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Historias Urbanas | Esos cuatro ingleses

Redacción República
12 de abril, 2020

Los Beatles, esos cuatro ingleses, ESTA ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Hasta el fin de los tiempos se discutirá si los Beatles merecen la primacía que se les adjudica o están sobrevalorados en exceso.

Lo cierto es que llegaron justo cuando el mayor mercado del mundo occidental estaba de duelo. El presidente John F. Kennedy muere asesinado en Dallas, Texas, el 22 de noviembre de 1963; los Beatles aterrizan en el Aeropuerto Internacional John F. Kennedy de Nueva York, procedentes de Londres, el 7 de febrero de 1964.

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Poco les faltó para encontrarse en persona y seguro intercambian cumplidos en la Casa Blanca: eran jóvenes –todo menor de 50 años lo es–, las multitudes los adoraban y compartían origen católico-irlandés a excepción de Ringo Starr.

Tampoco sabremos si la música beat, pop music, rock and roll, rock y sus derivados alcanzarían a buena parte del planeta de estar la invasión británica al mando de Gerry and The Pacemakers, los Searchers, los Herman’s Hermits, los Dave Clark Five, los Zombies, los Animals o los Rolling Stones.

Cuando pulió la imagen de los Beatles, al cambiarles las chumpas de cuero negro por los trajes cortados a la medida, el mánager Brian Epstein supo venderlos a la familia entera, desde la abuela que peina canas hasta el bebé que aprende a caminar.

Su sentido del humor, algo inherente a los liverpulienses, les ayudó a abrirse paso por el Nuevo Mundo. Y John Fogerty sabía de qué estaba cantando cuando evocó la transmisión del Ed Sullivan Show, emitida a blanco y negro la noche del 9 de febrero de 1964, en su canción «I Saw It On TV»:

We gathered round to hear the sound comin’ on the little screen

The grief had passed, the old men laughed, and all the girls screamed

’Cause four guys from England took us all by the hand

It was time to laugh, time to sing, time to join the band (1)

Lo cierto es que la historia de los Beatles se prolonga más allá de que John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr tomaran caminos por separado a lo largo de 1970.

Trascendieron las modas de su época para hacerse de un espacio duradero dentro de la cultura popular.

Les siguen dedicando biografías, películas, novelas, relatos, poemas y tesis; sus discos se venden y circulan en cualquier formato.

Su paso por la escena musical atrae por entero o por partes: muchos prefieren a los Beatles del Revolver hasta Abbey Road; otros no le ven demasiado mérito al Sgt. Pepper y prefieren el Álbum blanco; varios los rechazan al considerarlos demasiado fresas y no falta quien tome partido por los Rolling Stones.

Desde luego, siendo honestos, más de alguna canción firmada Lennon/McCartney debió incluir como coautor al productor George Martin: sin sus arreglos escritos en papel pautado, sin los intérpretes de violín, viola, cello y trompeta bajo su dirección, ni «Eleanor Rigby» ni «Strawberry Fields Forever» hubieran rozado la grandeza que les caracteriza.

Lo cierto es que alguien regresa a su canción favorita de los Beatles, algún niño aprende cómo pronunciar bien el inglés al memorizar las estrofas de «Yellow Submarine» y más de algún coleccionista revisa con todo cuidado sus discos made in USA, mfd. in UK y producto centroamericano hecho en Nicaragua por Sonido Industrial, S. A. (SISA) para comprobar que suenen bien cada vez que los pone a dar vueltas en la tornamesa, a 33 revoluciones por minuto, mientras se leen estas líneas.

Lo cierto es que los Beatles nos siguen acompañando. Más allá de su existencia como grupo y de su permanencia física sobre la Tierra.

(1) Nos juntamos para oír el sonido que brotaba de la pantalla chica, / el pesar se esfumó, los mayores se rieron y todas las patojas gritaron / porque cuatro chavalos de Inglaterra nos tomaron de la mano. / Llegó la hora de reír, la hora de cantar, la hora de unirse a la banda.

