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Historias Urbanas: Vienen los Guns a Guatemala

Redacción República
02 de febrero, 2020

Vienen los Guns a Guatemala, ESTA ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.


Los conciertos internacionales asignados a Centroamérica se reparten entre Costa Rica, El Salvador y Guatemala.

Costa Rica, producto de su estabilidad política y el poder adquisitivo de buena parte de los pobladores del Valle Central (donde San José, Alajuela, Heredia y Cartago se funden en una sola ciudad), se lleva lo mejor del menú desde el 13 de septiembre de 1988, cuando recibió a Bruce Springsteen, Peter Gabriel, Sting y demás campeones defensores de la justicia y los derechos humanos en el concierto organizado por Amnistía Internacional en el estadio La Sabana.

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El Salvador aprovecha las ventajas de su economía dolarizada, posee una escena con sólida proyección social y dio ejemplo de cómo se captan divisas para el país al facilitar la entrada de miles de personas cuando la presentación de Iron Maiden el 6 de marzo de 2016.

¿Y qué decir de Guatemala? Pues los aficionados al rock y al pop en inglés nos resignamos a que de tarde en tarde se deje caer alguna que otra banda o solista de los que admiramos por años a través de la tele, la radio y las revistas, mientras abundan los recitales que atraen al vecino trasnochador de a la par, a los lavacarros de enfrente, a los que se desplazan en autos modificados, a los que sacan a pasear sus pitbulls a la calle, a los dueños de costosos caballos de alta escuela y a todo aquel que se apresura a lucir cadenas de oro al cuello y anillos de plata en los dedos como muestra de que el Señor lo ama y bendice en toda empresa que acomete.

En ese escenario se recibió la noticia de que la formación actual de Guns N’Roses fue contratada para presentarse el 8 de abril en el estadio Cementos Progreso de Ciudad de Guatemala como parte de la gira que empieza el 14 de marzo de 2020 en el festival Vive Latino, de Ciudad de México, y termina el 11 de abril en el Hard Rock Hotel de Punta Cana, República Dominicana.

Alarmadas, las buenas conciencias se apresuraron en reprender al diablo a través de las redes sociales para impedir la llegada de sus acólitos a Guatemala. ¿Cómo así?, se preguntará mi probable lector extranjero.

Allá por marzo de 1996, el redactor del número 5 de la revista guatemalteca Hasta Atrás se asombraba de que a cuatro años de que finalizara el siglo XX todavía quedara gente que se creyera el cuento del satanismo en la música rock, al ironizar acerca de un grupo de «ciudadanos decentes» que armó protesta por la presentación del grupo White Zombie en una ciudad pequeña de Estados Unidos cuyo nombre no alcanzó a mencionar.

Acá por febrero de 2020 abundan los ciudadanos decentes y los fieles creyentes, crecen en número e ignoran o se les olvida que el rock procede del mismo país que les dio las películas, las series de televisión, el béisbol, el baloncesto, el futbol americano, la interpretación del cristianismo que dicen profesar y la pornografía que consumen a escondidas; el país donde sueñan con residir y al que ponen como ejemplo de bendito entre todas las naciones: los ya mencionados Estados Unidos.

¿Hace falta seguirles recordando que el rock, junto al blues y el jazz, surgió entre el cinturón bíblico del Sur, ahí donde las páginas del Antiguo Testamento, el rifle bien abastecido de balas y el cuto de whiskey conviven en armonía sobre la misma mesa de roble barnizado?

Antes me preguntaba ¿por qué no vienen Paul McCartney, los Rolling Stones, Deep Purple, etcétera, a Guatemala?

Con los años entendí que los conciertos no dependen de la voluntad de grupos y solistas.

Tiene que haber un promotor que consiga los patrocinios de marcas y empresas para alquilar el estadio, el gimnasio, el coliseo, el salón o el recinto donde se vayan a presentar; reservar con anticipación los boletos de avión, las habitaciones de hotel y la alimentación para los artistas y su comitiva; contratar a los trabajadores que instalarán el escenario, las pantallas, los juegos de luces, los amplificadores y las sillas numeradas; asegurar los espacios publicitarios en vallas, autobuses, volantes, emisoras de radio y páginas de periódicos.

