meme, el chistero, con cientos de revistas, cómics, novelas y libros en la entrada del barrio El Gallito de la zona 3 capitalina.

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En ese lugar, todos los asiduos lectores llegan a dejar un ejemplar de la misma línea. Él les da un número que no hayan leído por el tiempo que ellos deseen, cancelando un pago por cambio.

Los vecinos pasan viéndolo con desagrado al rentachistes porque ocupa todo el ancho de la banqueta. Pero es el sitio comercial que don Meme estableció para el alquiler, compra, venta y servicio de leer sobre las bancas de pino que coloca antes de abrir el local.

Un sitio limitado por unas improvisadas paredes de nailon transparente, estanterías de cartones de huevos. Y la luz de una bombilla que conecta bajo de agua aprovechando la conexión de la farmacia de la esquina.

Todos saben que pueden llegar a platicar, fumar o leer sin que el tiempo sea problema porque el local abre desde las nueve de la noche hasta las cuatro de la madrugada.

Don Meme se preocupa de tener lo más reciente en revistas de Capulina, el Hombre Araña, Aniceto, Hermelinda linda, el Santo, Vanidades, Selecciones, Pimientas, amor y romance.

Le gusta mantener variedad para su clientela que todas las noches lo visita con un cambio o sentarse a leer y platicar en la trampita, como él le llama a su puesto.

El negocio de don Meme también abarca la terapia emocional del alma y el corazón, ya que todas las noches pasan algunos despechados a contarle su situación sentimental. Hablan de su trámite de divorcio, así como los problemas y situaciones difíciles en la casa de sus papás que no comprenden a los jóvenes.

También es un excelente médico químico homeópata, sin un título colgado, pero sí con mucha experiencia diagnosticando, recetando. Le da seguimiento a las diferentes vecinas que llegan por una consulta acerca de sus dolores, síntomas y demás reumas en sus vidas, como consecuencia de males del corazón, según le confiesan.

Tampoco faltan los señores que sólo llegan para platicar, comprar un rico café caliente de olla y disfrutárselo mientras observan a los más fieles clientes que llegan a jugar naipes y apostar en cantidades mesuradas sus partidas de escaleras, póquer y otras disciplinas.

Estos señorones, como les nombra don Meme, sólo llegan a ver ya que por su edad avanzada se les dificulta leer y disfrutan más su café caliente.

Van a observar a los jugadores y escuchar historias y chismes del barrio. Ahí se sabe todo, desde la niña que salió embarazada allá por el sector de La Ruedita, como los pleitos maritales de la pareja que vive más por el cementerio general.

Es increíble la retentiva del rentachistes ya que su clientela le pregunta de qué trata cada número de los chistes, la fotonovela, la novela solo texto vaquera, romántica o las clásicas de Agatha Christie. Novelas en donde cuenta todos los pormenores de la trama, pero sin revelar quién fue el asesino: esa sorpresa deja que la cuente el gran investigador Hércules Poirot.

También les relata a los más chicos las aventuras del Samurái, los viajes arriesgados de Kalimán y su asistente Sorín. Así como las travesuras del simpático Memín y su pandilla de amigos como el vecino ricachón, Carlangas y Ernesto, que siempre lo cubren para que su amada ma’linda no lo regañe por sus travesuras.

A los más pícaros les comenta las pócimas mágicas para conquistar a quien le gusta según lo leído en los números de Aniceto el brujo y Hermelinda.

Se conoce de memoria los remedios caseros, puntadas de crochet, solución a los laberintos, crucigramas, sopas de letras y hasta los consejos literarios y manera de redactar aprendidos en las revistas Selecciones.

El rentachistes se aleja

Cuando ya el señor Sol empieza a asomarse y los trabajadores de las fábricas cercanas se levantan para salir a buscar los madrugadores buses Morena que los transportan del barrio El Gallito hacia la villa de Mixco. Cuando los panaderos empiezan a anunciar que el producto está a punto de salir a la venta, evidenciados por ese rico olor que sale de los hornos de leña, los gallos cantan y los perros aúllan.

Don Mem, el rentachistes, sabe que es hora de empezar a recoger el local, enrollando las paredes de nailon grueso, levantando las bancas de madera de pino.

Apila en orden todos los chistes, novelas y cómics en sus cajas que sirven de mostrador, arma una torre con los cartones de huevo al colocarlos uno sobre el otro y bebe el último sorbo de café.

Cuando todo está colocado sobre la carreta de madera con llantas de cojinetes bulliciosos, se retira a descansar, dormir un poco y alistar el inventario de la próxima noche. No sin antes darle una mirada rápida a los nuevos números que los clientes llegaron a cambiar. Adempás de ponerse al día con las historietas que faltan por completar en su mente, pues siempre las leen en desorden cronológico.

Caminando por la Ciudad | El rentachistes del Barrio El Gallito

Redacción República
04 de octubre, 2020

El rentachistes del Barrio El Gallito. Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

“Uno de Kalimán, Memín y Samurái”, es el repertorio que esta noche pedirán el Canche, el Maycol y la Chilis. Ellos todas las semanas llegan por su cambio de a cinco centavos y dos novelas románticas para la mamá.

