Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

Caminando por la Ciudad | El metalero del Cerrito del Carmen

Invitado
04 de abril, 2021

El metalero del Cerrito del Carmen. Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

«Shht, Shht, adiós mamita, ¿cómo te llamás?», se les escucha gritar y silbar en coro al gran comando del ejército nacional.

Cinco camiones cargados de soldados, fuerzas especiales y batallón de choque patrullan la ciudad en busca de terroristas, delincuentes, revoltosos. De personas sin oficio para llevárselos a los cuarteles en el interior del país. Allá por las selvas lacandonas, donde no hay comunicación con la población civil.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Su intención es que los jóvenes buenos para nada, según ellos, se enderecen y sean personas de utilidad para la patria.

Todos los días salen del cuartel general y de la Guardia de Honor a buscar vagos, borrachos y sospechosos. Su única falta es andar por las calles en horario laboral o de escuela sin sus papeles de identificación.

No importa si son menores de edad, cualquiera es sospechoso, por eso se esconden en las casas. También en tiendas de barrio, zaguanes abiertos y cualquier otro sitio donde no se los pueda ver a la distancia.

Nicho en el cerrito

Este es el caso del Nicho, un joven que gusta de la música rock y heavy metal. Se reúne con sus amigos para tocar guitarra, dibujar cosas extrañas de mundos espirituales.

También para platicar acerca de libros revolucionarios donde se cuentan las historias de los personajes que pelearon por los derechos de los más desposeídos.

Se conocen de memoria las biografías de los grandes rockeros de habla inglesa, comparten sus discografías grabadas en cassettes y se saben uno que otro acorde de sus éxitos más famosos.

Todos los días se reúnen cerca del templo que se encuentra en la parte alta del Cerrito del Carmen, escondido entre árboles, ruinas antiguas y mucha vegetación.

Es el lugar ideal para escuchar rock a todo volumen, gritar a los cuatro vientos su descontento con la sociedad, incluso empalmar y fumar sus cigarros artesanales.

Sólo los notan las hermanas de la caridad que pasan cerca y alguna que otra señora que va a rezarle a la Virgen a media tarde.

Saben que siempre están ahí, haciendo relajo, pero como dice sor Ana Luz, ellos no son abusivos, ni peleoneros, mucho menos malcriados con sus mayores.

Sólo entre ellos se les ve golpearse hombro con hombro. Se les ve felices, aunque se pegan bien duro, y juran que es su forma de «bailar» el rock.

Su vestimenta

Se les reconoce en cualquier lugar por sus botas industriales con punta de acero, pantalones rotos y muy descoloridos, playeras negras con dibujos de calaveras y cruces.

Casi siempre andan vestidos de negro y su figura la complementan con largas cabelleras. Cuesta distinguir a las señoritas de los varones, porque de ambos lados utilizan esas melenas brillosas.

Los vecinos ya los adoptaron como parte del patrimonio del sector y no les prestan importancia. Sólo son fanáticos de la música aunque se lee en la prensa que hacen ritos al diablo, son empedernidos drogadictos y los tachan de escoria social.

Muchos los reconocen como jóvenes estudiantes del barrio, no les gusta el deporte y menos las reuniones sociales ni las fiestas donde sólo ponen música tropical.

Su escondite

Suben en manada a la cima del Cerrito del Carmen. El único lugar en donde los demás no se ofenden por su presencia.

Hoy es viernes. El Nicho baja a esperar a las estudiantes del colegio cercano, famoso por sus bonitas alumnas. Sabiendo la hora de salida, él ya tiene vista a su presa y la espera para abordarla.

Antes de salir cepilló, lavó y perfumó su melena para gustarle. Sacó del ropero antiguo de cedro el pantalón más roto que encontró, lustró sus botas negras y buscó la playera metálica más entera que tiene.

Con ese porte de rockstar se para en la esquina de la 2a. calle, donde se paran las señoritas de la vida alegre a esperar clientes.

El susto

Pero se lleva el susto de que a dos cuadras de distancia se asoman los cinco camiones verdes de doble tracción, repletos de soldados.

El convoy se acerca a la esquina donde espera a su patoja. No sabe qué hacer, si correr, gritar o pedir auxilio.

No hay ningún zaguán abierto ni tienda cercana, sólo los hoteles de paso y las damas ahí paradas.

No se le ocurre otra idea que taparse la cara con su pelo y recostarse en una pared de colores.

Teme el peor desenlace: que lo rapen, lo arresten y se lo lleven preso a una base militar en el interior del país, sin poder avisar a sus familiares. Sólo le queda invocar al cielo y esperar lo peor.

No se esperaba que los uniformados empiecen a enamorarlo y a tirarle toda clase de cumplidos. En ese momento nota que lo confundieron con una dama de compañía.

Entre risas ahogadas, temblor de piernas y ganar de correr. Sólo se queda estático escuchando toda clase de piropos que emanan de los muchos soldados.

Están emocionados por ver a esa linda mujer de alta estatura, larguísimo pelo castaño, facciones algo rudas. Pero mirada hacia el suelo como señal de timidez.

El Nicho se salvó de irse a prestar servicio militar obligatorio, pero nada le asegura que la próxima semana se salvará gracias a su imagen metalera.