Toda inversión es un riesgo y su recuperación depende de la venta de boletos; de obtener ganancias, el promotor seguirá contratando a los músicos que ansiamos ver; de resultar con pérdidas, abandona el negocio o se vuelca a géneros más rentables.

La existencia del promotor facilita la visita de Guns N’Roses, cuyo origen se remonta al quinteto formado en 1985 al unirse músicos de los grupos L.A. Guns y Hollywood Rose.

Los Guns supieron volcarse al rock impulsado por el humo de cigarrillos, litros de Jack Daniels ingeridos a granel y el inevitable pinchazo repleto de heroína para distanciarse todo lo que pudieron de la corriente apodada hair metal (tal la importancia que decenas de bandas surgidas en Los Ángeles le dieron a los peinados, el maquillaje y los atuendos; ¿y las canciones?, bien gracias).

El colectivo unió la arrogancia de W. Axl Rose (ídolo de las jovencitas de la época, poseedor de los registros vocales que se alternan en «It’s So Easy» y «Civil War»), la imagen del guitarrista Slash (dotado para las seis y las doce cuerdas como lo demostró en «Welcome To The Jungle», «Sweet Child O’Mine» y «November Rain»), el plantón del bajista Duff McKagan y la quieta presencia del guitarrista Izzy Stradlin.

Con los aportes del baterista Steven Adler dieron forma al álbum debut Appetite For Destruction (1987) y el mitad demo-mitad acústico G N’R Lies (1988); la doble entrega presentada como Use Your Illusion (1991) incluyó a Matt Sorum a los tambores y al pianista Dizzy Reed.

A partir de 1993, la historia de los Guns se disuelve entre peleas, distanciamientos, reclusiones, discretas carreras solistas (aunque Slash y McKagan recuperaron presencia al armar el grupo Velvet Revolver), un disco prometido y demorado por Rose (Chinese Democracy, anunciado a comienzos de 2001 y puesto a la venta siete años después) y sonados juramentos de no volver a verse las caras.

Pero meses de conversaciones secretas para firmar la paz entre rivales dieron resultado a comienzos de 2016 cuando se anunció que Rose, Slash y McKagan regresaban como Guns N’Roses para empezar la gira Not In This Life Time.

Volvieron a encabezar festivales sin causar los riesgos de 1991 a 1993, cuando asistir a un concierto de los Guns resultaba un inquietante juego de azar: Rose se hizo legendario durante el Use Your Illusion Tour por las dos o tres horas que demoraba en salir a escena, sin considerar la desesperación de sus colegas y la creciente irritación del público.

Llegó a servir de «válvula de escape social» (es un decir) cuando Rose interrumpió sus actuaciones en el suburbio de Maryland Heights, St. Louis (2 de julio de 1991; se lanzó sobre un espectador que no paraba de filmarlo) y en la ciudad de Montreal, Canadá (8 de agosto de 1992; se quejó de padecimientos en la garganta): el enojo de parte de los espectadores arrasó con instalaciones, causó destrozos en edificios cercanos, hasta pasaron tirando una patrulla y puso en aprietos a autoridades locales, policías, bomberos, médicos y enfermeros.

Ahora, según testimonios, Axl Rose sale a la hora en punto, el concierto incluye hasta 25 canciones y vale cada centavo que se destina a la compra del boleto.

Supongo que el cambio de hábitos se debe a su período como vocalista de emergencia para AC/DC.

Honrar el legado de Bon Scott, al que venera como héroe, junto a la autoridad ejercida por Angus Young, ayudaron a disciplinarlo.

Claro, a muchos les hubiera gustado ver a los Guns en pleno apogeo y con la formación clásica al frente.

Pero no deben olvidar que en aquel tiempo tenían 13, 14 o 15 años, estaban bajo la tutela de sus padres y bastantes no hubieran recibido permiso para ver a una banda precedida por su fama de peligrosa y reñida con los valores patrios.

Ahora, a los 40, tienen la opción de llevar a sus hijos al concierto y felicitarse porque la espera alcanzó su recompensa.

Resta confiar en que el concierto se dé sin contratiempos y que la asistencia, seguro alimentada por contingentes de Honduras y El Salvador, anime al promotor a mantener su apuesta por el rock and roll.

