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La nueva casa de la vicepresidenta de Petro, ejemplo de la incongruencia de la "izquierda"

Porque, no es que se critique que mejoren sus condiciones de vida y que gocen de bienes y placeres, sino que ellos, antes, los hayan criticado y señalado como propios de una élite malvada y ahora hagan lo mismo que tanto criticaron. 

Francia Márquez y su casa en Dapa (Foto: Semana y API)
Alejandro Palmieri
22 de febrero, 2023

Los políticos son -en buena mayoría- resilientes, por decirlo de una manera.  Resiliencia es esa capacidad de un ser vivo para adaptarse a estados y situaciones adversas, así como frente a agentes perturbadores.  Pero una cosa es la resiliencia y otras la desfachatez y la impostura.  No por nada es que se dice que el cuero de político es más grueso que el elefante y más resistente que el de canguro.  Son capaces de decir una cosa un día y otra otro sin problema alguno y, cuando son confrontados, desechan las críticas sin despeinarse.

Aunque no tienen el monopolio de ello, los políticos de izquierda son particularmente incoherentes.  Desde la llanura señalan y alegan por una cosa que paran haciendo al acceder al poder; las medidas administrativas o leyes a las que se oponían antes son, muchas veces, las que impulsan luego.

Pero es en el ámbito personal donde más evidente resulta la incoherencia.  Para acceder al poder, critican la acumulación de riqueza y el consumo conspicuo propio de las élites; lo hacen para congraciarse con mayorías que no tienen acceso a ello y que creen que el político de izquierda es uno de ellos.  Nada más lejos de la verdad y para muestra los casos de Pablo Iglesias e Irene Montero, pero también el de la vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez, a quien recientemente se le “descubrió” una lujosa propiedad en las afueras de Cali, a donde es trasladada, ida y vuelta, en helicóptero.  Ahora sabemos que a ese “vivir sabroso” es al que hacía referencia en campaña, al de ella.

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El caso de la pareja Iglesias-Montero ya es viejo, pero conviene recordarlo.  Cuando en la llanura -fuera del poder, pues- fustigó contra los políticos que compraban propiedades costosas, siendo la más célebre la siguiente: 

Él la dijo, en 2012, respecto al entonces ministro de economía de Rajoy, quien compró una propiedad de ese valor.  Cómo será su suerte que él y su pareja, la ministra de “igualdad” Montero, luego de acceder al poder, compraron un chalé de precisamente 600 mil euros.  ¿Incongruentes? Más que eso, traidores a su discurso y a su gente.  

Con el cuero de político que tienen, desestimaron todo señalamiento y se victimizaron -otra característica del político de izquierda- reclamando que tenían derecho a ello.  Si es que fueron ellos quienes dijeron -antes, claro- que los políticos no debían tener esos lujos.  

Lo de Francia Márquez es más de lo mismo.  De orígenes humildes, la vicepresidenta Márquez ahora goza de los lujos que el poder puede otorgar, como una “casa” -más bien una gran propiedad- en Dapa, en el Valle del Cauca a la que se traslada vía aérea en un helicóptero costeado por los contribuyentes colombianos.  Vida sabrosa, sin duda.

Ante las entendibles críticas, la reacción de Márquez siguió el guión izquierdista: la victimización.  Sin importarle la marcada incoherencia entre su discurso y su forma de vida anteriores con la actual, procede a defenderse, atacando y victimizándose.  Una de sus defensas fue que desde su llegada a la vicepresidencia "...ha cambiado mi vida.  No solo la mía, sino la de mi familia" pudiendo a un supuesto sacrificio que ahora hace y no a una ostensible mejora de calidad de vida, como sí dijo en una transmisión por Instagram: "Mi vida se volvió más costosa".  Sin duda alguna.

