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Cannibal Corpse y Napalm Death

Luis Gonzalez
07 de octubre, 2018

Cannibal Corpse y Napalm Death, ESTE ES EL TEMA EN EL BLOG DE HISTORIAS URBANAS DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR. 

Parque de la Industria

Ciudad de Guatemala 

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Cancelado minutos antes de que abrieran puertas 

2 de octubre de 2018

Estaba por terminar la prueba de sonido cuando personal del Parque de la Industria informó, a los organizadores, que se cancelaba el concierto que presentaría a Cannibal Corpse y Napalm Death.

No iban a abrir las puertas para facilitar la entrada del público y para que supieran que era una decisión irrevocable, aunque vieron los permisos extendidos por la jefa provisional de la Dirección de Espectáculos Públicos, cortaron la electricidad.

Afuera, decenas de espectadores compartían sus recuerdos de la primera vez que vino Cannibal Corpse, vanguardia de la escena death metal surgida en el estado de Florida, y sus expectativas acerca de Napalm Death, fundadores del grindcore inglés.

Otras decenas más estaban por llegar, lidiando con el tráfico citadino tras salir a toda prisa de sus trabajos. Tendrían que limitar la ingesta de cerveza: el toque cayó en martes, segundo día laboral de la semana.

Y por la calzada Roosevelt, a vuelta de rueda desde Mixco; por la calle Martí, tras sortear la carretera al Atlántico; o contando los minutos mientras salían de la cuesta de Villalobos, venía más gente en sus carros o en camionetas alquiladas. Viajaban desde Quetzaltenango, San Marcos, Coatepeque y Cobán; daban por bien pagado el riesgo de regresar a sus casas por la madrugada, expuestos a la imprudencia del transporte pesado, el deterioro de las carreteras y el posible desvelo del conductor designado.

Todos, poco a poco, nos enteramos que no habría concierto a través del comunicado difundido por la productora Black Moon Shows.

Pese a la cólera, pese al dolor –”vos, me siento como si la chavita que me gusta me dijera que no”, deploró un fan que ansiaba ver a Napalm Death–, pese al desconcierto, el público permaneció sereno. Salvo un espectador que se trepó a la malla, y otro que se puso a patearla a la vista de los custodios, los dos controlados por sus compañeros, no ocurrieron las escenas de vandalismo y saqueo que seguro complacieran a la policía y al ministerio de Gobernación.

Pensé que el toque de Cannibal Corpse y Napalm Death estaría a salvo de los inconvenientes que rodearon al concierto de Marduk; pequé de ingenuo. De la escena metalera, los sepulcros encalados que rigen al país se fijarán en las fotografías de desnudos, perfomances que involucren sangre y heces, libros publicados bajo las iniciales LGTB y cuanta manifestación atente contra la familia basada en el matrimonio de hombre y mujer.

A como vamos, tampoco está lejano el día que regresen las perreras que recolectaban a jóvenes melenudos para tijeretearlos a mansalva, y a muchachas en minifalda expuestas a manoseos al mismo tiempo que las marcaban con la flor de lis. Así las cosas, en este país que es fiel e incondicional aliado de sus amigos.

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No iban a abrir las puertas para facilitar la entrada del público y para que supieran que era una decisión irrevocable, aunque vieron los permisos extendidos por la jefa provisional de la Dirección de Espectáculos Públicos, cortaron la electricidad.

Afuera, decenas de espectadores compartían sus recuerdos de la primera vez que vino Cannibal Corpse, vanguardia de la escena death metal surgida en el estado de Florida, y sus expectativas acerca de Napalm Death, fundadores del grindcore inglés.

Otras decenas más estaban por llegar, lidiando con el tráfico citadino tras salir a toda prisa de sus trabajos. Tendrían que limitar la ingesta de cerveza: el toque cayó en martes, segundo día laboral de la semana.

Y por la calzada Roosevelt, a vuelta de rueda desde Mixco; por la calle Martí, tras sortear la carretera al Atlántico; o contando los minutos mientras salían de la cuesta de Villalobos, venía más gente en sus carros o en camionetas alquiladas. Viajaban desde Quetzaltenango, San Marcos, Coatepeque y Cobán; daban por bien pagado el riesgo de regresar a sus casas por la madrugada, expuestos a la imprudencia del transporte pesado, el deterioro de las carreteras y el posible desvelo del conductor designado.

Todos, poco a poco, nos enteramos que no habría concierto a través del comunicado difundido por la productora Black Moon Shows.

Pese a la cólera, pese al dolor –”vos, me siento como si la chavita que me gusta me dijera que no”, deploró un fan que ansiaba ver a Napalm Death–, pese al desconcierto, el público permaneció sereno. Salvo un espectador que se trepó a la malla, y otro que se puso a patearla a la vista de los custodios, los dos controlados por sus compañeros, no ocurrieron las escenas de vandalismo y saqueo que seguro complacieran a la policía y al ministerio de Gobernación.

Pensé que el toque de Cannibal Corpse y Napalm Death estaría a salvo de los inconvenientes que rodearon al concierto de Marduk; pequé de ingenuo. De la escena metalera, los sepulcros encalados que rigen al país se fijarán en las fotografías de desnudos, perfomances que involucren sangre y heces, libros publicados bajo las iniciales LGTB y cuanta manifestación atente contra la familia basada en el matrimonio de hombre y mujer.

A como vamos, tampoco está lejano el día que regresen las perreras que recolectaban a jóvenes melenudos para tijeretearlos a mansalva, y a muchachas en minifalda expuestas a manoseos al mismo tiempo que las marcaban con la flor de lis. Así las cosas, en este país que es fiel e incondicional aliado de sus amigos.

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