Historias Urbanas: Vienen los Guns a Guatemala

Redacción República
02 de febrero, 2020

Vienen los Guns a Guatemala, ESTA ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.


Los conciertos internacionales asignados a Centroamérica se reparten entre Costa Rica, El Salvador y Guatemala.

Costa Rica, producto de su estabilidad política y el poder adquisitivo de buena parte de los pobladores del Valle Central (donde San José, Alajuela, Heredia y Cartago se funden en una sola ciudad), se lleva lo mejor del menú desde el 13 de septiembre de 1988, cuando recibió a Bruce Springsteen, Peter Gabriel, Sting y demás campeones defensores de la justicia y los derechos humanos en el concierto organizado por Amnistía Internacional en el estadio La Sabana.

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El Salvador aprovecha las ventajas de su economía dolarizada, posee una escena con sólida proyección social y dio ejemplo de cómo se captan divisas para el país al facilitar la entrada de miles de personas cuando la presentación de Iron Maiden el 6 de marzo de 2016.

¿Y qué decir de Guatemala? Pues los aficionados al rock y al pop en inglés nos resignamos a que de tarde en tarde se deje caer alguna que otra banda o solista de los que admiramos por años a través de la tele, la radio y las revistas, mientras abundan los recitales que atraen al vecino trasnochador de a la par, a los lavacarros de enfrente, a los que se desplazan en autos modificados, a los que sacan a pasear sus pitbulls a la calle, a los dueños de costosos caballos de alta escuela y a todo aquel que se apresura a lucir cadenas de oro al cuello y anillos de plata en los dedos como muestra de que el Señor lo ama y bendice en toda empresa que acomete.

En ese escenario se recibió la noticia de que la formación actual de Guns N’Roses fue contratada para presentarse el 8 de abril en el estadio Cementos Progreso de Ciudad de Guatemala como parte de la gira que empieza el 14 de marzo de 2020 en el festival Vive Latino, de Ciudad de México, y termina el 11 de abril en el Hard Rock Hotel de Punta Cana, República Dominicana.

Alarmadas, las buenas conciencias se apresuraron en reprender al diablo a través de las redes sociales para impedir la llegada de sus acólitos a Guatemala. ¿Cómo así?, se preguntará mi probable lector extranjero.

Allá por marzo de 1996, el redactor del número 5 de la revista guatemalteca Hasta Atrás se asombraba de que a cuatro años de que finalizara el siglo XX todavía quedara gente que se creyera el cuento del satanismo en la música rock, al ironizar acerca de un grupo de «ciudadanos decentes» que armó protesta por la presentación del grupo White Zombie en una ciudad pequeña de Estados Unidos cuyo nombre no alcanzó a mencionar.

Acá por febrero de 2020 abundan los ciudadanos decentes y los fieles creyentes, crecen en número e ignoran o se les olvida que el rock procede del mismo país que les dio las películas, las series de televisión, el béisbol, el baloncesto, el futbol americano, la interpretación del cristianismo que dicen profesar y la pornografía que consumen a escondidas; el país donde sueñan con residir y al que ponen como ejemplo de bendito entre todas las naciones: los ya mencionados Estados Unidos.

¿Hace falta seguirles recordando que el rock, junto al blues y el jazz, surgió entre el cinturón bíblico del Sur, ahí donde las páginas del Antiguo Testamento, el rifle bien abastecido de balas y el cuto de whiskey conviven en armonía sobre la misma mesa de roble barnizado?

Antes me preguntaba ¿por qué no vienen Paul McCartney, los Rolling Stones, Deep Purple, etcétera, a Guatemala?

Con los años entendí que los conciertos no dependen de la voluntad de grupos y solistas.

Tiene que haber un promotor que consiga los patrocinios de marcas y empresas para alquilar el estadio, el gimnasio, el coliseo, el salón o el recinto donde se vayan a presentar; reservar con anticipación los boletos de avión, las habitaciones de hotel y la alimentación para los artistas y su comitiva; contratar a los trabajadores que instalarán el escenario, las pantallas, los juegos de luces, los amplificadores y las sillas numeradas; asegurar los espacios publicitarios en vallas, autobuses, volantes, emisoras de radio y páginas de periódicos.

