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Caminando por la Ciudad | Donde don Mincho

Luis Gonzalez
22 de noviembre, 2020

Donde don Mincho.  Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

“Me da dos panes con todo y dos bebidas, don Micho porfa”, gritan del lado derecho de la carreta. Al frente hay una fila de seis personas y alrededor se cuentan hasta quince más comiendo esos ricos panes de Mincho, como se le dice desde siempre.

Los panes con embutidos, carne asada y las bebidas bien frías son su especialidad.

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Sus ingredientes proceden de grandes ollas de guacamole, repollo bien sazonado y chirmol de tomate fresco. No falta el delicioso chile a base de chiltepe machacado con mucho pico de gallo y limón jugoso.

Ese toque hace que cada cliente no se conforme con un solo pan de Mincho, sino pida dos o tres más.

Entre sollozos, sudoración y buen ambiente, el carismático propietario, chef y preparador no tienen un segundo de descanso.

Todo marcha con normalidad en la esquinita de la Avenida Elena, en la entrada al Periférico Sur de la capital colindante con la zona 3, a no ser porque el horario es poco usual.

El negocio se conforma de una carreta de madera y muchas cajas de aguas gaseosas apiladas como butacas.

La luz amarillenta se la deja encendida como cortesía de la ferretería cercana. Algunos bancos de madera conforman el peculiar negocio cuya venta mayor la registra a medianoche.

Por esta esquina pasan los empleados de funerarias que salen a buscar algo de comer. También señoritas de trabajo nocturno en la ciudad y taxistas estacionarios del centro histórico.

No faltan los fiesteros que les agarró la tarde y necesitan reponer fuerzas para seguir la parranda, trabajadores de jornada larga.

Hasta uno que otro extranjero que acaba de aterrizar y al no haber nada abierto lo llevan donde Mincho para enamorarse de los sabores callejeros.

“Aquí no pida los shucos porque sólo hay panes limpios”, corrige el amable señor a algún cliente que pregunta los precios.

En la famosa esquina de la avenida Elena y 9a. calle se escuchan todo tipo de historias de los clientes.

Van desde el chofer que todo el día manejó el bus de ruta Periférico y después de entregar cuentas con el dueño del bus pasa por un combo bien caliente. Comenta que las personas son muy crueles y le dejan la urbana muy sucia,

También se escucha a los jóvenes que se salieron del velatorio del amigo querido. Mientras comen, recuerdan al fallecido como una buena persona, un buen compañero y la manera tan ridícula que perdió la vida.

Algunos vecinos salen por una coca cola bien fría y es el punto de encuentro de los que les gusta vivir al filo de la noche.

A Mincho no le importa el frío de la madrugada, lo pesado del sereno o las faltas de respeto de algunos clientes.

Se siente motivado porque la venta de panitos nocturnos ya casi sacó a sus hijos de la universidad. También se compró un carrito que al menos lo lleva y lo trae con todos los insumos que prepara su esposa desde casa.

Ella se mantiene como sostén de su hogar y apoya a sus pequeños nietos con la escuela.

No puede faltar el radio de transistores que relata los resúmenes deportivos, la música ranchera y los gritos de la gente,.

Todo eso le demuestra a Mincho que el negocio va por buen camino. Cada vez es más veloz partiendo panes con el afilado cuchillo.

Debe cocer más embutidos y sancochar más repollo con bastante tomillo, laurel y una gotita de aceite de oliva para darle el sabor único que nadie le da.

Las cuatro ollas de guacamole son suficientes para terminar la noche, pero les deja las pepitas del aguacate para que no se ponga negro.

Según relata, el chilito es el secreto por el que los clientes pidan otro y otro panito porque les estimula el apetito.

Por supuesto, no faltará algún gracioso que se va sin pagar, aplicando el famoso correlín, pero seguro que nunca más regresará por esos rumbos ya que todos los clientes son conocidos.

Es el encuentro en donde los rojos y cremas llegan a discutir el polémico gol después de un clásico capitalino, o ese jonrón a bases llenas que decidió la serie mundial de béisbol.

Donde los noctámbulos se citan o donde los que salen de madrugada a un viaje hacia el occidente del país pasan agarrando fuerzas antes del largo y agotador viaje.

Gracias don Mincho por esos panes que alimentaron a toda una generación noventera.

