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Historias Urbanas | Oda a Los Ángeles: medio siglo de L.A. Woman

Invitado
18 de abril, 2021

Oda a Los Ángeles: medio siglo de L.A. Woman.  Esta es la historia urbana de José Vicente Solórzano Aguilar.

1. El 19 de abril de 1971 salió a la venta el sexto disco del grupo californiano The Doors, titulado L.A. Woman.

Se grabó en seis días, repartidos entre diciembre de 1970 y enero de 1971. El productor Paul Rothchild, quien venía de poner todo su empeño en el último disco de Janis Joplin, se retiró convencido de la escasa calidad de las canciones que le presentaro.

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Pero el ingeniero de sonido Bruce Botnick tomó a los músicos bajo su alero y les hizo varias sugerencias. ¿Por qué no graban donde se sientan cómodos? Todos se desplazaron a la sala que alquilaban en Santa Monica Boulevard esquina a La Cienega, ciudad de Los Ángeles.

¿Qué les parece si traemos a Jerry Scheff, el bajista de Elvis Presley?, encantados, Elvis es el cantante favorito de Jim Morrison; ¿y qué tal si conseguimos a otro guitarrista para que Robby Krieger se concentre en sus solos, sin preocuparse por grabar más pistas?, de acuerdo, se mandó llamar a Marc Benno, artista del sello A&M Records.

The Doors fue una banda de rock de Estados Unidos que estuvo vigente de 1965 a 1973.

Morrison se aisló en el baño para registrar las voces; el resto se apretó en el espacio ocupado por la consola, los amplificadores, los teclados utilizados por Ray Manzarek —un órgano Hammond, un órgano Farfisa, un piano Fender Rhodes, un piano Wurtlizer— y la batería de John Densmore.

«La mayoría de nuestro material se grabó en directo, con la mínima cantidad de arreglos. Podés sentirlo en la canción “L.A. Woman”. Jim cantó al mismo tiempo que tocábamos. Le gustó hacerlo en el baño porque tenía buen eco, pero podía salir a vernos», describió Krieger para el portal musicradar.com.

Libres de la disciplina impuesta por Rothchild, el grupo apostó por la espontaneidad. «Hicimos un par de tomas, en todo. A veces se cometían errores y yo le decía a Ray, “¿te acordás que en Miles Davis Live at Carnegie Hall, en la intro de ‘So What’, está ese horrendo fallo en la trompeta?

Miles dijo que no le importó, por el sentimiento», recordó Densmore. En ocasiones, Scheff replicó los movimientos de la mano izquierda de Manzarek; en otras robusteció la marcha de canciones como «Changeling» y «Love Her Madly». Krieger confesó que la frase para el da-daa-dupp de «The Wasp (Texas Radio and The Big Beat)» se la apropió de una canción que oyó en cierta radio fm.

Cada sesión rindió hasta cuatro canciones, como sucedió con el registro de «Been Down So Long», «Cars Hiss By My Window», la lectura del «Crawling King Snake» según la versión de John Lee Hooker y «She Smells So Nice», que permaneció inédita hasta 2012.

Morrison bautizó la jornada como el «Blues Day»; pese a sus hábitos —las latas de cerveza se amontonaban a su alrededor, fumaba en abundancia, Krieger le vio escupir sangre cuando tosía—, estuvo a gusto durante las sesiones.

Le sentó bien que no se demoraran horas para extraer el mejor sonido de cada instrumento. El motel donde se hospedaba y el bar donde tomaba sus tragos estaban a pocas cuadras de distancia.

La atmósfera del cabaret alemán de los años 20 prevaleció en el primer disco, The Doors, puesto en circulación en enero de 1967; el grupo se metió entre los algodonales de Alabama y los pantanos de Virginia, donde los negros tocadores de armónica les hicieron espacio alrededor del fuego, para completar el larga duración que le debían a Elektra Records.

2. Morrison no asistió a la mezcla y corte final del álbum. Salió de Los Ángeles rumbo a París el 11 de marzo, amparado por la apelación contra su sentencia a seis meses de cárcel por exposición indecente dictada en Miami el 30 de octubre de 1969.

Allá lo esperaba su pareja, Pamela Courson. Quería retomar sus ambiciones como poeta, tenía la ilusión de reencontrarse con el artista adolescente que devoró las obras completas del filósofo alemán Friedrich Nietzsche, completaba de memoria el párrafo leído por sus amigos en cualquier libro abierto al azar, e incluso fue vaticinado como futuro candidato al doctorado si ingresaba a la universidad.

