Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

«¡Contemplad! Os muestro al superhombre: ¡Él es este rayo, él es esta gran pasión!»

Warren Orbaugh
29 de marzo, 2021


De esta manera nos lo anuncia Friedrich Nietzsche en su libro Así habló Zarathustra. La influencia del concepto del filósofo alemán transformó totalmente a la humanidad y su arte, señalándole un ideal al cual apuntar. Un ideal que los antiguos griegos o helenos habían definido como kalokagathia – la personalidad armoniosa que integra belleza y excelencia – que comprende la noción del hombre como proyecto inacabado que aspira a ser el mejor hombre que pueda ser y, por tanto, exige construirse a sí mismosegún ese modelo de excelencia.

El término ‘superhombre’ lo toma Nietzsche delHiperanthropos que aparece en la obra Kaplous ê Tirannos de Luciano de Samósata, el escritor satírico romano en lengua griega del siglo II de la era cristiana.  En esta obra Luciano describe al tirano como:

«Un ser tan aventajado era un superhombre a mis ojos. ¡Y entonces, su apariencia orgullosa y su andar majestuoso y su porte noble provocan admiración de todo aquel que lo observa! Casi pareciera que debiera ser más hermoso que los otros hombres, un Adonis, un pie y medio más alto que el resto de la humanidad».

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

El filósofo alemán fue un severo crítico de los valores originados en la moral de las creencias religiosas, que exigen fe en esperanzas ultraterrenas y prometen la salvación de la humanidad en otro tipo de “vida después de la muerte”. Para él, lo verdaderamente importante, era el valor de la vida humana, que consideraba había sido degradado por las religiones, sustituyéndolo por la ‘culpa’, el ‘miedo’, y el ‘sufrimiento’. Consideró que las religiones son una de las más infortunadas cosas que le han acontecido a la humanidad, por ser contrarias a la vida, por ‘enfermar’ a los hombres al imponerles la doctrina de que la única forma de vivir uno su vida es adhiriéndose a un grupo cual ‘rebaño de ovejas’ de seres débiles e irrazonables sin criterio propio. Este rebaño de hombres vulgares nos dice el prusiano, se compone de dos tipos de hombre: el esclavo y el último hombre.

El último hombre, es la quintaesencia de la mediocridad, dedica su vida, no a la creación, sino al consumo, se especializa en el hedonismo consumista. Sin aspiración ni fines elevados que buscar, necesarios para superarse y convertirse en algo mejor, se estanca en su zona de confort. No soporta ver a los que se superan y florecen, y por su envidia, apoya la ‘des-individualización’ del hombre, en nombre de la igualdad. Su vida es vacía y miserable. 

El esclavo es un humano débil y enfermizo, que sufre de resentimiento, un enconado odio a la vida generado por la sensación de impotencia ante una realidad amenazadora e irresistible. Su resentimiento, traducido en envidia, motiva al esclavo a buscar venganza en aquellos humanos superiores que no sufren como él. Trata de traer a todo aquel que es superior, a su nivel de mediocridad, mediante la moral del esclavo o moral del rebaño, moral de negación del yo humano, moral de debilitamiento. El “yo me estoy debilitando” se convierte en el imperativo: “todos ustedes deben debilitarse”. Su vida también es vacía y miserable.

De entre todos los peligros, el peligro supremo nos dice, es la moral altruista, como la definiera Augusto Comte, quien afirmó que el hombre no tiene derecho alguno, no tiene derecho a vivir su vida como quiera, ni a su propiedad, ni mucho menos a su libertad. Esta moral prevaleciente en el mundo es una “moral contra natural”, afirma el filósofo alemán. Es una moral que se vuelve contra la vida. Una moral de abnegación, del valor del no-egoísmo. Una moral que hace sucumbir aun a aquellos con potencial de elevarse por encima de la masa mediocre, presionándolos y reduciéndolos a un tipo menor, casi ridículo, a un animal del rebaño, ansioso de agradar, de complacer, enfermizo y mediocre:

«de suerte que si el más alto grado de poder y de esplendor del tipo hombre, posible en sí mismo, no ha sido alcanzado jamás, la falta será precisamente de la moral. ¿de suerte que, entre todos los peligros, la moral sería el peligro por excelencia?»

