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Historias Urbanas: Los juguetes que queríamos

Redacción República
22 de diciembre, 2019

Los juguetes que queríamos, ESTA ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Antes, me acuerdo del período establecido entre 1987 y 1992, daba gusto recorrer las hileras de juguetes en los supermercados.

Ahí estaban los muñecos para recrear todo lo que se veía en los dibujos animados que transmitía la televisión durante la franja infantil que empezaba a las tres o las cuatro de la tarde, según el canal.

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Eran el premio por portarse bien y sacar las mejores calificaciones al terminar el ciclo escolar.

Se daba por descontado que los tomarían en cuenta para los cumpleaños y para el regalo de Navidad.

Según la cantidad de tías disponibles (los tíos no contaban, siempre eran más serios y distantes), se ampliaban las posibilidades de contar con nuevos personajes de He-Man, G.I. Joe, Star Wars, Barbie o My Little Pony, fuera niño o niña, para impresionar a los compañeros de clase.

Mientras tanto, daba gusto contemplar el castillo Grayskull, la Montaña Serpiente, los aparatos recién ideados para combatir la amenaza de Cobra y los nuevos accesorios de Barbie.

La historia de los juguetes

Todo esto lo recrean los episodios de The Toys That Made Us, transmitidos por Netflix.

Ahí conocemos a los creadores de los juguetes que forjaron la imaginación de cantidad de personas.

Oscilamos entre el negocio que representaba millones de dólares para los dueños de las empresas y lo que representaban para sus destinatarios.

Nos enteramos de los cambios que sufrieron ciertos personajes, concebidos para los adultos, para hacerlos más amigables y accesibles para todo público.

Lo que importaba era vender todo lo que se pudiera. Y apreciamos el poder de la nostalgia.

Cuando pequeño, se dependía de los padres y se carecía del dinero para comprar todo lo que se deseaba.

Cuando mayor, al disponer de los ingresos monetarios que no tuvo en la niñez, se da gusto consiguiendo esas rarezas que cuestan un dineral.

Pero no le importa. Al fin tiene en su poder al Halcón Milenario, listo para superar las defensas de la Estrella de la Muerte, o la fortaleza que se ensambla al unir las máquinas de la Battle Force 2000.

Esperó años para darse ese gusto y bien se lo merece. Por supuesto, lo tiene a buen recaudo de sus hijos y sus sobrinos.

Hasta que sean grandes, se dice, sabrán apreciarlos. Para mientras, mejor que ni los toquen.


Historias Urbanas: Los juguetes que queríamos

Redacción República
22 de diciembre, 2019

Los juguetes que queríamos, ESTA ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Antes, me acuerdo del período establecido entre 1987 y 1992, daba gusto recorrer las hileras de juguetes en los supermercados.

Ahí estaban los muñecos para recrear todo lo que se veía en los dibujos animados que transmitía la televisión durante la franja infantil que empezaba a las tres o las cuatro de la tarde, según el canal.

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Eran el premio por portarse bien y sacar las mejores calificaciones al terminar el ciclo escolar.

Se daba por descontado que los tomarían en cuenta para los cumpleaños y para el regalo de Navidad.

Según la cantidad de tías disponibles (los tíos no contaban, siempre eran más serios y distantes), se ampliaban las posibilidades de contar con nuevos personajes de He-Man, G.I. Joe, Star Wars, Barbie o My Little Pony, fuera niño o niña, para impresionar a los compañeros de clase.

Mientras tanto, daba gusto contemplar el castillo Grayskull, la Montaña Serpiente, los aparatos recién ideados para combatir la amenaza de Cobra y los nuevos accesorios de Barbie.

La historia de los juguetes

Todo esto lo recrean los episodios de The Toys That Made Us, transmitidos por Netflix.

Ahí conocemos a los creadores de los juguetes que forjaron la imaginación de cantidad de personas.

Oscilamos entre el negocio que representaba millones de dólares para los dueños de las empresas y lo que representaban para sus destinatarios.

Nos enteramos de los cambios que sufrieron ciertos personajes, concebidos para los adultos, para hacerlos más amigables y accesibles para todo público.

Lo que importaba era vender todo lo que se pudiera. Y apreciamos el poder de la nostalgia.

Cuando pequeño, se dependía de los padres y se carecía del dinero para comprar todo lo que se deseaba.

Cuando mayor, al disponer de los ingresos monetarios que no tuvo en la niñez, se da gusto consiguiendo esas rarezas que cuestan un dineral.

Pero no le importa. Al fin tiene en su poder al Halcón Milenario, listo para superar las defensas de la Estrella de la Muerte, o la fortaleza que se ensambla al unir las máquinas de la Battle Force 2000.

Esperó años para darse ese gusto y bien se lo merece. Por supuesto, lo tiene a buen recaudo de sus hijos y sus sobrinos.

Hasta que sean grandes, se dice, sabrán apreciarlos. Para mientras, mejor que ni los toquen.