Desde lejos supo que el disco ascendió hasta el noveno puesto de la lista de la Billboard. Aunque captaron las señales de despedida filtradas en las canciones, sus compañeros esperaban su regreso para salir de gira con Scheff y Benno enrolados a bordo.

Incluso ensayaron nuevas canciones, a la espera de que Morrison escribiera las letras. Estaban libres y a la expectativa: las puertas se mantenían abiertas.

«Podíamos desintegrar a la banda, no hacer música de nuevo, volver a firmar con Elektra, irnos a donde fuera. Ahmet Ertegun, de Atlantic Records, quería a los Doors y creo que cualquiera pudo decir “nos llevamos a los Doors”. Pudimos tener un buen anticipo. Teníamos todas las posibilidades, pero a nadie se le ocurrió que Jim Morrison se fuera a morir», comentó Manzarek en charla con Alice Cooper.

Meses después, el mánager Bill Siddons voló de emergencia a París para encontrarse con el ataúd sellado donde se resguardaba el cadáver de Morrison, muerto de un ataque al corazón el 3 de julio. «Riders On The Storm», la canción que conserva sus últimos registros vocales, recién ingresaba al Hot 100. Recibió sepultura en el cementerio del Père-Lachaise; es vecino de Oscar Wilde, Honoré de Balzac y Amedeo Modigliani; ahí estaba cuando se celebró el funeral de Miguel Ángel Asturias en junio de 1974.

3. Se sabe: el poeta descubre nuevos bríos para las palabras agotadas por el uso. Habla de sí mismo cuando retrata a personajes, sean históricos o inventados. También resume en un puñado de líneas las historias que demandan novelas de cuatrocientas páginas y películas que rebasan las dos horas de proyección.

«L.A. Woman», la pieza que da título al disco, retrata los contrastes entre la luz solar y la iluminación nocturna captadas por la mirada de Jim Morrison.

Echa una mirada alrededor, recién llegado a la ciudad y se fija en el rótulo que anuncia la presencia de los estudios de Hollywood. No es lugar para gente blanda, se debe ser arrecho.

Las mujeres están más expuestas: las acecha el ladrón, el violador, el agente que les ofrece trabajo como modelos y las alquila en películas pornográficas. Pasan los carros de la policía a toda velocidad, mientras los solitarios se refugian en los bares donde observan de reojo a las bailarinas que se desvisten al mismo tiempo que Mr. Mojo Risin’, el obeso sustituto del esbelto Rey Lagarto, ordena ponerse de pie.

La época tampoco estaba para desenfrenos: los asesinatos cometidos por los seguidores de Charles Manson en diciembre de 1969 se asomaban en el dístico «motel, dinero, asesinato, locura/cambiemos el aura de alegría por la tristeza».

Pero ahí seguían las avenidas bordeadas de palmeras y las carreteras que bordean la playa con su promesa de libertad para todos los buscadores de fortuna. Robby Krieger recuerda que Morrison completó la letra a partir de apuntes sueltos; puede desarrollarse una historia a partir de cada verso.

«Riders On The Storm», según el testimonio de Ray Manzarek, es el guion de la película que Morrison hubiese querido filmar. Las tormentas pueden caer sobre los desiertos: las flores se esparcen entre los pedruscos, los camarones brotan de los lechos secos de los ríos.

Hay que manejar despacio, los relámpagos apenas medio destellan entre la oscuridad. Cuidado con darle jalón a todo desconocido que lo pida a orillas de la carretera. Puede ser una adolescente recién fugada de su casa en el Medio Oeste, el pasajero olvidado por el bus de la Greyhound que viaja a Seattle, un asesino.

Pero sería inhumano abandonarlo bajo la lluvia. Se les invita a subir y se les ve de reojo, «no vaya a ser que…», a la vez que frota el parabrisas con un paño para que no se le pase de largo el cruce de vuelta a Los Ángeles.

El primer disco de The Doors los situó entre los contados grupos que debutaron con un estilo propio. El último grabado en vida de Jim Morrison —el trío restante probó suerte con los álbumes Other Voices (1971) y Full Circle (1972)— terminó convirtiéndose en clásico.

Alcemos nuestros vasos a la memoria de Jim Morrison y Ray Manzarek; bebamos por la salud de Robby Krieger y John Densmore.

