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Quiñónez: “Mi objetivo es crear historias que estimulen la imaginación”

Redacción República
01 de noviembre, 2020

Byron Quiñónez habla acerca de “Las viajeras del tiempo”, su nuevo libro. ESTA ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Al acercarse a Las viajeras del tiempo, segundo libro para el público infantil divulgado por el narrador Byron Quiñónez (Ciudad de Guatemala, 1969), el lector de cualquier edad y condición acompañará a las protagonistas durante su navegación por el río Nilo, conocerá la ciudad de Alejandría, caminará entre sacerdotes egipcios, cazadores nubios, aristócratas griegos y guerreros macedonios.

Además, se encontrará ante rebaños de pacíficos estegosaurios, triceratops en posición de defensa para resguardar a sus crías y velociraptors que se mueven a toda prisa entre la vegetación que cubrió el actual norte de África hace millones de años.

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La obra ganadora del premio de literatura infantil y juvenil «Marilena López» convocado en 2019 está por circular amparada por el sello de Editorial Cultura, y ahora les presento las respuestas que Byron apuntó al cuestionario que le mandé vía electrónica el mero día de su cumpleaños.

La nueva novela infantil de Byron Quiñónez. Ilustración: Billy Melgar Guzmán, fotografía del autor: Luis Echeverría.

Al pensar en literatura infantil, lo primero que se me viene a la mente son esas historias moralizantes y didácticas destinadas a crear niños bien portados. ¿Cómo le hacés para contraatacar esos riesgos?

En mi caso lo que se me viene a la mente es la magia de imaginarnos mundos fantasiosos donde los hongos eran casas y los bosques ciudades de animales parlantes, soldaditos de plomo en vientres de pez y gigantes que comían niños y se apedreaban entre ellos. Mi objetivo siempre ha sido contar una buena historia, que te haga olvidar aunque sea un rato los fastidios cotidianos, una historia que te lleve a otros lugares, a otras épocas y sea un verdadero viaje al interior de tu mente. Con Las viajeras del tiempo, al igual que con mi anterior obra para público infantil, Gabriela y el reino submarino, lo que busqué fue escribir historias que salgan de lo ordinario y posean un poco de esa magia de los libros que me abrieron la mente cuando era niño, como El maravilloso viaje de Nils Holgerson de Selma Lagerloff, Las minas del rey Salomón de H. Rider Haggard, El planeta de los simios de Pierre Boulle, La máquina del tiempo y La guerra de los mundos de H. G. Wells, Dracula de Bram Stoker y cuentos de animales antropomorfos. Mi objetivo es crear historias que estimulen la imaginación de quien las lee.

Entre su idea inicial, pasarla en limpio y mandarla a concurso, ¿cuántos días, semanas o meses invertiste para escribir Las viajeras del tiempo?

Creo que empecé a escribirla más o menos en marzo de 2019, aunque la idea venía de un par de meses previos, y la terminé justo un día antes del plazo final de la convocatoria del Certamen de Literatura Infantil y Juvenil Marilena López, que era el viernes 30 de agosto. Fue un proceso un poco apresurado y por momentos pensé que no iba a terminarla a tiempo, pero salió bien y quedé satisfecho. La versión que saldrá impresa no sufrió mayores modificaciones, salvo una que otra palabra que cambié o quité para facilitar la fluidez de la lectura. He de añadir que es uno de los relatos que menos tiempo me ha llevado escribir. Tengo un par de novelas que empecé a escribir en 2017 y no hay modo que las termine porque vivo añadiendo capítulos y modificando cosas.

En Las viajeras del tiempo cobran relevancia las niñas, a través de Gabriela, y los gatos, por medio de Michigan Parker. ¿Seguís la tradición fijada por Lewis Carroll en Alicia en el país de las maravillas?

Podría decirse que sí, en cuanto a que las niñas tienden a explorar el mundo de distintas maneras que los niños y tienen una gran vida interior. Y por supuesto, los gatos tienen un aura de misterio y complicidad que funciona muy bien en cualquier obra literaria, saben cosas que nadie más conoce. Ahora que lo pienso también podríamos decir que hubo cierta influencia, no intencional, de Neil Gaiman y su Coraline (no la versión animada, sino la escrita). Las gatas y las niñas mandan.

¿Tuviste que documentarte y consultar la bibliografía disponible acerca de la biblioteca de Alejandría para escenificar tu relato?