Historias Urbanas | Esos cuatro ingleses

Redacción República
12 de abril, 2020

Los Beatles, esos cuatro ingleses, ESTA ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Hasta el fin de los tiempos se discutirá si los Beatles merecen la primacía que se les adjudica o están sobrevalorados en exceso.

Lo cierto es que llegaron justo cuando el mayor mercado del mundo occidental estaba de duelo. El presidente John F. Kennedy muere asesinado en Dallas, Texas, el 22 de noviembre de 1963; los Beatles aterrizan en el Aeropuerto Internacional John F. Kennedy de Nueva York, procedentes de Londres, el 7 de febrero de 1964.

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Poco les faltó para encontrarse en persona y seguro intercambian cumplidos en la Casa Blanca: eran jóvenes –todo menor de 50 años lo es–, las multitudes los adoraban y compartían origen católico-irlandés a excepción de Ringo Starr.

Tampoco sabremos si la música beat, pop music, rock and roll, rock y sus derivados alcanzarían a buena parte del planeta de estar la invasión británica al mando de Gerry and The Pacemakers, los Searchers, los Herman’s Hermits, los Dave Clark Five, los Zombies, los Animals o los Rolling Stones.

Cuando pulió la imagen de los Beatles, al cambiarles las chumpas de cuero negro por los trajes cortados a la medida, el mánager Brian Epstein supo venderlos a la familia entera, desde la abuela que peina canas hasta el bebé que aprende a caminar.

Su sentido del humor, algo inherente a los liverpulienses, les ayudó a abrirse paso por el Nuevo Mundo. Y John Fogerty sabía de qué estaba cantando cuando evocó la transmisión del Ed Sullivan Show, emitida a blanco y negro la noche del 9 de febrero de 1964, en su canción «I Saw It On TV»:

We gathered round to hear the sound comin’ on the little screen

The grief had passed, the old men laughed, and all the girls screamed

’Cause four guys from England took us all by the hand

It was time to laugh, time to sing, time to join the band (1)

Lo cierto es que la historia de los Beatles se prolonga más allá de que John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr tomaran caminos por separado a lo largo de 1970.

Trascendieron las modas de su época para hacerse de un espacio duradero dentro de la cultura popular.

Les siguen dedicando biografías, películas, novelas, relatos, poemas y tesis; sus discos se venden y circulan en cualquier formato.

Su paso por la escena musical atrae por entero o por partes: muchos prefieren a los Beatles del Revolver hasta Abbey Road; otros no le ven demasiado mérito al Sgt. Pepper y prefieren el Álbum blanco; varios los rechazan al considerarlos demasiado fresas y no falta quien tome partido por los Rolling Stones.

Desde luego, siendo honestos, más de alguna canción firmada Lennon/McCartney debió incluir como coautor al productor George Martin: sin sus arreglos escritos en papel pautado, sin los intérpretes de violín, viola, cello y trompeta bajo su dirección, ni «Eleanor Rigby» ni «Strawberry Fields Forever» hubieran rozado la grandeza que les caracteriza.

Lo cierto es que alguien regresa a su canción favorita de los Beatles, algún niño aprende cómo pronunciar bien el inglés al memorizar las estrofas de «Yellow Submarine» y más de algún coleccionista revisa con todo cuidado sus discos made in USA, mfd. in UK y producto centroamericano hecho en Nicaragua por Sonido Industrial, S. A. (SISA) para comprobar que suenen bien cada vez que los pone a dar vueltas en la tornamesa, a 33 revoluciones por minuto, mientras se leen estas líneas.

Lo cierto es que los Beatles nos siguen acompañando. Más allá de su existencia como grupo y de su permanencia física sobre la Tierra.

(1) Nos juntamos para oír el sonido que brotaba de la pantalla chica, / el pesar se esfumó, los mayores se rieron y todas las patojas gritaron / porque cuatro chavalos de Inglaterra nos tomaron de la mano. / Llegó la hora de reír, la hora de cantar, la hora de unirse a la banda.