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Los demócratas radicales de izquierda: unos embusteros

Warren Orbaugh
08 de febrero, 2021

Los Demócratas, los de la izquierda radical, son unos embusteros, unos mentirosos, unos farsantes e hipócritas que repetidamente nos han proveído evidencia de su constante intento deshonesto de falsear la realidad. Lo vimos durante cuatro años en el primer juicio político contra Donald Trump. Nancy Pelosi y Adam Schiff armaron un caso contra el presidente Trump basado en mentiras. Mentiras y nada más que mentiras. No pudieron presentar ni una evidencia que respaldara sus acusaciones. Gastaron el dinero de los contribuyentes en una farsa, que bien sabían era tal, en lugar de usar su tiempo en legislar para resolver problemas, entre otros, creados por la pandemia.

A las manifestaciones violentas de Antifa y BLM las calificaron de mayormente pacíficas, a pesar de que la evidencia los contradecía. 

También hemos sido testigos de como, la representante socialista Demócrata, Alexandria Ocasio-Cortez, ha mentido en las redes, con una convicción que lo deja a uno pasmado. Alega la Demócrata que durante el asalto al Capitolio el 6 de enero, temió que iba a morir. Narra, esta farsante embustera, llorando, que tuvo que esconderse en el baño de su oficina, desde donde por una rendija en la puerta vio a través de otra rendija en la puerta de su oficina, a los terroristas que gritaban: ¿Dónde está ella? ¿Dónde está ella?

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Pero lo cierto es que ella nunca estuvo en peligro. No se encontraba en el Capitolio, donde irrumpió la turba. Su oficina no está localizada en el Capitolio sino en otro edificio a varias cuadras de allí.

Los progresistas han sabido victimizarse y utilizar el ad hominem contra sus adversarios para evitar la discusión racional. Y Alexandria Ocasio-Cortez es una maestra en ese arte. No duda en acusar a su adversario de ser un villano sin corazón que no desea que los pobres ganen un salario decente en lugar de discutir los efectos de subir el salario mínimo. En lugar de debatir sobre si los subsidios son convenientes o no, acusa a su antagonista de ser racista. Incluso acusó al senador Ted Cruz de haber deseado asesinarla.

Parte de la estrategia de la izquierda, siguiendo esa línea de conducta, ha sido acusar a quienes apoyan a Trump, de terroristas nacionales e instigadores que sostienen la “falsa” teoría de conspiración, y los han censurado en las redes sociales por divulgar este “sueño paranoico”. Sin embargo, recién apareció un artículo, escrito por la periodista Molly Ball, que revela “la historia secreta”, en la revista Time, de como se unió a personas poderosas, de diferentes sectores e ideologías para controlar el flujo de información con el propósito de perjudicar al candidato republicano, que confirma que quienes sospechaban que había una conspiración en contra de Trump, tenían razón. 

Cuatro facciones coordinadas por el gran arquitecto de la conspiración, Michael Podhorzer, director político de la AFL-CIO, la federación de sindicatos más grande de los Estados Unidos, estuvieron implicadas en la manipulación. Estas cuatro fueron las “big Tech” de Silicon Valley: Facebook, Twitter, y Youtube; el grupo BLM (Black Lives Matter) – los soldados de infantería leales a Biden; Congresistas Demócratas; y grandes empresarios mercantilistas representados por la Cámara de Comercio de los Estados Unidos, quienes requirieron la ayuda de Michael Podhorzer.

Mark Zuckerberg invitó en noviembre de 2019 a nueve líderes de derechos civiles a cenar en su casa para planificar la estrategia para derrotar a Trump. Entre estos se encontraba Vanita Gupta, CEO y presidente de “the Leadership Conference of Civil and Human Rights”, que ayudó a fraguar el plan y ahora ha sido recompensada por Biden nombrándola Fiscal General Adjunto de los Estados Unidos, el oficial tercero en la jerarquía del Departamento de Justicia de Estados Unidos.

Cito a Molly Ball: «Su trabajo (el de la camarilla), tocó cada aspecto de la elección. Lograron que los estados cambiaran el sistema de votación y las leyes y ayudaron a conseguir cientos de millones de dólares en fondos públicos y privados. Se defendieron de las demandas por supresión de votantes, reclutaron ejércitos de trabajadores electorales y consiguieron que millones de personas votaran por correo por primera vez. Presionaron con éxito a las compañías de redes sociales para que adoptaran una línea más dura contra la desinformación y utilizaron estrategias basadas en datos para luchar contra las difamaciones virales.» [El resaltado es mío.]

Manipularon a los votantes y las elecciones, mintieron, censuraron, desaparecieron al presidente de los Estados Unidos de las plataformas de redes sociales, alteraron las reglas, ocultaron la información que perjudicaba a Biden y desaparecieron las noticias sobre la corrupción de su hijo. Los embusteros se retrataron tal cual son: unos farsantes inmorales que consideran que el fin justifica los medios y que no dudan en utilizar a las personas como medios para alcanzar sus fines. Y aunque el artículo de Time no revela hechos ilegales, esta historia aún no ha terminado. Aún hay cosas que aclarar.

