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¿Podemos depender de una reforma a la LEPP?

Redacción
31 de agosto, 2021

Creo que prácticamente todos aquellos que hemos estudiado ciencia política o que un modo u otro han estado involucrados en la comprensión y análisis del sistema electoral sabemos que es necesario hacer una reforma profunda a la Ley Electoral y de Partidos Políticos. El consenso sobre cómo reformar la LEPP cada vez está más claro: hay que aumentar y mejorar la calidad de la competencia electoral. Esto puede ocurrir flexibilizando los requisitos para creación de partidos políticos, fortaleciendo los procesos internos de selección de candidatos, aumentando y transparentando el financiamiento privado y mejorando la capacidad de los votantes de elegir a sus candidatos.

Las reformas del 2016 no solo fueron insuficientes, sino que muchos hemos argumentado que incluso fueron contraproducentes. Las excesivas regulaciones a las que fue sujetan la LEPP solo llevaron a que los votantes conocieran menos a sus candidatos y hasta el momento no hay pruebas de que dichas reformas hayan mejorado la calidad de los partidos políticos o de nuestros representantes, mientras que hay clara evidencia de la pérdida de legitimidad de las autoridades electas.

Si bien existe consenso en una nueva reforma, no podemos depender de que esta ocurra y menos de que dicha reforma no vaya a ser manchada por los intereses de la legislatura actual como ocurrió con la del 2016. ¿Debemos desistir en el intento? Creo que tampoco es la solución. Hasta el momento, estos años de discusiones y propuestas nos han servido para tener más claro que tenemos que hacer para tener una LEPP mejor y ha logrado que distintos grupos y sectores se pongan de acuerdo en ciertos principios como los que mencioné anteriormente.

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Sin embargo, no podemos depender de una reforma a la LEPP para las próximas elecciones, tenemos que aprender a jugar el juego con las reglas ya establecidas. ¿Qué significa esto? Que como sociedad nos debemos organizar mejor para que por medio de consensos y acciones concretas mejoremos la calidad de la competencia electoral. Si los partidos políticos van a participar bajo normas que difícilmente provocarán los resultados que esperamos, como sociedad debemos modificar el ambiente y las expectativas del proceso electoral para lograr esos cambios.

¿Qué podemos hacer entonces? Muchas cosas. Como sociedad (grupos de interés organizados) podemos exigir que los partidos políticos cumplan ciertos parámetros que consideramos adecuados para ese objetivo de fortalecer la calidad de la competencia electoral. Esto puede ser desde la transparencia en los fondos privados, la definición de parámetros objetivos y competitivos en las asambleas de nombramiento de candidatos, la suscripción pública de ciertos principios, la publicidad de los candidatos a elección popular y el establecimiento de acuerdos pre electorales.

Como sociedad podemos servir de filtro para decidir qué partidos políticos han cumplido con dichos requisitos y por lo tanto es preferible tenerlos dentro del legislativo por sobre otros que no lo han hecho. Digo partidos porque es necesario que esta coalición sea lo suficientemente amplia como para alcanzar una mayoría dentro del congreso, aprovechando las diferencias ideológicas, más no de principios, que puedan existir. Además, como he mencionado en otras columnas, nuestro sistema electoral privilegia la fragmentación partidaria por lo que es más fácil alcanzar representación en un partido pequeño que en uno grande.

Debemos empezar a ser creativos y a jugar con las reglas que tenemos. Una reforma a la LEPP es cada vez menos probable y tomando en cuenta que muchas veces las leyes no son reformadas como uno quisiera, es probable que una posible reforma tampoco cumpla con las expectativas. Si no empezamos a proponer acciones concretas como actores de la sociedad, nos encontraremos ante un sistema político cada vez más desgastado y menos capaz de atender las demandas de los ciudadanos.

¿Podemos depender de una reforma a la LEPP?

Redacción
31 de agosto, 2021

Creo que prácticamente todos aquellos que hemos estudiado ciencia política o que un modo u otro han estado involucrados en la comprensión y análisis del sistema electoral sabemos que es necesario hacer una reforma profunda a la Ley Electoral y de Partidos Políticos. El consenso sobre cómo reformar la LEPP cada vez está más claro: hay que aumentar y mejorar la calidad de la competencia electoral. Esto puede ocurrir flexibilizando los requisitos para creación de partidos políticos, fortaleciendo los procesos internos de selección de candidatos, aumentando y transparentando el financiamiento privado y mejorando la capacidad de los votantes de elegir a sus candidatos.

Las reformas del 2016 no solo fueron insuficientes, sino que muchos hemos argumentado que incluso fueron contraproducentes. Las excesivas regulaciones a las que fue sujetan la LEPP solo llevaron a que los votantes conocieran menos a sus candidatos y hasta el momento no hay pruebas de que dichas reformas hayan mejorado la calidad de los partidos políticos o de nuestros representantes, mientras que hay clara evidencia de la pérdida de legitimidad de las autoridades electas.

Si bien existe consenso en una nueva reforma, no podemos depender de que esta ocurra y menos de que dicha reforma no vaya a ser manchada por los intereses de la legislatura actual como ocurrió con la del 2016. ¿Debemos desistir en el intento? Creo que tampoco es la solución. Hasta el momento, estos años de discusiones y propuestas nos han servido para tener más claro que tenemos que hacer para tener una LEPP mejor y ha logrado que distintos grupos y sectores se pongan de acuerdo en ciertos principios como los que mencioné anteriormente.

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Sin embargo, no podemos depender de una reforma a la LEPP para las próximas elecciones, tenemos que aprender a jugar el juego con las reglas ya establecidas. ¿Qué significa esto? Que como sociedad nos debemos organizar mejor para que por medio de consensos y acciones concretas mejoremos la calidad de la competencia electoral. Si los partidos políticos van a participar bajo normas que difícilmente provocarán los resultados que esperamos, como sociedad debemos modificar el ambiente y las expectativas del proceso electoral para lograr esos cambios.

¿Qué podemos hacer entonces? Muchas cosas. Como sociedad (grupos de interés organizados) podemos exigir que los partidos políticos cumplan ciertos parámetros que consideramos adecuados para ese objetivo de fortalecer la calidad de la competencia electoral. Esto puede ser desde la transparencia en los fondos privados, la definición de parámetros objetivos y competitivos en las asambleas de nombramiento de candidatos, la suscripción pública de ciertos principios, la publicidad de los candidatos a elección popular y el establecimiento de acuerdos pre electorales.

Como sociedad podemos servir de filtro para decidir qué partidos políticos han cumplido con dichos requisitos y por lo tanto es preferible tenerlos dentro del legislativo por sobre otros que no lo han hecho. Digo partidos porque es necesario que esta coalición sea lo suficientemente amplia como para alcanzar una mayoría dentro del congreso, aprovechando las diferencias ideológicas, más no de principios, que puedan existir. Además, como he mencionado en otras columnas, nuestro sistema electoral privilegia la fragmentación partidaria por lo que es más fácil alcanzar representación en un partido pequeño que en uno grande.

Debemos empezar a ser creativos y a jugar con las reglas que tenemos. Una reforma a la LEPP es cada vez menos probable y tomando en cuenta que muchas veces las leyes no son reformadas como uno quisiera, es probable que una posible reforma tampoco cumpla con las expectativas. Si no empezamos a proponer acciones concretas como actores de la sociedad, nos encontraremos ante un sistema político cada vez más desgastado y menos capaz de atender las demandas de los ciudadanos.