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Historias Urbanas: El Cuerpo y Alma sigue aquí

Luis Gonzalez
01 de enero, 2020

El Cuerpo y Alma sigue aquí, ESTA ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

La individualidad de John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr descolló en las 30 canciones de The Beatles (Apple, 1968), mejor conocido como el Álbum blanco.

«Dear Prudence», «Rocky Raccoon», «Savoy Truffle» y «Don’t Pass Me By», reflejaron cuatro voces diferentes que al final terminaron juntas en un producto común.

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La individualidad de Maco Luna, Julio César Luna, Carlos Castillo y Manlio Soto, unidos a los aportes de Jaime Escobar, descuella en las ocho canciones de Raíz (Nebiros Productions, 2019), tercer disco que edita la formación actual del grupo Cuerpo y Alma.

Aunque lleven el sello y la voz líder de su compositor, la mayoría de cortes se alberga bajo la casa común del son-rock y terminaron juntos en un producto común.

Siempre reitero que Raíz podría escucharse inserto entre el Master of Reality y el Volume 4 de Black Sabbath; también se coloca cerca de esos discos que terminaron olvidados, aunque pegaron fuerte en su tiempo, y contribuyeron a forjar ese estilo apto para disfrutarse a medianoche, luchando por captar la señal en amplitud modulada sin las interferencias causadas por las muchas montañas que se interponen entre la antena de transmisión y la radio del oyente.

Esas bandas ignotas que nos salen al encuentro como Bloodrock, Sir Lord Baltimore y, faltaba más, The Damnation of Adam Blessing.

Raíz también recrea esa sensación de camaradas eternos que se entablaba entre la gente que asistía a los festivales al aire libre, y pasaba horas sentada bajo el sol, compartiendo el cigarro de marihuana que circulaba de labio en labio para reforzar la hermandad, la comunión y la espiritualidad que llegó a ser posible por un rato, lo que dura una canción o el concierto entero, como pasa con las utopías.

Aparte, las preocupaciones de entonces se reflejan ahora. «El pájaro azul», escrito por Maco Luna acerca de la marca del vehículo utilizado por la policía judicial para acarrear a supuestos elementos antisociales («Blue Bird»), tiene sus ecos en la panel blanca que asoló cual espanto las calles capitalinas hacia mil novecientos ochenta y tantos (alma que se ganaba, alma que jamás volvía a ser vista en este mundo e incluso el otro), y esas camionetonas sin placas, con los vidrios polarizados, que nos salen al paso en cualquier esquina.

«Planeta muerto», también de la autoría de Maco, es la postal recibida desde un futuro remoto tras contemplar los restos de la Tierra arrasada por el hombre.

No hace falta que fuerzas invasoras procedentes del espacio exterior utilicen sus rayos para dejar exhaustos los suelos y evaporen toda el agua potable para someter a los terrícolas al hambre y la sed: la sobreexplotación de bosques, tirar abajo los cerros para sacarles el poco oro que resguardan y acabar con todos los animales silvestres rebasó «la delgada línea azul que guarda a la vida».

«El tomacorriente», tercer aporte de Maco, podría tomarse como un ejercicio humorístico de no ser porque su ausencia impide conectar las bocinas, los amplificadores, los micrófonos, los instrumentos y la consola, todo lo que se necesita para que el concierto empiece a la hora prevista sin que el público se impaciente y aviente latas de cerveza con tal de apresurarlo.

Carlos Castillo recupera la pieza instrumental «La causa de todas las causas», que grabó durante su estancia en Guerreros para el disco Hay poder (Vanguardia Producciones, 1996; ahí la difundieron como «Dios, la causa de todas las causas»), cierra el repertorio de Raíz con «Blues para el corazón» y en «Proclama», aparte de prometerle a la amada que publicará un bando que la declarará ante todo el mundo como poseedora de «los ojos más hermosos del planeta», le pide que le brinde la calma «con la frescura y el sabor» de sus palabras, y se despide con un solo que evoca las ragas tocadas ante los dioses de muchos brazos que se adoran en los templos de la India.

Manlio Soto debuta en la banda con la canción que dedicó a Maximón, el Rilaj Mam, acaso la deidad más poderosa entre los indígenas de Guatemala, resistente a los embates de frailes franciscanos, curas párrocos y pastores evangélicos.

Hay llamados a defender la «sabiduría ancestral», acechada por la «mentalidad colonial»; fusiona los compases del son-rock con la marcha de los niños imaginados por Geezer Butler; entre Soto, Castillo y Luna construyen el camino a tres guitarras que se abre paso entre los oyentes que agitan la cabeza con insistencia.

Y si pensaban que escribir la canción que lleva el nombre de la banda, «Cuerpo y Alma», sería asignada al fundador, ideólogo y superviviente de la formación original (Maco Luna, hace falta aclararlo), la tarea la acometió su hermano el baterista Julio César para aludir a todos los que aceptan el llamado del rock, compran su boleto para no perderse el toque y se acercan dispuestos a escuchar la música que les gusta mientras les avisan desde tarima que:

El Cuerpo y Alma ya está aquí

El Cuerpo y Alma para ti

El Cuerpo y Alma ya llegó

El Cuerpo y Alma para vos

El Cuerpo y Alma ya llegó, sigue aquí y ahí está para que lo escuchemos, pues más de algo tiene que decirnos.

* El disco Raíz puede solicitarse a los teléfonos 30866605 y 30041952.