Toda inversión es un riesgo y su recuperación depende de la venta de boletos; de obtener ganancias, el promotor seguirá contratando a los músicos que ansiamos ver; de resultar con pérdidas, abandona el negocio o se vuelca a géneros más rentables.

La existencia del promotor facilita la visita de Guns N’Roses, cuyo origen se remonta al quinteto formado en 1985 al unirse músicos de los grupos L.A. Guns y Hollywood Rose.

Los Guns supieron volcarse al rock impulsado por el humo de cigarrillos, litros de Jack Daniels ingeridos a granel y el inevitable pinchazo repleto de heroína para distanciarse todo lo que pudieron de la corriente apodada hair metal (tal la importancia que decenas de bandas surgidas en Los Ángeles le dieron a los peinados, el maquillaje y los atuendos; ¿y las canciones?, bien gracias).

El colectivo unió la arrogancia de W. Axl Rose (ídolo de las jovencitas de la época, poseedor de los registros vocales que se alternan en «It’s So Easy» y «Civil War»), la imagen del guitarrista Slash (dotado para las seis y las doce cuerdas como lo demostró en «Welcome To The Jungle», «Sweet Child O’Mine» y «November Rain»), el plantón del bajista Duff McKagan y la quieta presencia del guitarrista Izzy Stradlin.

Con los aportes del baterista Steven Adler dieron forma al álbum debut Appetite For Destruction (1987) y el mitad demo-mitad acústico G N’R Lies (1988); la doble entrega presentada como Use Your Illusion (1991) incluyó a Matt Sorum a los tambores y al pianista Dizzy Reed.

A partir de 1993, la historia de los Guns se disuelve entre peleas, distanciamientos, reclusiones, discretas carreras solistas (aunque Slash y McKagan recuperaron presencia al armar el grupo Velvet Revolver), un disco prometido y demorado por Rose (Chinese Democracy, anunciado a comienzos de 2001 y puesto a la venta siete años después) y sonados juramentos de no volver a verse las caras.

Pero meses de conversaciones secretas para firmar la paz entre rivales dieron resultado a comienzos de 2016 cuando se anunció que Rose, Slash y McKagan regresaban como Guns N’Roses para empezar la gira Not In This Life Time.

Volvieron a encabezar festivales sin causar los riesgos de 1991 a 1993, cuando asistir a un concierto de los Guns resultaba un inquietante juego de azar: Rose se hizo legendario durante el Use Your Illusion Tour por las dos o tres horas que demoraba en salir a escena, sin considerar la desesperación de sus colegas y la creciente irritación del público.

Llegó a servir de «válvula de escape social» (es un decir) cuando Rose interrumpió sus actuaciones en el suburbio de Maryland Heights, St. Louis (2 de julio de 1991; se lanzó sobre un espectador que no paraba de filmarlo) y en la ciudad de Montreal, Canadá (8 de agosto de 1992; se quejó de padecimientos en la garganta): el enojo de parte de los espectadores arrasó con instalaciones, causó destrozos en edificios cercanos, hasta pasaron tirando una patrulla y puso en aprietos a autoridades locales, policías, bomberos, médicos y enfermeros.

Ahora, según testimonios, Axl Rose sale a la hora en punto, el concierto incluye hasta 25 canciones y vale cada centavo que se destina a la compra del boleto.

Supongo que el cambio de hábitos se debe a su período como vocalista de emergencia para AC/DC.

Honrar el legado de Bon Scott, al que venera como héroe, junto a la autoridad ejercida por Angus Young, ayudaron a disciplinarlo.

Claro, a muchos les hubiera gustado ver a los Guns en pleno apogeo y con la formación clásica al frente.

Pero no deben olvidar que en aquel tiempo tenían 13, 14 o 15 años, estaban bajo la tutela de sus padres y bastantes no hubieran recibido permiso para ver a una banda precedida por su fama de peligrosa y reñida con los valores patrios.

Ahora, a los 40, tienen la opción de llevar a sus hijos al concierto y felicitarse porque la espera alcanzó su recompensa.

Resta confiar en que el concierto se dé sin contratiempos y que la asistencia, seguro alimentada por contingentes de Honduras y El Salvador, anime al promotor a mantener su apuesta por el rock and roll.