¡Definitivamente! Pasé un par de meses documentándome sobre la Biblioteca de Alejandría, su historia, su edificio y el tipo de documentos que ahí se guardaban. Es una lástima que todo ese conocimiento se haya perdido por culpa de tantas guerras que nada bueno dejan. También me documenté sobre el tipo de cultivos que se acostumbraban en la época del Antiguo Egipto, la pesca, la caza y el tipo de casas de aquel entonces. Lo hice para lograr una historia entretenida y a la vez bien documentada.

De tener ingreso a la biblioteca que llegó a atesorar el saber de la Antigüedad, ¿a cuál sección te encaminarías?

Seguramente buscaría libros sobre antiguas tecnologías y documentos de civilizaciones desaparecidas. Seguro encontraría documentos sobre Lemuria, Hiperbórea y La Atlántida, la construcción de las pirámides y del Coloso de Rodas, por ejemplo. Me interesaría mucho también leer sobre el culto egipcio a Sobek, el dios cocodrilo, y quizá encontraría libros, papiros o escrituras en arcilla que hablaran sobre civilizaciones anteriores a la humanidad. Sería excelente explorar el catálogo / fichero de la biblioteca. Pasaría meses ahí dentro.

En el libro hacés mención que Alejandro Magno, el fundador de Alejandría, «promovió el respeto por las culturas extranjeras y la búsqueda sin prejuicios del conocimiento». ¿Qué tan necesarios son ese respeto y esa búsqueda en nuestros días?

Son indispensables, y lamentablemente muy escasos. Cada vez hay más intolerancia y polarización.

¿Es posible que ahora podamos tener un ambiente cosmopolita y respetuoso donde cada quien ande en lo suyo y nadie se meta en asuntos ajenos?

Eso es una utopía. A lo más que podemos aspirar es a tener un pensamiento propio y mantenernos fuera del radar de los intolerantes. El principal credo de la humanidad debería ser «vive y deja morir», como la canción de Paul McCartney.

La segunda parte del relato abunda en descripciones de varias especies de dinosaurios. ¿De dónde surge tu inclinación por la época de los grandes reptiles?

Los dinosaurios, aparte de las calaveras y el rock, fueron una de mis primeras pasiones cuando niño, y devoré enciclopedias completas sobre el tema. Cada vez que pasábamos por la extinta librería Altamira, allá por la 13 calle del Centro Histórico, prácticamente obligaba a mis padres a que me compraran un nuevo libro de dinosaurios y mamíferos prehistóricos. Y todavía los conservo. Aunque más que los dinosaurios, me apasionan los reptiles marinos de la época: ictiosaurios, tilosaurios, mosasaurios, elasmosaurios, kronosaurios, plesiosaurios, etcétera. El mar ejerce una siniestra fascinación en cuanto a monstruos se refiere. En Gabriela y el reino submarino, por ejemplo, hay una escena donde Gabriela va montada en lomos de una ballena y al llegar a una ciudad hundida en el fondo del mar se encuentran con un tilosaurio y ella tiene que refugiarse dentro de la boca de la ballena.

¿Compartís la idea de que pudieron existir civilizaciones prehumanas registradas en relatos y leyendas como Lemuria e Hiperbórea?

Estoy seguro que sí. La idea de que somos la única civilización no sólo en el planeta, sino en el universo, no suena muy convincente. Y como todo se resume a suposiciones, porque no hay registros, ¿quién puede asegurarnos que no hubo grandes civilizaciones reptilianas antes de la gran extinción de los dinosaurios, o durante el Pleistoceno, mucho antes de que surgiesen los primeros homínidos? A lo mejor la Biblioteca de Alejandría guardaba libros o papiros que relataban la historia de esas civilizaciones… pero a menos que inventemos la máquina del tiempo no podremos tener acceso a todo ese conocimiento. Igual con los códices precolombinos…

¿Te planteaste la posibilidad de un final abierto para tu relato?

Al principio no, pero conforme avanzaba la escritura y me venían ideas que probablemente no hubieran encajado en la historia o la habrían hecho el doble de larga, decidí que lo mejor sería dejar un final abierto por si más adelante decido retomar el concepto y llevar a Gabriela y a Michigan Parker a visitar otras épocas.

La música ocupa un sitio relevante en tus cuentos y novelas. ¿Cuál es la banda sonora que propondrías para acompañar la lectura de Las viajeras del tiempo?