El caso de Francia Márquez es más relevante que el de Iglesias y Montero por varias razones; se trata de una política latinoamericana y recientemente electa, pero además porque adscribe -así fue su campaña- de la figura que “vivir sabroso” que a su vez desciende de la filosofía del “buen vivir” que nace -cuando menos en su vertiente indigenista- en la amazonía ecuatoriana.  El “buen vivir” tiene su origen filosófico, digamos, en el socialismo y el comunismo, por lo que la ostentación actual de Márquez resulta incoherente (ni hablar de las emisiones de carbono provocadas por sus viajes ida y vuelta en helicóptero).

En Guatemala, el “buen vivir” es propugnado por la organización política MLP, que es lo mismo que CODECA; con raíces indigenistas, pretenden ser un calco de los movimientos bolivianos, ecuatorianos y ahora colombianos; y si eso es así, fácil es concluir que el discurso del MLP es ahora uno y que, de llegar al poder, harían lo mismo que sus pares sudamericanos: inmediatamente abandonar su posición austera para gozar de los privilegios del poder.  Claro, pagados por los tributarios, no por ellos.

Políticos de derecha corruptos también los hay y hasta para tirar para arriba, pero son pocas las ocasiones que la corrupción de los de izquierda es evidenciada ampliamente; corrupción como latrocinio, pero también como utilización de recursos estatales para su beneficio.  Y no es porque no haya casos, la presente nota da cuenta de ello, sino que la maquinaria de comunicación de esos partidos y movimientos de izquierda es apabullante y eficaz.  

Porque, no es que se critique que mejoren sus condiciones de vida y que gocen de bienes y placeres, sino que ellos, antes, los hayan criticado y señalado como propios de una élite malvada y ahora hagan lo mismo que tanto criticaron. 

Con ejemplos como los anteriores, no se puede un equivocar al asegurar que el “buen vivir” propugnado por MLP/CODECA se refiere -como el “vivir sabroso” de Márquez- al de ellos, los líderes de esos movimientos que, como miembros del politburó soviético, gozaban de privilegios mientras el proletariado pasaba hambre.  Son lo mismo: comunistas; con otro nombre, nada más.

La nueva casa de la vicepresidenta de Petro, ejemplo de la incongruencia de la "izquierda"

Porque, no es que se critique que mejoren sus condiciones de vida y que gocen de bienes y placeres, sino que ellos, antes, los hayan criticado y señalado como propios de una élite malvada y ahora hagan lo mismo que tanto criticaron. 

Francia Márquez y su casa en Dapa (Foto: Semana y API)
Alejandro Palmieri
22 de febrero, 2023

Los políticos son -en buena mayoría- resilientes, por decirlo de una manera.  Resiliencia es esa capacidad de un ser vivo para adaptarse a estados y situaciones adversas, así como frente a agentes perturbadores.  Pero una cosa es la resiliencia y otras la desfachatez y la impostura.  No por nada es que se dice que el cuero de político es más grueso que el elefante y más resistente que el de canguro.  Son capaces de decir una cosa un día y otra otro sin problema alguno y, cuando son confrontados, desechan las críticas sin despeinarse.

Aunque no tienen el monopolio de ello, los políticos de izquierda son particularmente incoherentes.  Desde la llanura señalan y alegan por una cosa que paran haciendo al acceder al poder; las medidas administrativas o leyes a las que se oponían antes son, muchas veces, las que impulsan luego.

Pero es en el ámbito personal donde más evidente resulta la incoherencia.  Para acceder al poder, critican la acumulación de riqueza y el consumo conspicuo propio de las élites; lo hacen para congraciarse con mayorías que no tienen acceso a ello y que creen que el político de izquierda es uno de ellos.  Nada más lejos de la verdad y para muestra los casos de Pablo Iglesias e Irene Montero, pero también el de la vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez, a quien recientemente se le “descubrió” una lujosa propiedad en las afueras de Cali, a donde es trasladada, ida y vuelta, en helicóptero.  Ahora sabemos que a ese “vivir sabroso” es al que hacía referencia en campaña, al de ella.