Historias Urbanas | Oda a Los Ángeles: medio siglo de L.A. Woman

Invitado
18 de abril, 2021

Oda a Los Ángeles: medio siglo de L.A. Woman.  Esta es la historia urbana de José Vicente Solórzano Aguilar.

1. El 19 de abril de 1971 salió a la venta el sexto disco del grupo californiano The Doors, titulado L.A. Woman.

Se grabó en seis días, repartidos entre diciembre de 1970 y enero de 1971. El productor Paul Rothchild, quien venía de poner todo su empeño en el último disco de Janis Joplin, se retiró convencido de la escasa calidad de las canciones que le presentaro.

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Pero el ingeniero de sonido Bruce Botnick tomó a los músicos bajo su alero y les hizo varias sugerencias. ¿Por qué no graban donde se sientan cómodos? Todos se desplazaron a la sala que alquilaban en Santa Monica Boulevard esquina a La Cienega, ciudad de Los Ángeles.

¿Qué les parece si traemos a Jerry Scheff, el bajista de Elvis Presley?, encantados, Elvis es el cantante favorito de Jim Morrison; ¿y qué tal si conseguimos a otro guitarrista para que Robby Krieger se concentre en sus solos, sin preocuparse por grabar más pistas?, de acuerdo, se mandó llamar a Marc Benno, artista del sello A&M Records.

The Doors fue una banda de rock de Estados Unidos que estuvo vigente de 1965 a 1973.

Morrison se aisló en el baño para registrar las voces; el resto se apretó en el espacio ocupado por la consola, los amplificadores, los teclados utilizados por Ray Manzarek —un órgano Hammond, un órgano Farfisa, un piano Fender Rhodes, un piano Wurtlizer— y la batería de John Densmore.

«La mayoría de nuestro material se grabó en directo, con la mínima cantidad de arreglos. Podés sentirlo en la canción “L.A. Woman”. Jim cantó al mismo tiempo que tocábamos. Le gustó hacerlo en el baño porque tenía buen eco, pero podía salir a vernos», describió Krieger para el portal musicradar.com.

Libres de la disciplina impuesta por Rothchild, el grupo apostó por la espontaneidad. «Hicimos un par de tomas, en todo. A veces se cometían errores y yo le decía a Ray, “¿te acordás que en Miles Davis Live at Carnegie Hall, en la intro de ‘So What’, está ese horrendo fallo en la trompeta?

Miles dijo que no le importó, por el sentimiento», recordó Densmore. En ocasiones, Scheff replicó los movimientos de la mano izquierda de Manzarek; en otras robusteció la marcha de canciones como «Changeling» y «Love Her Madly». Krieger confesó que la frase para el da-daa-dupp de «The Wasp (Texas Radio and The Big Beat)» se la apropió de una canción que oyó en cierta radio fm.

Cada sesión rindió hasta cuatro canciones, como sucedió con el registro de «Been Down So Long», «Cars Hiss By My Window», la lectura del «Crawling King Snake» según la versión de John Lee Hooker y «She Smells So Nice», que permaneció inédita hasta 2012.

Morrison bautizó la jornada como el «Blues Day»; pese a sus hábitos —las latas de cerveza se amontonaban a su alrededor, fumaba en abundancia, Krieger le vio escupir sangre cuando tosía—, estuvo a gusto durante las sesiones.

Le sentó bien que no se demoraran horas para extraer el mejor sonido de cada instrumento. El motel donde se hospedaba y el bar donde tomaba sus tragos estaban a pocas cuadras de distancia.

La atmósfera del cabaret alemán de los años 20 prevaleció en el primer disco, The Doors, puesto en circulación en enero de 1967; el grupo se metió entre los algodonales de Alabama y los pantanos de Virginia, donde los negros tocadores de armónica les hicieron espacio alrededor del fuego, para completar el larga duración que le debían a Elektra Records.

2. Morrison no asistió a la mezcla y corte final del álbum. Salió de Los Ángeles rumbo a París el 11 de marzo, amparado por la apelación contra su sentencia a seis meses de cárcel por exposición indecente dictada en Miami el 30 de octubre de 1969.

Allá lo esperaba su pareja, Pamela Courson. Quería retomar sus ambiciones como poeta, tenía la ilusión de reencontrarse con el artista adolescente que devoró las obras completas del filósofo alemán Friedrich Nietzsche, completaba de memoria el párrafo leído por sus amigos en cualquier libro abierto al azar, e incluso fue vaticinado como futuro candidato al doctorado si ingresaba a la universidad.

