Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

¿Por qué seguimos igual (o peor)?

Redacción
19 de enero, 2021

Ya han pasado cinco años desde el momento en el cual la historia de este país estuvo a punto de cambiar. En el 2015 parecía que las barreras ideológicas y sectoriales estaban siendo superadas para privilegiar una lucha contra la corrupción que había llevado al hartazgo a la población. Acontecimientos así, en donde la generalidad de las élites y los ciudadanos están de acuerdo en que el sistema debe cambiar, no suelen ocurrir constantemente en los países. En el caso guatemalteco probablemente tenemos solo dos más en los últimos 100 años, durante la Revolución de Octubre en 1944 y durante la democratización en los 80s. 

¿Qué nos pasó? Como dice el dicho “es momento de enfrentar la música” o, en otras palabras, de afrontar las consecuencias y reconocer que se cometieron muchos errores durante los años más álgidos de la lucha contra la corrupción. Empecemos por el inicio: ¿Era una Comisión contra la Corrupción la solución a nuestro problema? Muchos autores que han escrito sobre corrupción argumentan que las Agencias Anticorrupción, como se les llama en la literatura, no necesariamente son la mejor solución para enfrentar la corrupción. 

Luchar contra la corrupción en aquellos países en donde la corrupción es sistémica enfrenta varios problemas que pueden poner en riesgo la eficacia de una Agencia de este tipo. Se suele mencionar dos casos de éxito con respecto a las Agencias Anticorrupción: el caso de Singapur y el de Hong Kong. Sin embargo, ambos casos fueron exitosos por situaciones muy particulares y no son la generalidad de los casos de Agencias Anticorrupción. La mayoría, lastimosamente, son historias de fracaso o, por lo menos, de poca evidencia positiva.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

¿En qué falló nuestro experimento con una Agencia Anticorrupción? Mucho se ha escrito sobre las debilidades en el diseño institucional de la CICIG, como el hecho que tenía que ser renovada cada dos años por el Presidente, poniendo en duda la confianza a largo plazo del esfuerzo anticorrupción y limitando la capacidad de la Comisión de investigar el gobierno de turno. También se ha criticado su opacidad y ausencia de rendición de cuentas, factores que también mencionan muchos autores que son esenciales para el éxito de una Agencia Anticorrupción.

A pesar de estas fallas, y más, que tenía el diseño de la CICIG, también existen otros factores que más generales acerca de por qué una Agencia Anticorrupción puede no ser la mejor estrategia para enfrentar la corrupción. Con esto no quiero decir que no sea necesario o importante tomar acciones para perseguir penalmente a corruptos, sino que la forma en la que se debe hacer si puede influir de gran manera en el resultado. Algunos factores que se mencionan en la literatura son los siguientes.

En primer lugar, debe existir confianza en que dicha agencia no va a ser influenciada por actores que buscan venganza o eliminar a contendientes políticos. La independencia de una agencia es tan importante como su rendición de cuentas. Algunas agencias tienen criterios claros acerca de que tipo de corrupción se perseguirá y cómo, además de estrictos y transparentes procesos de selección de personal que garantizan independencia a lo interno de la organización. El compromiso creíble de los altos funcionarios en que colaborarán en dichos esfuerzos y no intervendrán en dicha agencia también es fundamental.

En segundo lugar, porque la persecución penal puede hacer que los corruptos reacciones de forma más violenta o que se profundice la corrupción. Declararle la guerra a la corrupción es como declararles la guerra a las drogas, los corruptos pueden reaccionar de forma organizada y hacerle frente de forma directa a los esfuerzos por luchar contra la corrupción. En general, no es muy buena idea contarle al enemigo cómo pretendes atacarlo.

En tercer lugar, porque la lucha contra la corrupción debe ser un esfuerzo en conjunto con otras instituciones y acompañado de reformas estructurales. La lucha contra la corrupción debería partir de un plan en el cual las acciones que se toman tienen una lógica y están conectadas entre sí. Además, someter a procesos penales a corruptos en donde las instituciones de justicia no gozan de legitimidad podría socavar también la confianza y efectividad de dicha estrategia.

En fin, hay muchos argumentos más de por qué un enfoque de lucha contra la corrupción por medio de una Agencia Anticorrupción, llámese CICIG en nuestro caso, no es necesariamente la mejor forma de combatir la corrupción. Sin embargo, dicha lucha nos dejó algunas cosas buenas. Tenemos una ciudadanía mucho más consciente de la importancia que tiene combatir este mal y de las consecuencias sociales y económicas que provoca la corrupción. El fortalecimiento al Ministerio Público también es indiscutible. Por último, nos dejo como lección que este mal sí se puede combatir cuando existe voluntad. De ahora en adelante, debemos empezar a planear una mejor estrategia.

