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Caminando por la Ciudad | La barbería del parquecito

Invitado
15 de agosto, 2021

La barbería del parquecito. Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

«Quítenle esas revistas al patojo, está muy pequeño para ver eso». Así grita don Víctor al percatarse que Douglas el quinceañero, sólo llega a sentarse cerca de la mesita blanca situada en la esquina del fondo de la barbería «Mi Bendición». El famoso negocio abierto enfrente de la Casa del Niño o parquecito de la avenida Centroamérica.

Ahí se dan cita los caballeros del barrio para recortarse el pelo, tallarse la barba o llegar a fumar un buen habano. Y también para platicar de cosas cotidianas con don Víctor.

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Es la clásica barbería pintada de blanco y adornada con el pizarrín que da vueltas en la entrada. Adentro se encuentran las cuatro sillas de cuero reclinables para sentar a los clientes. No falta el cincho que sirve para afilar las navajas que retocan la barba o las orillas atrás de las orejas del pelado.

Y se ve la vasija de metal y la brochita de madera que se empapa en espuma de jabón para mojar las orillas recién talladas.

También está la capa impermeable que se abotona al cuello del usuario y le cubre todo el cuerpo. Además de la pequeña toalla húmeda para que los pelitos no se impregnen en la ropa o la piel del cliente.

Como escenario figuran los espejos empotrados en las mesas blancas. Están llenas de gavetas donde se guardan las hojas Gillette en sus estuches rojos, cinchos nuevos para hacer filo, peines, cepillos finos y repuestos de navajas. Aparte de las bombillas de colores para cambiar las que se queman alrededor de cada marco.

El mobiliario se completa con las sillas de madera para la espera. Y las mesitas de noche donde se acumulan un resto de revistas de moda, periódicos atrasados y chistes de superhéroes.

A veces se observan algunas señoras que llegan a sentarse mientras esperan que peloneen a sus hijos. Según se dice en el barrio, llegan a ver qué pasa en la barbería de don Víctor, ya que siempre se encuentra llena y todos los caballeros del sector se mantienen ahí por las tardes.

Varias se asoman para controlar a sus esposos y averiguar el por qude la insistencia en irse a cortarse el pelo tan seguido. Después de salir de la Casa del Niño pasan dejando a hacer cola a los alumnos para que les trasquilen esos pelos parados que brotan sin control.

Deportes y café en la Barbería del parquecito

En otras sillas se ven a los hombres que fuman y toman café mientras esperan turno. Bromean y platican acerca de deportes, mecánica y otros menesteres de la vida.

Pero lo que más llama la atención es ver a quienes están en el preciso momento del corte bien entretenidos, ni pestañean. Don Víctor de la barbería del parquecito les pasa las revistas vip destinadas a los clientes exclusivos que llegan fielmente a cortarse el pelo.

Pagan su corte aunque todavía no les toque. Dejan propina y le piden a Vinicio, el joven que llega a hacer limpieza, que les lustre los zapatos mientras esperan. Son los señores respetables que no regatean el precio del nuevo  shampú que se les aplicará, y tampoco piden cortes extraños sino los clásicos «disminución regular» o «cadete tradicional».

Don Víctor les alcanza las Pimientas y las revistas de Hermelinda linda o Aniceto el brujo, que mantiene en la gaveta con llave a la que nadie tiene acceso, pero Douglas sí puede abrirla y en un descuido anda ojeando las Pimientas aunque sean números de meses pasados o vencidos.

El ambiente se acompaña con la televisión que sintoniza las noticias de las seis en punto y después pasa los partidos de la serie mundial de béisbol. A veces hay música clásica de fondo y Vinicio se entretiene barriendo los pelos dejados por los cortes del día.

Después se pone a trapear el piso de cuadros cafés y beige para completar su paga diaria, aparte de lo que recibe por lustrar los zapatos de los clientes.

Don Víctor se sienta a descansar, después de catorce horas parado, y el puberto Douglas usa la llave de su roperito de casa para abrir la mesa del fondo donde se esconden los tesoros exclusivos para los mejores clientes de la barbería y son la causa para que se mantenga llena de lunes a sábado.

No abre los domingos porque don Víctor pertenece a la cofradía del Señor de las Misericordias y debe celebrar guardia todo el día en el atrio mayor de la iglesia que se encuentra a la par del Hospital General San Juan de Dios.