[Genealogía de la moral]

Y continúa diciendo que por mucho tiempo los hombres han externalizado sus más elevados valores e ideales de perfección en el cosmos, en mundos ultraterrenos y han despreciado el cuerpo y la vida. Es hora de que el individuo se dé cuenta de que es él el creador de estos valores y por tanto es capaz de forjar su propio significado e incorporar su propia justificación en lugar de depender de instituciones y credos externos. Para liberar a los hombres de esta tiranía moral, nos urge a “reevaluar todos los valores”. El hombre – mediocre y rebaño – es algo que debe superarse. Pero para poder crecer como humano primero hay que desear algo, desear un fin, proponerse un propósito, una gran pasión. La voluntad de poder nos dice, es la fuerza teleológica que rige la vida y es percibida por el humano como aspiración.Crecer es superación de uno mismo, es la búsqueda de poder. Es establecer un fin o propósito elevado y luchar para alcanzarlo, es vivir una vida de auto superación. Y esta aspiración es al Superhombre, que es tan diferente del hombre vulgar, como el hombre lo es del mono. El Superhombre rompe las antiguas tablas y valores y “escribe nuevos valores en nuevas tablas” conforme a una ‘moral natural’, una ‘sana moral’, determinada por el impulso de la vida, la voluntad de vivir, la voluntad de poder. El ser vivo debe actuar para mantenerse con vida, para crecer, para acumular fuerzas, para acumular poder, para florecer. El Superhombre, quien valora la vida terrena, vive en el aquí y el ahora, independiente de cualquier ser divino o promesa de un mundo ultraterreno, acepta la vida como viene y la ama así, y su propia felicidad es lo que da ‘sentido a su vida y a la tierra’:

«Yo os enseño el superhombre. El hombre es algo que debe ser superado. ¿Qué habéis hecho vosotros para superarlo? El superhombre es el sentido de la tierra…¡Os insto, hermanos, a que permanezcáis fieles a la tierra y no creáis a los que os hablan de esperanzas ultraterrenas! Son envenenadores, conscientes o inconscientes.

Desprecian la vida; llevan dentro de sí el germen de la muerte y están ellos mismos envenenados. La tierra está cansada de ellos; ¡muéranse pues de una vez!

Tiempos hubo en que pecar contra dios era el pecado más grave, pero dios murió y estos pecadores murieron con él. Ahora, lo más grave es pecar contra la tierra y estimar las entrañas de lo inescrutable por encima de la tierra.»

… Tiempos hubo en que el alma despreciaba al cuerpo; y en aquel entonces este desprecio era lo supremo. Lo quería flaco, repugnante y raquítico. Así entendía escaparse de él y de la tierra.

¡ah!, pero esa alma era aún flaca, repugnante y raquítica; ¡y la crueldad era su voluptuosidad!…

¿qué es lo más grande que os es dable experimentar? ¡la hora del gran desprecio! ¡la hora en estéis asqueados incluso de vuestra felicidad, como también de vuestra cordura y vuestra virtud!

La hora en que digáis: “¿qué importa mi felicidad? Es pobreza e inmundicia y contento vil.”

¡pero mi felicidad debía justificar la existencia misma!»

Así habló Zarathustra

Las ideas de Nietzsche influenciaron a los jóvenes intelectuales alemanes, quienes crearon movimientos como el Wandervogel en 1896 –un movimiento de excursionistas para liberarse de las restricciones de la sociedad y proponer nuevos valores como volver a la naturaleza enfatizando la libertad, la responsabilidad personal, la integridad, y el espíritu de aventura. El movimiento naturista o nudista, por Richard Ungewitter –para buscar un desarrollo mental, moral y corporal más sano. Y el movimiento dedicado a la cultura física, por Ludwig Durlacher y Friedrich Wilhelm Müller, mejor conocido como Eugen Sandow. Éste último movimiento se diseminó a través de revistas como “TheSuperman, A Monthly Magazine Devoted to Mental and Physical Culture”, editada por T.W. Standwell y publicada desde 1931. Así el término ‘Superman’ se usó para describir, durante los años veinte y treinta, a atletas de gran habilidad, principalmente a los de halterofilia. Influenció a los artistas a quienes llama para ayudarle a crear al superhombre, entre estos a los del movimiento arquitectónico Neue Sachlichkeit, a Walter Gropius y la Escuela de la Bauhaus – donde se leía ceremoniosamente a Nietzsche. Y sobre todo, a Le Corbusier, quien declara:

«Yo creo que estamos viviendo un equívoco profundo y en una hipocresía deprimente. El contrato social actual no es más que un residuo. Su moral es cruel, pérfida, mentirosa; es inmoral. El dogma bíblico que empieza por definir pecado al acto de hacer el amor, que es la ley de la naturaleza fundamental, ha podrido nuestros corazones, ha acabado por resultar, en este siglo veinte, unas nociones de honor y de honestidad que son sólo unas fachadas que recubren muchas veces, mentiras y crímenes…Tengo inclinación por querer hacer superhombres. Adoptamos nuevas costumbres, aspiramos a una nueva ética, buscamos una nueva estética, y a todo esto, ¿qué forma de autoridad? El hombre con su razón y sus pasiones.»

También en el campo más estrictamente filosófico, la huella de Nietzsche es amplísima. Influenció a H. Vaihinger, a H. Bergson, a O. Spengler, a S. Freud, a M. Scheler, a M. de Unamuno, a Ortega y Gasset, a N. Hartman, a K. Jaspers, a J-P Sartre, a M. Heidegger, y a Ayn Rand.

Nietzsche nos sacó de la era victoriana y nos invitó a apartarnos del rebaño. Básicamente nos dijo:

«¿Estáis listos hermanos míos, para abandonar el rebaño, para abrazar vuestras vidas, para ser auténticos, autónomos, independientes, libres, responsables de vuestro carácter y destino? 

¿Estáis dispuestos a vivir con plenitud, a involucraros y tomar parte en la vida? 

¿Estáis decididos a construiros vosotros mismos, cuadrados de cuerpo y mente? Debéis crear un cuerpo más erecto, un primer movimiento, una rueda que gire por sí misma. ¡Un creador debéis crear!

¿Os atreveréis a ser Superhombres?»


«¡Contemplad! Os muestro al superhombre: ¡Él es este rayo, él es esta gran pasión!»

Warren Orbaugh
29 de marzo, 2021


De esta manera nos lo anuncia Friedrich Nietzsche en su libro Así habló Zarathustra. La influencia del concepto del filósofo alemán transformó totalmente a la humanidad y su arte, señalándole un ideal al cual apuntar. Un ideal que los antiguos griegos o helenos habían definido como kalokagathia – la personalidad armoniosa que integra belleza y excelencia – que comprende la noción del hombre como proyecto inacabado que aspira a ser el mejor hombre que pueda ser y, por tanto, exige construirse a sí mismosegún ese modelo de excelencia.

El término ‘superhombre’ lo toma Nietzsche delHiperanthropos que aparece en la obra Kaplous ê Tirannos de Luciano de Samósata, el escritor satírico romano en lengua griega del siglo II de la era cristiana.  En esta obra Luciano describe al tirano como:

«Un ser tan aventajado era un superhombre a mis ojos. ¡Y entonces, su apariencia orgullosa y su andar majestuoso y su porte noble provocan admiración de todo aquel que lo observa! Casi pareciera que debiera ser más hermoso que los otros hombres, un Adonis, un pie y medio más alto que el resto de la humanidad».

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

El filósofo alemán fue un severo crítico de los valores originados en la moral de las creencias religiosas, que exigen fe en esperanzas ultraterrenas y prometen la salvación de la humanidad en otro tipo de “vida después de la muerte”. Para él, lo verdaderamente importante, era el valor de la vida humana, que consideraba había sido degradado por las religiones, sustituyéndolo por la ‘culpa’, el ‘miedo’, y el ‘sufrimiento’. Consideró que las religiones son una de las más infortunadas cosas que le han acontecido a la humanidad, por ser contrarias a la vida, por ‘enfermar’ a los hombres al imponerles la doctrina de que la única forma de vivir uno su vida es adhiriéndose a un grupo cual ‘rebaño de ovejas’ de seres débiles e irrazonables sin criterio propio. Este rebaño de hombres vulgares nos dice el prusiano, se compone de dos tipos de hombre: el esclavo y el último hombre.