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El caso de la pareja Iglesias-Montero ya es viejo, pero conviene recordarlo.  Cuando en la llanura -fuera del poder, pues- fustigó contra los políticos que compraban propiedades costosas, siendo la más célebre la siguiente: 

Él la dijo, en 2012, respecto al entonces ministro de economía de Rajoy, quien compró una propiedad de ese valor.  Cómo será su suerte que él y su pareja, la ministra de “igualdad” Montero, luego de acceder al poder, compraron un chalé de precisamente 600 mil euros.  ¿Incongruentes? Más que eso, traidores a su discurso y a su gente.  

Con el cuero de político que tienen, desestimaron todo señalamiento y se victimizaron -otra característica del político de izquierda- reclamando que tenían derecho a ello.  Si es que fueron ellos quienes dijeron -antes, claro- que los políticos no debían tener esos lujos.  

Lo de Francia Márquez es más de lo mismo.  De orígenes humildes, la vicepresidenta Márquez ahora goza de los lujos que el poder puede otorgar, como una “casa” -más bien una gran propiedad- en Dapa, en el Valle del Cauca a la que se traslada vía aérea en un helicóptero costeado por los contribuyentes colombianos.  Vida sabrosa, sin duda.

Ante las entendibles críticas, la reacción de Márquez siguió el guión izquierdista: la victimización.  Sin importarle la marcada incoherencia entre su discurso y su forma de vida anteriores con la actual, procede a defenderse, atacando y victimizándose.  Una de sus defensas fue que desde su llegada a la vicepresidencia "...ha cambiado mi vida.  No solo la mía, sino la de mi familia" pudiendo a un supuesto sacrificio que ahora hace y no a una ostensible mejora de calidad de vida, como sí dijo en una transmisión por Instagram: "Mi vida se volvió más costosa".  Sin duda alguna.

El caso de Francia Márquez es más relevante que el de Iglesias y Montero por varias razones; se trata de una política latinoamericana y recientemente electa, pero además porque adscribe -así fue su campaña- de la figura que “vivir sabroso” que a su vez desciende de la filosofía del “buen vivir” que nace -cuando menos en su vertiente indigenista- en la amazonía ecuatoriana.  El “buen vivir” tiene su origen filosófico, digamos, en el socialismo y el comunismo, por lo que la ostentación actual de Márquez resulta incoherente (ni hablar de las emisiones de carbono provocadas por sus viajes ida y vuelta en helicóptero).

En Guatemala, el “buen vivir” es propugnado por la organización política MLP, que es lo mismo que CODECA; con raíces indigenistas, pretenden ser un calco de los movimientos bolivianos, ecuatorianos y ahora colombianos; y si eso es así, fácil es concluir que el discurso del MLP es ahora uno y que, de llegar al poder, harían lo mismo que sus pares sudamericanos: inmediatamente abandonar su posición austera para gozar de los privilegios del poder.  Claro, pagados por los tributarios, no por ellos.

Políticos de derecha corruptos también los hay y hasta para tirar para arriba, pero son pocas las ocasiones que la corrupción de los de izquierda es evidenciada ampliamente; corrupción como latrocinio, pero también como utilización de recursos estatales para su beneficio.  Y no es porque no haya casos, la presente nota da cuenta de ello, sino que la maquinaria de comunicación de esos partidos y movimientos de izquierda es apabullante y eficaz.  

Porque, no es que se critique que mejoren sus condiciones de vida y que gocen de bienes y placeres, sino que ellos, antes, los hayan criticado y señalado como propios de una élite malvada y ahora hagan lo mismo que tanto criticaron. 

Con ejemplos como los anteriores, no se puede un equivocar al asegurar que el “buen vivir” propugnado por MLP/CODECA se refiere -como el “vivir sabroso” de Márquez- al de ellos, los líderes de esos movimientos que, como miembros del politburó soviético, gozaban de privilegios mientras el proletariado pasaba hambre.  Son lo mismo: comunistas; con otro nombre, nada más.