Mmm… buena pregunta. En este caso no podemos pensar en black metal o post metal. Quizá tendría que ser algo más atmosférico, «Somnium» de Robert Rich, algo de Karl Sanders, que suena muy egipcio, bandas sonoras de películas (Elmer Bernstein, por ejemplo), trip hop a lo Morcheeba o ese tipo de grabaciones con sonidos de la naturaleza: selvas amazónicas, riachuelos, lluvia y olas.

Si el águila Niza Nanami te ofreciera regresar en el tiempo, ¿marcarías alguna fecha en particular?

Tendría que echarlo «a la ficha», como dicen, porque hay muchas épocas que me gustaría visitar: la Inglaterra victoriana (1890), la época de los grandes reptiles marinos y los super cocodrilos (Triásico, Jurásico, Cretáceo), el Egipto antiguo, el apogeo de las grandes civilizaciones mesoamericanas, la época de los grandes anfibios que dominaron la Tierra antes que surgieran los dinosaurios, la época de los vikingos y sus viajes marítimos, Mesopotamia, etcétera.

No evito la pregunta cajonera: ¿cómo hacer que los niños se sientan atraídos por los libros y la lectura sin que suene a imposición del tipo «tenés que hacerlo»?

La mejor manera de motivar a los niños a que lean es con el ejemplo. ¿Cómo pretender que los niños lean si nunca ven a sus padres con un libro en la mano? La verdad no es muy bonito ver a los niños jugando solos y el papá y la mamá con el teléfono en la mano, viendo Facebook. Hay que conocer los gustos de los niños, saber qué los emociona y buscar lecturas acordes: viajes al otro lado del mundo, animales que hablan, aventuras en el espacio, etcétera. El secreto de tomarle gusto a la lectura es encontrar libros que nos atrapen. La lectura tiene que ser vista como algo emocionante, no como una obligación. Podrían empezar comprándole cómics a los niños, y con el tiempo ellos mismos van a pedir que les compren libros.

Por último, ¿nos podés adelantar algún fragmento de tu historia?

Lo primero que sintieron las viajeras del tiempo fue el intenso calor del Mesozoico y la distinta presión atmosférica.

–Bueno, ya estamos aquí. ¿Ahora qué hacemos? –dijo Gabriela.

–Lo primero que haremos es elevarnos –respondió Niza Nanami. –Este lugar es demasiado peligroso para andar a pie. Suban.

Michigan y Gabriela se mostraron de acuerdo y treparon al lomo de Niza Nanami. El ave se elevó y pronto estuvieron relativamente seguras.

Bajo ellas, la división del paisaje era bastante marcada: hacia la derecha el terreno era amarillento, árido, casi plano y con muy poca vegetación. Hacia la izquierda el paisaje era pantanoso, con exuberante vegetación, árboles gigantescos y extensos manglares en ambas orillas del Nilo.

No tardaron en divisar desde lo alto los primeros rebaños de dinosaurios herbívoros: brontosaurios enormes, de piel marrón y tan grandes como casas, desgarraban árboles y devoraban kilos y kilos de hojas y fruta. Ejércitos de styracosaurus, robustos como elefantes, comían pasto sin prestar atención a los pequeños pájaros posados sobre sus lomos.

Grupos de struthiomimus con aspecto de avestruz corrían nerviosos de un lado a otro y familias de protoceratops protegían sus nidos de los compsognathus, que buscaban huevos para robar.

En una colina cercana, oculto entre el follaje, un ceratosaurio de fiero aspecto acechaba a los herbívoros, presto a devorar alguno a la primera oportunidad.

Gabriela observó su piel roja con manchas negras, el pequeño cuerno en su nariz y sus dientes de navaja, y suspiró aliviada al saberse fuera de su alcance.

Al sentir su mirada, el ceratosaurio levantó la vista y la vio. Sus ojos brillaron de maldad y, cual monstruoso camaleón, los colores de su piel cambiaron de rojo y negro a verde y anaranjado. Gabriela se asustó mucho y le dijo a Niza Nanami que se alejara pronto de ahí.

–¿Qué pasa? –preguntó el ave.

–Ese carnívoro nos vio.

–¡Entonces vámonos! –secundó Michigan.

Niza Nanami batió vigorosamente sus alas y se alejó de aquel sitio antes que el ceratosaurio reaccionara.