El último hombre, es la quintaesencia de la mediocridad, dedica su vida, no a la creación, sino al consumo, se especializa en el hedonismo consumista. Sin aspiración ni fines elevados que buscar, necesarios para superarse y convertirse en algo mejor, se estanca en su zona de confort. No soporta ver a los que se superan y florecen, y por su envidia, apoya la ‘des-individualización’ del hombre, en nombre de la igualdad. Su vida es vacía y miserable. 

El esclavo es un humano débil y enfermizo, que sufre de resentimiento, un enconado odio a la vida generado por la sensación de impotencia ante una realidad amenazadora e irresistible. Su resentimiento, traducido en envidia, motiva al esclavo a buscar venganza en aquellos humanos superiores que no sufren como él. Trata de traer a todo aquel que es superior, a su nivel de mediocridad, mediante la moral del esclavo o moral del rebaño, moral de negación del yo humano, moral de debilitamiento. El “yo me estoy debilitando” se convierte en el imperativo: “todos ustedes deben debilitarse”. Su vida también es vacía y miserable.

De entre todos los peligros, el peligro supremo nos dice, es la moral altruista, como la definiera Augusto Comte, quien afirmó que el hombre no tiene derecho alguno, no tiene derecho a vivir su vida como quiera, ni a su propiedad, ni mucho menos a su libertad. Esta moral prevaleciente en el mundo es una “moral contra natural”, afirma el filósofo alemán. Es una moral que se vuelve contra la vida. Una moral de abnegación, del valor del no-egoísmo. Una moral que hace sucumbir aun a aquellos con potencial de elevarse por encima de la masa mediocre, presionándolos y reduciéndolos a un tipo menor, casi ridículo, a un animal del rebaño, ansioso de agradar, de complacer, enfermizo y mediocre:

«de suerte que si el más alto grado de poder y de esplendor del tipo hombre, posible en sí mismo, no ha sido alcanzado jamás, la falta será precisamente de la moral. ¿de suerte que, entre todos los peligros, la moral sería el peligro por excelencia?»

[Genealogía de la moral]

Y continúa diciendo que por mucho tiempo los hombres han externalizado sus más elevados valores e ideales de perfección en el cosmos, en mundos ultraterrenos y han despreciado el cuerpo y la vida. Es hora de que el individuo se dé cuenta de que es él el creador de estos valores y por tanto es capaz de forjar su propio significado e incorporar su propia justificación en lugar de depender de instituciones y credos externos. Para liberar a los hombres de esta tiranía moral, nos urge a “reevaluar todos los valores”. El hombre – mediocre y rebaño – es algo que debe superarse. Pero para poder crecer como humano primero hay que desear algo, desear un fin, proponerse un propósito, una gran pasión. La voluntad de poder nos dice, es la fuerza teleológica que rige la vida y es percibida por el humano como aspiración.Crecer es superación de uno mismo, es la búsqueda de poder. Es establecer un fin o propósito elevado y luchar para alcanzarlo, es vivir una vida de auto superación. Y esta aspiración es al Superhombre, que es tan diferente del hombre vulgar, como el hombre lo es del mono. El Superhombre rompe las antiguas tablas y valores y “escribe nuevos valores en nuevas tablas” conforme a una ‘moral natural’, una ‘sana moral’, determinada por el impulso de la vida, la voluntad de vivir, la voluntad de poder. El ser vivo debe actuar para mantenerse con vida, para crecer, para acumular fuerzas, para acumular poder, para florecer. El Superhombre, quien valora la vida terrena, vive en el aquí y el ahora, independiente de cualquier ser divino o promesa de un mundo ultraterreno, acepta la vida como viene y la ama así, y su propia felicidad es lo que da ‘sentido a su vida y a la tierra’:

«Yo os enseño el superhombre. El hombre es algo que debe ser superado. ¿Qué habéis hecho vosotros para superarlo? El superhombre es el sentido de la tierra…¡Os insto, hermanos, a que permanezcáis fieles a la tierra y no creáis a los que os hablan de esperanzas ultraterrenas! Son envenenadores, conscientes o inconscientes.