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«Quítenle esas revistas al patojo, está muy pequeño para ver eso». Así grita don Víctor al percatarse que Douglas el quinceañero, sólo llega a sentarse cerca de la mesita blanca situada en la esquina del fondo de la barbería «Mi Bendición». El famoso negocio abierto enfrente de la Casa del Niño o parquecito de la avenida Centroamérica.

Ahí se dan cita los caballeros del barrio para recortarse el pelo, tallarse la barba o llegar a fumar un buen habano. Y también para platicar de cosas cotidianas con don Víctor.

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Es la clásica barbería pintada de blanco y adornada con el pizarrín que da vueltas en la entrada. Adentro se encuentran las cuatro sillas de cuero reclinables para sentar a los clientes. No falta el cincho que sirve para afilar las navajas que retocan la barba o las orillas atrás de las orejas del pelado.

Y se ve la vasija de metal y la brochita de madera que se empapa en espuma de jabón para mojar las orillas recién talladas.

También está la capa impermeable que se abotona al cuello del usuario y le cubre todo el cuerpo. Además de la pequeña toalla húmeda para que los pelitos no se impregnen en la ropa o la piel del cliente.

Como escenario figuran los espejos empotrados en las mesas blancas. Están llenas de gavetas donde se guardan las hojas Gillette en sus estuches rojos, cinchos nuevos para hacer filo, peines, cepillos finos y repuestos de navajas. Aparte de las bombillas de colores para cambiar las que se queman alrededor de cada marco.

El mobiliario se completa con las sillas de madera para la espera. Y las mesitas de noche donde se acumulan un resto de revistas de moda, periódicos atrasados y chistes de superhéroes.

A veces se observan algunas señoras que llegan a sentarse mientras esperan que peloneen a sus hijos. Según se dice en el barrio, llegan a ver qué pasa en la barbería de don Víctor, ya que siempre se encuentra llena y todos los caballeros del sector se mantienen ahí por las tardes.

Varias se asoman para controlar a sus esposos y averiguar el por qude la insistencia en irse a cortarse el pelo tan seguido. Después de salir de la Casa del Niño pasan dejando a hacer cola a los alumnos para que les trasquilen esos pelos parados que brotan sin control.

Deportes y café en la Barbería del parquecito

En otras sillas se ven a los hombres que fuman y toman café mientras esperan turno. Bromean y platican acerca de deportes, mecánica y otros menesteres de la vida.

Pero lo que más llama la atención es ver a quienes están en el preciso momento del corte bien entretenidos, ni pestañean. Don Víctor de la barbería del parquecito les pasa las revistas vip destinadas a los clientes exclusivos que llegan fielmente a cortarse el pelo.

Pagan su corte aunque todavía no les toque. Dejan propina y le piden a Vinicio, el joven que llega a hacer limpieza, que les lustre los zapatos mientras esperan. Son los señores respetables que no regatean el precio del nuevo  shampú que se les aplicará, y tampoco piden cortes extraños sino los clásicos «disminución regular» o «cadete tradicional».

Don Víctor les alcanza las Pimientas y las revistas de Hermelinda linda o Aniceto el brujo, que mantiene en la gaveta con llave a la que nadie tiene acceso, pero Douglas sí puede abrirla y en un descuido anda ojeando las Pimientas aunque sean números de meses pasados o vencidos.

El ambiente se acompaña con la televisión que sintoniza las noticias de las seis en punto y después pasa los partidos de la serie mundial de béisbol. A veces hay música clásica de fondo y Vinicio se entretiene barriendo los pelos dejados por los cortes del día.

Después se pone a trapear el piso de cuadros cafés y beige para completar su paga diaria, aparte de lo que recibe por lustrar los zapatos de los clientes.

Don Víctor se sienta a descansar, después de catorce horas parado, y el puberto Douglas usa la llave de su roperito de casa para abrir la mesa del fondo donde se esconden los tesoros exclusivos para los mejores clientes de la barbería y son la causa para que se mantenga llena de lunes a sábado.

No abre los domingos porque don Víctor pertenece a la cofradía del Señor de las Misericordias y debe celebrar guardia todo el día en el atrio mayor de la iglesia que se encuentra a la par del Hospital General San Juan de Dios.

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