¿Por qué seguimos igual (o peor)?

Redacción
19 de enero, 2021

Ya han pasado cinco años desde el momento en el cual la historia de este país estuvo a punto de cambiar. En el 2015 parecía que las barreras ideológicas y sectoriales estaban siendo superadas para privilegiar una lucha contra la corrupción que había llevado al hartazgo a la población. Acontecimientos así, en donde la generalidad de las élites y los ciudadanos están de acuerdo en que el sistema debe cambiar, no suelen ocurrir constantemente en los países. En el caso guatemalteco probablemente tenemos solo dos más en los últimos 100 años, durante la Revolución de Octubre en 1944 y durante la democratización en los 80s. 

¿Qué nos pasó? Como dice el dicho “es momento de enfrentar la música” o, en otras palabras, de afrontar las consecuencias y reconocer que se cometieron muchos errores durante los años más álgidos de la lucha contra la corrupción. Empecemos por el inicio: ¿Era una Comisión contra la Corrupción la solución a nuestro problema? Muchos autores que han escrito sobre corrupción argumentan que las Agencias Anticorrupción, como se les llama en la literatura, no necesariamente son la mejor solución para enfrentar la corrupción. 

Luchar contra la corrupción en aquellos países en donde la corrupción es sistémica enfrenta varios problemas que pueden poner en riesgo la eficacia de una Agencia de este tipo. Se suele mencionar dos casos de éxito con respecto a las Agencias Anticorrupción: el caso de Singapur y el de Hong Kong. Sin embargo, ambos casos fueron exitosos por situaciones muy particulares y no son la generalidad de los casos de Agencias Anticorrupción. La mayoría, lastimosamente, son historias de fracaso o, por lo menos, de poca evidencia positiva.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

¿En qué falló nuestro experimento con una Agencia Anticorrupción? Mucho se ha escrito sobre las debilidades en el diseño institucional de la CICIG, como el hecho que tenía que ser renovada cada dos años por el Presidente, poniendo en duda la confianza a largo plazo del esfuerzo anticorrupción y limitando la capacidad de la Comisión de investigar el gobierno de turno. También se ha criticado su opacidad y ausencia de rendición de cuentas, factores que también mencionan muchos autores que son esenciales para el éxito de una Agencia Anticorrupción.

A pesar de estas fallas, y más, que tenía el diseño de la CICIG, también existen otros factores que más generales acerca de por qué una Agencia Anticorrupción puede no ser la mejor estrategia para enfrentar la corrupción. Con esto no quiero decir que no sea necesario o importante tomar acciones para perseguir penalmente a corruptos, sino que la forma en la que se debe hacer si puede influir de gran manera en el resultado. Algunos factores que se mencionan en la literatura son los siguientes.

En primer lugar, debe existir confianza en que dicha agencia no va a ser influenciada por actores que buscan venganza o eliminar a contendientes políticos. La independencia de una agencia es tan importante como su rendición de cuentas. Algunas agencias tienen criterios claros acerca de que tipo de corrupción se perseguirá y cómo, además de estrictos y transparentes procesos de selección de personal que garantizan independencia a lo interno de la organización. El compromiso creíble de los altos funcionarios en que colaborarán en dichos esfuerzos y no intervendrán en dicha agencia también es fundamental.

En segundo lugar, porque la persecución penal puede hacer que los corruptos reacciones de forma más violenta o que se profundice la corrupción. Declararle la guerra a la corrupción es como declararles la guerra a las drogas, los corruptos pueden reaccionar de forma organizada y hacerle frente de forma directa a los esfuerzos por luchar contra la corrupción. En general, no es muy buena idea contarle al enemigo cómo pretendes atacarlo.

En tercer lugar, porque la lucha contra la corrupción debe ser un esfuerzo en conjunto con otras instituciones y acompañado de reformas estructurales. La lucha contra la corrupción debería partir de un plan en el cual las acciones que se toman tienen una lógica y están conectadas entre sí. Además, someter a procesos penales a corruptos en donde las instituciones de justicia no gozan de legitimidad podría socavar también la confianza y efectividad de dicha estrategia.

En fin, hay muchos argumentos más de por qué un enfoque de lucha contra la corrupción por medio de una Agencia Anticorrupción, llámese CICIG en nuestro caso, no es necesariamente la mejor forma de combatir la corrupción. Sin embargo, dicha lucha nos dejó algunas cosas buenas. Tenemos una ciudadanía mucho más consciente de la importancia que tiene combatir este mal y de las consecuencias sociales y económicas que provoca la corrupción. El fortalecimiento al Ministerio Público también es indiscutible. Por último, nos dejo como lección que este mal sí se puede combatir cuando existe voluntad. De ahora en adelante, debemos empezar a planear una mejor estrategia.