Desprecian la vida; llevan dentro de sí el germen de la muerte y están ellos mismos envenenados. La tierra está cansada de ellos; ¡muéranse pues de una vez!

Tiempos hubo en que pecar contra dios era el pecado más grave, pero dios murió y estos pecadores murieron con él. Ahora, lo más grave es pecar contra la tierra y estimar las entrañas de lo inescrutable por encima de la tierra.»

… Tiempos hubo en que el alma despreciaba al cuerpo; y en aquel entonces este desprecio era lo supremo. Lo quería flaco, repugnante y raquítico. Así entendía escaparse de él y de la tierra.

¡ah!, pero esa alma era aún flaca, repugnante y raquítica; ¡y la crueldad era su voluptuosidad!…

¿qué es lo más grande que os es dable experimentar? ¡la hora del gran desprecio! ¡la hora en estéis asqueados incluso de vuestra felicidad, como también de vuestra cordura y vuestra virtud!

La hora en que digáis: “¿qué importa mi felicidad? Es pobreza e inmundicia y contento vil.”

¡pero mi felicidad debía justificar la existencia misma!»

Así habló Zarathustra

Las ideas de Nietzsche influenciaron a los jóvenes intelectuales alemanes, quienes crearon movimientos como el Wandervogel en 1896 –un movimiento de excursionistas para liberarse de las restricciones de la sociedad y proponer nuevos valores como volver a la naturaleza enfatizando la libertad, la responsabilidad personal, la integridad, y el espíritu de aventura. El movimiento naturista o nudista, por Richard Ungewitter –para buscar un desarrollo mental, moral y corporal más sano. Y el movimiento dedicado a la cultura física, por Ludwig Durlacher y Friedrich Wilhelm Müller, mejor conocido como Eugen Sandow. Éste último movimiento se diseminó a través de revistas como “TheSuperman, A Monthly Magazine Devoted to Mental and Physical Culture”, editada por T.W. Standwell y publicada desde 1931. Así el término ‘Superman’ se usó para describir, durante los años veinte y treinta, a atletas de gran habilidad, principalmente a los de halterofilia. Influenció a los artistas a quienes llama para ayudarle a crear al superhombre, entre estos a los del movimiento arquitectónico Neue Sachlichkeit, a Walter Gropius y la Escuela de la Bauhaus – donde se leía ceremoniosamente a Nietzsche. Y sobre todo, a Le Corbusier, quien declara:

«Yo creo que estamos viviendo un equívoco profundo y en una hipocresía deprimente. El contrato social actual no es más que un residuo. Su moral es cruel, pérfida, mentirosa; es inmoral. El dogma bíblico que empieza por definir pecado al acto de hacer el amor, que es la ley de la naturaleza fundamental, ha podrido nuestros corazones, ha acabado por resultar, en este siglo veinte, unas nociones de honor y de honestidad que son sólo unas fachadas que recubren muchas veces, mentiras y crímenes…Tengo inclinación por querer hacer superhombres. Adoptamos nuevas costumbres, aspiramos a una nueva ética, buscamos una nueva estética, y a todo esto, ¿qué forma de autoridad? El hombre con su razón y sus pasiones.»

También en el campo más estrictamente filosófico, la huella de Nietzsche es amplísima. Influenció a H. Vaihinger, a H. Bergson, a O. Spengler, a S. Freud, a M. Scheler, a M. de Unamuno, a Ortega y Gasset, a N. Hartman, a K. Jaspers, a J-P Sartre, a M. Heidegger, y a Ayn Rand.

Nietzsche nos sacó de la era victoriana y nos invitó a apartarnos del rebaño. Básicamente nos dijo:

«¿Estáis listos hermanos míos, para abandonar el rebaño, para abrazar vuestras vidas, para ser auténticos, autónomos, independientes, libres, responsables de vuestro carácter y destino? 

¿Estáis dispuestos a vivir con plenitud, a involucraros y tomar parte en la vida? 

¿Estáis decididos a construiros vosotros mismos, cuadrados de cuerpo y mente? Debéis crear un cuerpo más erecto, un primer movimiento, una rueda que gire por sí misma. ¡Un creador debéis crear!

¿Os atreveréis a ser Superhombres?»