Los demócratas radicales de izquierda: unos embusteros

Warren Orbaugh
08 de febrero, 2021

Los Demócratas, los de la izquierda radical, son unos embusteros, unos mentirosos, unos farsantes e hipócritas que repetidamente nos han proveído evidencia de su constante intento deshonesto de falsear la realidad. Lo vimos durante cuatro años en el primer juicio político contra Donald Trump. Nancy Pelosi y Adam Schiff armaron un caso contra el presidente Trump basado en mentiras. Mentiras y nada más que mentiras. No pudieron presentar ni una evidencia que respaldara sus acusaciones. Gastaron el dinero de los contribuyentes en una farsa, que bien sabían era tal, en lugar de usar su tiempo en legislar para resolver problemas, entre otros, creados por la pandemia.

A las manifestaciones violentas de Antifa y BLM las calificaron de mayormente pacíficas, a pesar de que la evidencia los contradecía. 

También hemos sido testigos de como, la representante socialista Demócrata, Alexandria Ocasio-Cortez, ha mentido en las redes, con una convicción que lo deja a uno pasmado. Alega la Demócrata que durante el asalto al Capitolio el 6 de enero, temió que iba a morir. Narra, esta farsante embustera, llorando, que tuvo que esconderse en el baño de su oficina, desde donde por una rendija en la puerta vio a través de otra rendija en la puerta de su oficina, a los terroristas que gritaban: ¿Dónde está ella? ¿Dónde está ella?

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Pero lo cierto es que ella nunca estuvo en peligro. No se encontraba en el Capitolio, donde irrumpió la turba. Su oficina no está localizada en el Capitolio sino en otro edificio a varias cuadras de allí.

Los progresistas han sabido victimizarse y utilizar el ad hominem contra sus adversarios para evitar la discusión racional. Y Alexandria Ocasio-Cortez es una maestra en ese arte. No duda en acusar a su adversario de ser un villano sin corazón que no desea que los pobres ganen un salario decente en lugar de discutir los efectos de subir el salario mínimo. En lugar de debatir sobre si los subsidios son convenientes o no, acusa a su antagonista de ser racista. Incluso acusó al senador Ted Cruz de haber deseado asesinarla.

Parte de la estrategia de la izquierda, siguiendo esa línea de conducta, ha sido acusar a quienes apoyan a Trump, de terroristas nacionales e instigadores que sostienen la “falsa” teoría de conspiración, y los han censurado en las redes sociales por divulgar este “sueño paranoico”. Sin embargo, recién apareció un artículo, escrito por la periodista Molly Ball, que revela “la historia secreta”, en la revista Time, de como se unió a personas poderosas, de diferentes sectores e ideologías para controlar el flujo de información con el propósito de perjudicar al candidato republicano, que confirma que quienes sospechaban que había una conspiración en contra de Trump, tenían razón. 

Cuatro facciones coordinadas por el gran arquitecto de la conspiración, Michael Podhorzer, director político de la AFL-CIO, la federación de sindicatos más grande de los Estados Unidos, estuvieron implicadas en la manipulación. Estas cuatro fueron las “big Tech” de Silicon Valley: Facebook, Twitter, y Youtube; el grupo BLM (Black Lives Matter) – los soldados de infantería leales a Biden; Congresistas Demócratas; y grandes empresarios mercantilistas representados por la Cámara de Comercio de los Estados Unidos, quienes requirieron la ayuda de Michael Podhorzer.

Mark Zuckerberg invitó en noviembre de 2019 a nueve líderes de derechos civiles a cenar en su casa para planificar la estrategia para derrotar a Trump. Entre estos se encontraba Vanita Gupta, CEO y presidente de “the Leadership Conference of Civil and Human Rights”, que ayudó a fraguar el plan y ahora ha sido recompensada por Biden nombrándola Fiscal General Adjunto de los Estados Unidos, el oficial tercero en la jerarquía del Departamento de Justicia de Estados Unidos.

Cito a Molly Ball: «Su trabajo (el de la camarilla), tocó cada aspecto de la elección. Lograron que los estados cambiaran el sistema de votación y las leyes y ayudaron a conseguir cientos de millones de dólares en fondos públicos y privados. Se defendieron de las demandas por supresión de votantes, reclutaron ejércitos de trabajadores electorales y consiguieron que millones de personas votaran por correo por primera vez. Presionaron con éxito a las compañías de redes sociales para que adoptaran una línea más dura contra la desinformación y utilizaron estrategias basadas en datos para luchar contra las difamaciones virales.» [El resaltado es mío.]

Manipularon a los votantes y las elecciones, mintieron, censuraron, desaparecieron al presidente de los Estados Unidos de las plataformas de redes sociales, alteraron las reglas, ocultaron la información que perjudicaba a Biden y desaparecieron las noticias sobre la corrupción de su hijo. Los embusteros se retrataron tal cual son: unos farsantes inmorales que consideran que el fin justifica los medios y que no dudan en utilizar a las personas como medios para alcanzar sus fines. Y aunque el artículo de Time no revela hechos ilegales, esta historia aún no ha terminado. Aún hay cosas que aclarar.