Desde lejos supo que el disco ascendió hasta el noveno puesto de la lista de la Billboard. Aunque captaron las señales de despedida filtradas en las canciones, sus compañeros esperaban su regreso para salir de gira con Scheff y Benno enrolados a bordo.

Incluso ensayaron nuevas canciones, a la espera de que Morrison escribiera las letras. Estaban libres y a la expectativa: las puertas se mantenían abiertas.

«Podíamos desintegrar a la banda, no hacer música de nuevo, volver a firmar con Elektra, irnos a donde fuera. Ahmet Ertegun, de Atlantic Records, quería a los Doors y creo que cualquiera pudo decir “nos llevamos a los Doors”. Pudimos tener un buen anticipo. Teníamos todas las posibilidades, pero a nadie se le ocurrió que Jim Morrison se fuera a morir», comentó Manzarek en charla con Alice Cooper.

Meses después, el mánager Bill Siddons voló de emergencia a París para encontrarse con el ataúd sellado donde se resguardaba el cadáver de Morrison, muerto de un ataque al corazón el 3 de julio. «Riders On The Storm», la canción que conserva sus últimos registros vocales, recién ingresaba al Hot 100. Recibió sepultura en el cementerio del Père-Lachaise; es vecino de Oscar Wilde, Honoré de Balzac y Amedeo Modigliani; ahí estaba cuando se celebró el funeral de Miguel Ángel Asturias en junio de 1974.

3. Se sabe: el poeta descubre nuevos bríos para las palabras agotadas por el uso. Habla de sí mismo cuando retrata a personajes, sean históricos o inventados. También resume en un puñado de líneas las historias que demandan novelas de cuatrocientas páginas y películas que rebasan las dos horas de proyección.

«L.A. Woman», la pieza que da título al disco, retrata los contrastes entre la luz solar y la iluminación nocturna captadas por la mirada de Jim Morrison.

Echa una mirada alrededor, recién llegado a la ciudad y se fija en el rótulo que anuncia la presencia de los estudios de Hollywood. No es lugar para gente blanda, se debe ser arrecho.

Las mujeres están más expuestas: las acecha el ladrón, el violador, el agente que les ofrece trabajo como modelos y las alquila en películas pornográficas. Pasan los carros de la policía a toda velocidad, mientras los solitarios se refugian en los bares donde observan de reojo a las bailarinas que se desvisten al mismo tiempo que Mr. Mojo Risin’, el obeso sustituto del esbelto Rey Lagarto, ordena ponerse de pie.

La época tampoco estaba para desenfrenos: los asesinatos cometidos por los seguidores de Charles Manson en diciembre de 1969 se asomaban en el dístico «motel, dinero, asesinato, locura/cambiemos el aura de alegría por la tristeza».

Pero ahí seguían las avenidas bordeadas de palmeras y las carreteras que bordean la playa con su promesa de libertad para todos los buscadores de fortuna. Robby Krieger recuerda que Morrison completó la letra a partir de apuntes sueltos; puede desarrollarse una historia a partir de cada verso.

«Riders On The Storm», según el testimonio de Ray Manzarek, es el guion de la película que Morrison hubiese querido filmar. Las tormentas pueden caer sobre los desiertos: las flores se esparcen entre los pedruscos, los camarones brotan de los lechos secos de los ríos.

Hay que manejar despacio, los relámpagos apenas medio destellan entre la oscuridad. Cuidado con darle jalón a todo desconocido que lo pida a orillas de la carretera. Puede ser una adolescente recién fugada de su casa en el Medio Oeste, el pasajero olvidado por el bus de la Greyhound que viaja a Seattle, un asesino.

Pero sería inhumano abandonarlo bajo la lluvia. Se les invita a subir y se les ve de reojo, «no vaya a ser que…», a la vez que frota el parabrisas con un paño para que no se le pase de largo el cruce de vuelta a Los Ángeles.

El primer disco de The Doors los situó entre los contados grupos que debutaron con un estilo propio. El último grabado en vida de Jim Morrison —el trío restante probó suerte con los álbumes Other Voices (1971) y Full Circle (1972)— terminó convirtiéndose en clásico.

Alcemos nuestros vasos a la memoria de Jim Morrison y Ray Manzarek; bebamos por la salud de Robby Krieger y John Densmore.