No era conveniente alertar a los carnívoros.

  • Deberías leer:

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Redacción República
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Byron Quiñónez habla acerca de “Las viajeras del tiempo”, su nuevo libro. ESTA ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Al acercarse a Las viajeras del tiempo, segundo libro para el público infantil divulgado por el narrador Byron Quiñónez (Ciudad de Guatemala, 1969), el lector de cualquier edad y condición acompañará a las protagonistas durante su navegación por el río Nilo, conocerá la ciudad de Alejandría, caminará entre sacerdotes egipcios, cazadores nubios, aristócratas griegos y guerreros macedonios.

Además, se encontrará ante rebaños de pacíficos estegosaurios, triceratops en posición de defensa para resguardar a sus crías y velociraptors que se mueven a toda prisa entre la vegetación que cubrió el actual norte de África hace millones de años.

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La obra ganadora del premio de literatura infantil y juvenil «Marilena López» convocado en 2019 está por circular amparada por el sello de Editorial Cultura, y ahora les presento las respuestas que Byron apuntó al cuestionario que le mandé vía electrónica el mero día de su cumpleaños.

La nueva novela infantil de Byron Quiñónez. Ilustración: Billy Melgar Guzmán, fotografía del autor: Luis Echeverría.

Al pensar en literatura infantil, lo primero que se me viene a la mente son esas historias moralizantes y didácticas destinadas a crear niños bien portados. ¿Cómo le hacés para contraatacar esos riesgos?

En mi caso lo que se me viene a la mente es la magia de imaginarnos mundos fantasiosos donde los hongos eran casas y los bosques ciudades de animales parlantes, soldaditos de plomo en vientres de pez y gigantes que comían niños y se apedreaban entre ellos. Mi objetivo siempre ha sido contar una buena historia, que te haga olvidar aunque sea un rato los fastidios cotidianos, una historia que te lleve a otros lugares, a otras épocas y sea un verdadero viaje al interior de tu mente. Con Las viajeras del tiempo, al igual que con mi anterior obra para público infantil, Gabriela y el reino submarino, lo que busqué fue escribir historias que salgan de lo ordinario y posean un poco de esa magia de los libros que me abrieron la mente cuando era niño, como El maravilloso viaje de Nils Holgerson de Selma Lagerloff, Las minas del rey Salomón de H. Rider Haggard, El planeta de los simios de Pierre Boulle, La máquina del tiempo y La guerra de los mundos de H. G. Wells, Dracula de Bram Stoker y cuentos de animales antropomorfos. Mi objetivo es crear historias que estimulen la imaginación de quien las lee.

Entre su idea inicial, pasarla en limpio y mandarla a concurso, ¿cuántos días, semanas o meses invertiste para escribir Las viajeras del tiempo?

Creo que empecé a escribirla más o menos en marzo de 2019, aunque la idea venía de un par de meses previos, y la terminé justo un día antes del plazo final de la convocatoria del Certamen de Literatura Infantil y Juvenil Marilena López, que era el viernes 30 de agosto. Fue un proceso un poco apresurado y por momentos pensé que no iba a terminarla a tiempo, pero salió bien y quedé satisfecho. La versión que saldrá impresa no sufrió mayores modificaciones, salvo una que otra palabra que cambié o quité para facilitar la fluidez de la lectura. He de añadir que es uno de los relatos que menos tiempo me ha llevado escribir. Tengo un par de novelas que empecé a escribir en 2017 y no hay modo que las termine porque vivo añadiendo capítulos y modificando cosas.

En Las viajeras del tiempo cobran relevancia las niñas, a través de Gabriela, y los gatos, por medio de Michigan Parker. ¿Seguís la tradición fijada por Lewis Carroll en Alicia en el país de las maravillas?

Podría decirse que sí, en cuanto a que las niñas tienden a explorar el mundo de distintas maneras que los niños y tienen una gran vida interior. Y por supuesto, los gatos tienen un aura de misterio y complicidad que funciona muy bien en cualquier obra literaria, saben cosas que nadie más conoce. Ahora que lo pienso también podríamos decir que hubo cierta influencia, no intencional, de Neil Gaiman y su Coraline (no la versión animada, sino la escrita). Las gatas y las niñas mandan.

¿Tuviste que documentarte y consultar la bibliografía disponible acerca de la biblioteca de Alejandría para escenificar tu relato?