Historias Urbanas: El Cuerpo y Alma sigue aquí

Luis Gonzalez
01 de enero, 2020

El Cuerpo y Alma sigue aquí, ESTA ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

La individualidad de John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr descolló en las 30 canciones de The Beatles (Apple, 1968), mejor conocido como el Álbum blanco.

«Dear Prudence», «Rocky Raccoon», «Savoy Truffle» y «Don’t Pass Me By», reflejaron cuatro voces diferentes que al final terminaron juntas en un producto común.

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La individualidad de Maco Luna, Julio César Luna, Carlos Castillo y Manlio Soto, unidos a los aportes de Jaime Escobar, descuella en las ocho canciones de Raíz (Nebiros Productions, 2019), tercer disco que edita la formación actual del grupo Cuerpo y Alma.

Aunque lleven el sello y la voz líder de su compositor, la mayoría de cortes se alberga bajo la casa común del son-rock y terminaron juntos en un producto común.

Siempre reitero que Raíz podría escucharse inserto entre el Master of Reality y el Volume 4 de Black Sabbath; también se coloca cerca de esos discos que terminaron olvidados, aunque pegaron fuerte en su tiempo, y contribuyeron a forjar ese estilo apto para disfrutarse a medianoche, luchando por captar la señal en amplitud modulada sin las interferencias causadas por las muchas montañas que se interponen entre la antena de transmisión y la radio del oyente.

Esas bandas ignotas que nos salen al encuentro como Bloodrock, Sir Lord Baltimore y, faltaba más, The Damnation of Adam Blessing.

Raíz también recrea esa sensación de camaradas eternos que se entablaba entre la gente que asistía a los festivales al aire libre, y pasaba horas sentada bajo el sol, compartiendo el cigarro de marihuana que circulaba de labio en labio para reforzar la hermandad, la comunión y la espiritualidad que llegó a ser posible por un rato, lo que dura una canción o el concierto entero, como pasa con las utopías.

Aparte, las preocupaciones de entonces se reflejan ahora. «El pájaro azul», escrito por Maco Luna acerca de la marca del vehículo utilizado por la policía judicial para acarrear a supuestos elementos antisociales («Blue Bird»), tiene sus ecos en la panel blanca que asoló cual espanto las calles capitalinas hacia mil novecientos ochenta y tantos (alma que se ganaba, alma que jamás volvía a ser vista en este mundo e incluso el otro), y esas camionetonas sin placas, con los vidrios polarizados, que nos salen al paso en cualquier esquina.

«Planeta muerto», también de la autoría de Maco, es la postal recibida desde un futuro remoto tras contemplar los restos de la Tierra arrasada por el hombre.

No hace falta que fuerzas invasoras procedentes del espacio exterior utilicen sus rayos para dejar exhaustos los suelos y evaporen toda el agua potable para someter a los terrícolas al hambre y la sed: la sobreexplotación de bosques, tirar abajo los cerros para sacarles el poco oro que resguardan y acabar con todos los animales silvestres rebasó «la delgada línea azul que guarda a la vida».

«El tomacorriente», tercer aporte de Maco, podría tomarse como un ejercicio humorístico de no ser porque su ausencia impide conectar las bocinas, los amplificadores, los micrófonos, los instrumentos y la consola, todo lo que se necesita para que el concierto empiece a la hora prevista sin que el público se impaciente y aviente latas de cerveza con tal de apresurarlo.

Carlos Castillo recupera la pieza instrumental «La causa de todas las causas», que grabó durante su estancia en Guerreros para el disco Hay poder (Vanguardia Producciones, 1996; ahí la difundieron como «Dios, la causa de todas las causas»), cierra el repertorio de Raíz con «Blues para el corazón» y en «Proclama», aparte de prometerle a la amada que publicará un bando que la declarará ante todo el mundo como poseedora de «los ojos más hermosos del planeta», le pide que le brinde la calma «con la frescura y el sabor» de sus palabras, y se despide con un solo que evoca las ragas tocadas ante los dioses de muchos brazos que se adoran en los templos de la India.

Manlio Soto debuta en la banda con la canción que dedicó a Maximón, el Rilaj Mam, acaso la deidad más poderosa entre los indígenas de Guatemala, resistente a los embates de frailes franciscanos, curas párrocos y pastores evangélicos.

Hay llamados a defender la «sabiduría ancestral», acechada por la «mentalidad colonial»; fusiona los compases del son-rock con la marcha de los niños imaginados por Geezer Butler; entre Soto, Castillo y Luna construyen el camino a tres guitarras que se abre paso entre los oyentes que agitan la cabeza con insistencia.

Y si pensaban que escribir la canción que lleva el nombre de la banda, «Cuerpo y Alma», sería asignada al fundador, ideólogo y superviviente de la formación original (Maco Luna, hace falta aclararlo), la tarea la acometió su hermano el baterista Julio César para aludir a todos los que aceptan el llamado del rock, compran su boleto para no perderse el toque y se acercan dispuestos a escuchar la música que les gusta mientras les avisan desde tarima que:

El Cuerpo y Alma ya está aquí

El Cuerpo y Alma para ti

El Cuerpo y Alma ya llegó

El Cuerpo y Alma para vos

El Cuerpo y Alma ya llegó, sigue aquí y ahí está para que lo escuchemos, pues más de algo tiene que decirnos.

* El disco Raíz puede solicitarse a los teléfonos 30866605 y 30041952.