Caminando por la Ciudad | Donde don Mincho

Luis Gonzalez
22 de noviembre, 2020

Donde don Mincho.  Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

“Me da dos panes con todo y dos bebidas, don Micho porfa”, gritan del lado derecho de la carreta. Al frente hay una fila de seis personas y alrededor se cuentan hasta quince más comiendo esos ricos panes de Mincho, como se le dice desde siempre.

Los panes con embutidos, carne asada y las bebidas bien frías son su especialidad.

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Sus ingredientes proceden de grandes ollas de guacamole, repollo bien sazonado y chirmol de tomate fresco. No falta el delicioso chile a base de chiltepe machacado con mucho pico de gallo y limón jugoso.

Ese toque hace que cada cliente no se conforme con un solo pan de Mincho, sino pida dos o tres más.

Entre sollozos, sudoración y buen ambiente, el carismático propietario, chef y preparador no tienen un segundo de descanso.

Todo marcha con normalidad en la esquinita de la Avenida Elena, en la entrada al Periférico Sur de la capital colindante con la zona 3, a no ser porque el horario es poco usual.

El negocio se conforma de una carreta de madera y muchas cajas de aguas gaseosas apiladas como butacas.

La luz amarillenta se la deja encendida como cortesía de la ferretería cercana. Algunos bancos de madera conforman el peculiar negocio cuya venta mayor la registra a medianoche.

Por esta esquina pasan los empleados de funerarias que salen a buscar algo de comer. También señoritas de trabajo nocturno en la ciudad y taxistas estacionarios del centro histórico.

No faltan los fiesteros que les agarró la tarde y necesitan reponer fuerzas para seguir la parranda, trabajadores de jornada larga.

Hasta uno que otro extranjero que acaba de aterrizar y al no haber nada abierto lo llevan donde Mincho para enamorarse de los sabores callejeros.

“Aquí no pida los shucos porque sólo hay panes limpios”, corrige el amable señor a algún cliente que pregunta los precios.

En la famosa esquina de la avenida Elena y 9a. calle se escuchan todo tipo de historias de los clientes.

Van desde el chofer que todo el día manejó el bus de ruta Periférico y después de entregar cuentas con el dueño del bus pasa por un combo bien caliente. Comenta que las personas son muy crueles y le dejan la urbana muy sucia,

También se escucha a los jóvenes que se salieron del velatorio del amigo querido. Mientras comen, recuerdan al fallecido como una buena persona, un buen compañero y la manera tan ridícula que perdió la vida.

Algunos vecinos salen por una coca cola bien fría y es el punto de encuentro de los que les gusta vivir al filo de la noche.

A Mincho no le importa el frío de la madrugada, lo pesado del sereno o las faltas de respeto de algunos clientes.

Se siente motivado porque la venta de panitos nocturnos ya casi sacó a sus hijos de la universidad. También se compró un carrito que al menos lo lleva y lo trae con todos los insumos que prepara su esposa desde casa.

Ella se mantiene como sostén de su hogar y apoya a sus pequeños nietos con la escuela.

No puede faltar el radio de transistores que relata los resúmenes deportivos, la música ranchera y los gritos de la gente,.

Todo eso le demuestra a Mincho que el negocio va por buen camino. Cada vez es más veloz partiendo panes con el afilado cuchillo.

Debe cocer más embutidos y sancochar más repollo con bastante tomillo, laurel y una gotita de aceite de oliva para darle el sabor único que nadie le da.

Las cuatro ollas de guacamole son suficientes para terminar la noche, pero les deja las pepitas del aguacate para que no se ponga negro.

Según relata, el chilito es el secreto por el que los clientes pidan otro y otro panito porque les estimula el apetito.

Por supuesto, no faltará algún gracioso que se va sin pagar, aplicando el famoso correlín, pero seguro que nunca más regresará por esos rumbos ya que todos los clientes son conocidos.

Es el encuentro en donde los rojos y cremas llegan a discutir el polémico gol después de un clásico capitalino, o ese jonrón a bases llenas que decidió la serie mundial de béisbol.

Donde los noctámbulos se citan o donde los que salen de madrugada a un viaje hacia el occidente del país pasan agarrando fuerzas antes del largo y agotador viaje.

Gracias don Mincho por esos panes que alimentaron a toda una generación noventera.