¡Definitivamente! Pasé un par de meses documentándome sobre la Biblioteca de Alejandría, su historia, su edificio y el tipo de documentos que ahí se guardaban. Es una lástima que todo ese conocimiento se haya perdido por culpa de tantas guerras que nada bueno dejan. También me documenté sobre el tipo de cultivos que se acostumbraban en la época del Antiguo Egipto, la pesca, la caza y el tipo de casas de aquel entonces. Lo hice para lograr una historia entretenida y a la vez bien documentada.

De tener ingreso a la biblioteca que llegó a atesorar el saber de la Antigüedad, ¿a cuál sección te encaminarías?

Seguramente buscaría libros sobre antiguas tecnologías y documentos de civilizaciones desaparecidas. Seguro encontraría documentos sobre Lemuria, Hiperbórea y La Atlántida, la construcción de las pirámides y del Coloso de Rodas, por ejemplo. Me interesaría mucho también leer sobre el culto egipcio a Sobek, el dios cocodrilo, y quizá encontraría libros, papiros o escrituras en arcilla que hablaran sobre civilizaciones anteriores a la humanidad. Sería excelente explorar el catálogo / fichero de la biblioteca. Pasaría meses ahí dentro.

En el libro hacés mención que Alejandro Magno, el fundador de Alejandría, «promovió el respeto por las culturas extranjeras y la búsqueda sin prejuicios del conocimiento». ¿Qué tan necesarios son ese respeto y esa búsqueda en nuestros días?

Son indispensables, y lamentablemente muy escasos. Cada vez hay más intolerancia y polarización.

¿Es posible que ahora podamos tener un ambiente cosmopolita y respetuoso donde cada quien ande en lo suyo y nadie se meta en asuntos ajenos?

Eso es una utopía. A lo más que podemos aspirar es a tener un pensamiento propio y mantenernos fuera del radar de los intolerantes. El principal credo de la humanidad debería ser «vive y deja morir», como la canción de Paul McCartney.

La segunda parte del relato abunda en descripciones de varias especies de dinosaurios. ¿De dónde surge tu inclinación por la época de los grandes reptiles?

Los dinosaurios, aparte de las calaveras y el rock, fueron una de mis primeras pasiones cuando niño, y devoré enciclopedias completas sobre el tema. Cada vez que pasábamos por la extinta librería Altamira, allá por la 13 calle del Centro Histórico, prácticamente obligaba a mis padres a que me compraran un nuevo libro de dinosaurios y mamíferos prehistóricos. Y todavía los conservo. Aunque más que los dinosaurios, me apasionan los reptiles marinos de la época: ictiosaurios, tilosaurios, mosasaurios, elasmosaurios, kronosaurios, plesiosaurios, etcétera. El mar ejerce una siniestra fascinación en cuanto a monstruos se refiere. En Gabriela y el reino submarino, por ejemplo, hay una escena donde Gabriela va montada en lomos de una ballena y al llegar a una ciudad hundida en el fondo del mar se encuentran con un tilosaurio y ella tiene que refugiarse dentro de la boca de la ballena.

¿Compartís la idea de que pudieron existir civilizaciones prehumanas registradas en relatos y leyendas como Lemuria e Hiperbórea?

Estoy seguro que sí. La idea de que somos la única civilización no sólo en el planeta, sino en el universo, no suena muy convincente. Y como todo se resume a suposiciones, porque no hay registros, ¿quién puede asegurarnos que no hubo grandes civilizaciones reptilianas antes de la gran extinción de los dinosaurios, o durante el Pleistoceno, mucho antes de que surgiesen los primeros homínidos? A lo mejor la Biblioteca de Alejandría guardaba libros o papiros que relataban la historia de esas civilizaciones… pero a menos que inventemos la máquina del tiempo no podremos tener acceso a todo ese conocimiento. Igual con los códices precolombinos…

¿Te planteaste la posibilidad de un final abierto para tu relato?

Al principio no, pero conforme avanzaba la escritura y me venían ideas que probablemente no hubieran encajado en la historia o la habrían hecho el doble de larga, decidí que lo mejor sería dejar un final abierto por si más adelante decido retomar el concepto y llevar a Gabriela y a Michigan Parker a visitar otras épocas.

La música ocupa un sitio relevante en tus cuentos y novelas. ¿Cuál es la banda sonora que propondrías para acompañar la lectura de Las viajeras del tiempo?