Caminando por la Ciudad | El metalero del Cerrito del Carmen

Invitado
04 de abril, 2021

El metalero del Cerrito del Carmen. Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

«Shht, Shht, adiós mamita, ¿cómo te llamás?», se les escucha gritar y silbar en coro al gran comando del ejército nacional.

Cinco camiones cargados de soldados, fuerzas especiales y batallón de choque patrullan la ciudad en busca de terroristas, delincuentes, revoltosos. De personas sin oficio para llevárselos a los cuarteles en el interior del país. Allá por las selvas lacandonas, donde no hay comunicación con la población civil.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Su intención es que los jóvenes buenos para nada, según ellos, se enderecen y sean personas de utilidad para la patria.

Todos los días salen del cuartel general y de la Guardia de Honor a buscar vagos, borrachos y sospechosos. Su única falta es andar por las calles en horario laboral o de escuela sin sus papeles de identificación.

No importa si son menores de edad, cualquiera es sospechoso, por eso se esconden en las casas. También en tiendas de barrio, zaguanes abiertos y cualquier otro sitio donde no se los pueda ver a la distancia.

Nicho en el cerrito

Este es el caso del Nicho, un joven que gusta de la música rock y heavy metal. Se reúne con sus amigos para tocar guitarra, dibujar cosas extrañas de mundos espirituales.

También para platicar acerca de libros revolucionarios donde se cuentan las historias de los personajes que pelearon por los derechos de los más desposeídos.

Se conocen de memoria las biografías de los grandes rockeros de habla inglesa, comparten sus discografías grabadas en cassettes y se saben uno que otro acorde de sus éxitos más famosos.

Todos los días se reúnen cerca del templo que se encuentra en la parte alta del Cerrito del Carmen, escondido entre árboles, ruinas antiguas y mucha vegetación.

Es el lugar ideal para escuchar rock a todo volumen, gritar a los cuatro vientos su descontento con la sociedad, incluso empalmar y fumar sus cigarros artesanales.

Sólo los notan las hermanas de la caridad que pasan cerca y alguna que otra señora que va a rezarle a la Virgen a media tarde.

Saben que siempre están ahí, haciendo relajo, pero como dice sor Ana Luz, ellos no son abusivos, ni peleoneros, mucho menos malcriados con sus mayores.

Sólo entre ellos se les ve golpearse hombro con hombro. Se les ve felices, aunque se pegan bien duro, y juran que es su forma de «bailar» el rock.

Su vestimenta

Se les reconoce en cualquier lugar por sus botas industriales con punta de acero, pantalones rotos y muy descoloridos, playeras negras con dibujos de calaveras y cruces.

Casi siempre andan vestidos de negro y su figura la complementan con largas cabelleras. Cuesta distinguir a las señoritas de los varones, porque de ambos lados utilizan esas melenas brillosas.

Los vecinos ya los adoptaron como parte del patrimonio del sector y no les prestan importancia. Sólo son fanáticos de la música aunque se lee en la prensa que hacen ritos al diablo, son empedernidos drogadictos y los tachan de escoria social.

Muchos los reconocen como jóvenes estudiantes del barrio, no les gusta el deporte y menos las reuniones sociales ni las fiestas donde sólo ponen música tropical.

Su escondite

Suben en manada a la cima del Cerrito del Carmen. El único lugar en donde los demás no se ofenden por su presencia.

Hoy es viernes. El Nicho baja a esperar a las estudiantes del colegio cercano, famoso por sus bonitas alumnas. Sabiendo la hora de salida, él ya tiene vista a su presa y la espera para abordarla.

Antes de salir cepilló, lavó y perfumó su melena para gustarle. Sacó del ropero antiguo de cedro el pantalón más roto que encontró, lustró sus botas negras y buscó la playera metálica más entera que tiene.

Con ese porte de rockstar se para en la esquina de la 2a. calle, donde se paran las señoritas de la vida alegre a esperar clientes.

El susto

Pero se lleva el susto de que a dos cuadras de distancia se asoman los cinco camiones verdes de doble tracción, repletos de soldados.

El convoy se acerca a la esquina donde espera a su patoja. No sabe qué hacer, si correr, gritar o pedir auxilio.

No hay ningún zaguán abierto ni tienda cercana, sólo los hoteles de paso y las damas ahí paradas.

No se le ocurre otra idea que taparse la cara con su pelo y recostarse en una pared de colores.

Teme el peor desenlace: que lo rapen, lo arresten y se lo lleven preso a una base militar en el interior del país, sin poder avisar a sus familiares. Sólo le queda invocar al cielo y esperar lo peor.

No se esperaba que los uniformados empiecen a enamorarlo y a tirarle toda clase de cumplidos. En ese momento nota que lo confundieron con una dama de compañía.

Entre risas ahogadas, temblor de piernas y ganar de correr. Sólo se queda estático escuchando toda clase de piropos que emanan de los muchos soldados.

Están emocionados por ver a esa linda mujer de alta estatura, larguísimo pelo castaño, facciones algo rudas. Pero mirada hacia el suelo como señal de timidez.

El Nicho se salvó de irse a prestar servicio militar obligatorio, pero nada le asegura que la próxima semana se salvará gracias a su imagen metalera.