Todas las noches se coloca don Meme, el chistero, con cientos de revistas, cómics, novelas y libros en la entrada del barrio El Gallito de la zona 3 capitalina.

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En ese lugar, todos los asiduos lectores llegan a dejar un ejemplar de la misma línea. Él les da un número que no hayan leído por el tiempo que ellos deseen, cancelando un pago por cambio.

Los vecinos pasan viéndolo con desagrado al rentachistes porque ocupa todo el ancho de la banqueta. Pero es el sitio comercial que don Meme estableció para el alquiler, compra, venta y servicio de leer sobre las bancas de pino que coloca antes de abrir el local.

Un sitio limitado por unas improvisadas paredes de nailon transparente, estanterías de cartones de huevos. Y la luz de una bombilla que conecta bajo de agua aprovechando la conexión de la farmacia de la esquina.

Todos saben que pueden llegar a platicar, fumar o leer sin que el tiempo sea problema porque el local abre desde las nueve de la noche hasta las cuatro de la madrugada.

Don Meme se preocupa de tener lo más reciente en revistas de Capulina, el Hombre Araña, Aniceto, Hermelinda linda, el Santo, Vanidades, Selecciones, Pimientas, amor y romance.

Le gusta mantener variedad para su clientela que todas las noches lo visita con un cambio o sentarse a leer y platicar en la trampita, como él le llama a su puesto.

El negocio de don Meme también abarca la terapia emocional del alma y el corazón, ya que todas las noches pasan algunos despechados a contarle su situación sentimental. Hablan de su trámite de divorcio, así como los problemas y situaciones difíciles en la casa de sus papás que no comprenden a los jóvenes.

También es un excelente médico químico homeópata, sin un título colgado, pero sí con mucha experiencia diagnosticando, recetando. Le da seguimiento a las diferentes vecinas que llegan por una consulta acerca de sus dolores, síntomas y demás reumas en sus vidas, como consecuencia de males del corazón, según le confiesan.

Tampoco faltan los señores que sólo llegan para platicar, comprar un rico café caliente de olla y disfrutárselo mientras observan a los más fieles clientes que llegan a jugar naipes y apostar en cantidades mesuradas sus partidas de escaleras, póquer y otras disciplinas.

Estos señorones, como les nombra don Meme, sólo llegan a ver ya que por su edad avanzada se les dificulta leer y disfrutan más su café caliente.

Van a observar a los jugadores y escuchar historias y chismes del barrio. Ahí se sabe todo, desde la niña que salió embarazada allá por el sector de La Ruedita, como los pleitos maritales de la pareja que vive más por el cementerio general.

Es increíble la retentiva del rentachistes ya que su clientela le pregunta de qué trata cada número de los chistes, la fotonovela, la novela solo texto vaquera, romántica o las clásicas de Agatha Christie. Novelas en donde cuenta todos los pormenores de la trama, pero sin revelar quién fue el asesino: esa sorpresa deja que la cuente el gran investigador Hércules Poirot.

También les relata a los más chicos las aventuras del Samurái, los viajes arriesgados de Kalimán y su asistente Sorín. Así como las travesuras del simpático Memín y su pandilla de amigos como el vecino ricachón, Carlangas y Ernesto, que siempre lo cubren para que su amada ma’linda no lo regañe por sus travesuras.

A los más pícaros les comenta las pócimas mágicas para conquistar a quien le gusta según lo leído en los números de Aniceto el brujo y Hermelinda.

Se conoce de memoria los remedios caseros, puntadas de crochet, solución a los laberintos, crucigramas, sopas de letras y hasta los consejos literarios y manera de redactar aprendidos en las revistas Selecciones.

El rentachistes se aleja

Cuando ya el señor Sol empieza a asomarse y los trabajadores de las fábricas cercanas se levantan para salir a buscar los madrugadores buses Morena que los transportan del barrio El Gallito hacia la villa de Mixco. Cuando los panaderos empiezan a anunciar que el producto está a punto de salir a la venta, evidenciados por ese rico olor que sale de los hornos de leña, los gallos cantan y los perros aúllan.

Don Mem, el rentachistes, sabe que es hora de empezar a recoger el local, enrollando las paredes de nailon grueso, levantando las bancas de madera de pino.

Apila en orden todos los chistes, novelas y cómics en sus cajas que sirven de mostrador, arma una torre con los cartones de huevo al colocarlos uno sobre el otro y bebe el último sorbo de café.

Cuando todo está colocado sobre la carreta de madera con llantas de cojinetes bulliciosos, se retira a descansar, dormir un poco y alistar el inventario de la próxima noche. No sin antes darle una mirada rápida a los nuevos números que los clientes llegaron a cambiar. Adempás de ponerse al día con las historietas que faltan por completar en su mente, pues siempre las leen en desorden cronológico.