Mmm… buena pregunta. En este caso no podemos pensar en black metal o post metal. Quizá tendría que ser algo más atmosférico, «Somnium» de Robert Rich, algo de Karl Sanders, que suena muy egipcio, bandas sonoras de películas (Elmer Bernstein, por ejemplo), trip hop a lo Morcheeba o ese tipo de grabaciones con sonidos de la naturaleza: selvas amazónicas, riachuelos, lluvia y olas.

Si el águila Niza Nanami te ofreciera regresar en el tiempo, ¿marcarías alguna fecha en particular?

Tendría que echarlo «a la ficha», como dicen, porque hay muchas épocas que me gustaría visitar: la Inglaterra victoriana (1890), la época de los grandes reptiles marinos y los super cocodrilos (Triásico, Jurásico, Cretáceo), el Egipto antiguo, el apogeo de las grandes civilizaciones mesoamericanas, la época de los grandes anfibios que dominaron la Tierra antes que surgieran los dinosaurios, la época de los vikingos y sus viajes marítimos, Mesopotamia, etcétera.

No evito la pregunta cajonera: ¿cómo hacer que los niños se sientan atraídos por los libros y la lectura sin que suene a imposición del tipo «tenés que hacerlo»?

La mejor manera de motivar a los niños a que lean es con el ejemplo. ¿Cómo pretender que los niños lean si nunca ven a sus padres con un libro en la mano? La verdad no es muy bonito ver a los niños jugando solos y el papá y la mamá con el teléfono en la mano, viendo Facebook. Hay que conocer los gustos de los niños, saber qué los emociona y buscar lecturas acordes: viajes al otro lado del mundo, animales que hablan, aventuras en el espacio, etcétera. El secreto de tomarle gusto a la lectura es encontrar libros que nos atrapen. La lectura tiene que ser vista como algo emocionante, no como una obligación. Podrían empezar comprándole cómics a los niños, y con el tiempo ellos mismos van a pedir que les compren libros.

Por último, ¿nos podés adelantar algún fragmento de tu historia?

Lo primero que sintieron las viajeras del tiempo fue el intenso calor del Mesozoico y la distinta presión atmosférica.

–Bueno, ya estamos aquí. ¿Ahora qué hacemos? –dijo Gabriela.

–Lo primero que haremos es elevarnos –respondió Niza Nanami. –Este lugar es demasiado peligroso para andar a pie. Suban.

Michigan y Gabriela se mostraron de acuerdo y treparon al lomo de Niza Nanami. El ave se elevó y pronto estuvieron relativamente seguras.

Bajo ellas, la división del paisaje era bastante marcada: hacia la derecha el terreno era amarillento, árido, casi plano y con muy poca vegetación. Hacia la izquierda el paisaje era pantanoso, con exuberante vegetación, árboles gigantescos y extensos manglares en ambas orillas del Nilo.

No tardaron en divisar desde lo alto los primeros rebaños de dinosaurios herbívoros: brontosaurios enormes, de piel marrón y tan grandes como casas, desgarraban árboles y devoraban kilos y kilos de hojas y fruta. Ejércitos de styracosaurus, robustos como elefantes, comían pasto sin prestar atención a los pequeños pájaros posados sobre sus lomos.

Grupos de struthiomimus con aspecto de avestruz corrían nerviosos de un lado a otro y familias de protoceratops protegían sus nidos de los compsognathus, que buscaban huevos para robar.

En una colina cercana, oculto entre el follaje, un ceratosaurio de fiero aspecto acechaba a los herbívoros, presto a devorar alguno a la primera oportunidad.

Gabriela observó su piel roja con manchas negras, el pequeño cuerno en su nariz y sus dientes de navaja, y suspiró aliviada al saberse fuera de su alcance.

Al sentir su mirada, el ceratosaurio levantó la vista y la vio. Sus ojos brillaron de maldad y, cual monstruoso camaleón, los colores de su piel cambiaron de rojo y negro a verde y anaranjado. Gabriela se asustó mucho y le dijo a Niza Nanami que se alejara pronto de ahí.

–¿Qué pasa? –preguntó el ave.

–Ese carnívoro nos vio.

–¡Entonces vámonos! –secundó Michigan.

Niza Nanami batió vigorosamente sus alas y se alejó de aquel sitio antes que el ceratosaurio reaccionara.

No era conveniente alertar a los carnívoros.

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